Historias desopilantes, anécdotas curiosas, rarezas antiguas: bienvenidos a los siglos curiosos.
domingo, 24 de julio de 2011
¡No Charles sino Erasmus Darwin!
La mitología popular, ávida de conectar a los grandes sucesos con héroes esculpidos en bronce para la posteridad, tiende a considerar a Charles Darwin como el hombre que descargó el Evolucionismo como una bomba atómica en un medio que no creía que las especies evolucionaban. Y esto es falso. "El origen de las especies", libro que Charles Darwin publicó en 1859, no fue revolucionario por postular la evolución, sino por explicar de manera sencilla un mecanismo que nadie había acertado a describir adecuadamente. Con todo, en la época había una intensa guerra intelectual entre Georges Cuvier, un gran científico trágicamente desencaminado al defender el inmovilismo de las especies, y gentes como Saint-Hilaire o Lamarck, quienes defendían primitivas (y erróneas, según se demostró después) versiones de la Teoría de la Evolución. Pero lo más asombroso es que las ideas de Charles Darwin, en su aspecto esencial a lo menos... ¡ya habían sido propuestas más de medio siglo antes por su propio abuelo Erasmus Darwin! Esta es la historia.
Erasmus Darwin (1731-1802) se ganaba la vida como médico, pero sus intereses iban mucho más allá. Amarrado a su clientela para subsistir, no podía viajar, pero se empapó de cultura gracias a los Museos, que en esa época empezaban a rebozar con la labor de los primeros cazadores científicos de fósiles, y las descripciones de viajeros sobre la flora y fauna de otros países. Irónicamente, sus autores favoritos no tenían nada que ver con la naturaleza: uno era Adam Smith (economista) y otro era David Hume (filósofo y, podríamos llamarlo así, "protopsicólogo"). Para Adam Smith, la economía funciona por la libre concurrencia de las distintas fuerzas humanas. Erasmus Darwin tuvo la perspicacia (correcta, según se demostró después) de aplicar al mundo viviente estas mismas leyes que Adam Smith hacía aplicables al hombre. David Hume, por su parte, ligaba el conocimiento a la experiencia, y la acumulación de experiencias era una forma de evolución. Erasmus Darwin llevó diligentemente estas ideas de las civilizaciones, a las cuales Hume las aplicaba, a las criaturas vivientes. La conclusión de Erasmus Darwin era tan simple, que en retrospectiva parece sorprendente que a poca gente más se le ocurriera: las criaturas vivientes chocan unas contra otras, y de esta lucha viene la acumulación de experiencias... y la evolución.
Hasta aquí, Erasmus Darwin va a la par que su ilustre nieto Charles. Pero no se detuvo ahí. Reconoció que el mimetismo es una adaptación de las criaturas al medio ambiente (hasta ahí ninguna novedad), y que este mimetismo es resultado de la evolución (eso sí era un concepto novedoso para la época). Incluso anticipó la "selection in relation to sex" que postularía después Charles Darwin: "(...) hay que añadir la lucha por la conquista de la hembra, que exigió el perfeccionamiento de las armas, ya que solamente el macho más fuerte podía conquistar una hembra y procrear"... Incluso reconoció que el ser humano era un pedacito más de naturaleza, debido a compartir procesos comunes (digestión, respiración, sentidos, etcétera) con otros animales: esta idea que Charles Darwin había evitado en "El origen del hombre", y que causará un incendio cuando la postule finalmente en "La descendencia del hombre" (1871), ¡Erasmus Darwin la afirmaba ochenta años antes, en pleno siglo XVIII, de manera perfectamente razonada, sin que nadie se escandalizara!
¿Por qué, si Erasmus Darwin estaba tan cerca de arañar los logros que cubrirían de gloria a su nieto, sus ideas no se impusieron? En primer lugar, Erasmus Darwin tuvo la mala idea de postular sus ideas no en prosa científica sino en versos literarios, y de esta manera nadie les hizo el mayor caso a las ideas de fondo. ¿Tenía miedo de ser demasiado revolucionario, o simplemente estaba alimentando su propia alma renacentista con belleza? Quién lo sabe. En cualquier caso, algunos años después vinieron los biólogos Cuvier y Agassiz, reputados antievolucionistas ambos, y el caldo fértil para las ideas evolucionistas se secó durante medio siglo. Además, ninguno de sus hijos mostró mayor interés por el tema, y sus papeles quedaron en manos de uno de ellos, Roberto Darwin, a salvo sí, pero intocados y por lo tanto desaprovechados. Siete años después de que el viejo Erasmus Darwin falleciera, Roberto Darwin tuvo a su hijo Charles. Y este Charles Darwin, que en otros cincuenta años publicaría "El origen de las especies", sería amamantado en su infancia por las lecturas paternas de la "Zoonomía" de su abuelo Erasmus...
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7 comentarios:
En todo caso, cabe señalar que el orden de aparición de las especies coincide con el del capítulo 1 del Génesis, salvo en la creación del Sol, la Luna y las estrellas, y que tiene una explicación de carácter religioso-cosmogónico. Así que Charles y Erasmus no eran tan originales que digamos...
Ahora, a la evolución hay que entenderla en el marco del progresismo decimonónico, esa idea que suponía que la humanidad estaba viviendo un periodo de ascenso escalonado, sostenido y permanente, que iba a rematar en un estado de felicidad plena. Planteamiento que estaba, por ejemplo, en el fondo de teorías como la de Marx (la sociedad sin clases era producto de una evolución positiva de la condición del proletariado, cuya máxima expresión era el fin de la religión, los gobiernos y el Estado, en ese orden). Pero también en persona como Auguste Compte, quien suponía que la religión era un paso intermedio inmediatamente posterior a la magia que acabaría siendo sustituida por la ciencia. Algo que era común en el siglo XIX: afirmar que la fe iba a ser superada conforme se adquiriesen más conocimientos. Bueno: la verdad es que ese progresismo acabó en un clímax, que fueron... las dos guerras mundiales, y de paso el nazismo que usó muchos elementos del llamado "darvinismo social". Por eso prefiero las teorías vitalistas y existencialistas del sXX, que no exigen que el hombre se programe.
Por último, señalar que la decisión de divulgar teorías, ya sea filosóficas, científicas o de cualquier índole, en versos, es una costumbre bastante común en la historia. Varios pensadores griegos (Jenófanes, Parménides) los utilizaron, así como los profetas bíblicos.
Bueno, eso de que la moderna teoría de la evolución coincida con el Génesis es, ehm, para cortar tela... no seré yo quien se meta en ese berenjenal. Por ahora, al menos.
Y bueno, como de costumbre hay quienes confunden lo que es con lo que debería ser. Los que dicen que como en la sociedad siempre hay ganadores y perdedores, pues bien, así es como debe ser, y dejemos a los depredadores seguir depredando a gusto. Doctrina no muy popular entre los trabajadores fabriles de Manchester del XIX o los judíos de los ghettos polacos en el XX, probablemente. Ni en la quebrada Grecia del 2011 tampoco...
Lo de divulgar teorías en forma de verso es común, y el que se lleva la palma en eso es probablemente Lucrecio (de quien hablamos en Siglos Curiosos a propósito del ciclo del agua), pero a comienzos del XIX es algo que ya estaba un poco demodé. Aunque entre nos, es probable que la ciencia haya perdido algo de romanticismo cuando reemplazaron el verso y aún la buena prosa, por el seco estilo del paper académico.
O sea, que Charles Darwin partió de las ideas de su abuelo... y las hizo evolucionar.
Bueno, también las ideas tienen su evolución, ¿no? :-D
os dejo el enlace de un profesor de universidad que nos da informacón y su opinion acerca de lo que fue y represento Darwin
http://vimeo.com/10330767
Está bastante interesante el video, aunque cae un poco en la falacia de confundir lo que es con lo que debe ser. Probablemente nadie en su sano juicio cuestionaría hoy en día que la selección natural tal y como la planteó Darwin es la base de la teoría evolutiva, pero una cosa es señalar que en la naturaleza el más fuerte se come al más débil como un hecho, y otra muy distinta afirmar que como sociedad deberíamos dejar que el más fuerte se coma al más débil como una imposición moral, por supuesto. En un caso es la descripción de algo que es, en el otro caso es la prescripción de algo que deber ser. Y a lo que es no se le puede oponer otra cosa (salvo que los hechos prueben que la afirmación es errónea desde el comienzo), mientras que a lo que debe ser siempre se le puede oponer su contrario.
Por su parte, han pasado 150 años desde "El origen de las especies" (¡Siglos Curiosos le dedicó un especial de aniversario en Noviembre de 2009!), y es lógico pensar que muchos conceptos de Darwin, que fueron muy interesantes y claves para su tiempo, hoy en día han sido superados por otras investigaciones más adecuadas. Eso no desmerece de ninguna manera a Darwin, porque esas nuevas investigaciones han podido partir de la base que les dejó Darwin (así como Darwin partió de la base de pensadores y científicos anteriores, por supuesto, partiendo por su pobre y ninguneado abuelo quizás).
Por otra parte, es una lástima que no se mojara más respecto del tema de las relaciones entre investigación científica y financiamiento corporativo. Pero bueno, algo es algo, y entiendo también que el hombre no quiera meterse en ese berenjenal, que no está obligado a ser santo o mártir tampoco.
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