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domingo, 30 de julio de 2006

La pesadilla de calcular la longitud en el mar.


En los tiempos heroicos de la navegación, conocer la posición exacta de una nave en el mar era cosa tan difícil como crucial. La brújula, introducida en Europa en el siglo XII o XIII, ayudó en algo, pero con ella sólo podía saberse la dirección a tomar, no la posición propia. Para ello se debe disponer de dos datos, la latitud (qué tan al norte o al sur está la nave) y la longitud (qué tan al este o al oeste está). Calcular la latitud era fácil, bastando con observar la altitud del Sol y el ángulo que forma con el horizonte. La longitud, en cambio, fue durante siglos un problema irresoluble, y se calculaba indirectamente deduciéndola a partir de la velocidad de la nave y su dirección, por supuesto que con un alto grado de imprecisión.
Recién en el siglo XVIII surgió un método fiable para calcular la longitud. Los navegantes cayeron en la cuenta de que mientras más al este u oeste se encuentre una nave, mayor es la diferencia horaria con el puerto de partida, debido a que la Tierra es curva, y por tanto, una circunnavegación a la misma permite ganar o perder 24 horas de tiempo, según si se sigue al Sol o se va en dirección opuesta. Como la circunferencia de la Tierra tiene 360 grados, y eso suma 24 horas, entonces cada grado debe significar una diferencia de (24 horas divididas en 360 grados) 4 minutos. Por tanto, si al mediodía se mira la hora en un reloj sincronizado con la hora del puerto de partida, y se calcula la diferencia, se puede tener una buena estimación de la longitud.
¿Y por qué recién en el siglo XVIII se descubrió este confiable método? Simplemente porque fue en aquel tiempo que aparecieron relojes de precisión que merecieran ese nombre. Y es que hasta ese tiempo, los relojes podían adelantarse o atrasarse hasta cinco minutos al día, lo que implicaba calcular un grado de más o menos, y un grado de diferencia en el Ecuador significa pifiar la propia posición mada menos que por algo más de 100 kilómetros...

viernes, 28 de julio de 2006

Contra Sócrates


El retrato más famoso que la posteridad ha recibido de Sócrates (en términos literarios, por supuesto), es el que nos ha legado Platón. Gracias a él, vemos a Sócrates como una especie de semidios de la sabiduría, llegado hasta nosotros los pobres mortales para iluminar nuestras pequeñas mentes. Esto es, por supuesto, pura propaganda: después de todo, Platón había sido discípulo de Sócrates, y al alabar la sabiduría de su maestro, indirectamente Platón alababa la suya propia ("miren que buen maestro tuve, ¿eh?").
Menos conocido es el hecho de que hay retratos literarios harto menos amables. Jenofonte, por ejemplo, aparte de su obra más famosa, la histórica "Anábasis", escribió un tratadito sobre actividad campestre, en donde Sócrates aparece como un amable interlocutor, sin rasgos especialmente negativos, pero tampoco como un superhombre ni un semidios. Jenofonte había sido también discípulo de Sócrates, pero evidentemente pesaba en él más el historiador objetivo que el filósofo megalomaníaco.
Pero la palma se la lleva Aristófanes, el atrevido comediante ateniense. Contemporáneo de Sócrates, le dedicó una de las once comedias que se conservan de él, "Las nubes". En ella presenta un retrato simplemente demoledor. En la obra, el rústico Estrepsíades contrae matrimonio con una mujer de ciudad, con la que concibe un hijo. El hijo sale a la madre, derrocha el patrimonio del padre, y éste se llena de deudas. Afligido, busca a Sócrates para que éste le enseñe como ser "un morral de engaños, al que nunca faltan palabras, que se burla de los procesos, que hace trizas las leyes, un taravilla, un coyote, todo lleno de arterías, escurridizo cual anguila, voluble, fácil de huir, resbaladizo"... El problema es que el hijo sale mejor alumno de Sócrates que el padre, y al tiempo que éste huye de los acreedores, recibe una feroz paliza de su propio hijo, que para colmo argumenta, usando los mismos argumentos de Sócrates, que dicha paliza es muy justa...
A continuación, algunas perlas que Aristófanes pone en boca de Sócrates:
- "¿Por qué me llamas, efímero mortal?" (Sócrates presentándose en plan "yo, el modesto").
- "Nunca pudiera ver yo con claridad las cosas celestiales, si no elevara mi alma suspendida de arriba y me hallara en una atmósfera semejante a la de los astros" (Sócrates, haciendo de bola hinchada de aire sabio y caliente).
- "¡Son las Nubes, diosas grandes para el inactivo! Ellas dan sabiduría y modo de argumentar, ellas dan mente que capta y una gran facundia, parlería y arte de enredar al contrario y de hacerlo titubear" (vale, ahora sabemos para qué se inventó la filosofía).
- "Es que cuando mueven las nalgas, comienza a tronar" (Sócrates refiriéndose a las nubes como agentes de la metereología).
- "Pero también tienes que reconocer que no hay dioses sino los nuestros. El Caos, las Nubes, la Lengua. Sólo esos tres, no hay más" (mi secta, disfrazada de filosofía).
Y mejor no sigo, antes de que algún catedrático de Filosofía del Derecho se sienta demasiado tocado por todo esto.

domingo, 23 de julio de 2006

Retrofuturismo.


Las visiones del futuro que existieron otrora, empiezan a ser estudiadas como algo del pasado. Lo que antaño era futurista, ahora pasa a ser "retro". ¿Qué nombre ponerle? ¡Retrofuturismo, por supuesto!
Se habla de "retrofuturismo" como de las visiones propias de la ciencia ficción utópica de mediados del siglo XX. En ese sentido, son revalorizadas como retrofuturistas cosas que originariamente, si hemos de ser sinceros, no lo eran, como "Metrópolis" de Fritz Lang, o la serie de dibujos animados "Los Supersónicos". Desde hace una quincena de años se hacen películas ahora con vocación claramente nostálgica, "retrofuturista", como lo testimonian las películas "Rocketeer", "Marcianos al ataque", "Gattaca", "Dark City", "El gigante de hierro", "Los Increíbles", y muy en particular la obra maestra del género, "Capitán Sky y el mundo del mañana". Todo eso, además de la serie de televisión "Duck Dodgers".
El retrofuturismo es descendiente directo del Steampunk, sobre el que comentábamos en un posteo anterior. En los '80s comenzaron los intentos por hacer ciencia ficción a la manera de los escritores góticos o victorianos, y entonces hubo quien se preguntó ¿por qué detenerse ahí? De manera que también todas esas visiones de futuros que alguna vez parecieron plausibles y ahora se ven terriblemente cochambrosas, son rescatadas, pero ahora con nostalgia... ¡y es que nada puede vencer al paso del tiempo, y todo futuro posible algún día se transformará en Historia (y por tanto, en posible material para "Siglos Curiosos")!

miércoles, 19 de julio de 2006

Steampunk y variantes diversas.


La recreación de la Historia Universal en la Literatura está cambiando aceleradamente. Hasta hace algunas décadas atrás, la novela histórica debía ser tan fiel y objetiva a los hechos reales del pasado, que se trataba de una labor ciertamente asfixiante el escribirla, y sólo unos pocos (Mika Waltari con "Sinuhé el Egipcio", Henry Sienkewicz con "Quo Vadis") podían presumir de maestría en ese campo. Pero desde hace un par de décadas, una nueva aproximación que mezcla lo fantástico con lo histórico ha surgido, a partir del entrecruzamiento entre el cyberpunk y la novela histórica convencional.
A comienzos de los '80s, el Cyberpunk volteaba el tablero de la Ciencia Ficción con una visión de una sociedad futurista dominada por las redes de computación, las drogas de diseño, las tribus urbanas, las megacorporaciones y la ingeniería genética (en esa época ERA futurista, aún). En respuesta, los nostálgicos y tradicionalistas inventaron un género igualmente oscuro o distópico, pero ambientado en una Inglaterra alternativa en donde existía eso mismo, pero con imaginería gótica y victoriana. La novela "Las puertas de Anubis", de Tim Poweres, abrió la espita en 1984, y por ser una especie de espejo en versión nostálgica del Cyberpunk, se lo llamó "Steampunk" ("punk a vapor"). Se define muchas veces al Steampunk como el tipo de universo que nuestro planeta hubiera sido, si es que las fantasías de Julio Verne o H. G. Wells se hubieran hecho realidad de manera literal: un mundo dominado por maquinarias a vapor, en vez de electrónica.
Desde entonces ha salido una buena cantidad de literatura steampunk, y las inevitables adaptaciones para el cine ("Wild Wild West", "La liga de los caballeros extraordinarios", "El castillo andante", "Steamboy").
Pero, ¿por qué detenerse ahí? Así, comienza a hablarse de otras variantes de "historia alternativa", ya no ambientadas en la época de la Inglaterra de finales del XIX, sino en otros hitos históricos. Así, hay quien habla de Stonepunk (Edad de Piedra), Bronzepunk (Edad de Bronce), Sandalpunk (Grecia y Roma), Middlepunk (Edad Media), Clockpunk (Renacimiento), Dieselpunk (primera mitad del siglo XX), Nazipunk (variante nazistoide del Dieselpunk), Atompunk (década de 1950), Transistorpunk o Modpunk (década de 1960), Biopunk (moderna ingeniería genética, o futura próxima), y Cypherpunk (modernos sistemas de encriptación). La premisa es más o menos la misma: ¿qué habría pasado si los sueños y utopías propios de esas épocas hubieran sido realidad? Buena pregunta, porque para eso, después de todo, existen ya las novelas y textos de esos mismos años, como por ejemplo los propios Julio Verne y H. G. Wells... Así pues, ¿cuánto de todo esto es real y cuánto es puro reclamo publicitario? Vaya uno a saber...

domingo, 16 de julio de 2006

El adulterio en el Imperio Hitita.


A pesar de no ser demasiado rescatado por los manuales de Historia normales y corrientes, el Imperio Hitita fue tan poderoso como el Imperio Egipcio, al que en un período llegó incluso a eclipsar. Gobernó Turquía desde el siglo XIX a.C., y Siria desde el siglo XIV a.C., en ambos territorios con mano de hierro, hasta su desplome hacia el año 1190 a.C. De su tradición cultural, poco nos ha quedado.

Las leyes hititas sobre el adulterio, que laboriosamente los arqueólogos han conseguido reconstruir, son, cuando menos, curiosas. El asunto era más o menos de la siguiente manera:

Cuando la esposa es violada en terreno abierto, fuera de una ciudad, es culpa del violador, y por tanto el castigo para éste es la muerte, ya que se entiende que la mujer estaba sola e indefensa.

Pero si el adulterio se cometía en la ciudad, la culpable era la mujer. Ahora bien, si el marido los sorprendía y asesinaba, no había castigo para él, porque se entendía que obraba en un arrebato. Pero si en vez de eso salía al exterior y gritaba pidiendo auxilio (algo lógico, si el otro tipo era más fuerte o fornido), entonces perdía su derecho, y por lo tanto, la justicia se encargaría de decidir qué hacer con los adúlteros.

Estas curiosas normas sobre el tema, son parte de la extensa tradición jurídica del antiguo Medio Oriente, que también se conserva en el Antiguo Testamento y en el Código de Hamurabi, que le concede al matrimonio no el valor de ser la más pura expresión de amor, sino como una especie de contrato en donde la mujer estaba obligada a darle hijos al varón. En este contexto, digamos, patrimonialista, deben entenderse ciertas leyes que hoy en día pueden parecer, cuando menos, un tanto raras.

jueves, 13 de julio de 2006

Gracias a Tácito por Tácito.

Tácito, quien vivió a caballo entre los siglos I y II d.C., es uno de los más importantes historiadores de todos los tiempos. Sus libros, entre ellos las "Historias" y los "Anales", son importantísimas fuentes de información sobre Roma a inicios del Imperio Romano, tanto por la minuciosidad de su relato, como por su penetrante agudeza al interpretar los datos (aunque a veces peque de ser un tanto tendencioso). Pero la manera en que la obra de Tácito nos ha llegado a la posteridad, no tiene nada que ver con su calidad científica, sino con un inesperado accidente del destino.

Entre los años 235 y 284, el Imperio Romano se vio azotado por una terrible crisis política, en la que hubo más de una cincuentena de emperadores, a veces dos o tres de ellos reclamando al mismo tiempo el trono, enzarzados en una espantosa guerra civil. Uno de estos breves emperadores se llamó también Tácito, y no por casualidad, ya que era descendiente del historiador. En general, Tácito era un emperador más o menos competente, que trató de introducir algunas reformas en el sistema político, buscando limitar el poder del Senado, que en esa época luchaba a muerte por mantener sus privilegios a costa de todo el Imperio Romano. Fue asesinado al año siguiente de asumir el poder, luego de una gloriosa victoria militar.

Entre otras cosas, ordenó Tácito recopilar toda la obra histórica de su ilustre antepasado, la que volvió a ser transcrita. A partir de estas transcripciones es que Tácito se transformó en uno de los historiadores grecorromanos cuya obra es mejor conocida (a pesar de lo cual hay grandes vacíos en ellas, con texto faltante).

Bueno, gracias a Tácito el Emperador, y también a los monjes irlandeses del siglo VI, que después de la caída del Imperio Romano conservaron todos los textos latinos que tuvieron a su alcance, hasta que Europa se tranquilizara un poco de los revueltos tiempos bárbaros...

domingo, 9 de julio de 2006

"Y sin embargo se mueve..."


Un error común entre quienes no saben mucho de Historia, es pensar que Galileo Galilei fue torturado y ejecutado por la Inquisición, por sostener que el Sol es el centro del universo. En realidad esto es falso, por lo menos la primera parte del postulado.

Galileo Galilei había hecho una serie de descubrimientos con su telescopio (entre ellos los satélites de Júpiter), que le convencieron de que era cierto que la Tierra giraba alrededor del Sol, y no al revés, como la Iglesia Católica ordenaba creer. Por tanto, recibió prohibición eclesiástica de publicar algo sobre la Teoría Heliocéntrica, pero mañosamente se las arregló para burlar esta prohibición. A la Inquisición, esto no le hizo nada de gracia, de modo tal que mandó a llamarle. Galileo estuvo encarcelado, por decirlo así, "preventivamente", pero hasta donde se sabe, no se le sometió a tortura. Llamado a comparecer, Galileo Galilei se retractó, por lo que se le castigó no con ejecución, sino con arresto domiciliario de por vida. Esto sucedió en 1634, y el arresto duró hasta su muerte en 1642.

Se dice que al salir del tribunal, después de afirmar que la Tierra estaba quieta en el centro del universo, Galileo murmuró entre dientes: "E par si muove" ("y sin embargo se mueve"). Pero esta leyenda, aunque no es derechamente falsa, tampoco ha sido comprobada como cierta.

Parece ser, eso sí, que en la decisión de Galileo influyó el ejemplo de Giordano Bruno. Este filósofo fue quemado por orden de la Inquisición en 1600, por afirmar que el universo es infinito en el tiempo y en el espacio (lo que niega implícitamente el dogma cristiano de la creación "ex nihilo", de la nada). Galileo habría abjurado para evitar la triste suerte de su predecesor.

jueves, 6 de julio de 2006

La muerte de Sherlock Holmes.

Ya que hace algún tiempo posteábamos sobre que Sherlock Holmes nunca dijo eso de "Elemental, querido Watson", sigamos con él. Es una anécdota conocida, pero siendo anécdota, cae dentro de "Siglos Curiosos".
Sherlock Holmes vio
la luz por primera vez en el relato "Estudio en escarlata", de 1887. Aunque Conan Doyle no pretendía continuar sus andanzas, tuvo tanto éxito que al tiempo escribió "El signo de los cuatro". El público enloqueció, y no quiso oir hablar de otra cosa. Por lo que Conan Doyle se transformó en una máquina de escribir sobre Sherlock Holmes.
Al final acabó odiándolo, porque la verdad es que Conan Doyle quería ser reconocido por sus novelas históricas y costumbristas, no por sus relatos policiales. De manera que escribió una historia en la que se enfrenta a su archinémesis, el Profesor Moriarty, y ambos acaban cayendo al fondo de un precipicio en Suiza. La historia era harto desmañada, sin investigación policíaca de ningún tipo (cuando al inicio de la historia Sherlock inicia la persecusión con Watson, ya ha hecho toda la investigación antes), pero a pesar de eso, el Profesor Moriarty se hizo famoso como la némesis de Holmes, aunque no había aparecido en ningún relato de éste hasta el minuto.
Pero el público se enfureció. Y presionaron, y presionaron, y presionaron. De manera que Conan Doyle no tuvo más remedio que resucitar a Sherlock Holmes, lo que hizo en "La casa vacía".
Como curiosidad final, digamos que el escritor Nicholas Meyer escribió una novela, "Solución al siete por ciento", en la que se hace analizar por Sigmund Freud, y después "El ángel de la música", en la que refiere como en los "años oscuros" del detective, cuando se lo daba por presuntamente muerto, Sherlock Holmes se habría enfrentado al Fantasma de la Opera. Como puede verse, se murió Conan Doyle, pero Holmes, incólumne con sus correrías... Caso inédito de personaje que entierra a su propio autor.

domingo, 2 de julio de 2006

Razones de la usura medieval.


Una de las imágenes recurrentes de la Edad Media, o por lo menos de finales de ésta, cuando ya Europa había salido del letargo feudal y se había vuelto otra vez una sociedad activa, emprendedora y comercial, es la figura del usurero. Este hombre, usualmente un judío (como el de "El mercader de Venecia"), hacía préstamos a intereses desorbitados, que cuando no podían ser pagados, llevaban a la ruina al hombre que hubiera pedido un préstamo. Y a veces, ese hombre no era solo el simple peatón, sino grandes señores feudales que hipotecaban sus tierras en garantía de los préstamos que pedían. Hoy en día se cobran intereses que pueden rondar el dos, el cinco o incluso el 10%, pero en aquellos tiempos podía fácilmente un usurero cobrar el 33, el 50 o el 66% de interés, sin arrugarse.
La Iglesia Católica condenaba la usura como un robo, porque consideraba injusto que alguien se enriqueciera con dinero que en definitiva parecía salido de la nada.
Pero, ¿verdaderamente sale el interés abusivo de la nada? Echemos un vistazo.
Existen dos factores que determinan la tasa de interés (esto es, el nivel que alcanzarán los intereses por sobre el capital prestado). Uno de ellos se refiere a la expectativa de poder invertir el dinero a futuro. Es decir, si yo presto a interés, estoy renunciando a gastar ese dinero, con la esperanza de que ese mismo dinero lo voy a poder invertir mejor en un futuro, y el interés opera así como un cebo o un señuelo para hacerme preferir ahorrar a gastar. Pero por este lado las tasas de interés medievales deberían haber sido mínimas, ya que en ese tiempo, con casi nulo progreso científico, y enormes incertidumbres políticas, económicas y sociales, las perspectivas de gastarse el dinero de una buena vez eran más tentadoras que de ahorrarlo para invertirlo después.
El otro factor de importancia es el riesgo. Es decir, si yo presto a interés, quiero tener una garantía de que el dinero volverá a mis manos. A lo mejor el fulano al que presté dinero es un sinvergüenza y se fuga con él, algo que en la Edad Media era enormemente fácil, ya que bastaba con cambiarse de ciudad y esconderse. O peor aún: el fulano es un rey, y simplemente, haciendo uso de sus potestades regias, simplemente se le frunce no pagar (no pocos banqueros medievales quebraron así). O a lo mejor el fulano está empeñado en usar el dinero para armar tres carabelas y llegar a la China por el oeste, algo que como todos saben es imposible porque la Tierra es plana y el desgraciado se va a caer abismo abajo por toda la eternidad, así es que mejor asegurarse de que si regresa, me compense sobradamente por el enorme riesgo que voy a correr invirtiendo en él.
He aquí entonces la explicación de los intereses tan abusivos. Si prestaban a intereses de un tercio, la mitad o los dos tercios por sobre el capital, era porque en muchos casos, probablemente no volverían a ver el dinero. Y es que, como se ha dicho repetidas veces, el aparentemente más simple viaje de Colón tenía muchas más probabilidades de fracasar que el viaje del Apolo XI a la Luna (entre el primer viaje tripulado en 1961 y la explosión del Columbia en 2003 han habido sólo cuatro o cinco expediciones tripuladas perdidas entre las decenas de misiones realizadas, y ¿cuántos naufragios pueden contarse en igual cantidad de viajes, en el siglo XVI?).

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