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domingo, 28 de mayo de 2006

Imperio dos veces.


México es el único país de Latinoamérica que ha sido "imperio" no una, sino dos veces (también ha habido Emperadores en Brasil y Haití).
El primer imperio de los mexicanos fue proclamado en 1822. Un antiguo general realista llamado Agustín Iturbide, que se había pasado de bando al lado independentista, proclamó la independencia, y al poco tiempo, se hizo coronar Emperador Agustín I de México. Su imperio no fue demasiado longevo: después de diez meses fue derrocado, y cuando intentó regresar desde el extranjero para dar su propio golpe de estado y regresar al poder, fue capturado y fusilado (1824).
En 1864, por su parte, siendo gobernante constitucional y elegido por sufragio democrático el Presidente Benito Juárez, México fue invadido por una coalición liderada por Francia. Napoleón III de Francia llamó a Maximiliano, príncipe austríaco, a ser Emperador en México, y como tal fue coronado, mientras que los patriotas mexicanos retrocedían, y Juárez se daba a la fuga. Pero Juárez organizó el contraataque, y en 1867, tres años después de la llegada de Maximiliano a México, éste fue capturado y limpiamente pasado por las armas de un pelotón de fusilamiento. Con lo que terminó el segundo imperio mexicano.

jueves, 25 de mayo de 2006

El agua de San Francisco.


Durante la fiebre del oro que azotó California en 1848, San Francisco creció explosivamente. En consecuencia, hubo enormes problemas de abastecimiento de agua. En aquella época se cobraba (y pagaba) sin asco un dólar por el cubo de agua.
Los problemas siguieron después porque la fiebre de oro pasó, pero la población inmigrante se quedó. Recién en 1934 el problema del abastecimiento del agua quedó solucionado, gracias a un acueducto que medía 241 kilómetros de largo (más de dos veces la distancia entre Valparaíso y Santiago).

domingo, 21 de mayo de 2006

Los "independientes" contra Edison.


Como mencionamos en un posteo anterior, Thomas Alva Edison era tanto un inventor genial como un implacable hombre de negocios, cosas ambas que quizás se explican por su procedencia: Estados Unidos. Entre sus múltiples inventos estaba el kinetoscopio, un aparato que casi se anticipaba al cine... sólo que el cinematógrafo de los hermanos Lumière era aún mejor, técnicamente hablando. Cuando comenzaron a hacerse películas en Estados Unidos, Edison se amparó en la patente que tenía sobre el kinetoscopio, para llevar a tribunales a los llamados "productores independientes", por no pagarles derechos por el uso del cinematógrafo.
Se vivieron entonces años de tensión en el incipiente mercado cinematográfico de Estados Unidos. Siguieron rodándose películas, mientras el millonario juicio seguía adelante, filmándose éstas con la pistola en la cintura, puesto que no sólo habían abogados librando la guerra, sino también pistoleros a sueldo.
El resultado de esto es que algunos independientes se mudaron desde la costa oriental, en donde Edison era poderoso, hasta el Salvaje Oeste, en donde recién la civilización estaba imponiéndose al mundo del Far West. En tales tierras, cerca de la frontera mexicana (una segura vía de escape, en caso de que los mandaran prender por la justicia), encontraron un lugar de clima soleado casi todo el año (algo muy importante en aquellos tiempos en que la técnica cinematográfica estaba en pañales y se usaba aún la luz solar como iluminación), y con una enorme variedad de paisajes que permitían rodar películas de indios y vaqueros, de romanos, de guerra, etcétera. El nombre de ese lugar, que pronto se convirtió en un emporio del cine, iba a hacerse famoso: Hollywood.
Finalmente en 1913, después de años de pleito, los independientes ganaron el juicio contra Edison. Para ese entonces Hollywood estaba ya consolidado como "la Meca del cine", y llegó a ocupar tal sitial justamente por los acontecimientos que estamos reseñando.

miércoles, 17 de mayo de 2006

"Estar en sus trece".


En el buen y castizo idioma español, "estar en sus trece" o "mantenerse en sus trece" es sinónimo de porfiar y porfiar más allá de toda razón posible. El dicho lo originó un Papa español. En 1378 una confusa situación política llevó a la elección de dos Papas, que gobernaron simultáneamente. En 1409 se les pidió a ambos que dimitieran, y se eligió un tercer Papa, pero como los otros no renunciaron, ahora habían tres Papas peleando por el trono pontificio. Uno de estos tres Papas, el ezpañolísimo Pedro de Luna, se hizo llamar Benedicto XIII. En 1417 hubo un nuevo intento de hacer renunciar a los tres Papas, que ahora sí tuvo éxito porque estaba todo el poder del Emperador de Alemania por detrás, para asegurarse que los cardenales rebeldes al nuevo y flamante Papa Martín V, terminaran por obedecer. Benedicto XIII se dio a la fuga, y se escondió en el Castillo de Peñíscola, en Aragón. Como allí era inexpugnable, pero a la vez ya no era una amenaza para nadie, debido a que todos sus seguidores le habían abandonado, se le dejó en paz. Así pasó sus últimos años, hasta su indigna muerte en 1423, abandonado de todos, fulminando todos los días excomuniones contra Martín V, los otros Papas, el Emperador y sus propios antiguos seguidores, alegando ser él quien era legítimo Papa. De ahí que Benedicto XIII fue el primero en "mantenerse en sus trece"...
Como Benedicto XIII pasó a ser considerado antipapa, hubo después otro Benedicto que tomó idéntica numeración. Este Benedicto XIII gobernó entre 1724 y 1730.
En la imagen superior, el Castillo de Peñíscola, tal y como luce en la actualidad.

domingo, 14 de mayo de 2006

Jakob el ganso.


En el año 1837 el Coldstream Regiment, en Canadá, se hizo de un inesperado nuevo recluta: el ganso Jakob.

En aquellos años, las tropas británicas habían aplastado una revuelta de francocanadienses (en ese tiempo Canadá era parte del Imperio Británico). Como habían varias granjas sospechosas de haber apoyado la rebelión, se apostaron centinelas armados para vigilarlas. Como de costumbre, uno de los centinelas pronto cedió al aburrimiento y dejó de vigilar, distraído por un ganso que picoteaba su alimento. El ganso en cuestión dejó de picotear repentinamente, y miró fijamente en una dirección determinada. Al hacer lo mismo, el centinela se encontró con el peligro cara a cara: un zorro. El soldado estaba en un dilema: podía matar al zorro de un tiro, pero cualquier disparo podría poner muy nerviosa a la gente del poblado, y acaso precipitar un tiroteo y una nueva revuelta. El ganso, por su parte, se fugó hasta las piernas del soldado y encontró refugio allí. El zorro, por su parte, se decidió a no atacar, y se retiró prudentemente (un zorro normal pesa unos 6 kilos, y un ganso unos 12, así es que saquen cuentas).
El ganso se hizo pronto amigo de las tropas británicas, fraternizando con ellos y dejándose acariciar. Un par de semanas después, acompañando a otro centinela, le salvó la vida. Unos guerrilleros se acercaban sigilosamente a él para emboscarle, pero el ganso se apercibió y lanzó feroces graznidos que pusieron en guardia al soldado, al tiempo que participó peleando valientemente en la refriega que siguió.
El ganso, que respondía al nombre de Jakob, recibió entonces permiso oficial para marchar a Inglaterra con el Coldstream Regiment, e incluso le colgaron al cuello una medalla de honor. Los siguientes doce años, Jakob los pasó haciéndole compañía a los centinelas apostados en la puerta del cuartel. El destino fue al final aciago con él. Un vehículo de reparto lo atropelló y le rompió una pata. Jakob falleció dos días después.

miércoles, 10 de mayo de 2006

¡¡Ciudadanía no, gracias!!


En el Imperio Romano existían varias clases de ciudadanía. Estaban los ciudadanos de cuerpo completo, que poseían el llamado "ius italicus", que las tenían todas: podían ser senadores, integrar el ejército, y además, no pagaban impuestos directos (es decir, los que tenían que pagar por ellos mismos, a diferencia de los indirectos como los impuestos sobre ventas y cosas así). Como todas las castas de privilegiados, les gustaba abusar de su condición, así es que no querían que nadie más se integrara al círculo de los bonitos. Por lo que el ius italicus sólo lo tenían los habitantes de Italia, más algunos municipios desperdigados a todo lo ancho del Imperio. Más allá estaban las diversas clases de ciudadanía romana incompleta, que otorgaban algunos privilegios menores, hasta llegar a los habitantes del Imperio que por ser de otros pueblos (judíos, idumeos, galos, pues lo de siempre) no eran ciudadanos.
En el año 212, el Emperador Caracalla tuvo la brillante idea de aplastar los privilegios del Senado (que siempre le estaba haciendo olitas a los Emperadores) aumentando brutalmente la cantidad de ciudadanos, haciendo tales a todos los habitantes del Imperio. Así, con un par. Dictó la llamada Constitución Antoniana, y concedió ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio sin excepción.
¿Creen que la gente del Imperio se tomó esto a bien? Por el contrario, les sentó pésimo. ¿Y por qué? Pues porque ahora tenían que empezar a pagar impuestos. ¿Y no que estaban exentos de los directos? Pues sí, pero habían otros impuestos que, para compensar, se hacía pagar a los ciudadanos: 5% por derechos de entierro (!!!), 1% sobre las ventas (para que vean, los romanos habían inventado por su cuenta y solitos, el IVA), 4% a las ventas de esclavos... Y maldita la gracia de empezar a pagar estos tributos. Todo eso, en una época que ya no valía la pena ser senador, ni estar en el ejército. Un caso insólito en donde los nuevos privilegiados no quieren los privilegios que se les trata de regalar a la fuerza...

domingo, 7 de mayo de 2006

En el sepulcro del Batavia.


Batavia era el nombre de la ciudad que los holandeses construyeron en Indonesia, como capital de su imperio colonial, en lo que actualmente es Yakarta. Y también se llamó así un barco de línea que en su viaje inagural desde Holanda a Indonesia, naufragó estrepitosamente en las costas de Australia, en 1628. Dicha catástrofe es con toda probabilidad una de las peores tragedias marítimas de todos los tiempos, no tanto por el naufragio en sí como por lo que aconteció después con los supervivientes.

Como dijimos, el Batavia zarpó desde Holanda hacia Indonesia, siguiendo la peligrosa ruta austral. Es decir, desde El Cabo en Sudáfrica, debían llegar hasta el meridiano de la isla de Java (en donde estaba la ciudad de Batavia), y allí ir recto al norte. Como con las precarias técnicas de navegación de la época era fácil pifiar el meridiano (en particular porque el corredor de vientos a través del Océano Indico solía acelerar la marcha de las naves), no pocas de esas embarcaciones, el Batavia incluido, terminaron varadas en la por entonces casi completamente desconocida costa australiana.

El desastre fue casi absoluto, porque embarrancados en un arrecife de coral, el filo de éstos se encargó de triturar el casco, cuando la marea bajó más aún. Los supervivientes tuvieron que ser trasladados a unas islas
de origen coralino que apenas sobresalían del mar. No tenían agua ni alimentos, como no fueran las escasas reservas que pudieron sacar del barco, así es que el capitán exploró un poco la costa australiana, y al no encontrar más que acantilados y desiertos, optó por dejar a los náufragos abandonados a su suerte, y viajar con un frágil esquife hasta Java en busca de ayuda, confiando en que éstos, entretanto, se las arreglarían de alguna manera para sobrevivir.

Fueron los supervivientes quienes se llevaron la peor parte de la tragedia. Estaban encajonados en el llamado Sepulcro del Batavia, una isla sin agua ni comida ninguna. Entre los supervivientes estaba un tal Jeronimus Cornelisz, antiguo boticario que había escapado desde Holanda en oscuras circunstancias, y que combinaba dos cualidades potencialmente letales: era con toda probabilidad un psicópata, y tenía un seductor don de gentes. Había estado complotando para llevar a cabo un motín, y ahora, en riesgo de verse descubierto, decidió pasar a la acción. Rápidamente reunió a los complotadores, y empezó a acumular todo el poder en la isla, hasta construir un verdadero estado policíaco. Cornelisz sabía que sin comida ni agua, los supervivientes eran muchos y morirían de todas maneras de sed e inanición, así es que optó por empezar a diezmarlos. Los primeros asesinatos, los hizo en términos perfectamente "legales", usando el poder que los otros náufragos le habían concedido para "imponer la disciplina". Sin embargo, andando el tiempo, sus matones (hombres todos de la peor ralea posible, ya que no de otra clase trabajaban en las inhumanas condiciones que les imponía la Compañía Holandesa de las Indias Orientales) probaron el gusto de la sangre humana, y empezaron a matar con frenesí cada vez mayor, y a medida que los ubicados fuera de la conspiración disminuían en número, ya no se cuidaban de hacerlo abiertamente, con la mayor brutalidad posible: no solamente con puñales y estoques, sino también a garrotazo limpio. En lo que a las mujeres se refiere, éstas eran pocas, casi todas pasajeras, así es que se las reservó para ser violadas sistemáticamente, y era rara la mujer que no era "requerida" por los acólitos de Cornelisz dos o tres veces en un día. En cuanto a los enfermos, eran los primeros "bocas inútiles" en ser muertos, y de los niños, tan solo sobrevivió uno.

Este reino del terror duró hasta que consiguió abrirse paso hasta dicho lugar una expedición de rescate (de rescate de la carga del Batavia, entendámonos, y si alcanzaba para salvar algún superviviente, tanto mejor). Los conspiradores intentaron apoderarse de la nave de rescate, pero fracasaron. Cornelisz sufrió una suerte relativamente suave: sólo se le cortaron ambas manos, y fue ahorcado a continuación sin mayor trámite. Otros conspiradores la pagaron del mismo modo. Algunos escasos conspiradores que no fueron ajusticiados ahí mismo, al llegar a Batavia (la ciudad) sufrieron una suerte incluso peor.

Esta muy apretada reseña no alcanza a dar cuenta de todos los horrores vividos por aquellas personas, ni la magnitud de los asesinatos cometidos. Baste decir que la isla del archipiélago en donde se cobijaron los náufragos, se llama hasta hoy "Sepulcro del Batavia".

jueves, 4 de mayo de 2006

¿Conseguirá Newton fabricar oro...?


En 1694, el matemático y físico inglés Isaac Newton, sobre cuyo "bienio maravilloso" ya hablamos, fue nombrado Tesorero de la Casa de Moneda de Inglaterra. Este cargo, a primera vista extraño para un científico preocupado de las leyes de caída de los graves y el cálculo integral, tenía su razón de ser en otros experimentos no tan conocidos de Newton, relacionados con la tenebrosa área de la alquimia.
Newton es generalmente mirado como un revolucionario que cambió la física como disciplina científica para siempre, como siglos después lo haría Einstein. De este modo, tiende a olvidarse que Newton compartía muchos de los prejuicios y sinrazones de su tiempo, incluyendo la teoría alquimística de que podría obtenerse una piedra filosofal para transformar la materia en oro. Dichos experimentos eran bien conocidos por el gobierno británico (a la sazón era rey Guillermo III), que depositaron probablemente sus esperanzas en que Newton consiguiera fabricar oro a bajo costo para la Casa de Moneda, lo que hubiera enriquecido sus arcas (y provocado una inflación segura, de paso).
También Newton perdió una enorme cantidad de horas de trabajo en temas tales como el descifrado de los códigos misteriosos de la Biblia, el cálculo de la fecha del Juicio Final, y etcétera. Y es que en definitiva Newton era un tipo muy religioso. Creía sinceramente que su Teoría de la Gravitación Universal era una bisagra para, nada más y nada menos, que entender el funcionamiento de la mente de Dios. Si hubiera vivido con posterioridad a su fecha de muerte, en 1727, quizás se hubiera llevado una gran decepción, ya que sus teorías, lejos de dejar bien asentado a Dios, abrieron terreno al mecanicismo científico del siglo XVIII (Dios es un Gran Relojero que simplemente echa a andar la maquinaria universal y después se echa a dormir) como al agnosticismo kantiano, quien usó varios conceptos newtonianos para construir su filosofía de la percepción, que al final del camino llevaba a la imposibilidad de poder demostrar la existencia de Dios... ¡Y es que nadie sabe para quien trabaja!

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