
Hacia inicios del siglo IX, el Califa de Bagdad era con toda probabilidad el más importante de todos los monarcas de la Tierra. Su poder era mayor que el Emperador bizantino de Constantinopla, siempre en guerra civil contra sus propios súbditos caídos en la herejía, que el Emperador de Occidente (apenas falleció Carlomagno en 814, su Imperio Carolingio entró en guerra civil), que el Emperador del Imperio Tang (que entraría en una devastadora crisis a mitad de centuria) o que el Mikado del Japón. Por eso, la historia de su largo declive hasta la supresión (temporal, eso sí) del título califal en 1258 tiene algo de penoso. Pero más asombroso aún es que los gobernadores que iban minando el dominio del Califa... ¡No sólo pretendían gobernar en su nombre, sino que se peleaban por obtener reconocimiento de éste!
El Califato nació en 632, cuando murió el profeta Mahoma y se planteó la cuestión de quien preservaría su legado. Los Califas Omeyas (661-750) crearon un gran imperio que iba desde la India hasta el Mar Mediterráneo, y los Califas Abasidas (750-1258) lo consolidaron. El Califato era así la expresión máxima de la unidad de todos los musulmanes, más aún que el Papado para los cristianos, toda vez que el dominio del Califa se entendía indistintamente tanto civil como político. Por eso, cuando falleció el gran Califa Harún al-Raschid (786-809) y el poder efectivo de los califas se vio minado por sucesivas guerras civiles posteriores a su muerte, la reputación del Califa permaneció intacta. En la práctica, empero, el Califa vivía recluido en su palacio, se lo había sacado de la vista pública, y su primer ministro, el visir, hablaba por él. Se dio entonces que el visir empezó a hablar más inclinado hacia los intereses de la guardia turca de los Califas, que de los Califas mismos, con lo que éste, aunque formalmente seguía siendo el amo absoluto del Islam, en la práctica era prisionero de su propio cuerpo de guardaespaldas.
Pero como conservar esta pantomima era necesario para que el pueblo ignorante atribuyera legitimidad a los líderes que intentaban independizarse de Bagdad, éstos tomaron la costumbre de pedir reconocimiento oficial al Califa de Bagdad. Esto siguió incluso aunque la crisis política llevó a la creación de dos califatos paralelos al "oficial", el Califato Fatimida de Egipto (910-1171) y el Califato de Córdoba (929-1031).
Así, el conquistador turco Mahmud de Gazna, que manu militari entre 998 y 1030 se creó un gran imperio en la India, pidió reconocimiento del Califa Al-Qadir (991-1031), y lo obtuvo. En 1055, los turcos selyúcidas se tomaron Bagdad con el permiso oficial del Califa de Bagdad, con el pretexto oficial de liberar a los abasidas del dominio de los buyíes, sólo para transformarse ellos mismos en los nuevos carceleros del Califato. Yusuf, el señor de la guerra almorávide que controlaba toda la mitad occidental del Desierto del Sahara, consiguió hacia 1086 que Bagdad reconociera su dominio. Un siglo después, en 1175, el conquistador kurdo Saladino y su ejército de turcos, que habían conseguido destruir el poderío de los Fatimitas en El Cairo y se había entronizado él mismo sobre ellos, se volvió humildemente hacia Bagdad y pidió reconocimiento para sus pretensiones (por más señas, este Saladino después será el guerrero musulmán contra el que lidiará la Tercera Cruzada, retratada en la película "Cruzada" del 2005). El Califa, orgulloso de que Saladino reconociera al "verdadero Califato" y no a los herejes fatimitas, se apuró a concederle su bendición.
De esta fantasmal manera, a pesar de que el Califa ya no tenía poder efectivo alguno, seguía cumpliendo una importante función social: legitimaba a los soldados de fortuna que se labraban imperios, asegurando así la tranquilidad de conciencia de los musulmanes. El Califato de Bagdad desapareció en 1258, cuando los mongoles arrasaron con el dominio de los turcos selyúcidas, y no se molestaron en tomar para sí las insignias califales. Los reyes mamelucos que gobernaban desde El Cairo se apresuraron entonces a crear su propio Califato (en 1261, tres años después del saqueo mongol de Bagdad), y alegaron que era el mismo Califato "oficial" de Bagdad, que ahora continuaba en tierras egipcias... Esta impostura destinada a asegurar la supremacía del gobierno mameluco duró hasta que los mismos mamelucos fueron abatidos por los otomanos en 1517, pasando el título "oficial" de Califa ahora a los Sultanes Otomanos, quienes por diversas circunstancias políticas recién vinieron a darle valor en el siglo XVIII. En tierras otomanas persistió hasta que el Imperio Otomano fue abolido, y sus territorios remanentes fueron reconvertidos en la República de Turquía. Una larga vida espectral para los califas, si se consideran que su poder efectivo no valía casi de nada, durante el más de un milenio que se extendió entre 809 y 1923...