Hasta donde se sabe, la dinastía más antigua del mundo todavía en funciones, es la de Japón. Los Emperadores de Japón han regido ininterrumpidamente al archipiélago nipón desde las tinieblas de la historia, al menos desde el siglo VII d.C., sino antes.
Tómese nota de que escribimos "regido" y no "gobernado", porque a lo largo de todo ese descomunal tiempo, no siempre los Emperadores han mandado en Japón. En los primeros siglos eran los amos supremos, pero después de una descomunal rebelión en el año 1159, que terminó en guerra civil, el poder fue suplantado por los shogunes. Ahora bien, los shogunes, a sabiendas de que eran usurpadores, tomaron por costumbre gobernar no en nombre propio, sino en el del Emperador (nominalmente, claro, porque la mayor parte de las veces, maldita sea si le hacían algún caso, como no fuera para asuntos de protocolo y ceremonial). Este estado de cosas duró por siglos, hasta que en 1868, el Emperador Mutsuhito, enfrentado a la incompetencia de los por entonces gobernantes shogunes Tokugawa, los derrocó y asumió el mando supremo. Este nuevo período de esplendor duró hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Emperador Hirohito no tuvo más remedio que permitir una constitución democrática de corte occidental, y quedarse recluido en su condición de símbolo supremo nacional japonés...
A propósito, el uso de la palabra "Emperador" para definir al señor supremo japonés, es inexacto, ya que la fuente de legitimación del poder de éste no arranca de reclamar la herencia de los Emperadores romanos, como es el caso de los emperadores franceses, alemanes, bizantinos, rusos, y otros más. El término correcto para referirse al trono japonés es "Mikado". Claro que por costumbre, todos prefieren usar el otro, que suena más imponente a los oídos occidentales.
Tómese nota de que escribimos "regido" y no "gobernado", porque a lo largo de todo ese descomunal tiempo, no siempre los Emperadores han mandado en Japón. En los primeros siglos eran los amos supremos, pero después de una descomunal rebelión en el año 1159, que terminó en guerra civil, el poder fue suplantado por los shogunes. Ahora bien, los shogunes, a sabiendas de que eran usurpadores, tomaron por costumbre gobernar no en nombre propio, sino en el del Emperador (nominalmente, claro, porque la mayor parte de las veces, maldita sea si le hacían algún caso, como no fuera para asuntos de protocolo y ceremonial). Este estado de cosas duró por siglos, hasta que en 1868, el Emperador Mutsuhito, enfrentado a la incompetencia de los por entonces gobernantes shogunes Tokugawa, los derrocó y asumió el mando supremo. Este nuevo período de esplendor duró hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Emperador Hirohito no tuvo más remedio que permitir una constitución democrática de corte occidental, y quedarse recluido en su condición de símbolo supremo nacional japonés...
A propósito, el uso de la palabra "Emperador" para definir al señor supremo japonés, es inexacto, ya que la fuente de legitimación del poder de éste no arranca de reclamar la herencia de los Emperadores romanos, como es el caso de los emperadores franceses, alemanes, bizantinos, rusos, y otros más. El término correcto para referirse al trono japonés es "Mikado". Claro que por costumbre, todos prefieren usar el otro, que suena más imponente a los oídos occidentales.
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