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jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Propaganda sobre Suez...?


A pesar de ser considerado como uno de los más importantes conflictos del Medio Oriente en el siglo XX, debido a ser jugado por dos potencias claves como Inglaterra y Francia en una de las áreas geopolíticas más sensibles del planeta, la operación militar anglofrancesa para tomarse manu militari el Canal de Suez en 1956, en respuesta a la nacionalización del mismo por el Presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, es también una de las más chapuceras operaciones militares de toda la centuria. No todos los errores militares cometidos aquí merecen abrirse paso hasta Siglos Curiosos (algunos son simplemente lamentables, pero no...curiosos, más o menos como entendemos el concepto en este blog), pero no podemos dejar de elaborar una nota respecto a la terrible estrategia comunicacional de Inglaterra y Francia al respecto. Porque desde la Primera Guerra Mundial que se venía entendiendo de manera sistemática la importancia de la propaganda para desmoralizar al enemigo y convertir a los neutrales en aliados, a pesar de lo cual, el manejo propagandístico en la llamada Guerra del Sinaí, Crisis de Suez o Guerra de Suez, se merece de sobra el calificativo de desastroso.

A resultas de los manejos burocráticos británicos, sumada a la previsión (cumplida después) de que la conflagración sería muy impopular en dos países que estaban a apenas una década de distancia de la Segunda Guerra Mundial, los altos mandos británicos, incluyendo al sesentón y muy enfermo Primer Ministro Anthony Eden, estimaron que era necesario emprender una dura ofensiva propagandística para convencer a los egipcios de dejarse invadir. En la mentalidad de Eden y su gente no podía caber que Nasser privilegiara los intereses nacionales egipcios por sobre la tradicional servidumbre a los intereses coloniales británicos, de manera que se figuraban que Nasser era una especie de tirano sediento de sangre al que los egipcios no apoyarían, y recibirían a los ingleses y franceses como libertadores. En la realidad Nasser podía ser autoritario (los Presidente de Egipto desde el derrocamiento de la monarquía en 1952 tienen mucho de faraones contemporáneos, incluyendo a Nasser, Sadat, Mubarak... tres en casi seis décadas), pero a la vez era muy popular como campeón internacional de la causa tercermundista contra la intervención extranjera, cualquier intervención extranjera, fuere occidental o soviética (aunque la hostilidad occidental a su casquivanería lo llevó a dejarse cortejar un tanto por el Oso Ruso). De ahí que ingleses y franceses decidieran lanzar una campaña propagandística en pleno dentro de Egipto, contando con soliviantar a los egipcios contra Nasser (listo: ya pueden carcajearse a destajo).

A diferencia de los políticos, muchos altos mandos militares juzgaban que la guerra sicológica era una pérdida de tiempo: lanzar folletos sobre territorio enemigo no convencía a nadie, y bombardear las ciudades enemigas reforzaba la moral contra el invasor, no la debilitaba. Contaban con la experiencia de la Segunda Guerra Mundial hablando en favor de esta idea. Pero mandos aún más altos decidieron que la guerra sicológica iba, lo que además daba tiempo para organizar un desembarco rápido y sorpresivo (así como suena: según los británicos, los egipcios tenían que creer que la propaganda iba a caer porque sí, y luego dejarse sorprender por lo que venía después). Para la misión fue destacado un tal Bernard Fergusson. Parece ser que Fergusson se comportó como un soldado impecable, y a pesar de tener dudas sobre la utilidad de la operación, se dedicó a la misma en cuerpo y alma. Se le cedió a él y sus ayudantes una radio en Chipre para lanzar proclamas, y una imprenta para editar folletos. Pero los pilotos de la RAF eran reacios a arriesgar sus vidas en lo que esencialmente era infringir el espacio aéreo egipcio para una operación tan inútil como... lanzar folletos. Aún así, ironías del destino, para lanzar los folletos se había previsto una bomba que estallara a trescientos metros de altura sobre los civiles: lo que pasó es que la bomba, así como buena parte del obsoleto material bélico inglés, falló y estalló a ras de calle, causando una buena mortandad entre los civiles egipcios a quienes supuestamente debía convencerse de la bondad de una invasión británica. Se utilizaron también aviones parlantes para sobrevolar territorio egipcio, pero cuando el avión parlante aterrizó en Adén para repostar combustible, el equipo de megafonía se esfumó misteriosamente y nunca nadie supo de su destino. Fergusson también utilizó la radio para crear programas destinados a los palestinos, llenos de material contra Nasser. Pero aunque los programas eran emitidos en árabe, los palestinos no se dejaron convencer: muchos creyeron percibir un sonsonete judío en la voz de los locutores, y con eso dejaron de hacer caso a la propaganda.

Ya en medio de la guerra, que por cierto fue lanzada el 29 de octubre de 1956, la (des)inteligencia británica les jugó otra mala pasada. Debido a que los invasores querían disminuir al máximo las bajas civiles para que su intervención pareciera una operación de policía contra Nasser, no bombardearon la estación de radio El Cairo, evitando así que cualquier edificio colindante o sus residentes terminaran incinerados bajo fuego enemigo. Ni qué decir que a través de dicha radio, Egipto informó al mundo de las horrendas (y exageradas, claro, que en la guerra no hay santos) atrocidades de los invasores, volviendo a la opinión pública internacional aún más contra Inglaterra y Francia, así como fortaleciendo el ánimo egipcio para resistir. Ante este panorama, los aliados de Inglaterra se preguntaron por qué no se bombardeaba dicha radio, y cuando supieron la razón, Chipre informó que la radio El Cairo estaba... a 25 kilómetros de El Cairo, en pleno desierto. Por supuesto que lo muy verdaderamente siguiente fue enviar un escuadrón de aviones y reducirla a cenizas, pero el daño ya estaba hecho, por supuesto. Es lo que tiene haberse montado una operación bélica del siglo XX con una filosofía geopolítica del XIX: que las operaciones propagandísticas tenían un tufillo a sacadas de otro siglo...

domingo, 25 de noviembre de 2012

El nombre del monstruo de Frankenstein.


Hace algunos meses atrás en Siglos Curiosos dedicábamos un posteo a la partícula alemana "-stein", que está presente en varias palabras de dicho idioma (o idiomas, en realidad, considerando que casi cada valle alemán habla SU propio alemán). Pero a propósito de dicho posteo salió un breve debate sobre el nombre del monstruo de Frankenstein, y quizás es una buena instancia para echarle un vistazo al asunto en un posteo especial a propósito. De manera que aquí tienen... el nombre del monstruo de Frankenstein. Que, aunque no lo sabían, por el título del posteo habrán adivinado que no es Frankenstein.

La historia nació de la fértil imaginación de la escritora inglesa Mary Shelley, quien publicó en 1818 la novela "Frankenstein o el moderno Prometeo". En la misma describe cómo el científico loco de turno, el doctor Frankenstein, le otorga vida a una criatura inanimada, sólo para dejarla abandonada detrás suyo al descubrir que el engendro le ha salido... bueno, un poco horrible (sí, novela de padre modelo aquí). La criatura es rechazada y abandonada por todos los seres humanos por la misma razón, por horrible, y acaba por volverse amarga y vengativa, arruinándole la vida a su padre. Como puede observarse, el doctor Frankenstein es un moderno Prometeo porque insufla vida en paralelo a como el Prometeo griego insufló inteligencia a la Humanidad. Y por volver al tema del posteo... la criatura no tiene nombre. Como el doctor la deja abandonada nada más "nacer", jamás se preocupó de darle un nombre, y por ende, no es Frankenstein. Aunque podría argumentarse que si hereda el apellido de su padre, entonces sí sería Frankenstein como el doctor... supuesto de que el doctor la hubiera pasado por reconocimiento de paternidad alguna vez, el muy desalmado.

Que la criatura carezca de nombre es un punto interesante del denso trasfondo filosófico de la novela. A través de la relación del monstruo con el doctor Frankenstein, la novela hace un extenso análisis de la relación del ser humano con Dios. Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza... ¿por qué entonces somos malvados y Dios no nos ayuda? La respuesta de la novela es escalofriante: porque Dios puede habernos creado para su propia vanidad y nada más. Este símil se refuerza mucho más cuando descubrimos que la criatura aprende a leer y desarrolla su visión del mundo a través de "El paraíso perdido" de Milton, el poema en donde se detalla la rebelión de Satán contra el Creador. La criatura en efecto se identifica con Satán, y por lo tanto, su búsqueda del Creador es metafóricamente una búsqueda satánica. Ahora bien, está implícita la idea de que "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" (Evangelio de Juan 1:1), de que Dios crea a través de la Palabra, del "hágase" ("hágase la luz", etcétera). Por lo tanto, que la criatura no tenga nombre es significativo: significa que su Creador, su Dios, lo ha dejado abandonado, no ha terminado en verdad de crearlo. (Puede quizás relacionarse y ahondarse incluso más con Génesis 1:19-20, en donde Dios encarga a Adán darle nombre a las criaturas vivientes: el monstruo está vivo, pero no tiene un nombre propio, ¿eh?).

¿Entonces, por qué si la criatura en la novela original carece de nombre, hoy en día la llamamos con el nombre del Creador que rehusó en primera instancia a reconocerla? La culpa la tienen las pelis de monstruos de la Universal. En 1931 rodaron una peli llamada "Frankenstein", que es clásica por darnos la iconografía propia del monstruo (que no es de la novela original, para variar un poco, aunque venga interpretada por el gran Boris Karloff), y les fue tan bien que en 1935 se dejaron caer con una secuela. ¿Título? "La novia de Frankenstein". Al final de la peli (spoiler aquí, claro), el doctor termina por crearle una novia al monstruo. A partir de entonces, todo el mundo salvo los sabidillos de toda la vida se les olvidó que Frankenstein era originalmente el doctor o científico loco, no el monstruo de marras...

jueves, 22 de noviembre de 2012

¡Prohibido plagiar a Superman!


Decir que Superman es el primero y más icónico de los superhéroes, es una obviedad. Fue creado en 1938 por Jerry Siegel y Joe Shuster, y "vuelto a crear" desde entonces un sinfín de veces... O plagiado, mejor dicho, eso quisieran hacernos entender los abogados de DC Comics, empresa editorial que es la titular del copyright sobre el personaje. Ahora bien, el pack de superpoderes de Superman es tan canónico, que cuesta un montón diseñar otro superhéroe que no tenga a lo menos unos pocos atributos de éste, por lo que la posibilidad de escribir una historia de superhéroes y terminar demandado por plagio no es exactamente remota. Que los abogados de DC Comics han justificado su sueldo, para que nos entendamos.

La primera víctima fue Wonder Man. Este fue creado por Will Eisner, que después se haría de fama gracias a The Spirit (sí, ESE "The Spirit"). Wonder Man apareció en la revista "Wonder Comics" en 1939. Bastó un solo número, y ya los tiburones estaban litigando. El caso, llamado "Detective Comics, Inc. v. Bruns Publications, Inc.", fue fallado en 1940. Hablamos de un personaje que tiene gran fuerza y velocidad, que se saca la ropa para revelar su uniforme, que es el "campeón de los oprimidos", capaz de detener balas con su cuerpo, capaz de saltar de edificio a edificio (en una época en donde Superman todavía no volaba), o de romper una puerta de acero de un solo golpe, o ser el hombre más poderoso del mundo... y que no es Superman, es Wonder Man. La defensa argumentó que estaban siguiendo a los héroes de la literatura y la mitología, pero la judicatura no se lo compró: el paquete podía parecerse a Hércules, pero también olía a Superman, y no hubo más publicaciones de Wonder Man por orden judicial. Fue el primer juicio por derechos de autor en materia de cómics. Vendrían más.

Después siguió el más sonado y uno de los más largos, el infame "National Comics Publications v. Fawcett Publications", mejor conocido como... el caso del Capitán Marvel. El Capitán Marvel era un niño que al gritar la palabra mágica "SHAZAM!" se convertía en el Capitán Marvel, que incluía... vamos, sé que se la saben, díganlo conmigo... superfuerza, supervelocidad, invulnerabilidad, mallas ajustadas... además de un archienemigo que es un científico loco y calvo... El problema es que la franquicia era la más redituable de Fawcett Publications, incluyendo a una entera familia Marvel, figúrense (fue la primera superfamilia de los cómics), por lo que la pelea fue con uñas y dientes (basándose en que el alter ego no era un adulto sino un niño, y que la fuente de superpoderes era mágica y no científica). El juicio se alargó aún más cuando se descubrió que bajo la antigua ley de copyright en Estados Unidos, los derechos por ciertas tiras de Superman para los periódicos no habían sido renovados... Al final, después de doce años de batalla, en 1951 se alcanzó un acuerdo extrajudicial, y Fawcett Publications dejó de publicar al Capitán Marvel, en parte debido a que en la época el boom de los superhéroes estaba a la baja, y ya no era rentable seguir peleando por él. Irónicamente, Fawcett Publications fue comprado después por sus antiguos rivales de litigio... quienes pudieron usar al Capitán Marvel, pero ya no publicar una revista de ese título, que entretanto había sido pasada por copyright por Marvel Comics... Pero al menos, el Capitán Marvel y Superman pudieron vivir aventuras juntos en paz y armonía. Aún más irónico, casi sarcástico, cuando Superman fue asesinado por Doomsday en el famoso evento de la muerte de Superman en 1992, uno de los que portaron su féretro fue precisamente el Capitán Marvel... Me pregunto si alguno de los guionistas habrá reparado en la metalectura respectiva. Digo yo.

Y dejamos para casi el final la ida de olla definitiva de DC Comics. En 1981 se estrenó la comedia "El gran héroe americano". Por si no la recuerdan o eran demasiado jóvenes: la serie en que a un profesor pringao, unos extraterrestres le regalaban un traje que le daba superpoderes, sólo para que el tipejo perdiera el manual de instrucciones (un dato para la trivia, el prota William Katt había aparecido media década antes como el galán que invitaba a la prota en la peli "Carrie"...). Volviendo a lo nuestro, los abogados de DC Comics batieron un récord de velocidad que ni los de Alyssa Milano, fíjense: ya estaban preparando la demanda cuando salió la promoción publicitaria en televisión. No importaba que fuera una comedia, no importaba que fuera una parodia. La justicia, por una vez y sin que sirva de precedente, obró con sensatez. Dijo lo obvio, que el parecido no sólo debe ser a nivel de ideas, sino también el tratamiento de las mismas, y que aunque el copyright funciona como estímulo a la creatividad concediéndole al autor la posibilidad de lucrarse con su obra, esto no significa cerrarle la creatividad a otros que puedan usar los mismos temas de maneras diferentes a la original.

Decíamos para "casi el final" porque el verdadero y triste final de este posteo... es que Jerry Siegel y Joe Shuster litigaron durante años contra DC Comics (bueno, contra el nombre que tuviera la editorial según el tiempo) para que ésta compartiera los beneficios de la franquicia de Superman con ellos como creadores. Pero la venta de los derechos había sido hecha sin condiciones, y por lo tanto, Siegel y Shuster no vieron un solo centavo durante años. Hasta que en los tiempos de la peli de "Superman", a punta de campaña negativa contra la editorial, ella se congració con los creadores y les ofreció una pensión vitalicia más beneficios médicos. Dicho de otra manera, durante años los abogados de DC Comics demandaron cuanta cosa oliera a plagio de Superman para seguir lucrándose con el personaje, mientras por otra parte no hicieron nada por ayudar económicamente a los creadores del mismo. No es que no sea legal, por supuesto, pero es otra muestrita de las fronteras siempre difusas entre el arte y el negocio...

domingo, 18 de noviembre de 2012

La generosidad de Diego de Almagro.

Es bien sabido que la construcción del Imperio Español no fue producto de ejércitos bien entrenados enviados por la corona hispánica misma a anexarse tales o cuales territorios, sino de privados que con perfecto espíritu empresarial, reclutaban lo que técnicamente eran tropas mercenarias, invirtiendo sus capitales y sus vidas por supuesto con la esperanza de que los territorios conquistados los harían señores ricos y poderosos. La corona española se limitaba a otorgar permisos y reconocer títulos que, a su vez, le habían sido validados por el Papa en el Tratado de Tordesillas de 1494 (sobre a su vez quien validaba al Papa, mejor no preguntemos por ahora). Que los españoles inventaron la externalización de servicios medio milenio antes que los neoliberales, vaya... El caso es que uno de estos capitanes fue Diego de Almagro, que fue compinche con Francisco Pizarro en la conquista del Imperio Inca en 1532. Y entonces...

En 1534, el norte de Perú había sido invadido por Pedro de Alvarado, el conquistador de Guatemala que encontraba más provechoso ir a la cacería de tesoros incaicos que permanecer en tierras mayas. Alvarado había sido repelido, pero sus tropas habían quedado varadas en Perú sin un céntimo. Diego de Almagro los acogió bajo su ala, y decidió emplear a estas tropas en la anexión de nuevos territorios: en concreto de Chile. Para que se armaran y vivieran mientras tanto, repartió con ellos una buena cantidad de sus tesoros (bueno, suyos por derecho de depredación sobre las arcas incaicas), a título de anticipo a cuenta de lo que obtendrían si lograban la anexión de Chile y apoderarse de sus riquezas. A tanto llegó su generosidad, que sólo obligó a firmar comprobantes por esos anticipos sólo a aquellos que de buena voluntad lo hicieran.

En 1535 partió finalmente la expedición de Almagro. Eligieron un camino ruinoso que implicó cruzar la cordillera de los Andes, para luego dejarse caer en la zona central de Chile. Mal negocio hicieron. Almagro y los suyos no encontraron ninguna ciudad como las que existían en el Perú, y por supuesto, nada parecido a un tesoro incaico como los de los templos peruanos. Además de eso estuvo la resistencia de los siempre sublevados indios de la región, que libres del yugo incaico, no iban a dejarse caer en un yugo diferente por supuesto. Para 1537 se habían convencido de que lo mejor era regresar. Aunque eso implicara atravesar el ardiente Desierto de Atacama, que como hoy sabemos es el más árido del mundo, pero alguna noticia de eso debían tener por sus informantes quechuas, suponemos.

Y aquí es donde viene el rasgo más asombroso de la generosidad de Diego de Almagro. Para levantar la alicaída moral de las tropas, que habían tenido algunos combates, muchas penalidades, y nada de oro, los reunió a todos y les dio un corto discurso. Y a continuación, cogió las escrituras en que estaban consignadas las deudas por cantidades fabulosas que sus hombres tenían para con él, y las fue rompiendo una por una, "porque nunca deseé dineros ni hacienda sino para darlo". Seguramente fue la mayor liberación de deudas que se vio en toda la conquista hispánica, alcanzando a varias decenas miles de pesos de oro (el peso de oro, por noticia, no es una moneda sino una medida de cantidad de oro, para que se hagan una idea). Y a continuación, volvieron al Perú, en donde Almagro encontraría su destino en una corta guerra civil contra Pizarro, después de la cual sufriría el garrote estando en prisión, para luego su cadáver ser decapitado en la plaza pública, en 1538. Francisco López de Gómara el cronista de indias comenta el gesto de manera muy dolida: "Liberalidad de príncipe más que de soldado; pero cuando murió, no hubo quien le pusiese un paño en su degolladero"...

jueves, 15 de noviembre de 2012

Para hacer florecer Pica.


Pica es una localidad ubicada al norte de Chile, en medio de la Pampa del Tamarugal. Es un oasis famoso por los limones de Pica que se utilizan para la elaboración del pisco sour chileno. De hecho, su nombre viene del quechua y significa "flor en la arena". Y como todos los recovecos de Chile, existen leyendas asociadas a su historia. La siguiente es una que recoge el insigne folclorista chileno Oreste Plath, pero no he podido cotejarla con otras fuentes, de manera que queda a medio camino entre la historia y la leyenda. El lector que sepa algún antecedente más, se agradece el aporte.

Pero al grano. En el siglo XVI, a la llegada de los españoles, Pica era otro de esos cacicazgos sometidos al Imperio Inca. Andando el tiempo, Pica caería bajo la esfera del Virreinato del Perú (Pica, al igual que todo el resto del territorio de Tarapacá, permanecería peruano hasta su conquista militar por parte de Chile durante la Guerra del Pacífico, a finales del siglo XIX). Pero por el minuto, ante la debacle del Imperio Inca, la tribu de Pica puede decirse que alcanzaron la independencia, y la defendieron con armas en la mano contra Diego de Almagro, cuando éste regresaba al Perú después de su malograda expedición por la zona central de Chile. Pero más tarde o más temprano, piquetes de españoles vinieron a establecerse a la región: dadas las circunstancias, era inevitable. Los españoles se apostaron en el vecino oasis de Matilla, con los de Pica observando con suspicacia a los recién llegados.

Uno de esos españoles, llamado Dámaso Morales, se enamoró de la hija del cacique de Pica. A éste, maldita la gracia que le hacía darle su hija a un ezpañó, así es que se fue de negativas. Pero tanto insistió el peninsular, que para sacárselo de encima, el cacique le dijo que le cedería la mano de su hija si hacía florecer el oasis entre Pica y Matilla. Hablamos de la región norte del desierto de Atacama, el más árido del mundo, así es que ya se pueden figurar más o menos lo que significaba el mensaje.

Pero nuestro recio ezpañó, haciendo honor a los machos ibéricos, no iba a dejarse por esa nadería. Había observado que los indios juntaban aguas en unas represas que llamaban cochas. Lo que hizo fue seguir las vetas de agua, y excavarlas hasta crear socavones: la ingeniería europea se anotaba un punto sobre la prehispánica aquí. Con estos trabajos, el español consiguió encauzar una mayor cantidad de agua en el valle, y hacerlo florecer. Al cacique indígena no le quedó más que cumplir su promesa, aunque claro, ahora tenía un valle lleno de vida vegetal en vez de un pedazo de desierto, así es que no se la sacó tan mal. Y de este florecer, Pica habría obtenido su nombre.

domingo, 11 de noviembre de 2012

La peregrina historia del yo-yo.

El yo-yo viene y va. No sólo porque se trate de un par de rodelas conectadas por un eje que sube y baja según se lo deje caer o se tire de la cuerda respectiva, sino también como moda y pasatiempo. Todos lo conocen como esto último, pero pocos saben que el yo-yo en realidad tiene un origen muy distinto a lo lúdico. Porque originalmente, varias culturas del mundo desarrollaron el concepto del yo-yo como arma de caza. La idea era arrojar el yo-yo a las patas de un animal para enredarlo: el animal se venía al suelo, y ahí era literalmente presa fácil del cazador de turno. El nombre del yo-yo, sin ir más lejos, viene del tagalo, el idioma hablado en Filipinas.

El yo-yo se popularizó en Europa a comienzos del siglo XIX. Por supuesto que, despojado de su carácter como arma de caza (quizás porque para la muy aristocrática caza del zorro se prefería un buen fusil con perdigones que dejaran como colador al pobre bicho), entró como juguete. Los británicos lo llamaron "bandalore", "quiz" y, en un giro lamebotístico, "el juguete del príncipe de Gales". Los franceses por su parte lo bautizaron como "incroyable" (increíble) o "l'emigrette".

En Estados Unidos, la penetración del yo-yo comenzó en la década de 1860. Sin embargo, el juguete voló la cabeza de los yankis recién en la década de 1920, cuando un inmigrante filipino llamado Pedro Flores comenzó a producirlos de manera industrial. Con buena mentalidad comercial, el yanki Donald Duncan convirtió el yo-yo en un producto registrado, y le introdujo una modificación importante: cambió el nudo fijo habitual hasta ese entonces, por un lazo corredizo que le permitió al yo-yo una mayor versatilidad.

En Chile, el yo-yo ha tenido popularidad por épocas. A inicios del siglo XX fue un juguete relativamente popular, pero después se desvaneció en el olvido. Por alguna razón, volvió por sus fueros a finales de la década de 1980, aunque dicha moda resultó efímera y el yo-yo volvió a perderse en los meandros de la historia. Eso, hasta que a alguien se le ocurra volver a sacarlo del desván y volverlo a poner en circulación...

jueves, 8 de noviembre de 2012

El origen del trompo.


El trompo o peonza es sin lugar a dudas uno de los juegos infantiles más tradicionales alrededor del mundo. Y por tradicionales quiero decir amenazado por esta modernidad en la que los críos no abandonan la consola ni para ir al baño. Pero antes de que aparecieran las consolas, cuya electricidad la transporta el demonio, el trompo era uno de los pasatiempos favoritos de los niños. El trompo consiste en un cono de madera dura rematado con una púa. Al trompo se le enrolla un cordel, y luego se lanza reteniendo el cordel: al distenderse, el cordel se desenrolla y le confiere giro al trompo, el cual si cae de manera adecuada sobre el suelo, quedará girando y bailando sobre su púa. Sólo por si alguien ya no se acuerda de cómo eran.

El trompo dio origen por supuesto a algunos dichos populares, hoy en día tan en desuso como el trompo mismo. Decirle a alguien que se agarre trompo en la uña significaba darle ánimos para aguantar una situación difícil. Ser el trompo de ñiques significaba ser el blanco de todos los tiros: el ñique en efecto es un juego en que se arroja un trompo contra otro para que la púa del primero raye, astille o derechamente haga trizas a la pobre víctima (otra prueba más de que los niños suelen estar más cerca de la malignidad que de la inocencia). Y cuando hay un cargo disponible y muchos tiburones dispuestos a saltar sobre él, se solía decir que había muchas cuerdas para un mismo trompo.

Menos conocido es el hecho de que el trompo deriva de una invención para obtener fuego. Parece ser que los primeros trompos eran parte integral de un mecanismo más grande. Al usarse el mismo, la púa de madera giraba a velocidad endemoniada contra una tabla o un pedazo de leño, y de la fricción nacía el fuego. Al separarse dicha pieza, podía utilizarse para jugar. Muchos eruditos latinos nos han dejado testimonio del trompo, tal y como Persio Flaco Aulio, Catón el Viejo, Ovidio y Virgilio. En las ruinas de Pompeya, por su parte, se han reportado trompos de barro. Uno podrá preguntarse qué tan resistentes podrán haber sido, confeccionado con ese material, pero en fin...

domingo, 4 de noviembre de 2012

Para elevar los moais.


Uno de los grandes misterios arqueológicos de todos los tiempos es el problema de cómo se irguieron los moais de Isla de Pascua. Dicho pedazo de tierra tiene el récord de ser el más aislado del mundo, a más de 2000 kilómetros del pedazo de tierra más cercano, y por lo tanto su civilización parece haberse visto en la precisión de desarrollar sus técnicas de ingeniería por sí sola, sin ayuda científica o logística del exterior. Es decir, que para levantarlo contaban sólo con la técnica de una civilización brutalmente aislada, más los materiales que buenamente pudieran encontrar en una isla de un tamaño raquítico, cuyos 163 kilómetros cuadrados además han sido brutalmente deforestados, suponemos que por la mano del hombre (o de alguna bestia introducida por el hombre, como se ha postulado recientemente). Aún así, los pascuenses se las arreglaron para erigir cerca de un millar de esas estatuas, cuyo peso puede alcanzar hasta las ochenta toneladas. ¿Cómo lo hicieron?

Thor Heyerdahl hizo un experimento al respecto en 1955. El y 180 ayudantes amarraron un tronco a un moai de cuatro metros y diez toneladas, y lo arrastraron. El comentario de un nativo: "Está completamente equivocado, señor". En 1970, William Mulloy especuló que los pascuenses habían construido armazones con forma de V invertida, basculándolo para hacerlo moverse por pasos. En 1986, el ingeniero checo Pavel Pavel utilizaron movimientos de torsión, girando un moai de cuatro metros un poco sobre su izquierda, luego sobre su derecha, luego sobre su izquierda, un poco como un tipo caminando con una bota de yeso. Lo único que consiguieron fue dañar la base del moai: obviamente, la solución no iba por ahí. Al año siguiente, un tipo con un nombre tan cool como Charles Love izó una réplica de cuatro metros y nueve toneladas, situándola verticalmente sobre un trineo de madera deslizado sobre rodillos. Consiguieron un avance de 45 metros en dos minutos. En 1998, Jo Anne Van Tilburg acostó una réplica de cuatro metros y diez toneladas sobre un trineo de madera: 40 voluntarios la arrastraron sobre una "escalera" de madera.

El último experimento a la fecha de escribir esto fue en 2011. Terry Hunt y Carl Lipo volvieron a la teoría de hacer caminar al moai con balanceos. Esto, siguiendo la vieja sabiduría popular pascuense de que antaño, según las leyendas, las estatuas "caminaban". Esta vez perfeccionaron el método, utilizando una base para proteger al moai. Además, utilizaron tres cuerdas manejadas por tres equipos de personas: dos de ellas a cada lado para controlar el balanceo, y una tercera desde atrás para mantener el moai estabilizado (así, los otros dos pueden tirar hacia adelante sin que se vaya de bruces al suelo).

Por último, ¿qué tanto contribuyeron los moais a destruir el equilibrio ecológico de Isla de Pascua? Jared Diamond en su libro "Colapso" está convencido de que mucho: los toromiros habrían sido talados para fabricar trineos con los cuales transportar los moais. Pero si Hunt y Lippo tienen razón, entonces la madera utilizada para ello habría sido mínima: habrían bastado con algunas cuerdas y unos pocos hombres por cada moai. El debate, como de costumbre, sigue abierto.

jueves, 1 de noviembre de 2012

La leyenda de los Aku-Aku.

El moai, como gran y prototípico ejemplo de arte pascuense, ha ensombrecido en la fama popular a otra significativa muestra del arte de Isla de Pascua. Ellos son los aku-aku. Estas estatuas representan criaturas antropomórficas algo cabezonas, y con los huesos del costillar a flor de piel, con las carnes hundidas y muy poco saludables: como una modelo anoréxica de Victoria's Secret, para que nos entendamos. Y por supuesto, porque los antiguos tenían que inventarse un mito para todo, el Aku-Aku tiene su propia tradición.

Resulta que, según dice la leyenda, unos diablos en Isla de Pascua decidieron sacarse la ropa para dormitar una siesta. En mala hora. Porque un mocetón pasó por ahí y descubrió a los demonios dormitando. En particular le llamó la atención que sus cuerpos no tenían carne, y se les podían contar las costillas. Pero otro demonio que andaba por ahí se puso a gritar y alertó a sus compañeros idiotas que se habían quedado dormidos de manera tan idiota y en un lugar tan idiota. Entre todos los demonios cercaron al joven, y lo intimidaron para que no hablara. Tenían miedo, por supuesto, de que cuando se supiera lo raquítico de su contextura, los isleños les perdieran el respeto. En concreto, los demonios le dijeron al mozalbete que fuera despidiéndose de la vida si es que se iba de lengua. Ante tanto talento negociador, el mozalbete accedió.

Pero los demonios no eran tontos, y sabían que apenas le quitaran la vista de encima, el chico podía terminar hablando igual. De manera que lo siguieron a escondidas. Pero en un caso de yo sé que tú sabes que yo sé, el mozo no dijo una sola palabra. Nada de nada. Nope. Niente. Al cabo de un tiempo, los demonios se aburrieron, dieron por sentado que el joven iba a guardar el secreto, y se marcharon a cualquiera sean los asuntos que ocupen a un demonio en la Isla de Pascua anterior al Cristianismo. Pero el individuo éste no tenía manera de saber si la vigilancia se había acabado, o si acaso los demonios estaban tomando turnos, ¿no? De manera que siguió sin hablar, pero recurrió a un lenguaje en código: agarró un pedazo de toromiro, y sobre esta madera talló la figurilla que recordaba en la memoria, un hombrecillo desgarbado, feo y con las costillas al aire. Acababa de nacer el primer aku-aku. De lo que se deduce que los isleños eran unos genios, porque adivinaron el significado del aku-aku enseguida: ¿de qué otra manera podríamos conocer la historia si el único testigo de la misma nunca habló...?

Volviendo al ámbito más prosaico de la realidad histórica, el historiador Jared Diamond en su libro "Colapso" ofrece una explicación alternativa más siniestra para los aku-aku. Según la teoría prevaleciente sobre el pasado de Isla de Pascua, su civilización habría colapsado víctima de una sangrienta guerra civil provocada por la superpoblación y la escasez de recursos agrarios. Al final, el resultado habría sido incluso el canibalismo. Los aku-aku habrían sido así un retrato fiel de la angustia suprema vivida por los pascuenses en el ocaso de su civilización. Aunque claro, cuesta imaginarse a un artista de la talla preocupándose por tallar un pedazo de madera en vez de, digamos, buscar ratas o algún otro bicho para echarse a la boca. Como de costumbre, la verdad sobre este aspecto de la cultura de Isla de Pascua sigue sumida en el más penetrante de los misterios.

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