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jueves, 28 de febrero de 2008

Las mujeres de Jonathan Swift.


Jonathan Swift, autor de lengua inglesa nacido en Irlanda, es bien conocido por sus brillantes y durísimas sátiras, sobresaliendo en particular sus "Viajes de Gulliver". Esto no debería ser tan sorpresivo, si se considera que tenía un temperamento explosivo y amargo. De él se ha dicho, entre otras cosas, que falleció loco. Siendo esto cierto o no, lo cierto es que en vida tuvo más de algún desequilibrio mental, sobre cuya fuente u orígenes no hay completa certeza. Todo esto se proyectó, por supuesto, en sus relaciones sentimentales. Las dos grandes mujeres de su vida son Stella, sobrenombre que le puso a Esther Johnson, y Vanessa, el sobrenombre que le puso a Esther Vanhomrigh.

Conoció a Stella en 1689. Había sido contratado como secretario de su padre, el señor William Temple. Swift se transformó en tutor de la chica (él tenía 22 años, y ella apenas ocho), y a través de esa relación, que prosiguió después de muerto el señor Temple en 1699, Stella se transformó en adicta incondicional de Swift. Por su parte, la actitud de Swift hacia ella resultó contradictoria. Por una parte le escribía muchas cartas, y Stella se transformó en una verdadera confidente; por la otra, no hubo relación sentimental alguna. Se discute incluso si se casaron en secreto o no, aunque sí vivieron juntos; Hipólito Taine, el destacado historiador francés, que tiene un grueso libraco sobre la Literatura Británica, opina que sí, pero a la vez añade que fue un matrimonio desgraciado. La convivencia duró doce años, hasta que Stella, consumida, falleció en 1728, a los 47 años.

La otra chica, Vanessa, era una pretendiente adinerada. Siete años más joven que Stella y 21 más que Swift, se supone que ella y éste se transformaron en amantes. Sin embargo, por los textos de ambos (Vanessa también era escritora), parece ser que sólo ella estaba enamorada, y que Swift no correspondía a sus sentimientos. Y falleció joven, a la edad de 35 años, en 1723.

Después de la muerte de Stella en 1728, no hubo más romances en la vida de Swift, si es que en verdad su carácter violento, egocéntrico y patológico le llegó a proporcionar alguno. Falleció con sus facultades mentales bastante perturbadas, en 1745, faltándole un mes para cumplir los 78 años.

domingo, 24 de febrero de 2008

Swift el satírico.

Entre los escritores de sátiras, el irlandés Jonathan Swift es sin lugar a dudas uno de los más duros. Esto se debía en parte a un temperamento demoníaco, que atropellaba a todo y a todos, sin respeto alguno por las convenciones sociales, y sin temor tampoco a las consecuencias que pudiera traerle su falta de tacto. Hoy en día se le recuerda por su gran novela "Los viajes de Gulliver", pero en ese tiempo se le conocía también por otras anécdotas que le retratan de una manera bastante poco amable.

En uno de sus primeros escritos satíricos, publicado en 1708, las emprendió contra los astrólogos, a quienes persiguió como embusteros en un libelo llamado "Los escritos de Bickerstaff", en el cual se atrevía nada menos que a profetizar la muerte de Patridge, un popular hacedor de almanaques de la época; cuando éste mordió el anzuelo y replicó en su propio tono, Swift escribió otra diatriba en el cual probaba más allá de toda duda que Patridge estaba muerto, porque "ningún ser viviente había escrito jamás tonterías tan detestables"...

Entre 1724 y 1725 publicó siete panfletos, los cuales prefirió firmar con el seudónimo de "Pañero", por lo cual se los conoce como las "Cartas del Pañero". A tanto llegó su difusión, que los ánimos de los irlandeses contra los ingleses se enardecieron, y éstos, en represalia, ofrecieron 300 libras esterlinas a la persona que denunciara la identidad del Pañero. Al día siguiente, con la cara hinchada por la rabia, Swift ingresó al salón de recepción del gobernador, y se atrevió a increparle personalmente por querer ponerle precio a un hombre "cuyo gran delito es haber querido salvar al país". La benevolencia del gobernador salvó a Swift en esa ocasión; en los hechos, nunca se le formularon cargos o puso bajo arresto.

Era hombre soberbio y altanero, que en palabras de Hipólito Taine "no pedía, exigía". Apoyó a los Whig (los liberales) durante años, pero andando el tiempo, éstos no cumplieron con las promesas hechas a Swift. Enervado no tanto por las malas condiciones de vida como por la traición y por el orgullo acumulado, se pasó al bando opuesto, al de los Tories (los conservadores), y escribió la vertiginosa cantidad de cuatro mil panfletos en tres años, para vengarse de sus enemigos. Eso es espíritu de venganza, y no el de los superhéroes de historieta...

jueves, 21 de febrero de 2008

Opus...

La mayor parte de las obras procedentes de la tierra de la "música docta", "música selecta" o "música clásica", suelen ser conocidas no sólo por su nombre, sino por su número de catálogo. Este es, por supuesto, el famoso "Opus" (por ejemplo, la famosa Sinfonía N° 9 de Beethoven, la que contiene su famoso "Himno a la alegría", es el Opus 125 de Beethoven). Casi todos los compositores presentan su propio listado de Opus, salvo algunas excepciones...

La práctica del Opus comenzó de manera más o menos espontánea, quizás en el siglo XVIII. Algunos compositores, para ordenar su propio catálogo, recurrieron a esta práctica, como Beethoven, lo que originó un gran quebradero de cabeza, porque por supuesto Beethoven numeraba sólo aquello que le interesaba emergiera a la luz; de esta manera, durante mucho tiempo rotaron obras de Beethoven sin Opus, y con un número WoO de reemplazo, por "Werk ohne Opuszahl", "obra sin número de opus" en alemán, lo que por supuesto es una contradictio in terminis (piensen que el número de catálogo de una obra sea "Obra Sin Número De Catálogo N° 1"...). Finalmente, el legado musical de Beethoven ha sido recatalogado, para asignarle un bendito número de Opus a dichas obras. El resultado es que mucha obra tardía de Beethoven tiene números de opus "normales", y mucha de su obra temprana, que Beethoven escondió cuidadosamente, presenta altos números de opus, contraviniendo el principio lógico según el cual los números de Opus deberían seguir el orden cronológico en que las piezas fueron compuestas por el compositor en cuestión... Para complicar más las cosas, muchos catálogos fueron preparados no por el músico mismo, sino por sus editores, quienes asignaron los opus a su capricho, por supuesto, a medida que iban editando.

En algunos casos, este sistema resultó tan malo, que debió recatalogarse la obra íntegra. En el caso de Mozart, este trabajo lo abordó el esforzado Ludwig Ritter von Köchel. En 1862 abordó el trabajo ímprobo de catalogar toda la obra mozartiana, lo que le mantuvo entretenido durante casi cuatro décadas. De ahí surgió el llamado "Catálogo Köchel", que identifica cada obra con un número K (por Köchel, que bien merecido se lo tiene); su más alto número fue para el Réquiem en Re Menor, la última obra que compuso Mozart, y que es catalogada como K. 626 (Köchel 626). El titánico trabajo de Köchel ha sido objeto de algunas revisiones posteriores, pero en lo esencial permanece intacto.

Algo similar ocurre con Johann Sebastian Bach, cuya obra se numera bajo el código BWV ("Bach-Werke-Verzeichnis", "Obra del catálogo de Bach" en alemán). Este catálogo empezó a usarse en fecha tan tardía como 1950, exactamente en el año que se cumplieron dos siglos desde el fallecimiento del compositor alemán. Lo prolífico de Bach hace que este catálogo sea impresionante: alcanza, con sus apéndices posteriores, casi 1200 obras catalogadas...

domingo, 17 de febrero de 2008

La ensalada por los derechos de James Bond.

La historia de los derechos sobre la franquicia fílmica de James Bond es bastante enredada, y dice mucho sobre como funciona el sistema de propiedad intelectual... O como malfunciona, mejor dicho. Porque siendo la franquicia Bond, como lo era, una mina de oro cinematográfica, las garras de varios ambiciosos se precipitaron encima, incluyendo un largo litigio judicial al respecto. Y todo por la imprevisión de su creador, Ian Fleming... En apretado resumen, es más o menos como sigue.

La primera novela de Ian Fleming fue "Casino Royale", sentando en ella las bases de lo que iba a ser el personaje. Después siguió escribiendo una cada año. La novela llamó la atención de los productores de una serie televisiva de suspenso británica de los '50s, llamada "Climax!", que solía comprar novelas policiales y de espías para adaptarlas como capítulos autoconclusivos e independientes entre sí (un poco al estilo de la "Dimensión Desconocida" con historias de terror y ciencia ficción). La televisión de la época vio entonces el potencial de Bond, e incluso llegaron a encargar una serie televisiva entera sobre el personaje, la que de todos modos no llegó a producirse. Pero quedaron los guiones dando vueltas, entre ellos uno que Ian Fleming después redujo a novela: "Operación Trueno". Ahí empezaban los problemas...

Dos avispados productores, Harry Salzmann y Albert Broccoli, decidieron explotar el potencial de James Bond para el cine. Para eso, compraron a Ian Fleming los derechos sobre la franquicia entera, salvo "Casino Royale", cuyos derechos estaban en manos de la BBC. De ahí que, cuando la franquicia Bond estaba en su apogeo, otro grupo de avispados productores compró los derechos sobre "Casino Royale" a la BBC, y produjo la peli "Casino Royale" de 1967, que era una parodia a las pelis propiamente Bond. Para la trivia, digamos que el James Bond de esta parodia fue David Niven, y que el "otro Bond", el "impostor" (léase entre líneas, el interpretado por Sean Connery), desapareció misteriosamente en acción...

En 1965, por su parte, adaptaron "Operación Trueno" para el cine; Harry Salzmann y Albert Broccoli unieron para ello fuerzas con Kevin McClory, coproductor de la abortada serie televisiva de Bond. Pero McClory ya estaba embarcado en un juicio contra Ian Fleming, acusándolo de plagio por publicar la novela de "Operación Trueno" como propia, en vez de basarse en una idea del propio McClory... El juicio se dilató por años, y terminó en un fallo recién en 1977, cuando ya el propio Ian Fleming había muerto. En el fallo, la franquicia Bond quedó en manos de los herederos de Ian Fleming (que siguieron sacando novelas como churros, contratando a escritores mercenarios para la faena), pero unos once elementos de "Operación Trueno", incluyendo su supervillano Blofeld (el tipo sentado en su sillón con un gato blanco) y su organización SPECTRA pasaron a manos de McClory. Con los años, éste aprovechó dichos derechos para sacar una peli Bond alternativa, "Nunca digas nunca jamás", en 1983, recontratando para ello al Bond original, Sean Connery... (en esos años el James Bond oficial era Roger Moore, y esta peli compitió contra la oficial "Octopussy", en lo que los mass media llamadon "la batalla de los Bond").

Todo esto terminó a finales de los '90s, cuando una serie de arreglos contractuales permitieron que los derechos de "Casino Royale" y "Operación Trueno" (y su remake "Nunca digas nunca jamás") pasaran definitivamente a manos de EON, la productora de las pelis Bond "oficiales", con los sucesores de un ahora fallecido Albert Broccoli (la productora actual es Barbara Broccoli, su hija). Así es como en 2006 se pudo por fin filmar un "Casino Royale" oficial, la tercera después de la versión televisiva de 1954 y la paródica de 1967...

jueves, 14 de febrero de 2008

¿Owen Taylor, asesinato o suicidio...?

La muerte de Owen Taylor es una de las más inexplicables en la Historia del Cine. Aunque la cuestión de si murió asesinado o si se suicidó en realidad es meramente académica, porque Owen Taylor nunca existió: fue un personaje de ficción. Pero no por ello deja de aportar lo suyo a estos embrollados siglos curiosos en que ha vivido la Humanidad.

Entre los más destacados escritores policiales de todos los tiempos, figura Raymond Chandler, por haber creado al inigualable detective privado Philip Marlowe, cínico y romántico a un tiempo, y al que dedicó varias novelas. Por su parte, al igual que muchos otros escritores policiales procedentes del pulp, Chandler había presentado al personaje en varios relatos cortos publicados en revistas del género. Para sus novelas, Chandler muchas veces fagocitó dos o tres relatos y los reconvirtió en uno, razón por la cual sus tramas suelen ser bastante embrolladas. El premio mayor se lo llevó "El sueño eterno", la primera novela sobre Marlowe, que se pretendió adaptar al cine en 1946. La adaptación iba a ser por todo lo alto, ya que dirigía el gran director de policiales Howard Hawks, y protagonizaba un actor que ya había encarnado a otro duro de la literatura policial en el cine, como lo es Sam Spade en "El halcón maltés": Humphrey Bogart.

Para la adaptación, Howard Hawks llamó, ahí es nada, a William Faulkner, uno de los más prominentes escritores estadounidenses del siglo XX, con quien ya había trabajado en una adaptación de Ernest Hemingway, y Faulkner aceptó, más que nada por razones monetarias. Nunca bien adaptado al sistema de los grandes estudios, pidió permiso a Jack Warner (productor de Warner Bros.) para trabajar en su casa; Warner accedió, y Faulkner se marchó... a Oxford, Mississipi, en donde estaba su casa, para gran irritación de Jack Warner, que por "mi casa" había entendido la residencia de Hollywood, y había aceptado porque seguiría teniéndolo cerca para controlarlo como su empleado...

Hay que decirlo, Faulkner hizo un estupendo trabajo adaptando una novela casi inadaptable por lo embrollado de la trama. Pero un punto se les fue. Al comienzo de la historia, Philip Marlowe (encarnado por Humphrey Bogart, como dijimos) recibe el encargo de vigilar a un pizpireto par de hermanas, y descubre que una de ellas ha terminado involucrada en una trama de ribetes pornográficos (sonaba más chocante para la audiencia de 1946 que ahora, pero en fin...); Owen Taylor, uno de los principales sospechosos, aparece poco después en el fondo de la bahía, cómodamente instalado en su vehículo de ahí hasta la eternidad. Los guionistas se quebraron los sesos preguntándose si el tal Taylor se había suicidado, o lo habían asesinado. Después de no poder decidir, llamaron por teléfono al propio Raymond Chandler. Lo único que consiguieron fue darle un fastidio mayúsculo, ya que Chandler, hombre temperamental, les gritó vía telefónica que leyeran la novela porque la respuesta estaba ahí. Poco después hubo una segunda llamada, esta vez de Chandler a Faulkner, en la cual el autor de la obra original, compungido, afirmaba haber revisado la novela, y declaró no poder decidir si la muerte era asesinato o suicidio. Finalmente, en la versión estrenada en los cines, la cuestión quedó sin resolver...

domingo, 10 de febrero de 2008

El gobierno de Pinochet encima de TVN.

En 1969, recién iniciada la carrera televisiva chilena, el Gobierno estimó que sería una buena idea contar con un canal estatal, naciendo así Televisión Nacional de Chile, o resumidamente, TVN. Por supuesto que, después del golpe de estado de 1973, Televisión Nacional se transformó en una pieza clave de la maquinaria propagandística del régimen militar de Augusto Pinochet. Aunque por otra parte su gran competidor, el Canal de la Universidad Católica de Chile (Canal 13) era gobernado por la facción derechista de la Iglesia Católica, así es que no había demasiada variación en ese lado. Esta relación entre la dictadura militar y TVN dio paso, por supuesto, a una serie de anécdotas y chascarrillos varios.

En 1983, TVN presentó a la vedette española María José Nieto ("Maripepa Nieto"). Mientras cantaba "Fumando espero" hizo algo muy de vedette, pero que estaba fuera de los estándares televisivos chilenos de la época: se dio la media vuelta y exhibió su glorioso trasero para toda la audiencia. Obtuvo la fama instantánea, e incluso dicen las malas lenguas que se convirtió en amante de Alvaro Corbalán, el jefe de la CNI (la policía represora del régimen militar). En la competencia, en el Canal 13, su rostro de la moralidad, el surrealista cura Raúl Hasbún (conocido también como "Curasbún"), calificó la acción como "terrorismo anal".

Después, en 1984, TVN obtuvo sendos éxitos con las teleseries "La Torre 10" y "Marta a las 8", y en ambas propulsa la carrera de Javiera Parada, una joven estrella infantil de 9 años. Sin embargo, al año siguiente don José Manuel Parada, padre de Javiera, apareció muerto al borde de una carretera, junto con otros dos comunistas, en lo que se conoce popularmente como el Caso Degollados. Naturalmente que TVN nunca más le dio a Javiera un lugar en la pantalla.

Y ni las teleseries se libraron. En 1985 exhibieron la teleserie "La dama del balcón", la cual fue un sonado fracaso de audiencia después de que fuera sacada del aire, interrumpida, y vuelta a emitir con una severa censura. En ella se hablaba de nazis, campos de concentración y experimentos genéticos, y todos estos elementos fueron abruptamente retirados de la trama, haciéndose entonces incomprensible para la audiencia, que le dio vuelta la espalda.

Más jugoso fue lo que sucedió con "Miami Vice", serie yanki que era uno de los grandes éxitos de audiencia de TVN. En 1989, el episodio "Beisbol de la muerte", de la cuarta temporada, fue limpiamente censurado por la cadena, porque en ella, los villanos eran la policía secreta chilena. Algo no tan impensable, por otra parte, ya que en 1976 la DINA había ejecutado a Orlando Letelier, antiguo canciller de Salvador Allende, por medio de explosivos en un automóvil, en pleno centro de Washington.

A veces, el tener que alinearse con el régimen implicaba también algunos gastos imprevistos. Sucedió con "Holocausto", la miniserie que trataba sobre los sufrimientos de los judíos en los campos de concentración nazis. TVN compró los derechos para asegurarse de que la serie nunca fuera emitida en Chile. En 1990, con el cambio de gobierno y la llegada de la democracia, la serie había alcanzado proporciones míticas, y por ende, aprovechando que tenía los derechos, TVN (ahora al servicio de un gobierno democrático) la programó para exhibición...

jueves, 7 de febrero de 2008

Visconti Prasca y el fracaso de Mussolini en Grecia.

Una de las más desafortunadas operaciones militares de la Segunda Guerra Mundial, se debió a los intrigantes manejos de Sebastiano Visconti Prasca, más la fácil disposición del oído de Mussolini para la adulación. De ahí se gestó la invasión italiana contra Grecia, que tanto hizo por minar la causa del Eje durante el conflicto.

Este Visconti Prasca venía de la nobleza, de la familia Visconti, y en el año 1940 cumplía 57 años. Gracias a las influencias de Ubaldo Soddu, Secretario de Guerra, llegó a Gobernador de Albania. El Estado Mayor italiano no lo apreciaba, porque se saltaba los conductos regulares y hablaba derechamente con Mussolini. Sintonizaba muy bien con éste, porque reemplazaba la fría y calculada estrategia militar por un lenguaje sonoro y rimbombante sobre las proezas militares que el puño de hierro italiano infligiría aplastando de manera contundente a los griegos, etcétera.

Como Visconti Prasca concebía la operación militar contra Grecia (totalmente innecesaria para Italia desde el punto de vista geoestratégico) como un proyecto personal, una especie de ofrenda para que Mussolini le permitiera hacer carrera, se dio la paradoja de que cuando se le representó que necesaría más divisiones, éste se negó, ya que si crecía el tamaño del ejército, los reglamentos militares obligarían a que la operación fuera encabezada por otro militar de mayor graduación. Además, Mussolini tenía clara conciencia de que la aventura militar en Grecia disgustaría a Hitler, por lo que a una operación de amplio alcance con insuficientes efectivos militares, se sumó una planificación apresurada y, por qué no decirlo, chapucera. Visconti Prasca, por su parte, subestimó seriamente la resistencia griega, cegado por su propio orgullo personal.

Los resultados fueron decisivos para el curso de la guerra en el mundo entero. Porque cuando los italianos se vieron enredados a más no poder en Grecia, Hitler debió ir en su ayuda, y con esto, retrasó el ataque contra la Unión Soviética, con lo cual, cuando éste se llevó a cabo en 1941, lo sorprendió el invierno ruso... el resto es historia.

domingo, 3 de febrero de 2008

El general que le costó la victoria a Grecia.


Pocas veces en la Historia, una guerra ha sido dirigida de manera tan incompetente como la Guerra Greco-Turca de 1919 a 1922. Grecia era independiente desde 1823, del Imperio Otomano, pero se había embarcado en la Primera Guerra Mundial para ampliar sus territorios a costa de los turcos; su ambición máxima era, por supuesto, la "reconquista" de la vieja ciudad griega de Constantinopla (actualmente Estambul), en manos turcas desde 1453. Los Aliados habían prometido a los griegos, a cambio de su apoyo contra el Imperio Otomano, una gran cantidad de territorios. El Imperio Otomano, de hecho, salió gravemente baldado de la Primera Guerra Mundial; Eleuterio Venizelos, Primer Ministro de Grecia, reclamó entonces una gran cantidad de tierras, incluyendo Tracia, la ciudad de Constantinopla, toda la costa de Jonia, y la costa turca hacia el Mar Negro. Los Aliados, reticentes, decidieron que los griegos iban a volver a sus fronteras de preguerra, lo que fastidió tanto a los griegos, que se decidieron a tomar las armas y conquistar por la fuerza aquello que no habían podido en derecho obtener por vía de tratados de paz.

Desgraciadamente, el mando supremo del ejército griego recayó en Georgios Hajianestis, general que cumplía 56 años en 1919 (había nacido en 1863), y si bien era considerado como muy competente de joven, había experimentado un grave deterioro en sus facultades mentales, y era evidente que su nombramiento se debía a puras razones políticas; David Lloyd George, el Primer Ministro de Gran Bretaña, llegó a calificarlo de "algún tipo de débil mental". Sobrepasado por la presión de la guerra, o por simple desequilibrio mental, Hajianestis se limitó a dirigir las tropas griegas desde un yate cómodamente instalado en el puerto de Esmirna, en el que se la pasó postrado por fuertes neuralgias. Creía que sus piernas eran de vidrio o de azúcar, y por ende, no se atrevía a levantarse de su cama ante el temor de romperse nada más pisar el suelo. Para desgracia de Hajianestis, el ejército turco era dirigido por el fiero Mustafá Kemal, AKA "Ataturk", cuya orden militar era de lo más simple: "¡Hacia el Mediterráneo, adelante!". Con enemigo tan resuelto y un comandante supremo tan esquivo con las funciones del mando, la moral griega se hizo añicos. En la Batalla de Dumlupinar, librada entre el 26 y el 30 de Agosto de 1922, y que fue la decisiva, la locura de Hajianestis llegó a su punto cúlmine. En vez de hacer un último esfuerzo y salvar lo insalvable, Hajianestis decidió que estaba muerto, y por lo tanto, se negó a dar órdenes porque, según una lógica impecable, ¿quién iba a obedecer a un cadáver? Los aterrados mandos medios del ejército griego hicieron lo que pudieron, pero infructuosamente.

El mando le fue retirado a Georgios Hajianestis, pero ya era demasiado tarde. La comandancia suprema recayó en el general Tricoupis... quién se enteró de la noticia siendo prisionero: había caído en manos turcas durante la mismísima decisiva Batalla de Dumlupinar que Hajianestis había perdido sin siquiera tratar de librarla. Grecia no pudo conquistar Estambul, que sigue siendo turca hasta el día de escribir estas líneas, ni menos todos los territorios asiáticos que ambicionaba. Por el lado turco, la Batalla de Dumlupinar se transformó en un Día Nacional. En cuanto a Hajianestis, fue llevado a Grecia, sumariamente juzgado, condenado como "esquizofrénico", y ejecutado. Es probable que, a partir de entonces, sus "piernas de azúcar" no le molestaran más...

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