En el año 1837 el Coldstream Regiment, en Canadá, se hizo de un inesperado nuevo recluta: el ganso Jakob.
En aquellos años, las tropas británicas habían aplastado una revuelta de francocanadienses (en ese tiempo Canadá era parte del Imperio Británico). Como habían varias granjas sospechosas de haber apoyado la rebelión, se apostaron centinelas armados para vigilarlas. Como de costumbre, uno de los centinelas pronto cedió al aburrimiento y dejó de vigilar, distraído por un ganso que picoteaba su alimento. El ganso en cuestión dejó de picotear repentinamente, y miró fijamente en una dirección determinada. Al hacer lo mismo, el centinela se encontró con el peligro cara a cara: un zorro. El soldado estaba en un dilema: podía matar al zorro de un tiro, pero cualquier disparo podría poner muy nerviosa a la gente del poblado, y acaso precipitar un tiroteo y una nueva revuelta. El ganso, por su parte, se fugó hasta las piernas del soldado y encontró refugio allí. El zorro, por su parte, se decidió a no atacar, y se retiró prudentemente (un zorro normal pesa unos 6 kilos, y un ganso unos 12, así es que saquen cuentas).
El ganso se hizo pronto amigo de las tropas británicas, fraternizando con ellos y dejándose acariciar. Un par de semanas después, acompañando a otro centinela, le salvó la vida. Unos guerrilleros se acercaban sigilosamente a él para emboscarle, pero el ganso se apercibió y lanzó feroces graznidos que pusieron en guardia al soldado, al tiempo que participó peleando valientemente en la refriega que siguió.
El ganso, que respondía al nombre de Jakob, recibió entonces permiso oficial para marchar a Inglaterra con el Coldstream Regiment, e incluso le colgaron al cuello una medalla de honor. Los siguientes doce años, Jakob los pasó haciéndole compañía a los centinelas apostados en la puerta del cuartel. El destino fue al final aciago con él. Un vehículo de reparto lo atropelló y le rompió una pata. Jakob falleció dos días después.
El ganso se hizo pronto amigo de las tropas británicas, fraternizando con ellos y dejándose acariciar. Un par de semanas después, acompañando a otro centinela, le salvó la vida. Unos guerrilleros se acercaban sigilosamente a él para emboscarle, pero el ganso se apercibió y lanzó feroces graznidos que pusieron en guardia al soldado, al tiempo que participó peleando valientemente en la refriega que siguió.
El ganso, que respondía al nombre de Jakob, recibió entonces permiso oficial para marchar a Inglaterra con el Coldstream Regiment, e incluso le colgaron al cuello una medalla de honor. Los siguientes doce años, Jakob los pasó haciéndole compañía a los centinelas apostados en la puerta del cuartel. El destino fue al final aciago con él. Un vehículo de reparto lo atropelló y le rompió una pata. Jakob falleció dos días después.
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