Que los filósofos estén pegados a las faldas del poder, no es algo que debiera sorprender a nadie. Los ejemplos históricos abundan: Descartes tratando de enseñarle filosofía a la reina Cristina de Suecia, Platón haciendo lo propio con Dionisio el Joven de Siracusa, Voltaire intimando con Federico el Grande de Prusia...
Pero pocos ejemplos son quizás tan desvergonzados como el de Plotino. Era este Plotino un filósofo del siglo III d.C., que había estudiado a conciencia diversos conocimientos esotéricos orientales. En aquellos años, ese conocimiento esotérico era realmente secreto, y por tanto, las gentes iniciadas se sentían muy especiales, no como hoy en día que cualquier tunante puede escribir "masonería", "doctrina esotérica", "gnosticismo" o "iniciación espiritual" en Google, y obtener prolijas respuestas sobre lo que se cocinaba en aquellos antros. Así es que Plotino tenía una gran reputación de sabio y erudito, hasta el punto que cuando estaba en Roma, llegaban gentes de todas partes del Imperio a beber de ese manantial de sabiduría. ¿Y qué aguas había en ese manantial? Lo de siempre: existe el Uno, todos emanamos del Uno, nuestras almas tienden al Uno, etcétera. Gran cosa.
Entre las amistades de Plotino se contaba el Emperador Galieno (260-268). Su gobierno fue desgraciado. Llegó al Imperio porque su padre Valeriano fue capturado por el enemigo en una batalla (y parece que no se apuró mucho en rescatarlo, y al final papá corazón murió en prisión). Habían pretendientes al Imperio, golpes de estado y asonadas por todas partes. Medio Imperio estaba en manos del rey Póstumo en la Galia, y otro tanto en las de Zenobia de Palmira, en Oriente. En medio de este deprimente panorama, es probable que Galieno considerara relajantes las charlas con Plotino y sus cogitaciones místicas disfrazadas de Filosofía.
Según refieren las crónicas, Plotino sugirió a Galieno nada menos que la creación de una ciudad ideal, basada en la República de Platón, llamada acertadamente Platonópolis. Dirigida con toda humildad, por cierto, por él mismo, por haber sido el de la humilde idea. Parece que la ajustada bolsa de Galieno le impidió llevar a cabo dicho proyecto, que hubiera sido, por lo demás, una curiosidad histórica. Ya Platón había fracasado en construir su modelo de república ideal en Sicilia, y Plotino otro tanto de lo mismo. A los años, Galieno murió víctima de una conjura, pero Plotino se las apañó para seguir vivo algún tiempo más, dejó discípulos (uno de ellos, Porfirio, escribió su biografía con harto lamebotismo), e inspiró a más de algún teólogo católico y filósofo de la temprana Modernidad. Hay un simpático cuento de un escritor británico llamado Richard Garnett que se burla de la idea de Platonópolis, usando a Plotino como personaje principal; si pueden echarle mano, léanlo, que si no les gusta, daño no les hará.
Pero pocos ejemplos son quizás tan desvergonzados como el de Plotino. Era este Plotino un filósofo del siglo III d.C., que había estudiado a conciencia diversos conocimientos esotéricos orientales. En aquellos años, ese conocimiento esotérico era realmente secreto, y por tanto, las gentes iniciadas se sentían muy especiales, no como hoy en día que cualquier tunante puede escribir "masonería", "doctrina esotérica", "gnosticismo" o "iniciación espiritual" en Google, y obtener prolijas respuestas sobre lo que se cocinaba en aquellos antros. Así es que Plotino tenía una gran reputación de sabio y erudito, hasta el punto que cuando estaba en Roma, llegaban gentes de todas partes del Imperio a beber de ese manantial de sabiduría. ¿Y qué aguas había en ese manantial? Lo de siempre: existe el Uno, todos emanamos del Uno, nuestras almas tienden al Uno, etcétera. Gran cosa.
Entre las amistades de Plotino se contaba el Emperador Galieno (260-268). Su gobierno fue desgraciado. Llegó al Imperio porque su padre Valeriano fue capturado por el enemigo en una batalla (y parece que no se apuró mucho en rescatarlo, y al final papá corazón murió en prisión). Habían pretendientes al Imperio, golpes de estado y asonadas por todas partes. Medio Imperio estaba en manos del rey Póstumo en la Galia, y otro tanto en las de Zenobia de Palmira, en Oriente. En medio de este deprimente panorama, es probable que Galieno considerara relajantes las charlas con Plotino y sus cogitaciones místicas disfrazadas de Filosofía.
Según refieren las crónicas, Plotino sugirió a Galieno nada menos que la creación de una ciudad ideal, basada en la República de Platón, llamada acertadamente Platonópolis. Dirigida con toda humildad, por cierto, por él mismo, por haber sido el de la humilde idea. Parece que la ajustada bolsa de Galieno le impidió llevar a cabo dicho proyecto, que hubiera sido, por lo demás, una curiosidad histórica. Ya Platón había fracasado en construir su modelo de república ideal en Sicilia, y Plotino otro tanto de lo mismo. A los años, Galieno murió víctima de una conjura, pero Plotino se las apañó para seguir vivo algún tiempo más, dejó discípulos (uno de ellos, Porfirio, escribió su biografía con harto lamebotismo), e inspiró a más de algún teólogo católico y filósofo de la temprana Modernidad. Hay un simpático cuento de un escritor británico llamado Richard Garnett que se burla de la idea de Platonópolis, usando a Plotino como personaje principal; si pueden echarle mano, léanlo, que si no les gusta, daño no les hará.
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