Historias desopilantes, anécdotas curiosas, rarezas antiguas: bienvenidos a los siglos curiosos.
domingo, 25 de octubre de 2009
Los arqueros ingleses barren a los caballeros franceses.
La Batalla de Crécy, en el año 1346, fue un evento mayor no sólo dentro de la Guerra de los Cien Años en que se libró, sino también de la evolución de las tácticas militares, ya que marcó el comienzo del fin para la caballería medieval. Desde la época de los francos que una cada vez más perfeccionada caballería se había transformado en el arma definitiva sobre los campos de batalla, y sobre las espaldas de su poder militar se había construido el sistema feudal entero. Pero los franceses estaban por descubrir, muy a su pesar, que eso iba a cambiar.
Apenas estallada la guerra se había librado la Batalla de las Esclusas, en la que la flota francesa había sido arrasada, alejándose para siempre el peligro de una invasión militar francesa a las Islas Británicas, pero el rey Eduardo III de Inglaterra, crónicamente escaso de numerario, había sido incapaz de aprovechar su triunfo. Finalmente se decidió a atacar a Francia, pero, incapaz de costear un ejército de caballeros (el alimento de los caballos y la forja y mantención de las armaduras tenían un costo prohibitivo), hubo de confiar en los arqueros de tiro largo. La decisión no era mala: los arqueros ingleses ya habían demostrado su valía ayudando a batir a los infantes escoceses en 1332 y 1333, y a los ballesteros flamencos en 1337. En escaramuzas previas, los franceses mismos habían recibido la mordida de la nueva estrategia militar inglesa. Pero el conservadurismo táctico francés pudo más.
Los 12.000 arqueros ingleses de Eduardo III se alinearon en una suave colina, con los flancos protegidos, aunque no tanto que fueran invulnerables a una maniobra de tenazas. Felipe VI de Francia, por su parte, mandaba a un ejército bastante heterogéneo, en el que también integraban ¡los reyes de Navarra, Bohemia y las Islas Baleares! (quizás tampoco fuera buen presagio que Bohemia fuera regida en esos años por un tal Juan el Ciego...). Aún así, Felipe VI podía oponer 12.000 caballeros, sin contar a la chusma de a pie, además de 5.000 ballesteros genoveses. Es decir, por puros números, los caballeros de Felipe VI deberían haber ganado la batalla.
Pero los caballeros franceses, todos ellos nobles y todos ellos orgullosos, desdeñaron la posibilidad de usar la táctica y prefirieron el asalto frontal. Desdeñaron también a los ballesteros genoveses, que hubieran podido contestar fuego contra fuego sobre los arqueros ingleses, y que no sólo habían marchado 18 horas seguidas, sino que además, tenían mojadas las cuerdas de sus ballestas. Apenas divisado al enemigo, los belicosos caballeros franceses decidieron atacar, colina arriba, no sólo sin haber descansado, sino incluso sin que la retaguardia hubiera alcanzado aún a la vanguardia. Los ballesteros genoveses avanzaron, pero su descarga se quedó corta: los arqueros ingleses contestaron con sus propias flechas, y causaron estragos entre los pobres ballesteros. Estos trataron de retirarse, pero fueron los propios caballeros franceses, con Felipe VI mismo gritando "¡Me maten a esos canallas, que nos entorpecen el paso y no sirven para nada!", quienes les cerraron el paso y empezaron a atropellarlos, perdiendo en esto todo el brío de un ataque frontal. Desorganizados, y ahora bajo fuego de los arqueros ingleses, los caballeros franceses intentaron cargar, sin orden ni cohesión, y sin contar con un pequeño detalle: sus armaduras no eran tan gruesas como para impedir que las puntas de la flechas inglesas, lanzadas con fuerza, pudieran traspasarlas. Quince veces a lo largo del día cargaron los franceses, y quince veces fueron rechazados. La masacre fue tan absoluta que, según algunos calculan, cerca de la tercera parte de toda la nobleza de Francia fue barrida en ese único día, sobre el campo de batalla.
Increíblemente, los franceses nada aprendieron de esto. En 1356, en la Batalla de Poitiers (otra más, no aquélla en que Carlos Martel derrotó a los árabes en 732, valga la nota), el rey francés decidió que los caballeros luchaban mejor a pie (¡¡!!) y les ordenó desmontar para cargar contra los arqueros ingleses. Nueva derrota, por cierto. En fecha incluso tan lejana como 1415, en la Batalla de Azincourt, los caballeros franceses volvieron a incurrir en el mismo error, y se ganaron una nueva y más que bien merecida derrota. La edad dorada del arquero, el piquero y el ballestero se prolongaría así durante unos dos siglos, desde Crécy hasta las guerras de Carlos V, en que nuevas innovaciones, principalmente las armas de fuego, cambiarían una vez más el mapa de la guerra.
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2 comentarios:
Muy buen post, además curiosamente esta tarde he estado leyendo la parte de 'Un Mundo sin fin' donde relata esta batalla.
Un apunte, en la novela te explican que los caballeros eran obligados a descabalgar para evitar que se lanzasen a la desesperada a la batalla y forzarlos a cumplir la disciplina.
Tú indicas que en batalla posteriores se obligó a los caballeros a actuar así ¿Es una invención de Ken Follet o tiene visos de realidad que fuese por este motivo?
Gracias por las felicitaciones, y a propósito de "Un mundo sin fin"... ¿qué tal las novelas? Hace tiempo que he estado por comprarme "Los pilares de la Tierra" y "Un mundo sin fin", pero por esto o aquello no lo he hecho. ¿Me he perdido de algo bueno, o son apenas así-asá?
En fin, respecto del asunto de los caballeros desmontados, le cedo la palabra a Geoffrey Regan, que refiere el asunto en su libro "Historia de la incompetencia militar". Escribe Regan (pags. 72-73):
"Los días de los caballeros feudales estaban contados, puesto que los arcos y las armas de mano, combinadas con la pica, darían ventaja al soldado profesional de a pie que luchaba a la defensiva. Los franceses, sin embargo, se aferraron a las virtudes tradicionales del combate caballeresco y la lección que extrajeron de su derrota en Créçy [sic] fue la equivocada, es decir, que los artífices de la victoria habían sido los caballeros ingleses que combatieron desmontados y no, como sucedió en realidad, los arqueros. El resultado de ello fue que en Poitiers, en 1356, el rey Juan II desmontó a sus caballeros y mandó que sus soldados fuertemente armados avanzaran a pie hacia las líneas inglesas. Los arqueros ingleses hicieron nuevamente una carnicería, aunque en esta ocasión la batalla se asemejó más a una tumultuosa refriega mano a mano que a lo sucedido en Créçy. La derrota francesa se debió a su incapacidad de coordinar, a la manera inglesa, arcos y picas. Los austríacos, a su vez, experimentaron también en Sempach (1368) el coste de enfrentar a caballeros desmontados contra los suizos".
Espero con esto haber ayudado a iluminar un poco el asunto. Saludos.
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