El libro "Los caracteres", escrito por el griego Teofrasto en algún minuto del siglo IV a.C., ha perdido en la actualidad bastante de la mordacidad con la que fue escrito, ya que critica muchos temperamentos y formas de ser a través de usos y costumbres que no son ya los nuestros. Aún así, para el historiador es una fuente inavaluable de datos sobre la cultura de la Antigua Grecia.
En la descripción que hace Teofrasto del supersticioso, hay una divertida compilación de supersticiones comunes en la época. Así, el que se cruce una comadreja por el camino era mal augurio, y debía esperarse a que otra persona pasara, o bien echar tres piedrecitas al lado del camino.
Al ir a la ciudad, para conseguir buena suerte el supersticioso debía lavarse la cabeza con el agua de las fuentes de las plazas.
Por su parte, al ver una serpiente en la casa, inmediatamente levanta en ese lugar un altar.
El superticioso además, siempre según Teofrasto, siente la necesidad de purificar constantemente la casa (algo que no ha cesado hasta el día de hoy, para el regocijo pecuniario de charlatanes vendedores de hierbas mágicas y similares), de evitar sentarse en una tumba, o de entrar en la habitación de una mujer parturienta.
Y si ve a un hombre con un ataque epiléptico, el supersticioso se escupe horrorizado en el propio pecho, para apartar la desgracia de uno mismo.
Todas estas costumbres pueden parecer pueriles y ridículas para el sentido moderno, pero sin embargo, ¿quién no se pone nervioso cuando se cruza un gato negro, o evita pasar por debajo de una escalera...?
Al ir a la ciudad, para conseguir buena suerte el supersticioso debía lavarse la cabeza con el agua de las fuentes de las plazas.
Por su parte, al ver una serpiente en la casa, inmediatamente levanta en ese lugar un altar.
El superticioso además, siempre según Teofrasto, siente la necesidad de purificar constantemente la casa (algo que no ha cesado hasta el día de hoy, para el regocijo pecuniario de charlatanes vendedores de hierbas mágicas y similares), de evitar sentarse en una tumba, o de entrar en la habitación de una mujer parturienta.
Y si ve a un hombre con un ataque epiléptico, el supersticioso se escupe horrorizado en el propio pecho, para apartar la desgracia de uno mismo.
Todas estas costumbres pueden parecer pueriles y ridículas para el sentido moderno, pero sin embargo, ¿quién no se pone nervioso cuando se cruza un gato negro, o evita pasar por debajo de una escalera...?
2 comentarios:
Muy interesante la información que me aportas y además útil por un tema que estoy trabajando actualmente que es el de superstición. Me gustó descubrir tu blog y "husmear" entre tus artículos.
De nada. Ser un aporte en la Historia y campos relacionados es la meta autoimpuesta para Siglos Curiosos, y si la estoy logrando, pues tanto mejor. Espero que disfrutes la estancia, revisando tanto el material antiguo como los posteos nuevos que vayan siendo publicados. Saludos.
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