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jueves, 12 de abril de 2007

La megalomanía de Oswald Spengler.


Después de la Primera Guerra Mundial, la Entente (Francia, Inglaterra y Estados Unidos) impuso condiciones tan draconianas de victoria a Alemania, que ésta se hundió en una crisis económica sin precedentes, al tiempo que la naciente y socialdemócrata República de Weimar tenía que sobrevivir a grupos ultraizquierdistas como los espartaquistas, o ultraderechistas como los nacionalistas (futuros nazis). En medio de este panorama, un filósofo alemán llamado Oswald Spengler publicó una obra llamada "La decadencia de Occidente", en dos tomos (1918 y 1923). Esta obra pasó a ser un gran éxito de ventas en todo el mundo, porque prometía explicar por fin el viejo problema de por qué las civilizaciones decaen y los imperios se derrumban.
Según Spengler, las civilizaciones son como organismos vivos, aunque la unión entre sus elementos es de carácter un tanto más espiritual. Por tanto, como los organismos vivos, nacen, se desarrollan, crecen, declinan y mueren. Todo, con la monótona regularidad de un reloj. Según Spengler, la civilización occidental, cuyo nacimiento hace coincidir con el Imperio Carolingio, estaba ya entrando en el invierno de su existencia, y le faltaba bien poco para morir.
A pesar de lo ímprobo de sus ideas, Spengler pasó a ser un autor muy popular, debido a un cierto rasgo de megalomanía. Spengler hacía coincidir el colapso de Alemania nada menos que con el colapso de toda la civilización occidental en su conjunto. Para Spengler, como para una ristra de alemanes anteriores y posteriores a él, Alemania era lo mejor que había producido la cultura europea, y por ende, el fracaso de Alemania en la Primera Guerra Mundial era nada menos que la trompeta del Apocalipsis para toda Europa. Conforme el resto de Europa fue cayendo bajo la férula de Estados Unidos y la Unión Soviética, también otros europeos (no alemanes) adoptaron las ideas de Spengler.
Huelga decir que las ideas de Spengler están hoy en día abandonadas, y ningún historiador responsable las toma en serio, en particular por ese tufillo decimonónico que tienen sus cogitaciones sobre "el desarrollo del espíritu" y cosas así. Sin embargo, aún sigue dando trigo que trillar a los molinos de intelectuales alarmistas que profetizan el fin en breve del mundo occidental.

11 comentarios:

Manuel David Mora Hervás dijo...

Quisiera mostrar mi total desacuerdo con el enfoque dado a este tema. Para mi la decadencia de Occidente no sólo me parece incuestionable
-la crisis económica que estamos atravesando solo es la punta del iceberg-,sino que no hay mas que leer la obra de Mommsen "El mundo de los Césares" para comprobar como los paralelismos entre la Roma justo anterior al Imperio y nuestra época son espeluznantes-total ausencia de valeros, primacía de una "moral" plebeya,falta de buen gusto tanto en el arte como con la sexualidad,etc-. Pero a mi no me hace ninguna falta leer ni a Mommsen ni a Spengler.Simplemente con mirarle la cara a un joven de hoy o encender un momento la televisión, veremos en ambos casos exactamente lo mismo:vacío.

General Gato dijo...

Bueno, respecto de la "decadencia de Occidente", a mí el tema me parece debatible, porque si bien existen señales claras de decadencia (la TV, la farándula, los fundamentalismos, el "todo vale", etc.), también hay señales de optimismo y esperanza (la tecnología, el activismo ecológico, las ONGs). Quizás es demasiado prematuro para decir si nuestra civilización ha colapsado o no. Por otra parte, sí que parece muy plausible que el viejo orden intelectual renacentista-ilustrado, basado en un antropocentrismo a ultranza, esté prácticamente terminado, reemplazado por un nuevo tipo de sociedad, que no necesariamente va a ser mejor o peor, sino que puede ser tan solo diferente.

Respecto de Spengler mismo, si bien sigue siendo popular entre los filósofos de la Historia, entre los historiadores mismos no tiene mucho que aportar, debido a su adscripción endémica al idealismo posthegeliano alemán del XIX. Que las civilizaciones surjan y decaigan, eso nadie lo pone en duda (ahí tenemos Chichén Itzá, Angkor Vat, Troya...). Pero hoy en día tenemos una batería de explicaciones científicas considerablemente más desarrolladas para explicar por mecanismos científicos, que pensar en términos de idealismo filosófico. Hoy en día parece bastante claro que muchas civilizaciones colapsaron no por una "pérdida del espíritu heroico" o por ponernos spenglerianos, por pasar de la "Cultura" a la "Civilización" y caer en el "cesarismo", sino que esto es consecuencia de presiones demográficas, económicas y ecológicas. Además, el enfoque histórico spengleriano reconoce sólo ocho civilizaciones, y podríamos bien preguntarnos cómo encajamos un montón de otros desarrollos culturales que no parecen encajar en las ideas spenglerianas.

Manuel David Mora Hervás dijo...

¿Cómo es posible que Spengler ya sabía como iba a ser la sociedad del siglo XXI? Él ya daba por hecho que en nuestra época sólo podía imperar una sóla clase de espíritu:el materialista.Él ya sabía que en nuestros días la cantidad prevalecería sobre la calidad.El ya sabía que en nuestro tiempo estaríamos mas preocupados por la higiene que por la ética.

El trivium de la cultura es la religión, la moral y el arte;el de la civilización, la política(votos),la economía(dinero), y la técnica(posbilidades prácticas de lka misma).Lo que para el hombre culto es cualitativo, lo reduce el hombre civilizado a merasd cifras.
Y todo eso, Spengler, allá por 1917, sabía que ocurriría irremediablemente

General Gato dijo...

No creo que Spengler en ese sentido fuera un profeta del porvenir, sino que simplemente observaba su entorno y sacaba conclusiones. La idea de la "crisis de la Modernidad" (la crisis de la Civilización Occidental o "Fástica", en el modelo spengleriano) puede datarse quizás desde el Romanticismo (el "Frankenstein" de Mary Shelley, que insinúa la posibilidad de fabricar seres humanos como la Ford fabrica automóviles en serie) es la novela tecnofóbica y anticientífica por excelencia... y data de 1817. Y el espíritu de optimismo científico es parte de la Modernidad. Nietzsche tampoco lo hace nada de mal, cuando pone a Zaratustra de regreso en el mundo para abolir la frontera del bien y del mal. En el mundo artístico, el período de tiempo 1863-1924 (fijando convencionalmente fechas de inicio y término con el comienzo del Impresionismo y la publicación del "Manifiesto Surrealista") marcaron una acelerada descomposición de todo el cánon moderno occidental: abolición del realismo con el Impresionismo, de la perspectiva lineal con el Cubismo, del "fotografismo" con el Surrealismo, del convencionalismo mismo con el Dadaísmo... Escritores como el Julio Verne más tardío (posterior al atentado de 1886), o Herbert George Wells, por su parte, alertaban contra los peligros del maquinismo y del imperialismo ("La guerra de los mundos" es la novela antiimperialista por excelencia). En ese sentido, Spengler puede que haya adivinado algunas cosas, pero profeta, lo que se dice profeta, esto es, alguien que tiene una visión del futuro y la trae al presente, eso no era.

Por otra parte, Spengler falla en la metodología empleada, porque en vez de recurrir a un saludable empirismo (algo básico tratándose de un trabajo científico), se hunde en los meandros del idealismo a la alemana para explicar todo el ciclo de las civilizaciones como una serie de marchas y contramarchas de concepciones abstractas y vitalistas. Su recurrencia a la investigación de la mentalidad matemática como método de adentrarse en la historia de las mentalidades (idea ésta de raigambre genuinamente kantiana), no demuestran sino un espúreo entendimiento de sobre cómo funcionan las Matemáticas. Y los cuadros que incluye en su titánica "Decadencia de Occidente", son estupendos en su afán tanto de detallismo, como de proporcionar información sesgada sobre cada época histórica en particular a la que se refieren.

En resumen, el problema de Spengler es que, con la mascarada de hacer "investigación histórica" o "filosofía de la historia", según se prefiera, estaba en realidad llevando a cabo un programa político según el cual "el fin de Alemania es también el fin de Occidente". Idea que puede ser o puede no ser, pero que, como mínimo, admite mucho debate.

Manuel David Mora Hervás dijo...

Para mi Spengler es todo un maestro a la hora de abordar el problema de la caída de las culturas. En ningún momento se atribuyó el rol de profeta, sino que trató, mediante métodos intuitivos,de reconocer el desarrollo histórico de éstas mediante métodos artísticos. Para el filósofo de Blankenburg,resulta imposible determinar si las civilizaciones decaen de forma irreversiblemente periódica mediante las premisas de causa y efecto, ya que ello implica deshacer el camino temporal "hacia atrás", de forma que uno acaba siempre por perderse. Sólo mediante la aprehensión intuitiva, casi poética spengleriana, podremos reconocer, efectivamente, que se trata de lo que "sólo podía darse" en las circunstancias en cuestión (la vivencia o"erlebins" de Dilthey). Fue así como llegó a su profunda concepción del sino, puesto que este se realiza siempre hacia "adelante",a la par que el tiempo.
Cuando Spengler publicó su obra, todos le tacharon de pesimista. Cuando el filósofo tudesco aseguró que la especulación, la corrupción moral,así como las tendencias feministas, hedonistas y estéticas (!incluso en los varones!) se adueñarían de Occidente(tal y como ocurrió EXACTAMENTE en Roma, ni más ni menos), todo el mundo lo tachó de pesimista. Hoy en día
nadie se atreve a asegurar tal cosa:"!Como va a ser todo eso malo, si estos valores son los heraldos del progreso!" dicen "Ojalá se cumplan todas sus predicciones!". Pues bien, esta es la clave de nuestra decadencia: las ideas progresistas, ya claramente anticipadas por Nietzsche.
Con respecto al tema de las matemáticas, lo cierto es que todos los historiadores(incluido Toynbee, que no duda en atacarlo con respecto a otras cuestiones), al menos en este aspecto, han alabado la faceta enciclopédica de Spengler, quien se desenvuelve como pez en el agua en cuestiones tan alejadas entre sí como la física, la química o las ciencias exactas. Respecto a su postura sobre la ciencia, lo cierto es que hoy en día parecen resurgir ciertas ideas spenglerianas gracias a la labor de la epistemología, con Thomas Khun como
máximo exponente.

General Gato dijo...

A ver, por dónde parto... :-)

La cuestión del método es siempre muy importante, porque en definitiva de bien poco vale que el resultado sea bueno si no podemos confiar en él porque el método es deficiente. Y el método spengleriano sí es deficiente. Respecto de la defensa cerrada que haga Toynbee de él, la verdad no recuerdo ningún párrafo o cita en que Toynbee lo defienda por su método. Por el contrario, en su ensayo "La civilización puesta a prueba", el que abre el libro del mismo título, si bien habla en términos laudatorios de la obra spengleriana, pone sus severas dudas sobre el método (dice algo así como "veamos si podemos mejorar el dogmatismo alemán con algo de empirismo inglés"...). En cuanto a la relación que hace entre el entendimiento de las Matemáticas y la mentalidad del mundo, en primer lugar implica comparar peras con manzanas (¡pero, ah, se puede porque peras con manzanas pertenecen a un superorganismo vivo llamado la Civilización Frutal!), y en segundo lugar, debido a que las Matemáticas son unas y mismas para todo el universo, el entendimiento de los números no difiere tanto entre culturas como Spengler quisiera hacernos creer. Cuando mucho varía el grado de desarrollo y las formas de notación, pero no la concepción misma de las Matemáticas. Y la "aprehensión poética" puede ser muy funcional para expresar cosas con fuerza, pero desde luego que no reemplaza un buen método de investigación (es como si los creacionistas, por hablar ideas con la fuerza de la poesía bíblica, tuvieran razón a despecho de sus irrisorios métodos de investigación).

En cuanto a que fuera pesimista... Bueno, como comentaba, las señales estaban allá afuera, y eso no lo convierte en un profeta. Acaso sí en un hombre sensible a su tiempo. Y por lo pronto, sobreexageró el papel de la Alemania de su tiempo (en sus cuadros de desarrollo de la civilización, hay que ver la importancia que le concedió a los filósofos alemanes del XIX...).

El trabajo de Thomas Khun, para ser franco no lo conozco, y habrá que investigar. Por lo pronto, la palabra "Epistemiología" me suele despertar una cierta comezón, porque cada vez que esta "ciencia del conocimiento" trata de concretar resultados, termina degenerando en Psicología Cognoscitiva, en Neuropsicología o en Lingüística, y la Epistemiología como tal termina desapareciendo del horizonte...

Manuel David Mora Hervás dijo...

El método spengleriano se basa en gran medida en la "Naturphilosophie" de los poetas Goethe y Schelling´para quienes la naturaleza estaba dotada de un "espíritu" (el "eros" platónico) en el que se entremezclaba el idealismo filosófico junto con convicciones de índole personal, elaborando un sistema metafísico en el que la materia estaba cargada de un "alma" o "espíritu universal" (idea claramente spinozista). Lo cierto es que tales planteamientos fueron rechazados de inmediato por los científicos positivistas, e incluso hoy día por la práctica totalidad de los filósofos,como muestra L.Geymonat en su obra "Historia del pensamiento filosófico y científico", donde puede leerse en relación con la filosofía naturalista: que se trata de un turbio abandono a las fuerzas desenfrenadas de la fantasía que ha llegado a producir las absurdidades más ridículas". Esta fe ciega en la explicación mecánico-causal de los fenómenos naturales e históricos ha desembocado en la renuncia absoluta de abordar la explicación racional de las decadencias de las culturas en términos trascendentes como "alma" o "espíritiu". De hecho, todos los historiadores contemporáneos coinciden en la opinión de analizar los procesos históricos mediante relaciones políticas, económicas o tecno-ecológicas.

Manuel David Mora Hervás dijo...

Con respecto al asunto de las matemáticas, podemos leer en "la Decadencia de Occidente" las siguientes palabras de Spengler:
"Junto a ciertos factores que sin duda alguna tienen una amplísima validez y son independientes, al parecer, por lo menos, de la cultura y el siglo a que pertenece el sujeto cognoscente, hay además en todo pensamiento una necesidad formal de muy otra índole, y a la cual el hombre se halla constreñido, no como hombre en general, sino como miembro de una cierta cultura, con exclusión de otra cualquiera". Es decir, que la "verdad" 2+2=4 es comunicable ¨como verdad¨; lo que no es comunicable entre culturas son las "ideas cosmovisionales" que lleva implícita esa verdad, ideas que conllevan un SENTIMIENTO DEL NÚMERO que no es posible comunicar, aun en el caso de que estemos convencidos de lo contrario. Así se entiende por qué los griegos, por ejemplo, pese a que conocían la magnitud del cero mediante los matemáticos caldeos, la rechazaron de plano por no encajar en su propio e intrínseco sentimiento cosmovisional. He aquí, pues, la profunda lección de Spengler, que podría resumirse en el siguiente aforismo:
"todo pensamiento presuntamente general o universal, encierra siempre un sentimiento particular y único"

General Gato dijo...

Justamente ése es el problema con Spengler, que su método tiene mucho de intuición metafísica, y con intuiciones metafísicas se puede inventar prácticamente cualquier cosa.

Respecto del número, claro, las Matemáticas son las mismas para todo el universo, pero la idea del "sentimiento del número" es un poco más arriesgada, y en definitiva no tiene nada que ver con las Matemáticas. Y en cuanto a que las ideas cosmovisionales no sean comunicables entre sí... hmmmmmm... Me temo que eso es un yerro de proporciones. Después de todo, los matemáticos griegos tomaron una tonelada de conocimientos desde fuentes egipcias y babilónicas, sin arrugarse. Y de lo que el mundo europeomedieval le robó a los musulmanes, ya ni hablemos... Incluso las propias cosmovisiones pueden injertarse dentro de culturas en principio muy extrañas. El Cristianismo, sin ir demasiado lejos, es una amalgama de elementos judíos/semíticos/medioorientales (como los quieran llamar) con otros propios de la más rancia tradición grecorromana. Sí, ya sé que eso Spengler lo explicaba con su teoría de la Pseudomorfosis, o algo así creo que se llamaba. Otro ejemplo: en la Edad Media, el reemplazo de la Filosofía Platónica al estilo de San Agustín por la Filosofía Aristotélica al estilo de Santo Tomás recibió un poderoso impulso gracias a la recepción del pensamiento aristotélico en Europa, gracias a la Escuela de Traductores de Toledo en buena medida, y eso sí que es un paso de un "ambiente cosmovisional", por llamarlo de alguna manera, a otro...

Manuel David Mora Hervás dijo...

En efecto, haí está la clave: que vemos lo que los griegos aceptaron procedente de otras culturas(aunque siempre dándoles su propio contenido, y eso Spengler ya lo demostró cuando en el Renacimiento se creyó haber "resucitado" el sentimiento de la cultura griega), pero no vemos la ingente cantidad de elementos que bien pudieron haberlos tomado Y NO LO HICIERON. ¿Por qué? Pues porque tales elementos contradecían necesariamente su intuición cosmovisional.
Volviendo al asunto de las matemáticas, resulta cuanto menos curioso observar ciertas incongruencias para las que los historiadores no tienen respuesta. Me refiero al problema, por ejemplo, de los maoríes australianos, quienes revelan un sentimiento numérico muy próximo a lo que en nuestra matemática llamaríamos "cálculo diferencial". Y eso por no hablar de los aymara en el altiplano boliviano, capaces de concebir un lenguaje basado en un sistema binario que es capaz de reflejar exactamente el grado de duda que poseemos al establecer una afirmación o una negación. Claro que tales incoherencias han sido muchas veces puestas de relieve por "arqueólogos heterodoxos" para sustentar sus fantásticas tesis sobre civilizaciones perdidas,etc. Tales hechos nos llevan, empero, a considerar realmente si el desarrollo de nuestra matemática no será mas bien fruto de concepciones metafísicas particulares, ya expresadas de forma inconsciente en la arquitectura gótica.

General Gato dijo...

Una cosa es que los griegos hayan dejado de tomar algunos elementos, y otra muy distinta que eso se deba a problemas de choque de cosmovisiones. Los casos de culturas convertidas en compartimentos estancos tienden a ser más bien raros en la Historia (se me ocurre el Egipto posterior a Akenatón, o el Japón del Shogunato Tokugawa). Toda cultura vive siempre en la tensión de aceptar demasiado y disolverse en una cultura extraña, o aceptar demasiado poco y anquilosarse. Pero una cultura, o civilización, o como quiera llamársela, está formada por personas, y mientras más personas estén sometidas a una influencia foránea, por la pura presión de grupo tenderán a influir y dejarse influir. Esto es bien visible, por ejemplo, en el fenómeno de las lingua francas o de los sincretismos religiosos. El propio Cristianismo es un sincretismo religioso mayúsculo entre una religión judía rígidamente monoteísta, y una cultura grecorromana que aceptaba los semidioses, la apoteosis de los héroes...

El tema de los maoríes y los aymaras, debo reconocer que no lo conozco (y si lo conociera, ahí tengo otro posteo más... :-D ). Pero no me parece tan insólito. Después de todo, excluido el elemento de Matemáticas puras y duras para pasar a una visión cosmológica del universo, éstas evolucionan de maneras a veces muy extrañas, que no tienen que ver con el progreso material ni con el grado de complejidad social de la cultura en cuestión.

¿Un puente de unión entre la Arquitectura Gótica y las Matemáticas a partir de Leonardo Fibonacci? Es una idea interesante. No me extrañaría que dicho vínculo cosmovisional existiera, en realidad. Por lo pronto, no debe mirarse en menos el impacto que sobre ambos tuvo el ambiente de libertad parroquial que imperó entre los burgos de finales de la Edad Media, en la época entre la descomposición del sistema feudal y el surgimiento de los Estados Nacionales. Hay bastante tela que cortar ahí.

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