Historias desopilantes, anécdotas curiosas, rarezas antiguas: bienvenidos a los siglos curiosos.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Fabricando pianos y cazando cometas.
La historia de Kaoru Ikeya el cazador de cometas nacido en 1943, tiene algo de peregrina. El señor Ikeya, padre de Kaoru, era un vendedor de pescados, y deseaba que su hijo se dedicara a seguir sus pasos: pensaba que la Astronomía no era para la gente de condición humilde. Por su parte Kaoru, que vivía desde los seis años en una casa al lado de un lago, se subía al techo para escapar del alboroto de sus tres hermanas. En esas escapadas a las techumbres se había entusiasmado con el cielo, y había comenzado a revolver la biblioteca de su colegio buscando textos de Astronomía. Acabó aprendiendo los principios de física, en particular los de óptica, para construir su propio telescopio.
Las cosas empeoraron cuando la pescadería empezó a ir mal, y el padre ahogó las penas en sake. El que un padre desatienda a su familia es grave en cualquier cultura, pero en la japonesa posterior a la Segunda Guerra Mundial era peor, debido a que un padre que desatendiera sus obligaciones morales no sólo se deshonraba él, sino que también caía la mancha del deshonor sobre toda la familia. Su madre tuvo que emplearse como camarera de hotel, lo que en la época y lugar era una deshonra horrible: una madre y esposa lavando y cocinando para extraños en vez de para su familia. Kaoru Ikeya se obsesionó entonces con descubrir un cometa: tal cosa podría ayudar a borrar el estigma sobre su familia. Por mientras tanto, apenas culminó su enseñanza media, entró a trabajar en una fábrica de pianos, como operario no calificado y con el salario más bajo de la escala. Corría el año 1959.
Mientras tanto se las arregló para fabricarse su propio telescopio, puliendo su propio lente y consiguiéndose el resto de las piezas en tiendas de segunda mano. Empezó a buscar en el cielo... y nada sucedió. Le escribió a Minoru Honda, otro astrónomo aficionado que ya tenía unos cuantos cometas descubiertos a su haber, pidiéndole consejo. La respuesta no puede ser más japonesa: "Observar el cielo con el único propósito de descubrir un cometa es una labor inútil que exige muchísimo tiempo y muchísimo trabajo, pero observarlo por sí mismo, sin pensar en descubrimientos, podría traer suerte a un buscador de cometas".
El 31 de diciembre de 1962, la madre de Kaoru Ikeya, afligida porque su hijo ya había invertido 16 meses de noches escrutando los cielos, le pidió que descansara. Después de todo, gracias al trabajo de ambos, la familia había salido de deudas, y era hora de empezar el año con otro espíritu. Kaoru obedeció, pasó el Año Nuevo con su familia, y acompañó a su madre a un templo a rezar. A la noche siguiente, el 2 de enero de 1963, Kaoru subió al cielo, y descubrió lo que sin lugar a dudas era un cometa. Pero aún no podía estar seguro, de manera que a la mañana siguiente, envió un telegrama al Observatorio Astronómico de Tokio, dando los datos del mismo para confirmar si era un descubrimiento en verdad, o sólo un cometa ya catalogado. Poco después, revisada la información, era oficial: Kaoru Ikeya había descubierto el primer cometa del año 1963. El cometa de código 1963a pasó a ser llamado Cometa Ikeya en su honor.
El descubrimiento le significó a Kaoru el relacionarse con el resto de la comunidad de astrónomos del mundo. A pesar de ello, no hizo ningún alarde, y siguió trabajando en la fábrica de pianos, en donde nadie supo la nueva hasta que empezaron a aparecer periodistas buscando entrevistar al astrónomo aficionado. La fábrica entonces inició una colecta entre todos los trabajadores, para que Kaoru pudiera seguir sus observaciones celestes. Reunieron la bonita suma de 150 dólares, y le entregaron un diploma por su aplicación y espíritu de estudio. Nada mal para un joven catalogado antes en la fábrica como "constante, cumplidor, callado (...) No participa en los deportes o clubs de la compañía. Le falta ambición e iniciativa". Incluso aprovecharon la historia para hacer una película sobre la vida del chico. Cuando éste la vio, su único comentario fue: "¿Por qué no les basta con la verdad...?".
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2 comentarios:
¿Trabajó en la fábrica para siempre? Sería interesante que este descubrimiento le hubiese proporcionado las condiciones necesarias para dedicarse de modo exclusivo a la astronomía, que a fin de cuentas era su gran pasión.
Por desgracia, la fuente de mi historia es bastante antigua (en concreto, Selecciones del Reader's Digest de junio de 1966). Y no encontré mayores antecedentes sobre su vida posterior en internet, salvo el hecho de que andando el tiempo, descubrió y le dio nombre a varios otros cometas. El que aparece en la foto, por ejemplo, es uno que descubrió en el año 2002 (porque no hubo caso de pillar alguna foto del mismísimo 1963a, así de maniático soy para buscar ilustraciones adecuadas al texto). Si algún lector puede ayudar con la cuestión, se agradece la información suplementaria, por supuesto.
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