El descubrimiento fue accidental. Resulta que William Hare se había casado con una viuda que poseía una pensión, y por lo tanto como marido decimonónico que era, se encargaba de regentarla. En esos negocios estaba cuando un pensionista cualquiera se le murió, y recibió entonces una oferta de siete libras por el cuerpo. Entonces, en un rapto de inspiración capitalista y libremercadista, decidió meterse en el novísimo filón del tráfico de cadáveres a la Escuela de Medicina. Pero para ello, lógicamente, debía obtenerlos, y como la gente no suele querer morirse con facilidad, y menos para donar su cuerpo a la ciencia, decidió transformarlos en donantes involuntarios por el expediente de matarlos.
La Escuela de Medicina exigía por supuesto que los cadáveres debían estar en óptimas condiciones, y esto significaba sin heridas ni lesiones de ningún tipo, claro está. Entonces la banda compuesta por William Hare, su esposa, William Burke, y la amante de este último, perfeccionaron un modus operandi destinado a tales efectos. Primero, las mujeres se encargaban de atraer machos recios con sus armas de mujer, y los emborrachaban. A continuación, cuando ya estaban dormidos, entraban los hombres en el asunto: entre los dos inmovilizaban a la víctima, y luego uno se le subía al pecho oprimiéndoselo con la rodilla, luego de lo cual el otro le tapaba la nariz y boca para que no volviera a respirar.
El asunto se destapó cuando accidentalmente una persona descubrió uno de los cuerpos. Interrogados Burke y Hare, ambos cayeron en contradicciones, y fueron llevados a proceso junto con las mujeres involucradas. Las pruebas no eran concluyentes, de manera que el fiscal le ofreció inmunidad a Hare a cambio de traicionar a Burke: de esta manera el primero escapó sin problemas a la justicia (si bien tuvo que exiliarse debido al peligro de linchamiento), mientras que Burke acabó colgado, ejecutado... y diseccionado en una Escuela de Medicina, siguiendo la ley de que estos cuerpos sí que podían ser llevados para los estudiantes, y conservándose su cuerpo para la posteridad y las lecciones de los futuros estudiantes de dicha ciencia, en una irónica volte face del destino. En 1832 se aprobó en Inglaterra una ley que permitió a quien tuviera la posesión legal de un cuerpo humano muerto, entregarlo para su disección, así como prohibiendo el comercio de cadáveres (lucrativo: de las siete libras iniciales, Burke y Hare habían ascendido hasta catorce, el doble, en su última venta) y estableciendo vigilantes en los cementerios. El caso inspiró también varias pelis, incluyendo una con Boris Karloff ("El profanador de tumbas", de 1945). Además, hubo una repercusión en el idioma: el método de matar a una persona por sofocación, presionando la rodilla contra su pecho, en inglés pasó a ser conocida precisamente como "burking".
4 comentarios:
Bueno. El tráfico de cadáveres para estudios de medicina ha sido una constante antes y después del caso detallado aquí. Sin ir más lejos, a comienzos de este siglo se supo de la venta de esqueletos desde el Cementerio General a alumnos de varias universidades de Santiago. Pero nada se asemeja a lo ocurrido en Colombia en la década de 1990, cuando estudiantes de una facultad de medicina convencieron a varios mendigos de entrar al plantel para recibir una suculenta comida -que en algunos casos, la entregaban- para, al primer descuido, matarlos y usarlos para sus trabajos.
Curiosa entrada. Y cierto es que a veces la vida te paga con la misma moneda como le paso a Burke.
Y le felicito por su seguidor, el sr. Nomez; el da esplendor con sus comentarios a todas sus entradas. Saludos a los dos!
Y aprovecho de agradecer al Retronauta, por haberse anotado como nuevo seguidor de mis blog.
A GALO GOMEZ: Desconocía el caso de esa venta de esqueletos, tenebroso en el mejor de los casos. Y la de Colombia está de escalofrío.
A LORENZO EL RETRONAUTA: Justicia poética, quien por ejecución manda a disecar... por ejecución es disecado. Claro que Hare se la sacó más o menos limpia. Saludos igualmente.
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