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domingo, 27 de junio de 2010

Hebreo y judío y sionista.

Por esta vez, Siglos Curiosos hará un servicio de utilidad pública a sus lectores, y explicará someramente la diferencia entre algunos términos relacionados con el Judaísmo, que suelen utilizarse de manera confusa e intercambiándolos unos por otros. Y cuando me refiero a "manera confusa", me refiero a que una de las acepciones aceptadas por la Real Academia Española de la Lengua del término "judío" es usarlo como sinónimo de "hebreo", cuando en realidad no son lo mismo. De manera que quizás no sea superfluo hacer algunas aclaraciones, sólo para los registros.

Partamos por "hebreo". Los hebreos fueron un pueblo de tantos que ocuparon Palestina en el primer milenio antes de Cristo. Aunque según la Biblia sus orígenes se rastrean hasta Abraham, lo cierto es que parecen haber levantado cabeza en términos políticos recién después de que el Imperio Egipto se retiró de Palestina, evento que coincidió en la historia hebrea más o menos con el llamado período de los Jueces (hacia los siglos XIII o XII a.C.). Los hebreos se organizaron en un reino bajo Saúl, David y Salomón (no hay motivos de fondo para descartarlos como personajes legendarios, como algunos críticos sostienen), y luego el reino se partió en dos: Judá al sur e Israel al norte. Luego de sufrir el Cautiverio de Babilonia en el siglo VI a.C., algunos hebreos regresaron a Palestina gracias al rey persa Ciro el Grande. Obtuvieron una cierta independencia bajo los Macabeos, sólo para perderla después a manos romanas, que en las sucesivas masacres de 70 y 135 después de Cristo los dispersaron, y se acabaron los hebreos como un pueblo histórico. Con todo, la palabra sobrevivió en el llamado idioma hebreo, que fue conservado como parte de la liturgia del Judaísmo. Además, la costumbre hebrea de la endogamia, y por qué no decirlo, el antisemitismo medieval europeo, ayudó a mantenerlos como una etnia separada y aparte.

Sigamos ahora por "judío". El judío es el que profesa la religión del Judaísmo. ¿Y no se supone que el primer judío fue Abraham? Según el relato bíblico sí, pero según la evidencia interna presentada por la Biblia, la respuesta debe ser no. Los primeros hebreos profesaban una religión nacionalista no demasiado diferente a otros cultos paganos del Medio Oriente en la época, en que se asociaba un dios nacional al territorio controlado políticamente de una ciudad (así: Ashur sobre Assur, Marduk sobre Babilonia, Amón sobre Tebas, etcétera). El Templo de Salomón, por ejemplo, fue construido para el dios Yahveh que era ante todo el dios tutelar y nacional de los hebreos, no el dios y señor de toda la Humanidad en que la mentalidad hebrea lo transformó con posterioridad. Esta noción de que Yahveh es señor de toda la Humanidad es muy posterior, y data más o menos del Cautiverio de Babilonia. O sea, el Judaísmo como religión con los rasgos que la conocemos actualmente, cobró fisonomía definitiva recién en el siglo VI a.C. Y huelga decir que, después de que los hebreos desaparecieran como un pueblo, el Judaísmo sobrevivió hasta el día de hoy.

Y sigamos con "sionista". El sionismo es ante todo un movimiento político, no un concepto religioso como "judío" ni étnico como "hebreo", aunque tiene tintes de uno y otro. El sionismo es en muchos sentidos una derivación del movimiento nacionalista del siglo XIX, y buscaba (y busca aún) la creación de un Estado Nacional que congregue a los hebreos judíos en la Tierra Prometida bíblica. Los sionistas buscan el fundamento para su doctrina en la Biblia, por supuesto, pero en tanto movimiento político, fue una fuerza significativa recién después del Primer Congreso Sionista, que se celebró en Basilea en 1897. O sea, durante la mayor parte de su historia los judíos no han sido sionistas, al menos en el sentido estricto y moderno del término.

Al último, como bonus track, hablemos de "israelita" e "israelí", palabras éstas sí que se prestan a muchas confusiones, debido a que han existido dos "Israel" en la historia. Primero está el Reino de Israel, que ya mencionamos antes, y que duró desde la división del Reino de Salomón (hacia 930 a.C.) hasta la conquista de su capital Samaria por los asirios (hacia 721 a.C.). O sea, los israelitas de esta época eran sólo los "hebreos del norte", por contraposición a los habitantes del Reino de Judá en el sur. Y después está el actual Estado de Israel, existente desde 1948. Además, por si fuera poco, es aceptable para la RAE usar el término "israelita" como sinónimo de hebreo, y también de judío, a pesar de que como vimos, en sentido estricto no son lo mismo.

De manera que, si trazamos una línea de tiempo, vemos que los hebreos surgen a la Historia hacia el siglo XIII a.C. Luego, amenizan el asunto los israelitas entre los siglos X y VII a.C., luego de lo cual vuelven a desaparecer. En el siglo VI a.C. aparecen los judíos. Más tarde, en el siglo II d.C., los hebreos desaparecen como tribu, y sobreviven más o menos como etnia en una diáspora, además del hebreo como lenguaje, en tanto que los judíos en tanto tales continuan. Y en el siglo XIX aparece el sionismo como movimiento, y algunos judíos (no todos tampoco) se plegan al mismo. Y aún más tarde, en 1948 (siglo XX), al aparecer el Estado de Israel, aparecen en escena los israelíes. ¿Un poco más claro, el embrollo...?

jueves, 24 de junio de 2010

Chile va por el campeonato.

En Chile se utiliza la expresión "por el campeonato" para referirse a los que hacen algo de manera abundante, copiosa, incluso exagerada. Así, "hablar por el campeonato" es padecer de cierta autoindulgencia frente a la propia verborrea, por decirlo en fino. "Comer por el campeonato", con la misma lógica, es darle generoso gusto al vientre, también en finolis. Y así sucesivamente (al menos en Chile, porque la RAE recoge la acepción, pero no la señala como chilenismo, así es que ignoro si en otras latitudes existirá la expresión, con una historia igual o similar). Claro, ésta es una de esas expresiones que ya va camino en desuso, y es la gente mayor, incluso de la tercera edad, quienes todavía a veces la usan. Y es que la expresión está asociada a un evento histórico ya un tanto pasado de moda. Bueno, deportivo, que es lo mismo que decir histórico a medias, porque ya sabemos que si el deporte hace historia, es gracias a grandes tipos como Píndaro el poeta de los deportistas, y no a los musculines tipo profesor de gimnasia que hay de todo un poco y en todas partes (L.M., I.J., ...conozco unos cuantos). Pero en fin, volviendo al tema del posteo, el suceso en cuestión es el Mundial de 1962.

Como todo fanático del fútbol sabe o debiera saber, la Copa Mundial de Fútbol de 1962 se celebró en... ¡¡¡CHILE!!!, país al que después de eso sólo le faltan los Juegos Olímpicos. Chile estaba en manos del "gobierno de los gerentes" del Presidente derechista Jorge Alessandri (el "cachorro de león"), y había sufrido el terremoto de 1960, el más grande registrado en la Historia Universal. Gracias al esfuerzo de Carlos Dittborn, Presidente de la Comisión Organizadora, Chile pudo reconstruir e incluso mejorar toda la infraestructura futbolística, y se le reconoció su noble labor bautizando Estadio Carlos Dittborn al que se construyó en Arica. Aparte del Carlos Dittborn, los otros estadios remozados para los estándares de un Mundial, fueron El Teniente (Rancagua), el Nacional (Santiago, actual Nacional Julio Martínez Pradanos) y Sausalito (Viña del Mar). Asimismo, Chile en masa se volcó al fenómeno futbolístico, y se responsabiliza al Mundial de 1962 que la televisión finalmente penetrara a lo bestia en el mercado chileno, cuando anteriormente se compraban estos aparatos (entonces muy caros) más bien con cuentagotas.

Y resulta que Chile, por una vez en la vida, no deslució. El pícaro humor chileno hizo su aparición. Los carteles decían "Comimos queso" cuando los chilenos batieron a los suizos, después "Comimos tallarines" cuando batieron a los italianos, y a continuación "tomamos vodka" cuando los derrotados fueron los rusos. La racha duró hasta las semifinales, en las cuales Brasil ganó a Chile 4-0. Aunque después en la final, Chile batió a Yugoslavia 1-0 y se quedó con el tercer puesto. Yugoslavia, después del bochorno de ser vencidos en dura lid con Chile, empezó un imparable proceso de decadencia que culminó en su desintegración final tres décadas después (bueno, ayudaron un poco la muerte del Mariscal Tito, la caída del comunismo y el problema étnico, pero la contribución chilena al derrumbe de Yugoslavia no debe despreciarse).

De ahí quedaron algunas herencias. La televisión dejó de ser algo experimental en Chile. El país, hasta el minuto eterno coleado en los Mundiales, se llevó un bonito tercer lugar. El ánimo nacional subió después de la doble catástrofe del terremoto y del gobierno de los gerentes. Y quedó para la posteridad frases como "escribir por el campeonato", que bien puede aplicársele al General Gato, su seguro servidor, que se ha alargado lo suyo con este posteo...

domingo, 20 de junio de 2010

Hitchcock el sucio.

El director británico Alfred Hitchcock (1899-1980) es saludado como el Amo del Suspenso, casi como el coco del coco. Sus pelis siguen siendo populares incluso hoy en día, gracias a que son policiales calculados al milímetro para poner al espectador al borde de la butaca. Un segmento un poco menor de público, concretamente los estirados de toda la vida, lo rescatan también como una muestra de las contradicciones del sistema capitalista, etcétera. Pero probablemente la clave de muchas pelis hitchcockianas, y la perdición de muchos que han tratado de imitarle sin alcanzarlo, es que bajo su estampa de británico ancho y flemático, tenemos un depravado sexual de cuidado. En este posteo haremos un necesariamente brevísimo repaso por algunas fijaciones sexuales corrientes del cine de Hitchcock. Y claro, necesario es advertir, habrán spoilers a mansalva, así es que si no han visto muchas pelis de Hitchcock y piensan hacerlo (y si no, les recomiendo que lo hagan, que este posteo es para gente que ya las haya visto), les recomiendo que vayan a la tienda de DVDs más cercana y empiecen a arrendar. Dicho lo cual, vamos avante con Hitchcock el sucio, y las distintas suciedades que es posible encontrar en sus pelis:

-- HOMOSEXUALIDAD. La más obvia, porque aunque nunca explícita, de manera implícita es su resorte narrativo más común. En "Extraños en un tren", un pobre tenista es acosado por un admirador que se viste "raro", y además le arma toda una escena para que el tenista acuda hasta su casa, hasta su cama, y lo vea en piyamas... En "La soga", los dos asesinos tienen una relación muy cercana, y claramente uno es el dominante, mientras que el otro es el débil, casi el afeminadito... En "La llamada fatal", cuando vemos al comienzo de la peli al marido planificar el asesinato de su esposa junto con un rufián de poca monta, hay casi un regusto sádico en desembarazarse de "la hembra" para quedar libre... Además, están las legiones y legiones de hembras rubias casi frígidas que pueblan sus pelis.

-- TRAVESTISMO. Relacionada con la anterior, aunque no sean lo mismo. En "Psicosis", Norman Bates se disfraza de su propia madre y la personifica.

-- IMPOTENCIA. El prota de "Vértigo" se lleva de lo más bien con una ex novia con la que son amigos, y aunque ella parece mostrar interés, él parece ausente... Algo similar ocurre con la novia del fotógrafo de "La ventana indiscreta", que quiere "concretar" con su hombre (el matrimonio, claro, pero entendido en sentido metafórico...), mientras que éste más bien pasa de ella, aunque ella esté muy buena (Grace Kelly en sus mejores años, por más señas).

-- FRIGIDEZ. La protagonista de "Marnie la ladrona" fue violada cuando niña, y ahora es incapaz de tener relaciones sexuales normales, salvo cuando llega un hombre rudo que la domestica. Y en general, se ha dicho de todas las heroínas hitchcockianas que son rubias, gélidas, casi virginales a pesar de que alguna posee formas bastante insinuantes... y cuando se les ocurre tener placer sexual, o son ignoradas por su hombre (como en "La ventana indiscreta", y en cierta medida en "La cortina rasgada"), o la pagan bastante caro (como la prota adúltera de "La llamada fatal", que se gana un intento de asesinato por eso).

-- VOYERISMO. En "La ventana indiscreta", el prota no siente ningún interés por su propia vida, pero se entretiene de lo lindo mironeando a todos sus vecinos. Hasta que al final, uno de sus vecinos reacciona y se le va a meter al departamento, con resultados calamitosos. En la era de Facebook, este tipo (que para colmo es fotógrafo) sería feliz teniendo 6000 amigos y mirando las actualizaciones cada cinco minutos.

-- SADOMASOQUISMO. La escena del intento de asesinato contra la esposa en "La llamada fatal" tiene un regusto sádico inquietante. En "Extraños en un tren", por su parte, el villano no sólo asesina a una chica, sino que además evidentemente disfruta haciéndolo (bueno, es homosexual, no debería ser difícil de explicar que gozara haciendo sufrir a las chicas). Y en "Los pájaros", una de las escenas más impactantes es cuando la prota es picoteada por varios pájaros que la atacan en su propia casa (se dice que el cabrón de Hitchcock le dijo a la actriz Tippi Hedren que los pájaros serían de mentirijillas, y al final eran de verdad y casi le arrancan un ojo, a la pobre).

-- NECROFILIA. Al prota de "Vértigo" se le muere la chica a mitad de peli. Así es que, cuando encuentra a otra que es parecida, la obliga a vestirse, hablar y comportarse como la muerta. Curiosamente, el tipo se insinuaba que era impotente, pero con la nueva chica disfrazada de la antigua, no parece que lo sea...

Así es que tengan cuidado la próxima vez que digan por ahí que les gustan las pelis de Hitchcock, porque pueden toparse con alguien que haya leído este mismo posteo, y lo agarre para cachondeo... (o se topen con alguna que le quede gustando y lo intente y todo, y es que uno en este mundo ya ni sabe)...

jueves, 17 de junio de 2010

Cary Grant no quería trabajar con Audrey Hepburn.


En un Top 100 de las más grandes estrellas de Hollywood de todos los tiempos, es casi seguro que dentro del listado estarían Cary Grant, el galán caballeroso por antonomasia, y Audrey Hepburn, dama cuyo encanto y sus expresivos ojos no han tenido rival en la Historia del Cine. Ambos podían haber trabajado juntos en tres películas, pero por el prurito de Cary Grant, sólo ocurrió en una.

En 1953, el director William Wyler, que algunos años después batiría todos los récords cosechando 11 premios Oscar con "Ben Hur", rodó una película llamada "La princesa que quería vivir" ("Roman Holiday"). Por una serie de piruetas presupuestarias y de agenda de rodaje, el rol protagónico de la princesa fue a dar a las manos de una actriz a quien en ese entonces nadie conocía: una Audrey Hepburn con juveniles 24 años. El rol lo obtuvo gracias a que en su casting anunciaron "¡corten!" y ella se salió del personaje y empezó a actuar con espontaneidad, sin reparar en que las cámaras seguían filmando... y esa espontaneidad convenció a Wyler de ficharla. La movida salió estupenda: Audrey Hepburn acabaría llevándose el Premio Oscar a la Mejor Actriz, por "La princesa que quería vivir". (Interesantemente, la inexperta Hepburn, que se haría conocida por obligar a rodar interminables veces las escenas, no fue capaz de llorar con lágrimas en una escena clave, y Wyler, reprendiéndola por la enorme cantidad de tomas que se necesitaban con ella, la hizo llorar, y en ese minuto se rodó la escena sin contratiempos)... Pero volviendo a Cary Grant. Resulta que le plantearon ser el galán de Audrey Hepburn. Y Grant se puso nervioso. Resulta que tenía 49 años, y por lo tanto, más que le doblaba la edad a la Hepburn (ella tenía 24, dijimos, y la diferencia era de 25 años...). El rol cayó al fin en las manos de Gregory Peck, "sólo" 13 años mayor que la Hepburn.

Al año siguiente, Audrey Hepburn rodó "Sabrina", a las órdenes de otro grande de la dirección que es Billy Wilder. La historia de la chica pobre que se debate entre el amor de dos hermanos, se le ofreció a Cary Grant, y éste la rechazó por idénticos motivos que la anterior. Irónicamente, el rol ofrecido a Grant cayó en las manos de Humphrey Bogart, que era... ¡cinco años mayor que Cary Grant, treinta más que Audrey Hepburn, y que la doblaba en edad! Se supone que el personaje de Audrey Hepburn y el de Humphrey Bogart se enamoran a despecho del personaje de William Holden, pero en la vida real fue exactamente al revés: Bogart (quien estaba casado con Lauren Bacall) despreciaba a Hepburn como una actriz sin talento, mientras que ella y Holden cayeron en los brazos uno del otro, en un breve affaire (la Hepburn envió a Holden a freir espárragos, luego de enterarse de que él, que a la sazón estaba legalmente casado y tenía ya dos hijos, se había hecho la vasectomía).

Y como la tercera es la vencida, le ofrecieron una vez más a Cary Grant el protagónico masculino acompañando a Audrey Hepburn en "Charada" (1963). Cary Grant seguía teniendo prevenciones respecto de la edad, y además estimaba que el guión lo ponía casi como un animal sexual frente a la pobrecilla Audrey. El guionista entonces recurrió a un truco genial: simplemente intercambió los diálogos, los de él a ella, y los de ella a él, de manera que ELLA pasó a ser la chica sexualmente agresiva. Eran los '60s, de todas maneras, y la moral puritana se había erosionado un poco, de manera que el rol de la hembra sexualmente agresiva lucía más aceptable. Esta vez, Cary Grant aceptó el rol. Tenía 57 años, y Audrey Hepburn 34. Cary Grant quedó tan complacido, que después declaró: "Todo lo que quiero para Navidad, es hacer otra película con Audrey Hepburn". Pero aunque hubo alguna que otra posibilidad, éstas nunca se materializaron, y Cary Grant, que tan remiso fue dos veces a rodar con Audrey Hepburn, ya no tuvo otra oportunidad para compartir el set con su coestrella de "Charada".

domingo, 13 de junio de 2010

El automóvil de Isaac Asimov.


Aunque las Memorias de Isaac Asimov son riquísimas en anécdotas de todo calibre, no todas ellas son aprovechables para un blog respetable de Historia como Siglos Curiosos, que usted está leyendo ahora. Algunas simplemente no son tan curiosas o trascendentes, mientras que otras tienden a dejarlo bien parado, y ya sabemos lo desconfiados que debemos ser cuando el propio narrador es el héroe del cuento. Pero también Asimov confiesa haber recibido algunas lecciones. Además, ésta me simpatizó porque muestra a los escritores de Ciencia Ficción como seres mundanos, iguales a todos. Lo que, pensándolo bien, hace reflexionar sobre de dónde diablos sacan sus extravagantes ideas.

Pero dejando a un lado el discurseo anterior, vamos al grano. Asimov se crió sin ser adicto al automóvil. Su familia nunca salía para ninguna parte porque su modus vivendi dependía de una tienda de caramelos, las que deben estar abiertos domingos sí y festivos también, y en vacaciones ni hablar. El transporte público era barato, y además Asimov era bueno para caminar, de manera que el tema de un automóvil nunca se le planteó. Las cosas cambiaron cuando, después de mudarse a Boston por motivos de trabajo, vivía en las afueras de la ciudad (eran los '50s, el tiempo en que los ciudadanos de Estados Unidos abandonaban el casco urbano tradicional de las ciudades para emigrar a los suburbios), y por lo tanto el tema de la movilización se le planteó de manera aguda, si es que quería conservar su trabajo. De manera que, renuentemente, accedió a comprarse un automóvil. Con espíritu un tanto miserable, esperaba que su esposa aprendiera a conducir y le sirviera de chofer, pero ella se negó en redondo, y el propio Asimov no tuvo más remedio que aprender.

Pero pasado el resquemor inicial, Asimov descubrió que le encantaba conducir, y se compró un modelo Plymouth. Y empezó a manejarlo con todo el orgullo de un flamante nuevo propietario. Hasta que un día se encontró con otro escritor de Ciencia Ficción llamado Lyon Sprague De Camp, con quien eran buenos compinches. Para hacernos una idea, Asimov escribe de De Camp: "Parece formidable y reservado, pero él no es así. Es (aunque parezca increíble) tímido". Cosa rara entre los escritores yankis, De Camp permaneció casado con una única mujer, durante sesenta años, hasta su muerte.

Volviendo a nuestra historia, el caso es que Asimov empezó a alardear frente a este personaje acerca de lo rápido que podría conducir de Filadelfia a Nueva York, y De Camp en respuesta le dijo:

-- Adios, Isaac.

-- ¿A dónde vas, Sprague?

-- A ninguna parte, pero si conduces un coche a semejante velocidad, no vivirás mucho y por eso me despido ahora.

Dejaré que Asimov en sus propias palabras complete la anécdota: "Aprendo rápido, así es que reduje la velocidad"...

jueves, 10 de junio de 2010

La capital de Nueva York no es Nueva York.


Como suena. Si a la gente se le preguntara cuál es la capital de Nueva York, todos dirían, como si fuera la respuesta más obvia del mundo: pues, Nueva York, ¿verdad? Y la respuesta es un rotundo NO. Y no es una pregunta capciosa, tampoco. Porque podría pensarse que estamos hablando de la ciudad de Nueva York, y en ese caso la respuesta sería obvia: Nueva York no puede ser la capital de Nueva York porque una ciudad no puede ser capital de sí misma. Pero por otra parte, debemos recordar que Nueva York es uno de los 50 Estados de la Federación en Estados Unidos. Y el Estado sí debería tener una capital. Que, repetimos, no es Nueva York.

En realidad, si en la fecha actual un Presidente de los Estados Unidos decidiera corregir el mapa administrativo de su país, relocalizaría la capital de Nueva York en Nueva York precisamente, que no por nada es la ciudad más importante del Estado, y por fuerza tiene que serlo, siendo también probablemente la ciudad más importante del mundo, entre otras cosas porque importantísimos aportes a la cultura mundial como Woody Allen o "Sex and the City" han salido de allí. Pero no es la capital por razones históricas, y he aquí donde entroncamos con Siglos Curiosos. Porque Nueva York no fue la primera ciudad que surgió en el territorio que actualmente es el Estado de Nueva York. Ese honor, el primer asentamiento europeo en la región, le corresponde a Albany. La ciudad de Albany fue colonizada en fecha tan temprana como 1540, si bien fue recién en 1624 que, por obra de los holandeses, Albany pasó a ser sede permanente de colonos europeos (si bien bajo los holandeses se llamaba Beverwyck). Albany (bueno, Beverwyck) no es sólo la más antigua ciudad de la zona, sino también el más antiguo asentamiento que actualmente sobrevive, de los que alguna vez integraron las Trece Colonias. Pero su nombre actual data de 1664, cuando los ingleses adquirieron dichas tierras de manos holandesas. En esas fechas pasaron a manos inglesas tanto Nueva York como Albany (ambas holandesas). Y en honor de Jacobo Estuardo (príncipe en ese entonces, y futuro rey Jacobo II de Inglaterra a partir de 1685), Nueva Amsterdam fue rebautizada como Nueva York, y Beverwyck como Albany. La razón: Jacobo Estuardo ostentaba los títulos tanto de Duque de York como de Duque de Albany, en Inglaterra.

Y ahora viene lo más interesante de todo, que es la razón del predominio de Albany sobre Nueva York en la época colonial. El asunto es que ambas ciudades se fundaron en el Río Hudson. Pero mientras que Nueva York era el puerto de la desembocadura, Albany se fundó en el punto más interior al cual los colonos podían arribar navegando Hudson arriba. En esa época, recordemos, los barcos tenían un calado insignificante en comparación a los grandes cargueros actuales, a los cuales les sería imposible no sólo remontar el Hudson, sino casi cualquier otro río del mundo. Por lo tanto, Nueva York se transformó en apenas un lugar de paso y un punto que era forzoso colonizar para proteger la ruta comercial, pero ésta iba desde Holanda hasta Albany, y siendo Albany la terminal (el punto en el cual las mercancías pasaban a la ruta terrestre, controlada por supuesto por los indígenas), es obvio que prosperó más Albany que Nueva York.

Pero esto cambió en la época de la independencia y en tiempos inmediatamente posteriores, en que los yankis pasaron a controlar las rutas terrestres, y por lo tanto, Albany como puesto de intercambio comercial perdió importancia. Al mismo tiempo, la industrialización a mansalva llevó a las ciudades a necesitar mano de obra barata, y aquí es donde Nueva York le cobró ventaja a Albany, que por estar río adentro, recibía apenas las goteras de las oleadas de inmigrantes que desembarcaban en Nueva York, y que ahí se quedaban. En 1857, Nueva York se transformó en la tercera ciudad del planeta en alcanzar el millón de habitantes (después de Londres y París, y no demasiado después que ellas), y el resto es historia. Pero aunque desplazada, y después engullida por el voraz crecimiento de Nueva York (en el fondo una única gran ciudad que va desde Nueva York hasta Washington), por pura inercia administrativa Albany siguió conservando un sitial de privilegio que en los hechos hacía tiempo que había perdido. Y así es como llegamos a una actualidad en la que, de una manera quizás un tanto fantasmagórica, Nueva York no es la capital de Nueva York...

domingo, 6 de junio de 2010

La buena suerte de algunos idiomas.

La historia de los idiomas va estrechamente vinculada a las circunstancias políticas y demográficas que los hacen aceptables o deseables para sus súbditos o no. Las conquistas militares y la penetración cultural a veces conducen a que de un racimo de idiomas de un mismo tronco, algunos terminen en la semioscuridad, o peor aún, acaben extintos, mientras que otros florezcan hasta transformarse literalmente en lenguas planetarias.

Es el caso por ejemplo del inglés sobre el alemán. Siendo ambas lenguas germánicas (aunque el inglés presenta una fuerte infusión de francés, producto de la conquista normanda del año 1066), el alemán no era más que un conjunto de dialectos sin mucha personalidad hasta el esplendor literario iniciado por la traducción al alemán de la Biblia por Martín Lutero. Y aún así, recién a finales del siglo XIX alcanzó una relativa estandarización. El inglés, mientras tanto, impulsado por las conquistas del Imperio Británico primero, y por la hegemonía de Estados Unidos después, acabó transformándose en el idioma mundial por excelencia del siglo XX.

Con las llamadas "lenguas itálicas" pasó algo similar. Una rama de éstas, conformada por el osco y el umbro y una serie de dialectos menores como el sabino, el ecuo, el vestino, acabaron sus carreras cuando la expansión de la República Romana sepultó bajo su peso a los hablantes de dichos idiomas, hasta el punto que los nombres y la existencia misma de tales idiomas son más carne de ratón de biblioteca que dominio público (¿cuántos de ustedes habían oído sobre ellos, antes de leerlo acá en Siglos Curiosos?). Pero otro de sus idiomas hermanos, el Latín, a lomos de esa misma República Romana, devenida después en Imperio Romano, progresó hasta transformarse en una poderosa lengua literaria, en la lingua franca de la ciencia hasta el siglo XVIII, en el idioma oficial de la Iglesia Católica hasta el día de hoy, y cuando se extinguió en el habla popular, dio origen a una tonelada de lenguajes distintos, dos de los cuales (el francés y el español) son reconocidos como idiomas oficiales por la ONU.

E incluso un ejemplo muy cercano a Siglos Curiosos: el idioma castellano. Si bien el castellano inicialmente no era más que el dialecto hablado en la región española de Castilla (así como el gallego lo es de Galicia, el catalán de Cataluña y el portugués de Portugal), el hecho de que la Corona de Castilla le conquistara todo el Nuevo Mundo desde el Río Grande hasta la Patagonia le aseguró una superioridad tan aplastante sobre sus hermanos, que mientras ellos sobreviven encajonados en sus respectivos territorios natales, el castellano se ha transformado prácticamente en el "español" por antonomasia, aunque si fuera por prurito geográfico, bien deberíamos decir que "españoles" son también el catalán y el gallego...

jueves, 3 de junio de 2010

Yugos hay en todas partes.

Otro posteo sobre Etimología o historia de las palabras. Que como hemos podido ver a propósito de los obispos, de las estrellas, de los esposos, de las azafatas, del capital, de lo gótico, de las lesbianas o de los bancos, a veces por estas o aquellas circunstancias, encuentran nueva vida en acepciones a veces muy alejadas de sus orígenes. Uno de estos casos es la palabra indoeuropea "yuj", que después evolucionó en la expresión latina "jugum". El descendiente más obvio es, por supuesto, la palabra "yugo", tanto que nos sirve para ponerlo en el posteo. La raíz "yuj", de hecho, tiene un significado muy similar al moderno yugo: significar "ligar", "agarrar", enganchar", "poner bajo un yugo". En este caso podemos pensar, por ejemplo, en poner a un buey bajo un yugo, lo que significa agarrarlo al mismo, claro está. Incluso el verbo para esto es "enyugar". En inglés, esto es también bastante obvio (la palabra inglesa es "yoke"). Y sin embargo, esta palabra se esparció alrededor en formas bastante más impredecibles...

Otro derivado de la raíz indoeuropea "yuj" es nuestra actual palabra "juventud". El eslabón perdido aquí es la palabra latina "iuventus". En castellano y los idiomas de raíz latina, la relación no es demasiado evidente, pero en otra rama de los idiomas indoeuropeos, la rama germánica, esto sí que es bastante obvio. En inglés, juventud es "youth", y en alemán es "jugend". La primera desciende del antiguo sajón "juguth" (la raíz "yug" más la terminación "th" típica del idioma anglosajón), y la segunda de su palabra prima "jugund", que suena casi igual. Al respecto, valga una explicación. En la actualidad, se asocia la juventud a la rebeldía y a la libertad de buscarse una vida, sin tener que amarrarse a nada ni a nadie. Nuestra cultura exalta la juventud, hasta el punto que los niños quieren crecer rápido y los adultos estacionarse en la edad, aunque sea a punta de cirugía plástica tras cirugía plástica. Pero hasta el siglo XIX, la situación era distinta. Los menores de edad eran culturalmente "niños" sometidos a la tutela paterna, y lo eran hasta la mayoría de edad, hasta mantenerse por sus propios medios, o hasta casarse, a según. El joven, por lo tanto, aunque ya no era un niño, seguía sujeto, "enyugado" (¿lo captan, lo captan?) a la autoridad paterna, igual que una recua de bueyes al yugo.

Yendo un poco más lejos, hay otro derivado más. Cuando dos esposos pasan a contraer matrimonio (como alguna vez explicamos, antaño los esposos no eran los casados, sino los novios, pero hablamos aquí de esposos en el sentido común del término), pasan a ser... cónyuges. Etimológicamente, "cónyuge" significa compartir un yugo común (el prefijo "con" indica esta comunidad). Incluso, el diccionario de la RAE acepta en una de las acepciones de "enyugar", la de "contraer matrimonio"... Resulta interesante observar que la palabra cónyuge es de aplicación bastante más amplia que otra palabra similar, que es "consorte", y que significa compartir una suerte común. O sea, las personas parecieran asociar el matrimonio más con un yugo que con la buena suerte... La excepción probablemente sean los "príncipes consortes", porque hay que tener suerte para ser príncipe por matrimonio, ¿no?

Y la perla final. Porque hay todavía otro derivado más, pero debemos viajar a la otra rama de las lenguas indoeuropeas para encontrarla, a la India. Esta palabra es... "yoga". En efecto, la palabra "yoga" es del sánscrito, y éste es un idioma indoeuropeo, al igual que el latín. El origen del yoga se hunde en la noche de los tiempos, pero ya desde los tiempos de los himnos del "Rig Veda" (¡segundo milenio antes de Cristo!) que era una práctica consolidada, aunque todavía en evolución. Y la idea cardinal de la práctica del yoga es dejar atrás tanto los pensamientos y los sentimientos para alcanzar la ascesis o la tranquilidad de espíritu (técnicamente, el nirvana). Es decir, el yoguin (el practicante de yoga) debe sujetarse a una disciplina, que le permita someter a su propia mente, en vez de dejarse llevar por las pasiones y pensamientos mundanos. Es decir, el yoguin, para alcanzar el estadio superior de la conciencia, debe (adivinaron) enyugarse a sí mismo...

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