El pueblo de los changos, que habitó la costa del norte de Chile, parece en principio ser el prototípico grupo indígena precolombino no demasiado urbanizado ni civilizado. En realidad, en términos bastante estrictos, jamás abandonaron una economía de subsistencia y seminómade, y no parecen haber desarrollado la agricultura. Sin embargo, en lo suyo resultaron ser maestros perfectamente adaptados a su entorno.
La arqueología de los pueblos de la región es todavía demasiado vacilante como para arrojar conclusiones definitivas, pero se piensa que la cultura de los changos se desarrolló con posterioridad a la llamada Cultura Chinchorro. O sea, la carrera de los changos habría partido quizás unos tres o cuatro milenios antes de Cristo, y habría subsistido hasta la época de la dominación incaica, e incluso hasta el tiempo de los primeros españoles.
Como dijimos, los changos no tenían rasgos culturales demasiado característicos o propios, ni tampoco una cierta forma artística. Sin embargo, son conocidos debido a una peculiar adaptación tecnológica, muy suya. Puede decirse que los changos inventaron el más antiguo bote inflable del mundo.
Para construir éstos, los changos utilizaban las pieles de los lobos marinos, en esa época relativamente abundantes en la región. Con ellos construían flotadores, que les servían para elaborar balsas que podían sostener hasta unos cuatro tripulantes. De esta manera, los changos salían a recorrer las costas y pescar o cazar las presas que les permitirían subsistir. Este rasgo de ingenio demuestra lo bien adaptados que estaban a su forma de vida, a la vez que es una técnica muy rara a nivel mundial. Ni siquiera los esquimales, con sus ingeniosísimas mañas para doblarle la mano al medio ambiente, discurrieron algo así.
Como dijimos, los changos no tenían rasgos culturales demasiado característicos o propios, ni tampoco una cierta forma artística. Sin embargo, son conocidos debido a una peculiar adaptación tecnológica, muy suya. Puede decirse que los changos inventaron el más antiguo bote inflable del mundo.
Para construir éstos, los changos utilizaban las pieles de los lobos marinos, en esa época relativamente abundantes en la región. Con ellos construían flotadores, que les servían para elaborar balsas que podían sostener hasta unos cuatro tripulantes. De esta manera, los changos salían a recorrer las costas y pescar o cazar las presas que les permitirían subsistir. Este rasgo de ingenio demuestra lo bien adaptados que estaban a su forma de vida, a la vez que es una técnica muy rara a nivel mundial. Ni siquiera los esquimales, con sus ingeniosísimas mañas para doblarle la mano al medio ambiente, discurrieron algo así.
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