Una de las imágenes recurrentes de la Edad Media, o por lo menos de finales de ésta, cuando ya Europa había salido del letargo feudal y se había vuelto otra vez una sociedad activa, emprendedora y comercial, es la figura del usurero. Este hombre, usualmente un judío (como el de "El mercader de Venecia"), hacía préstamos a intereses desorbitados, que cuando no podían ser pagados, llevaban a la ruina al hombre que hubiera pedido un préstamo. Y a veces, ese hombre no era solo el simple peatón, sino grandes señores feudales que hipotecaban sus tierras en garantía de los préstamos que pedían. Hoy en día se cobran intereses que pueden rondar el dos, el cinco o incluso el 10%, pero en aquellos tiempos podía fácilmente un usurero cobrar el 33, el 50 o el 66% de interés, sin arrugarse.
La Iglesia Católica condenaba la usura como un robo, porque consideraba injusto que alguien se enriqueciera con dinero que en definitiva parecía salido de la nada.
Pero, ¿verdaderamente sale el interés abusivo de la nada? Echemos un vistazo.
Existen dos factores que determinan la tasa de interés (esto es, el nivel que alcanzarán los intereses por sobre el capital prestado). Uno de ellos se refiere a la expectativa de poder invertir el dinero a futuro. Es decir, si yo presto a interés, estoy renunciando a gastar ese dinero, con la esperanza de que ese mismo dinero lo voy a poder invertir mejor en un futuro, y el interés opera así como un cebo o un señuelo para hacerme preferir ahorrar a gastar. Pero por este lado las tasas de interés medievales deberían haber sido mínimas, ya que en ese tiempo, con casi nulo progreso científico, y enormes incertidumbres políticas, económicas y sociales, las perspectivas de gastarse el dinero de una buena vez eran más tentadoras que de ahorrarlo para invertirlo después.
El otro factor de importancia es el riesgo. Es decir, si yo presto a interés, quiero tener una garantía de que el dinero volverá a mis manos. A lo mejor el fulano al que presté dinero es un sinvergüenza y se fuga con él, algo que en la Edad Media era enormemente fácil, ya que bastaba con cambiarse de ciudad y esconderse. O peor aún: el fulano es un rey, y simplemente, haciendo uso de sus potestades regias, simplemente se le frunce no pagar (no pocos banqueros medievales quebraron así). O a lo mejor el fulano está empeñado en usar el dinero para armar tres carabelas y llegar a la China por el oeste, algo que como todos saben es imposible porque la Tierra es plana y el desgraciado se va a caer abismo abajo por toda la eternidad, así es que mejor asegurarse de que si regresa, me compense sobradamente por el enorme riesgo que voy a correr invirtiendo en él.
He aquí entonces la explicación de los intereses tan abusivos. Si prestaban a intereses de un tercio, la mitad o los dos tercios por sobre el capital, era porque en muchos casos, probablemente no volverían a ver el dinero. Y es que, como se ha dicho repetidas veces, el aparentemente más simple viaje de Colón tenía muchas más probabilidades de fracasar que el viaje del Apolo XI a la Luna (entre el primer viaje tripulado en 1961 y la explosión del Columbia en 2003 han habido sólo cuatro o cinco expediciones tripuladas perdidas entre las decenas de misiones realizadas, y ¿cuántos naufragios pueden contarse en igual cantidad de viajes, en el siglo XVI?).
La Iglesia Católica condenaba la usura como un robo, porque consideraba injusto que alguien se enriqueciera con dinero que en definitiva parecía salido de la nada.
Pero, ¿verdaderamente sale el interés abusivo de la nada? Echemos un vistazo.
Existen dos factores que determinan la tasa de interés (esto es, el nivel que alcanzarán los intereses por sobre el capital prestado). Uno de ellos se refiere a la expectativa de poder invertir el dinero a futuro. Es decir, si yo presto a interés, estoy renunciando a gastar ese dinero, con la esperanza de que ese mismo dinero lo voy a poder invertir mejor en un futuro, y el interés opera así como un cebo o un señuelo para hacerme preferir ahorrar a gastar. Pero por este lado las tasas de interés medievales deberían haber sido mínimas, ya que en ese tiempo, con casi nulo progreso científico, y enormes incertidumbres políticas, económicas y sociales, las perspectivas de gastarse el dinero de una buena vez eran más tentadoras que de ahorrarlo para invertirlo después.
El otro factor de importancia es el riesgo. Es decir, si yo presto a interés, quiero tener una garantía de que el dinero volverá a mis manos. A lo mejor el fulano al que presté dinero es un sinvergüenza y se fuga con él, algo que en la Edad Media era enormemente fácil, ya que bastaba con cambiarse de ciudad y esconderse. O peor aún: el fulano es un rey, y simplemente, haciendo uso de sus potestades regias, simplemente se le frunce no pagar (no pocos banqueros medievales quebraron así). O a lo mejor el fulano está empeñado en usar el dinero para armar tres carabelas y llegar a la China por el oeste, algo que como todos saben es imposible porque la Tierra es plana y el desgraciado se va a caer abismo abajo por toda la eternidad, así es que mejor asegurarse de que si regresa, me compense sobradamente por el enorme riesgo que voy a correr invirtiendo en él.
He aquí entonces la explicación de los intereses tan abusivos. Si prestaban a intereses de un tercio, la mitad o los dos tercios por sobre el capital, era porque en muchos casos, probablemente no volverían a ver el dinero. Y es que, como se ha dicho repetidas veces, el aparentemente más simple viaje de Colón tenía muchas más probabilidades de fracasar que el viaje del Apolo XI a la Luna (entre el primer viaje tripulado en 1961 y la explosión del Columbia en 2003 han habido sólo cuatro o cinco expediciones tripuladas perdidas entre las decenas de misiones realizadas, y ¿cuántos naufragios pueden contarse en igual cantidad de viajes, en el siglo XVI?).
3 comentarios:
Bien me parece este artículo. Me ha interesado. ¿Podría decirse algo de la usura actual?
El concepto de usura suele ser complicado porque en la concepción tradicional se lo homologaba a "préstamo con interés", mientras que hoy en día se admite que se cobren intereses, siempre que éstos estén dentro de una medida razonable. ¿Y cuánto es ese razonable? Ahí, bueno, uh... Supongo que depende de la legislación de cada país. Acá en Chile, no ha mucho tiempo que tuvimos un escándalo porque cierta gran multitienda (La Polar) la pillaron haciendo repactaciones unilaterales de su cartera morosa. No debe ser casualidad que cuando en agosto pasado hubo disturbios en Santiago, la única gran multitienda que quemó la turba fue una La Polar...
Hola!
Que traduce?
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