Hoy en día, la investigación criminalística lo tiene chupado para resolver casos: con una tecnología tipo CSI es virtualmente imposible que un asesino escape a la mano de la justicia. Pero las cosas eran bastante diferentes hace no demasiados años atrás. Acá en Siglos Curiosos recordaremos uno de esos casos... y la para entonces inesperadísima manera en que se resolvió. El 21 de Noviembre de 1983, una chica de quince años llamada Lynda Mann salió de su casa en Narborough (Leicestershire, Inglaterra), y nadie volvió a verla con vida. Apareció el día siguiente, o mejor dicho lo hizo su cuerpo sin vida, violada y estrangulada en un camino solitario. Debido a la apartada localización del cadáver, la policía dedujo que debía tratarse de un lugareño. Con el semen recolectado en la víctima, se determinó que era un tipo que pertenece al diez por ciento de la población masculina. Pero sin testigos ni sospechosos, la investigación no pudo avanzar más allá.
El 31 de Julio de 1986, otra joven también de quince años llamada Dawn Ashworth, que vivía en Enderby, apareció muerta. El modus operandi similar llevó a la policía a conectar los crímenes. Los investigadores le echaron el guante a un ayudante de cocina llamado Carlton Hayes, que al ser presionado, confesó los delitos, aunque después se retractó. La policía, confusa, remitió las muestras al doctor Alec Jeffreys para un análisis. Esto era una maniobra arriesgadísima. Resulta que Alec Jeffreys había desarrollado una nueva tecnología que hasta ese entonces nunca se había aplicado a la actividad forense: en teoría debería funcionar, pero como nunca se había llevado a cabo en la práctica... se trataba de la determinación de la huella genética de un individuo a través de su ADN.
Los exámenes fueron concluyentes: los dos asesinatos estaban conectados, pero el asesino no era Carlton Hayes. La policía esta vez no se anduvo con chicas, y recorrió el pueblo entero interrogando y tomando muestras de sangre a literalmente toda la población masculina del área: unos 4500 sospechosos en total. Aún así, los análisis comenzaron a arrojar resultados negativos, negativos, negativos, negativos, negativos... ¿Sería posible que incluso con la nueva y poderosa tecnología del ADN se les fuera a escapar su asesino...?
La trama dio entonces un giro digno de novela de detectives. Un policía llegó a la oficina con un rumor que había oído su padre, que era el dueño de un pub en la zona: había escuchado que entre unos trabajadores del pan, un tal Colin Pitchfork le había pagado a su compañero Ian Kelly para que se tomara la muestra de sangre por él. La policía se arrojó sobre las declaraciones de Colin Pitchfork (la nueva, y una anterior que poseían de él), y descubrieron que las firmas no coincidían, dejando así en evidencia la suplantación. Pitchfork fue inmediatamente detenido y se le obligó a proporcionar una muestra de sangre, que esta vez sí dio resultado positivo: Pitchfork era el doble violador y asesino. Colin Pitchfork recibió entonces el dudoso honor de ser el primer criminal atrapado por su ADN. En enero de 1988 recibió condena a cadena perpetua. En el sistema británico, esto le asegura un mínimo de 30 años en prisión, los que después le fueron rebajados en dos. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que este primer violador y asesino condenado por su ADN, sea puesto en libertad en el año 2016...
2 comentarios:
Interesante historia, gracias por compartirla. Lo cierto es que la ciencia ha hecho grandes avances y ha sido muy útil en otros campos, como es en este caso el de la criminología. Pena que lo del ADN no se descubriera siglos atrás... :)
Imagino que para los investigadores o detectives de la Antigüedad, nuestros métodos forenses parecerían casi como cosa de magia. Aunque los que van a terminar desempleados son los autores de novelas policiales de tipo quién lo hizo... :-D
Publicar un comentario