Historias desopilantes, anécdotas curiosas, rarezas antiguas: bienvenidos a los siglos curiosos.
domingo, 28 de octubre de 2012
Cuando Rusia vendió buques de guerra a España.
¿Rusia vendiéndole buques de guerra a España? Sí, sí sucedió... Esta es otra de esas extrañas y pintorescas anécdotas relativas a la geopolítica de Europa. Volvamos en el tiempo al año 1817. Napoleón Bonaparte había sido derrotado en toda regla, y los diplomáticos europeos se habían repartido el continente como pedazos de tarta en el Congreso de Viena de dos años antes. De dicho Congreso salió la Santa Alianza, la liga de monarquías europeas (que no de naciones: los de la Santa eran cualquier cosa menos demócratas, por el contrario eran absolutistas de viejo cuño y terror sagrado a tope) que se comprometía a defenderse mutuamente de esos asquerosos inútiles subversivos que amenazaban con traer el gobierno del populacho indecente a nuestras buenas y santas naciones, trastocando nuestro buen y pacífico orden interno otorgado nada menos que por la Voluntad de Dios, etcétera. Es en este clima que se suscitó nuestra historia.
España, ni qué decirlo, estaba en un estado lastimoso. Había librado una guerra de seis años contra el invasor francés, y aunque habían conseguido que los napoleónicos salieran por pies, en el camino había quedado devastado el país, arruinada la industria, desangrado el tesoro público, y exiliado Francisco de Goya para colmo de males. La escuadra que según un informe de 1796 había alcanzado a las 198 naves, se había resentido sobremanera, por supuesto, en parte por la lucha de las naves contra la superior armada inglesa, y en parte porque en estado de guerra apenas había tiempo o recursos para mantener las naves a flote, o reemplazar las bajas echadas a pique. Y en estas críticas circunstancias, España todavía tenía la misión de salvar su imperio latinoamericano, que ardía en rebeliones desde México hasta Chile. Es en estas circunstancias que los rusos le echaron un cable a los españoles, en concreto a través del embajador Tattischef, lo que se concretó en la adquisición de once naves de guerra que, según el inventario, estaban nuevas y en perfectas condiciones. La negociación fue llevada a cabo por correspondencia de alto nivel entre Fernando VII de España y Alejandro I de Rusia. De tan alto nivel, en efecto, que los últimos en enterarse fueron las buenas gentes del ministerio de marina. La operación fue financiada sacándole una tajada a la indemnización que los ingleses le pagaron a los españoles a cambio de la abolición del comercio de esclavos y el reconocimiento a que las naves españoles se dejaran registrar para el efecto.
Las primeras señales de alarma estallaron cuando las naves recalaron en Londres. La prensa inglesa no tardó en informar que las naves rusas eran básicamente inservibles. Al arribar las naves a Cádiz, comenzó la rumorología en idéntico sentido, pero la Gaceta de Madrid publicó el 28 de febrero de 1818 que las naves estaban en óptimas condiciones y listas para operar, y punto final. El problema es que al momento de la verdad, el grueso de las naves rusas no pudieron siquiera salir de Cádiz, o las que lo consiguieron, regresaron a poco con enormes averías. Al último los españoles se rindieron, y en los años subsiguientes hasta 1823, todas estas naves (bueno, las que seguían en poder de los españoles, como veremos), acabaron desguazadas.
Solamente una de estas naves consiguió la hazaña de llegar hasta el Océano Pacífico. Se trataba de una fragata construida en San Petersburgo en 1813 y llamada Patricio, antes de que en Cádiz fuera rebautizada como Reina María Isabel, en homenaje a la segunda esposa de Fernando VII, doña María Isabel de Portugal, la que incidentalmente, como si una maldición persiguiera a las naves rusas, fallecería a los veintiún años el 26 de Diciembre de 1818, en la entonces riesgosa labor de dar a luz. Para esas fechas, la fragata que homenajeaba a la reina ya no era parte de la escuadra española: en el mes de Octubre anterior se había engarzado en lucha con la entonces todavía novel escuadra chilena, había acabado capturada por los chilenos, rebautizada como "O'Higgins", y peor aún, había sido utilizada en batalla contra otras naves españolas... Por si alguien quiere seguir la cansina historia, en 1826 esta fragata fue vendida al que iba a ser su cuarto dueño, Argentina, pero en ruta hacia Buenos Aires, en el Cabo de Hornos, terminó por irse a pique y descansar en definitiva de su ajetreada historia...
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jueves, 25 de octubre de 2012
Una resolución jocosa de un militar español.
Hace su tiempo atrás acá en Siglos Curiosos nos referimos a Mariano Osorio, el penúltimo gobernador español de Chile, quien ejerció entre 1814 y 1815, y su peculiar estilo para redactar resoluciones administrativas. Pero el historiador decimonónico chileno Diego Barros Arana se las arregla para recordar al respecto a un español llamado Tomás de Morla. No sólo Morla y Osorio eran ambos andaluces de terruño y militares de profesión, sino que además, Mariano Osorio había sido discípulo de Tomás de Morla en la Escuela de Artillería de Segovia. Sin embargo, la hoja de servicios de ambos resulta divergente desde la invasión napoleónica. Mientras que Osorio se unió a los patriotas que lucharon por expulsar al invasor francés, y después emprendió acciones militares en Latinoamérica al servicio de la Reconquista española, Tomás de Morla defeccionó del bando español y pasó a servir a los franceses.
Digamos también de paso, para terminar de perfilar a nuestro personaje, que Morla dejó para la posteridad un tratado sobre artillería en tres tomos, más un tomo adicional de láminas.
Pero no es por eso que traemos a colación a don Tomás de Morla, sino por una resolución que rescata Diego Barros Arana, en la que también se expresa en verso... Citando a otro historiador, Barros Arana dice que Morla era "bufón a veces en sus providencias". Y menciona como ejemplo la queja de un vecino de Sevilla, sobre que una academia de baile le resultaba molesta. La respuesta de Morla:
"Siga la danza
Baile el danzante,
Y tenga paciencia el suplicante. Morla"...
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domingo, 21 de octubre de 2012
La supertormenta solar de 1859.
Quizás no sea la mayor supertormenta solar de todas, pero sí fue la mayor de cuantas han registrado los astrónomos. Ocurrió en 1859, y ocasionó más de algún serio trastorno en la superficie terrestre, incluso en la vida civilizada. Todo comenzó con una explosión que liberó una gran cantidad de material de la corona solar, la capa superior del Sol, hacia el espacio exterior, esto el 26 de Agosto. El impacto de dicha oleada fue el 28 de Agosto, provocando la visión de una serie de auroras boreales, ya no tan boreales como de costumbre, como que fueron vistas incluso tan al sur como en las cercanías de Cuba... Fueron tan brillantes, que hubo campistas en las Montañas Rocosas que confundieron la aurora boreal con el amanecer, y se levantaron para preparar el desayuno. Otras personas pensaron que había incendios en sus respectivas ciudades. Hasta ahí, lo normal cuando el Sol se pone caprichosito: ahora es donde viene realmente lo bueno.
El Jueves 1 de Septiembre, Richard Carrington, un productor de cerveza que dedicaba las horas muertas a su afición personal que era la Astronomía, se encontraba estudiando el Sol. Para ello poseía un observatorio privado, con un telescopio gracias al cual podía proyectar al Sol como una imagen de 28 centímetros sobre una pantalla. De pronto, trabajando en esto, descubrió la aparición de dos manchas de luz blanca y muy brillante. Al mismo tiempo, los magnetómetros del Observatorio Kew en Londres saltaron como locos. Lo que estaban observando, era el estallido de una SEGUNDA oleada de material procedente desde la corona solar.
Como la primera oleada había arrasado todos los residuos de plasma o viento solar a su paso hacia la Tierra, la segunda oleada sin nada que la frenara o debilitara llegó en apenas 17 horas, además de hacerlo con casi toda su potencia. El segundo impacto ocasionó auroras boreales incluso más potentes, que fueron vistas... ¡en Venezuela! El golpe de la tormenta solar contra el campo magnético de la Tierra rebajó la magnetósfera desde los 60.000 kilómetros a apenas 7.000. Por tanto, muchas más partículas eléctricamente cargadas alcanzaron la superficie. Lo que sobrecargó la atmósfera de electricidad, hasta el punto de colapsar las líneas telegráficas en algunos lugares. En otros, los telegrafistas descubrieron que podían desconectar las baterías y seguir trabajando... Un telegrafista de Boston envió un telegrama a Portland, en Maine: "¿Cómo están recibiendo mi mensaje?". La respuesta: "Mucho mejor que cuando funcionaban las baterías"...
La vida en la Tierra no sufrió mayormente, por supuesto. En realidad, el campo magnético de la Tierra es un escudo más fuerte de lo que las pelis catastrofistas del Sci-Fi Channel quisiera hacernos creer. Pero hoy en día, una sobrecarga generalizada de electricidad en la atmósfera como la que la Tierra sufrió en 1859, resultaría fatal para nuestras redes computacionales. No ha vuelto a haber una supertormenta como aquélla, pero si llegara a producirse una de esa escala (y, tratándose del malhumorado astro rey, más tarde o más temprano HABRÁ una), no se encontrará con redes telegráficas sino con Internet, lo que podría arrojar a buenas porciones de la civilización de regreso a la Edad Media, en lo que a tecnología se refiere a lo menos. Por otra parte, la saturación de partículas solares en la órbita terrestre frena también a los satélites, sacándolos de trayectoria: en el peak de una tormenta solar, un objeto tan masivo como la Estación Espacial Internacional puede perder 300 metros de altura al día. La civilización podría sufrir un apagón que por supuesto no será definitivo, pero que ocasionará unos buenos trastos rotos. ¿Qué tanto? Un informe de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos cifró el eventual impacto económico de una catástrofe de esas características, en el equivalente a veinte huracanes Katrina. Para temblar.
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jueves, 18 de octubre de 2012
La evolución de las manos.
No suele pasar que los grandes hombres acierten en todo. El escocés Charles Bell (1774-1842) fue uno de los más eminentes cirujanos de su tiempo, y sin embargo, fue un convencido antievolucionista (aunque "El origen de las especies" de Charles Darwin fue publicado 17 años después de su muerte, debemos recordar que la idea de evolución ya planeaba sobre el mundo científico, e incluso su contemporáneo Erasmus Darwin había propuesto una teoría evolutiva). En 1833, Charles Bell publicó un libro llamado "The Hand: Its Mechanism and Vital Endowments", un completo tratado sobre la anatomía y funcionamiento de la mano humana. Una de las metas de Charles Bell era probar que la anatomía de la mano era tan compleja, y su funcionamiento tan delicado, que era imposible postular que algo tan fino y elegante podía ser producido por la burda y sórdida evolución en vez de, digamos, la obra de un Creador Todopoderoso. Bell escribió sobre la mano "(...) ofrece la última y mejor prueba de ese principio de adaptación, que manifiesta un diseño en la creación".
Irónicamente, la mano en el Reino Animal es una prueba bastante firme de la evolución. Charles Darwin la usó a destajo en su "La evolución de las especies", publicada en 1859. Darwin escribió: "¿Qué puede haber más curioso que la mano del hombre, hecha para sujetar, la del topo, hecha para escarbar, la pata del caballo, la aleta de la marsopa y el ala del murciélago, todas estén formadas conforme a un mismo diseño?". La respuesta más sencilla es: todos heredamos una mano de cinco dedos a partir de un ancestro común. En algunos casos, ciertos dedos se han atrofiado, como en el caso de los caballos, aunque huesos vestigiales de dichos dedos aún subsisten. O bien se han transformado en alas en el caso de los murciélagos (técnicamente, membranas interdigitales) o aletas.
Se sospecha que la evolución de la mano principió hace unos 380 millones de años, alguna decena de millones de años de más o de menos. El creador de la mano aparentemente no fue Dios, sino una especie prehistórica de dipnoo, los llamados peces pulmonados (sí, existen, son peces con pulmones que pueden salir medio caminando y medio arrastrándose a tierra firme, y sobreviven seis especies en el mundo). En el dipnoo, las aletas evolucionaron y se robustecieron para poder arrastrar el cuerpo por tierra firme. Parece ser que los dedos fueron un desarrollo posterior, una adaptación evolutiva que favoreció a dichas criaturas agarrarse y trepar la vegetación submarina.
Los primeros diseños de manos tenían una cantidad anárquica de dedos. Han aparecido fósiles con siete u ocho dedos. Andando el tiempo, dichos desarrollos parecen haber quedado abortados, en beneficio de alguna criaturilla de cinco dedos que colonizó la tierra firme, y se transformó en el ancestro de todos los vertebrados terrestres (y de algunos que después regresaron al agua, como el caso de los cetaceos). En la anatomía de todos ellos existen siempre cinco dedos, salvo mutaciones esporádicas como la polidactilia. O vestigios de ellos, a lo menos.
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domingo, 14 de octubre de 2012
La historia de Pasquino.
¿Cómo se las arreglaba la gente para hacer campaña contra los abusos de autoridad y la tiranía, y denuunciar a los poderosos, en la época anterior a Internet? En la actualidad, gobiernos enteros han sido derribados vía Facebook, como a sus costillas lo aprendió Hosni Mubarak en Egipto, pero ¿y antiguamente? Ya hemos mencionado que dentro de la autocracia bizantina existió una tradición satírica, y antes que eso, las murallas de Roma sirvieron como periódicos improvisados para quienes querían dejar su tuiteo contra el mal gobierno. La Roma del Renacimiento no fue distinta, y el héroe máximo del partido popular fue Pasquino.
En realidad, Pasquino en sus orígenes era Menelao, el hermano de Agamenón en la "Ilíada" de Homero. Así como suena. O mejor dicho, una estatua representando a Menelao sosteniendo el cuerpo de Patroclo muerto, eso es. O algo así, porque la estatua no sobrevivió precisamente indemne a los vandalismos de los tiempos. A inicios del siglo XVI, según refiere la rumorología, se instaló en sus cercanías un sastre de apellido Pasquino, reputado por su ingenio. Al mismo tiempo, vaya uno a saber si habiendo conexión o no, en la estatua comenzaron a aparecer libelos con versos satíricos en contra de la Iglesia Católica, que por supuesto era quien mandaba en Roma. (Ni qué decir, éstos fueron los primeros pasquines, a los cuales el mentado Pasquino dio inadvertidamente su nombre).
Los emperadores bizantinos aguantaban la sátira con resignación, pero como no se supone que los Papas cristianos sean tolerantes, amen a su prójimo o sean humildes, estuvieron a punto de arrojar la estatua al agua para eliminar el odiado símbolo de la resistencia popular. Al último, convenciéndose de que harían de la estatua un mártir, se limitaron a prohibir la publicación de libelos sediciosos en la estatua de Pasquino. El efecto fue similar a cerrar Napster y permitir la apertura de millones de otros sitios de descarga en Internet: poemas sediciosos comenzaron a aparecer en numerosas otras estatuas, hasta configurar toda una tradición de las llamadas "statue parlanti" ("estatuas parlantes"). En algunos casos, Pasquino incluso entró en conversaciones con sus compañeros de piedra, siendo los más famosos una estatua del dios de los ríos situada en una fuente del Capitolio y llamada Marforio, y un busto de mujer clásico a quien la creatividad popular rebautizó como Madama Lucrezia por Lucrezia d'Alagno, que en el siglo XV había sido la amante de Alfonso de Aragón y reina de facto en Nápoles.
Y una pasquinada para cerrar el presente posteo. El Papa Inocencio X (1644-1655) inaguró la fuente de los Cuatro Ríos en la Piazza Navona, y el pueblo estaba descontento porque se avecinaba un alza de contribuciones para pagar por estas maravillas arquitectónicas. Y Pasquino, impertérrito, habló: "Lo que nosotros queremos no son ni fuentes ni obeliscos; pan es lo que queremos, pan y más pan"...
En realidad, Pasquino en sus orígenes era Menelao, el hermano de Agamenón en la "Ilíada" de Homero. Así como suena. O mejor dicho, una estatua representando a Menelao sosteniendo el cuerpo de Patroclo muerto, eso es. O algo así, porque la estatua no sobrevivió precisamente indemne a los vandalismos de los tiempos. A inicios del siglo XVI, según refiere la rumorología, se instaló en sus cercanías un sastre de apellido Pasquino, reputado por su ingenio. Al mismo tiempo, vaya uno a saber si habiendo conexión o no, en la estatua comenzaron a aparecer libelos con versos satíricos en contra de la Iglesia Católica, que por supuesto era quien mandaba en Roma. (Ni qué decir, éstos fueron los primeros pasquines, a los cuales el mentado Pasquino dio inadvertidamente su nombre).
Los emperadores bizantinos aguantaban la sátira con resignación, pero como no se supone que los Papas cristianos sean tolerantes, amen a su prójimo o sean humildes, estuvieron a punto de arrojar la estatua al agua para eliminar el odiado símbolo de la resistencia popular. Al último, convenciéndose de que harían de la estatua un mártir, se limitaron a prohibir la publicación de libelos sediciosos en la estatua de Pasquino. El efecto fue similar a cerrar Napster y permitir la apertura de millones de otros sitios de descarga en Internet: poemas sediciosos comenzaron a aparecer en numerosas otras estatuas, hasta configurar toda una tradición de las llamadas "statue parlanti" ("estatuas parlantes"). En algunos casos, Pasquino incluso entró en conversaciones con sus compañeros de piedra, siendo los más famosos una estatua del dios de los ríos situada en una fuente del Capitolio y llamada Marforio, y un busto de mujer clásico a quien la creatividad popular rebautizó como Madama Lucrezia por Lucrezia d'Alagno, que en el siglo XV había sido la amante de Alfonso de Aragón y reina de facto en Nápoles.
Y una pasquinada para cerrar el presente posteo. El Papa Inocencio X (1644-1655) inaguró la fuente de los Cuatro Ríos en la Piazza Navona, y el pueblo estaba descontento porque se avecinaba un alza de contribuciones para pagar por estas maravillas arquitectónicas. Y Pasquino, impertérrito, habló: "Lo que nosotros queremos no son ni fuentes ni obeliscos; pan es lo que queremos, pan y más pan"...
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jueves, 11 de octubre de 2012
Las anécdotas de Santa Maria sopra Minerva.
Roma está probablemente más trufada de iglesias que de habitantes, y cada una de ellas es una historia y un mundo. Santa Maria sopra Minerva tiene algunas interesantes para contar. Esta es la primera y también única iglesia de estilo gótico que existe en Roma. Su construcción se inició en 1280, sobre las ruinas de otra edificación antigua que fue atribuida a Minerva: de ahí por supuesto lo de "sopra Minerva" ("sobre Minerva", claro está, que para los cristianos, la casta María es mucho más mujer que la sabia, inteligente y también virgen Minerva). Cuando la edificación terminó, el gótico ya había pasado de moda: hablamos de 1453 aquí.
Por supuesto que, siguiendo la tradición, la iglesia se transformó también en sepulcro, en donde encontraron su último descanso varios Papas (incluyendo el de Paulo IV el Papa contrarreformista, a la vanidad de cuya tumba hubo de ser sacrificado un fresco sobre las virtudes y los vicios pintado por Filippino Lippi), así como el pintor Fra Angelico que pertenecía a la orden de los Dominicos que era la encargada de la Iglesia, y la mística Catalina de Siena.
Una de las anécdotas más curiosas relacionadas con esta iglesia, tiene que ver con la estatua de Cristo situada a la izquierda del altar mayor. Esta fue encargada nada menos que a Miguel Angel Buonarroti, que comenzó en 1514, pero cuando en el rostro apareció una veta negra de mármol, la dejó sin terminar. La obra fue tomada entonces por su ayudante Pietro Urbano, quien se puso en la labor a partir de 1519. La intervención del ayudante echó a perder la estatua en varios puntos, a un punto tal que incluso su propio maestro juzgó como imposible de arreglar. Cuando se inauguró el 27 de Diciembre de 1521, a Miguel Angel le pareció tan mala que incluso ofreció una compensación a sus mandantes por la misma. Irónicamente, la estatua se transformó en una de las obras más admiradas de Miguel Angel, debido a la idea de tratar escultóricamente a Cristo como un héroe clásico, desnudo y sin heridas (el taparrabos es un púdico añadido posterior del Barroco, como se evidencia para cualquiera que contemple la estatua).
Finalmente, ya en pleno período Barroco, se destapó la olla acerca del pasado del templo cuando en los jardines del monasterio adosado a la iglesia apareció un obelisco egipcio, en 1665. Se descubrió entonces que el templo antiguo sobre cuyas ruinas estaba construida la Iglesia de Santa Maria no estaba dedicado a Minerva sino a la diosa egipcia Isis... Ni cortos ni perezosos, los monjes instalaron el dichoso obelisco en la plaza frente a la iglesia. Y haciendo gala de mal gusto, llamaron al escultor Bernini a que les esculpiera un elefante para que sostuviera el dichoso obelisco... En fin, terminemos diciendo que en el zócalo del condenado elefante aparece la siguiente inscripción: "...documentum intellige robustae mentis esse solidam sapientiam sustinere" ("Se requiere de un gran entendimiento para soportar el peso de la sabiduría").
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domingo, 7 de octubre de 2012
Historias del Panteón.
Uno de los edificios más representativos de la época grecorromana de la ciudad de Roma es el Panteón. Su nombre curiosamente es griego: "theos" significa dioses, y el prefijo "pan-" significa todos, de manera que el templo se llama "Todos los Dioses". El origen del nombre se ignora, y puede deberse a que había muchas estatuas de dioses en el lugar, o bien a la espectacularidad de su domo, que recordaría a la bóveda celestial en su magnificencia. La cúpula misma es todo un simbolismo: al centro presenta un agujero que deja entrar la luz solar, como símbolo del Sol en el medio del cielo. ¿Alguien se extraña de que fuera consagrado a los emperadores romanos...? La bóveda, dicho sea de paso, fue la desesperación de los arquitectos del temprano Renacimiento que no encontraban cómo replicarla. Finalmente, estudiándola, el talentoso Filipo Brunelleschi encontró las respuestas, y las aplicó para la cúpula de la Catedral de Florencia, en los inicios del siglo XV.
Pero si creen que ahí se acaban las historias del Panteón, se equivocan. Iniciada la Edad Media, el Panteón quedó abandonado e incluso pudo haber sido demolido. El año 609, el emperador bizantino Focas decidió regalárselo al Papa Bonifacio IV, y esto fue su salvación, al precio de ser convertida en la Iglesia de Santa Maria ad Martyres. Hubo daños por terremotos, inundaciones e incluso vandalismo, pero la Iglesia Católica fue solícita con este templo ahora cristiano como nunca lo habría sido con un templo pagano. Lo que no quita algunos expolios posteriores. El emperador bizantino Constante II ordenó que los ladrillos de bronce dorados que ornamentaban el techo fueran transportados a Constantinopla en 663. El Papa Urbano VIII por su parte, ya en pleno siglo XVII (el mismo Papa del juicio a Galileo Galilei, por más señas) mandó fundir las planchas de bronce del tejado del antetemplo para usarlas en el baldaquino de Bernini, en la iglesia de San Pedro... y para fundir los cañones del castillo de Sant'Angelo.
Como iglesia que era, el Panteón fue dedicado por supuesto a la función de sepulcro. Cristiano, por supuesto. En fecha tan tardía como el siglo XIX todavía seguía cumpliendo tales funciones: los reyes italianos de finales de centuria fueron enterrados allí. Pero el sepulcro más visitado de los que están al interior del Panteón, es el de Rafael. Su epitafio es ciertamente emotivo: "Ille hic est Raphael, timiut quo sospite vinci, rerum magna parens et moriente mori" ("Aquí yace Rafael, la gran Madre Naturaleza temió ser vencida por él durante su vida y morir con su muerte")...
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jueves, 4 de octubre de 2012
Aceite en el tepidarium.
Una amable lectora me preguntó, hace algunos días atrás, acerca de un detalle de la pintura que actualmente adorna el fondo de este blog Siglos Curiosos. En concreto, ¿qué es lo que sostiene la chica de la pintura con su mano derecha? Para ser absolutamente sinceros, yo ni siquiera había reparado en que la chica estaba sostenido un artefacto de sospechosa forma peneana con su mano derecha, distraído con... bueno... otra clase de atributos que posee la pintura, dejémoslo así. Que hablamos de los calenturientos del Academicismo aquí, la escuela de pintura ésa que so pretexto de recrear la Grecia y Roma clásicas, pintaban desnudos a mansalva que fueran, digamos, aceptables para los estándares morales victorianos de finales del XIX y comienzos del XX. O de cómo hacer porno con pretexto artístico, que es sospecho la razón por la que ha existido desde siempre una íntima asociación entre peli cultureta y chicas en bolas.
Pero dejándonos de ironías, lo justo y preciso para entrar en materia, que el sarcasmo acá en Siglos Curiosos no lo abandonaremos jamás, vamos con la estupenda historia de ese objeto. Partamos diciendo, por si los amables lectores no han llegado a enterarse, que la pintura en cuestión es "El tepidarium" pintada en 1881 por Lawrence Alma-Tadema. Este pintor inglés de origen holandés se inscribió dentro de la corriente de pinturas pequeñoburguesas que se refocilaban en temas culturetas tales como la antigua Grecia, la antigua Roma, el antiguo Egipto, los antiguos celtas, o los medievales musulmanes. El tepidarium es una especie de sauna que existía en la antigua Roma. So pretexto de lo cual, Alma-Tadema hizo lo que los academicistas mejor sabían hacer: pintar un desnudo sexy.
Ahora bien, en el antiguo mundo grecorromano el jabón era ese gran desconocido. Hasta la época imperial por lo menos, en donde parece haberse comenzado a elaborar. Para sustituirlo, los grecorromanos recurrían a los aceites. Y luego, claro, uno queda untado de aceite que de alguna manera hay que sacarlo. Y ahí es donde entra en juego el estrígil. Esta es una barra de metal que sirve para rascar el aceite de la superficie de la piel, y de paso ayuda a retirar junto con dicho aceite las células muertas que se hubieran desprendido en el proceso.
De manera que ésa es la respuesta al misterio: a pesar de que se preste a varios chistes maliciosos, lo que la inocente chica desnuda tiene en sus manos en la pintura de Alma-Tadema es simplemente un estrígil con el cual, en un rato más desde el momento de la pintura suponemos, se sacará el aceite que recubre su lúbrico y bien dotado cuerpo.
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