La anécdota de este posteo es bastante conocida, y por lo mismo no me había tomado en serio la idea de incluirla aquí en Siglos Curiosos. Pero sin embargo hace poco un lector me la recordó y preguntó si podría hablar del tema, de manera que heme aquí, trayendo en vivo y en directo para ustedes... el hundimiento del trasatlántico de lujo Titán. No el hundimiento del trasatlántico de lujo Titanic, sino el hundimiento del Titán, así escrito. Porque este Titán existió, aunque sólo como producto de la imaginación del escritor Morgan Robertson. El cual escribió una novela corta sobre el mismo. Sólo que no estaba aludiendo al hundimiento del Titanic porque el Titanic ni siquiera se había diseñado, menos construido y botado al mar. Por el contrario, la novela corta "Futilidad o el naufragio del Titán" data de 1898... catorce años antes del fatídico hundimiento (aunque republicada en 1912 con un par de detalles cambiados, aprovechando adivinen qué suceso noticioso de aquel año). Esta es la increíble historia de la novela que predijo el desastre del Titanic en varios detalles significativos... y en otros no tanto.
La novela se abre con una descripción de la nave, en la que estuvo envuelto "cada ciencia, profesión y comercio conocido por la civilización". Sus oficiales habían pasado rígidos exámenes sobre "vientos, mareas, corrientes y geografía del mar; no eran sólo marinos, sino científicos". En este punto, como que el escritor le pone un poco mucho, pero sigamos. En el capítulo 2 nos presentan al protagonista no naviero sino humano, que es un tal John Rowland, y que tiene un prontuario de lo peor, ya que no sólo es alcohólico y de carácter demoníaco, sino que además, horror de horrores... ¡es ateo! (no se preocupen, encontrará cómo curarse del alcoholismo y el ateísmo por el camino). De pronto, el Titán va a estrellarse con un iceberg que lo impacta por el costado, y la nave queda condenada al hundimiento. A través de la tragedia, Rowland tendrá la ocasión de probarse a sí mismo, redimirse, etcétera, lo de siempre, vamos. Y para que el camino a la redención sea más entretenido, aprende James Cameron, el protagonista tiene primero que saltar al iceberg, y luego luchar por su vida contra un enorme y fiero oso polar (no me pregunten, la novela venía así). Y después luchar contra una bestia peor, que es la sociedad que lo ha ostracizado por ser bebedor, etcétera. No se preocupen, al final todo termina bien.
El capítulo 1 es el que contiene la descripción de las características técnicas del Titán, y resulta asombroso el parecido con el Titanic, más aún si se piensa que en la época de escribirse la novela, los trasatlánticos de clase Olympic aún no existían ni siquiera en la mesa de dibujos, ya que el primero fue botado en 1910 (se lanzaron tres: el Olympic, el Titanic, y el tercero de nombre algo más humilde en vista de lo sucedido con el anterior, el Britannic). El Titán tenía 800 pies de largo, 82 menos que el Titanic. El Titán tenía 19 compartimentos herméticos, y el Titanic 16, y en ambos, éstos eran la clave de que la nave se considerara insumergible. Los adjetivos para definir al Titán eran insumergible, y la más grande creación humana, los que también se le aplicaron al Titanic. En ambos casos el número de botes salvavidas era inferior al necesario para todas las almas a bordo, 24 en el Titán ("cargaba tan pocos botes como bastara para satisfacer la ley", escribe Robertson, con su estilo encantadoramente pretencioso) y 20 en el Titanic. Además, ambos tenían tres hélices. En cuanto al impacto contra un iceberg, en ambos casos fue poco antes de la medianoche, en ambos casos el iceberg golpeó el costado de la nave, y la velocidad de impacto era parecida, de 25 nudos para el Titán y 22,5 para el Titanic, yendo ambos a toda marcha (se dice del Titán que en su viaje inaugural batió todos los récords de velocidad).
Con todo, como la mayor parte de la información se centra en los parecidos razonables, veamos un poco las diferencias. El Titán se menciona explícitamente que va en su tercer viaje, mientras que el Titanic estaba en su crucero inaugural. El impacto contra el iceberg, que en el Titanic fue tan suave que el grueso de los pasajeros ni siquiera alcanzaron a sentirlo, los del Titán sí que lo sufrieron con gritos e histeria. Y una diferencia trivial en lo que al drama narrativo mismo se refiere, pero que es una exacta inversión en ambos casos: el Titanic viajaba desde Inglaterra hacia Estados Unidos (Southampton a Nueva York, con escala previa en Cherburgo), mientras que el Titán lo hacía en dirección opuesta, desde Estados Unidos hacia Inglaterra (Nueva York a Liverpool).