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domingo, 28 de septiembre de 2008

Hernán del Solar y la Editorial Rapa Nui.

Como advertencia preliminar, a pesar de llevar "Rapa Nui" en su título, este posteo no tiene nada que ver con Isla de Pascua. En vez de eso, hablaré sobre Hernán del Solar, probablemente uno de los escritores más clásicos de Chile, el grueso de cuya obra literaria es infravalorado por pertenecer a ese género literario tan denostado por los críticos, que es el cuento infantil (como si Renault o Andersen no valieran de nada).

Del Solar nació con el siglo, el 19 de Septiembre de 1901 (el 19-11 no era todavía el Día de las Glorias del Ejército, que se instauró algo más de una década después). Sus primeros andares literarios, los desarrolló en el campo de la Poesía, publicando un libro llamado "Senderos". Pero también publicó prosa, y se dedicó a la crítica literaria. Fue el primer autor que tradujo al español la densa obra de Thomas Mann, así como la de Nikos Kazantzakis (autor de la novela en que se basó la peli "La última tentación de Cristo", por más señas). Y ayudó a difundir autores que en ese entonces eran lo último en materia de Literatura europea: Stefan Zweig, Aldous Huxley, André Maurois...

En 1946 tuvo la idea de fundar una editorial que se dedicara a la Literatura Infantil. Lo que se concretó cuando fundó la Editorial Rapa Nui (sin relación con la Isla de Pascua, como decíamos, salvo por el nombre). Hernán del Solar comprometió a una buena cantidad de escritores para que escribieran relatos cortos para niños, y como política editorial decidió publicar dos tomos al mes. La decisión fue casi ruinosa, porque prácticamente ningún escritor le cumplió (entre los pocos que sí cumplieron estuvieron Mariano Latorre y su "El choroy de oro", y Luis Durand y su "Guauguau y sus amigos"). De manera que Hernán del Solar debió empezar a escribir él mismo los libros que iba a editar, camuflándose con una tonelada de seudónimos distintos (Peter Kim, Gastón Colina, Oliverio Baker, Abelardo Troy, Ricardo Chevalier, Clovis Kerr, Bat Palmer...). En la colección fueron publicados varios clásicos infantiles chilenos como "Mac el microbio desconocido" y "La porota", además de (con el seudónimo de Ricardo Chevalier), la historia de una dupla al estilo de Sherlock Holmes y Watson, pero en versión perruna, que resuelven crímenes y misterios en la ciudad de Animalandia, cuales son los detectives Nap y Moisés, saga que tuvo varias entregas. La colección hubo finalmente de cerrar en 1951, después de 61 tomos publicados, por problemas económicos, pero su legado continuaría por generaciones.

Y como curiosidad final sobre esta colección. Nadie suponía que el tomo N° 27 de la colección, iba a desarrollar la que es probablemente la más exitosa franquicia literaria chilena, con once secuelas y una más inédita y sin terminar (por la muerte de la autora), además de una adaptación del personaje para el cine en una película animada. Me refiero, claro está, a "Papelucho" de Marcela Paz...

jueves, 25 de septiembre de 2008

El dos por ciento constitucional.


En Chile, el llamado "dos por ciento constitucional" es una atribución que posee el Presidente de la República, para saltarse la obligación de conformarse a la ley a la hora de decretar pagos. Esto sólo lo puede hacer en casos de catástrofe, calamidad pública, amenazas a la seguridad nacional, etcétera (o sea, es para afrontar contingencias de carácter extraordinario), requiere la firma de todos sus ministros (que en caso de problemas, léase "fundirse con el dinero" y similares, deben responder con su patrimonio), y se lo llama informalmente el "dos por ciento" porque la propia Constitución Política de 1980 establece que el monto máximo para el ejercicio de esta facultad, es el dos por ciento del Presupuesto Nacional. De lo explicado, debería quedar claro que el "dos por ciento constitucional" no es una partida del Presupuesto de la Nación, sino que es una facultad para gastar dinero en casos de emergencia, creando de paso un déficit que repercutirá en una merma del patrimonio del Fisco (de ahí que su régimen sea tan estricto, y haya un tope fijado constitucionalmente).

El tema del Presupuesto de la Nación siempre había sido un tanto espinoso. En Chile, se suponía que el Presidente de la República debía enviar una Ley de Presupuestos al Congreso Nacional (todavía debe hacerlo), pero en 1891, cuando el Congreso quiso arrinconar al Presidente José Manuel Balmaceda (1886-1891), simplemente no aprobó ningún presupuesto. Como la Constitución de 1833 nada decía al respecto, y ante el apuro de tener que financiar de alguna manera al Fisco, Balmaceda ordenó entonces por decreto que regía el presupuesto del año inmediatamente anterior (esta situación fue el detonante de la Guerra Civil de 1891, ya que el Congreso consideró esto como un acto de tiranía de Balmaceda). En lo sucesivo, la Constitución de Chile establece que de ser enviada y no aprobarse una Ley de Presupuestos, rige automáticamente la del año anterior, y así el Gobierno puede seguir financiándose.

Pero el Gobierno conseguía a veces saltarse el Presupuesto de la Nación, mediante los decretos de insistencia. Concebidos para superar conflictos entre el Gobierno y la Contraloría General de la República, es una orden del Gobierno para que una resolución administrativa siga curso, aunque Contraloría la objete por ilegalidad. Varios gobiernos usaron entonces la triquiñuela de los decretos de insistencia para el no muy saludable objetivo de pasar adelante gastos públicos no autorizados por ley. Para terminar con este abuso, se institucionalizó el "decreto de emergencia económica" en 1943, para situaciones imprevistas en las cuales era imposible suponer de antemano que dichos gastos iban a tener que efectuarse (terremotos, erupciones volcánicas, siniestros, etcétera... es lo que tiene vivir en un país como Chile, montado a horcajadas del Cinturón de Fuego del Pacífico).

Probablemente el más importante uso dado al dos por ciento constitucional, sean las medidas extraordinarias tomadas después del Terremoto de 1960, que asoló a Valdivia y es considerado hasta el día de hoy como el más poderoso en toda la Historia de la Civilización. En 1963 se utilizó para reconstruir el leprosario de Isla de Pascua, que había sido destruido por un incendio. En 1968, la reducción de actividades mineras en la Provincia de Arauco disparó los niveles de cesantía, y considerando esto como un estado de calamidad pública, el Gobierno echó mano del mencionado dos por ciento constitucional. En Junio de 1973, el problema del aseo en la Municipalidad de Santiago alcanzaba niveles críticos, que atentaban contra la salubridad pública, y el Gobierno de Salvador Allende destinó otra vez fondos de dicho ítem. Y el mismo mes, se utilizó para solucionar los problemas con los gremios de transporte, que amenazaban con cortar un servicio público, el de la movilización de las personas. El gobierno de Pinochet, en sus 17 años, recurrió cuatro veces al dos por ciento constitucional, mientras que sus tres sucesores (Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, 1990-2006) no lo hicieron en ninguna oportunidad. Y en 2008, después de año y medio de implementado el Transantiago y aún no plenamente operacional, el Gobierno decidió una vez más aplicar el dos por ciento constitucional al problema del transporte. La última vez anterior había sido para el Terremoto de 1985...

domingo, 21 de septiembre de 2008

Recibir el pago de Chile.


Del sentimiento de amor y odio que muchos chilenos sienten por Chile, una de las más curiosas expresiones populares es la que habla de "recibir el pago de Chile", o del "pago de Chile" a secas. Recibir el pago de Chile es simplemente sufrir la ingratitud de quienes han recibido un servicio provechoso, no sólo siendo ignorados o ninguneados, sino incluso castigándoles y maltratándoles cuando se puede prescindir de sus valiosísimos servicios. Recibió Bernardo O'Higgins el pago de Chile, cuando después de tantos servicios prestados a la Patria durante su independencia y su gobierno, los aristócratas lo enviaron al exilio y jamás le permitieron volver. Y creen sufrir el pago de Chile muchos políticos que se amargan de que las cosas no se hagan exactamente como ellos quieren porque otras gentes se les oponen... Como suele ocurrir, no hay claridad sobre el origen de la expresión, y a falta de una, hay dos teorías sobre su génesis.

La primera de ellas se remonta a los tiempos de la administración colonial hispánica. Estando Chile ubicado en la periferia del Imperio Español, los pagos muchas veces se retrasaban, los cobros se rechazaban, y las alegaciones no tenían fruto alguno. Empezó así a hablarse de la "paga del Rey". Pero cuando se produjo la independencia, las cosas no anduvieron mejor con la burocracia estatal, en parte por lo extensísimo y accidentado del nuevo territorio a gobernar, y en parte por pura y simple desidia gubernamental. De manera que el "pago del Rey" se transformó en el "pago de la Patria", y de ahí pasó a ser "el pago de Chile".

Pero el historiador Benjamín Vicuña Mackenna consigna otra versión. El dicho se habría originado en Lima, capital del Virreinato del Perú, al cual debía sujetarse administrativamente la Capitanía General de Chile. En ese tiempo Chile era la frontera misma del Imperio y no había más allá nada que no fueran los combativos mapuches. Además, a diferencia de la rica y señorial Lima, capital del Virreinato adornada con los ojos de sus hermosas damas limeñas, las ciudades chilenas no eran más que bucólicos villorrios en los cuales nunca sucedía absolutamente nada de comento. Y para colmo, la soldada llegaba tarde, mal y nunca. Dentro de la esfera militar, Chile era así el lugar de castigo al cual enviar a todo aquel que resultara demasiado incómodo en Lima, y pronto cualquier militar que se saltara repetidas veces la disciplina o tuviera la mala ocurrencia de meterse con la hija del que no debía, acababa recibiendo "la paga de Chile", o sea, enviado al peor destacamento posible dentro de la jurisdicción del Virreinato...

jueves, 18 de septiembre de 2008

El definitivo León de Tarapacá.

Arturo Alessandri Palma, Presidente de Chile entre 1920 y 1925 (salvando el interregno revolucionario de 1924-1925, claro está), era conocido principalmente por su oratoria incendiaria, tan contrapuesta al carácter más bien adocenado de otros políticos, y que le dio un enorme arrastre entre la clase media, cansada de los excesos del sistema parlamentario implantado desde la guerra civil de 1891, para beneficio de unos pocos oligarcas y sacrificio de las grandes masas de trabajadores. Por esta oratoria, Alessandri Palma fue apodado el León de Tarapacá. Sin embargo, no fue ni de lejos el primer "León de Tarapacá" que registra la Historia de Chile (aunque sí, probablemente, el definitivo, el más famoso de todos). Asunto tanto más curioso por cuanto en la fecha de elección de Alessandri como Presidente, la región de Tarapacá llevaba apenas unos 35 años en manos chilenas (fue conquistada al Perú durante la Guerra del Pacífico, que se libró entre 1879 y 1884).

Durante la Guerra del Pacífico, en medio de la oleada patriotera que invadió a la prensa nacional chilena, llovieron los leones: los Leones de Atacama por el Batallón de Atacama después de haber desembarcado en Pisagua en 1879 (en realidad Batallón Copiapó, pero rebautizado con un nombre más "vendedor" por el historiador Benjamín Vicuña Mackenna, el gran propagandista y apologista de la guerra), el León del Norte por Juan Martínez, el Comandante del mencionado batallón... Y finalmente Eleuterio Ramírez, militar chileno que se destacó en la Batalla de Tarapacá, defendiéndose con uñas y dientes frente a un enemigo peruano numéricamente muy superior (aunque por otra parte, aquello era territorio peruano...), y que en forma póstuma, porque de esa batalla no salió vivo, fue apodado el León de Tarapacá.

Hubo después otro León de Tarapacá, que fue el escritor chileno Víctor Domingo Silva, conocido en nuestros días por su novelita romántica "Golondrina de invierno" (cada vez más olvidada, por otra parte). Silva era director del diario La Provincia de Tarapacá, y tanto el arrebato de su poesía como el fragor que ponía en la defensa del pueblo contra los oligarcas que le chupaban la sangre a Chile por aquellos días (¿aquellos...?), le valieron el apodo del León. Era lógico que éste se inclinara por la candidatura de Arturo Alessandri, que intentaba ganarse a la clase media con amplias promesas de reforma. Corría el año 1915, y en una asamblea en donde Víctor Domingo Silva y Alessandri estaban presentes, Silva fue aclamado como León de Tarapacá, ante lo cual declinó el honor, y añadió: "Desde hoy en adelante, ese glorioso sobrenombre será como un grito de combate cívico por la libertad y la justicia, y sólo tendrá derecho a llevarlo nuestro candidato de hoy y senador de mañana, el gallardo campeón de la jornada del próximo 7 de marzo, ¡don Arturo Alessandri Palma!". Ungido de esta manera, Alessandri pasó así a ser el León de Tarapacá, y ganó la senaturía por Tarapacá en 1915, y el sillón presidencial en 1920... y lo volvería a ganar en 1932. (Esta versión es la de Joaquín Edwards Bello, pero con todo, don René Silva Espejo atribuye el crédito del bautismo de Alessandri a Jorge "Coke" Délano).

En 1958, don Jorge Alessandri Rodríguez, hijo de Arturo Alessandri Palma, fue elegido Presidente de Chile. Y a éste se le apodó "el Cachorro de León"...

domingo, 14 de septiembre de 2008

Perlas internacionales del Presidente Ramón Barros Luco.

Ya hemos hablando antes en Siglos Curiosos sobre Ramón Barros Luco, Presidente de Chile entre 1910 y 1915, quien es probablemente el más inercial de todos los que alguna vez pasaron por el Palacio de la Moneda. Este Barros Luco fue el que, por filosofía de vida, le dijo una vez a Mariano Casanova, a la sazón Arzobispo de Santiago, quien se estaba quejando de sus muchos problemas: "No se afane tanto, don Mariano, porque el noventa por ciento de los problemas se resuelven solos y el resto no tiene solución"... Pero ni ésa ni las anécdotas que ya consignamos son las únicas. A continuación, algunas de las que protagonizó en el terreno de la política y las relaciones internacionales.

En aquellos años era cuestión candente el problema de Tacna y Arica. Ambas ciudades habían quedado en manos chilenas desde la Guerra del Pacífico, desde la cual habían transcurrido apenas treinta años, pero por tratado esta situación era transitoria y se supone que debía realizarse un plebiscito para determinar en manos de quién quedaba. Sólo que ningún Presidente chileno quería dar el paso. Varias veces le recordaron a Barros Luco el llamado "problema del Norte", ante lo cual éste invariablemente respondía: "¿Qué problema? El problema es de ellos, que perdieron, pero no para nosotros, que se lo quitamos". Y la frontera definitiva no se trazó sino hasta catorce años después de que terminara el período presidencial de Barros Luco...

En otra ocasión, don Lorenzo Anadón, que era Ministro de Argentina, se despidió de Barros Luco, listo para volver a Buenos Aires, después de haber llevado algunas negociaciones infructuosas en Chile. Como recurso desesperado le dejó caer a Barros Luco, medio en tono de chanza, que no se atrevía a pasar por Mendoza porque aún no salía un convenio para que los viñateros pudieran exportar sus vinos a través de Chile hacia el Océano Pacífico. Barros Luco, sin darse por aludido, contestó jovialmente: "Yo que usted, me iría por el Estrecho"... (el Estrecho de Magallanes, se entiende).

Durante su gobierno estalló la Primera Guerra Mundial. Le preguntaron entonces si Chile apoyaría a la Triple Entente. Socarronamente, Ramón Barros Luco esquivó el bulto diciendo: "No hay que meterse en peleas de familia". Porque, en efecto, Guillermo II de Alemania era primo carnal de Jorge V de Inglaterra, así como político del Zar Nicolás II de Rusia... Y Chile no ingresó a la Primera Guerra Mundial.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Los españoles y el Himno Nacional de Chile.


Como cualquier guerra, la Guerra de Independencia de Chile (librada entre 1810 y 1818) produjo hondos sentimientos y resquemores entre ambos beligerantes. No es raro entonces que en la primera mitad del siglo XIX, y hasta bien avanzada la segunda mitad, hubiera un hondo sentimiento antihispánico en la mentalidad chilena. Y el Himno Nacional de Chile no se libró de esto. La primera letra del Himno Nacional de Chile fue escrita por Bernardo de Vera y Pintado, y su texto era agresivamente antihispánico. Era posible encontrar versos como los siguientes, entre otras perlas: "El cadalso o la antigua cadena / Os presenta el soberbio español: / Arrancad el puñal al tirano / Quebrantad ese cuello feroz" (Estrofa I), "Ciudadanos, mirad en el campo / El cadáver del vil invasor... / Que perezca ese cruel que el sepulcro / Tan lejano a su cuna buscó" (Estrofa IV), "Esos monstruos que cargan consigo / El carácter infame y servil / ¿cómo pueden jamás compararse / con los héroes del cinco de abril?" (Estrofa VII, el 5 de Abril de 1818 es la fecha de la batalla de Maipú en que se aseguró en definitiva la independencia de Chile). Y así el himno sumaba y seguía sobre el bello y bonito Chile asolado por las malvadas huestes del conquistador. Sin parar mientes en que todos los independentistas eran criollos, es decir medio españoles, porque en Chile la independencia fue cualquier cosa menos un levantamiento de la población indígena, nativa, autóctona u originaria...

Irónicamente, la primera vez que se entonó la Canción Nacional, la música no estaba lista aún, y en el apuro, debió entonarse con la música del Himno Nacional de Argentina... La música fue finalmente compuesta por Manuel Robles, que era chileno, pero menos de una década después, se encargó una nueva partitura, que hubo de componerla don Ramón Carnicer, que era... español (se encontraba exiliado en Londres debido a su virulenta oposición contra el todavía reinante Fernando VII de España... y nunca jamás en su vida visitó Chile).

Recién en la década de 1840, España vino a reconocer la independencia de Chile, y entonces las relaciones diplomáticas se normalizaron. Sobrevino entonces el bochorno de tener que explicarle a los españoles por qué el Himno Nacional de Chile se reforcila tanto injuriando a los peninsulares. Don José Santos Tornero, inmigrante que era a la sazón director del diario El Mercurio de Valparaíso (el mismo que todavía existe y se publica), y que era español riojano de pura cepa (nació en Viniegra de Abajo, en la Sierra de Cameros, en La Rioja, en el año 1808), encabezó toda una campaña periodística para cambiar la letra del himno, e incluso llegó a encabezar una delegación que le pidió al Presidente Manuel Bulnes (1841-1851) que se obrara de tal manera. En esa coyuntura, se decidió que se mantendría la melodía del ya mencionado español Ramón Carnicer (que de hecho, sigue siendo la melodía actual del Himno Patrio), pero se cambiaría la letra. Eusebio Lillo Robles fue el encargado de redactar una nueva letra, que es la conservada en la actualidad. El trabajo fue entregado para la supervisión de Andrés Bello, el destacado jurista y gramático que a la fecha estaba redactando atareadísimo el Código Civil, y que para seguir con el baile de nacionalidades, no era ni chileno ni español sino venezolano afincado en Chile. Andrés Bello aprobó la letra, pero objetó el coro, así es que ni cortos ni perezosos, decidieron que el coro del antiguo Himno se mantendría... ("Dulce Patria, recibe los votos / con que Chile en tus aras juró / Que, o la tumba serás de los libres / O el asilo contra la opresión").

El nuevo Himno Patrio tiene un tono harto más amigable, incluyendo un inicio que podría ser calificado de "cautamente amistoso", comparado con el flagrante antihispanismo de la letra anterior: "Ha cesado la lucha sangrienta / Ya es hermano el que ayer invasor / Del vasallo borramos la afrenta / Combatiendo en el campo de honor". En la Segunda Estrofa dice: "Alza Chile, sin mancha la frente / Conquistaste tu nombre en la lid / Siempre noble, constante, valiente / Te encontraron los hijos del Cid"... Y aunque si bien está presente todavía un cierto tono de resquemor, en las interpretaciones oficiales sólo se canta la Quinta Estrofa, que no hace mención alguna a invasores de ningún tipo, sino que sólo se refiere a las bondades de la geografía chilena. Durante la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990) se ordenó también cantar la Tercera Estrofa, que enaltecía a los soldados chilenos ("Vuestros nombres valientes soldados / Que habéis sido de Chile el sostén / Nuestros pechos los llevan grabados / Lo sabrán nuestros hijos también..."), pero cuando la dictadura acabó y empezaron a salir a flote las atrocidades cometidas por los soldados chilenos contra la población civil, la Tercera Estrofa ("segunda estrofa del Himno" en la jerga popular, por cantarse después de la Quinta...) pasó a un discreto olvido, y en la actualidad sólo se canta en los actos de adhesión de los pinochetistas más recalcitrantes. Y dicha Tercera Estrofa tampoco contiene alusiones antihispánicas.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Apuntes sobre la siesta colonial chilena.


Muchas veces se ha detallado la vida de Chile bajo la férula española (1541-1810) como una especie de larga "siesta colonial". Y en verdad mucho había de cierto en ello. En Chile no había demasiada actividad de ningún tipo, ni cultural, ni económica, y apenas existía el arte de la visita social, las reuniones en las casas, o las escapadas a las ramadas a bailar zamacueca. Chile entero estaba en manos de un puñado de latifundistas que, por cierto, vivían en el más completo de los ocios. De ahí que se extendió la costumbre de la siesta colonial. Los viajeros extranjeros que visitaron a Chile durante el siglo XIX, se quedaban asombrados de que, entre las dos y las cinco de la tarde, no circulara absolutamente nadie por las calles de Santiago. Algo que podría justificarse si Chile tuviera un clima cálido y tropical como el de Brasil o el Caribe, pero con su clima templado, un tanto lluvioso y más bien frío... En aquellos años, era lugar común afirmar que en la hora de la siesta sólo los perros y los ingleses andaban por la calle.

Y no es la única expresión lexicológica que quedó en el vocabulario chileno para la posteridad. En aquellos años no se usaban pantalones, sino que fieles a la usanza aristocrática del Antiguo Régimen, los varones usaban calzas apretadas. Como la siesta después del almuerzo era larga, usualmente se quitaban las calzas. De ahí viene la expresión "dormir a calzón quitado", como sinónimo de tener un sueño profundo e imperturbable. Otra expresión quizás también nacida de aquí es la de "dormir a pierna suelta", esto es, dormir sin calzas.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Pololear y ser pololos.

En Chile (y para ser franco, ignoro si en algún otro país más), el verbo "pololear" se usa con el mismo sentido que en otros países se habla de "ponerse de novios" o "estar de novios", o sea, el de tener una relación de pareja con exclusividad (en Chile, "ser novio" es algo un poco más formal, y significa haberse comprometido oficialmente para el matrimonio mediante la ceremonia de la postura de argollas). Hay varias versiones sobre el origen de la expresión, no todas ellas mutuamente excluyentes.

La más socorrida alude a un escarabajo chileno llamado pololo, precisamente, cuyo nombre científico es "Sulcipalpus elegans", que es de color verde brillante, y que tiene la mala costumbre de acercarse a las luces, encandilarse, estrellarse con ellas y volver a la carga... exactamente como lo hace un galán que está embobado de amores por una dama. De ahí que "pololear" haya pasado a ser sinónimo de cortejar a las chicas casaderas, y "estar pololeando" sea que la dama acepta ser cortejada y aparecer como pareja del galán. Esto, en una acepción clásica, naturalmente, ya que la liberalización de costumbres procedente de la globalización ha ido borrando las fronteras entre "pololear", "andar", "atracar", "ser amigos con ventaja", "poncear" y similares...

Por su parte, en el libro "Firme la Quinta", publicado por don Agustín Gutiérrez Valdivieso en 1974, se alude a otro posible origen de la expresión. La Quinta a la que se refiere el título, es la Quinta Compañía de Bomberos de Santiago. Los bomberos chilenos son voluntarios (no pagados), y desde siempre han tenido por tanto a honra pertenecer a una causa noble y desinteresada como la suya. Los "quintinos" decidieron usar como emblema una chapa de metal verde, que tenía la figura de un pololo, bien sea como prendedor en la corbata, bien sea como adorno en el ojal de la solapa. No pasó mucho tiempo, según refiere Gutiérrez Valdivieso, antes de que las famosas chapas aparecieran en los atuendos de varias muy bellas damas capitalinas, entregados como prenda de amor, y desde entonces, refiere el libro, las palabras "pololo" y "pololear" se habrían incorporado al vocabulario patrio...

Hay otro uso para la palabra "pololo" en Chile, que quizás tenga que ver con el andar rondando o mosqueando también. Se le llama "pololo" o "pololito" a la labor esporádica, ocasional, que no da demasiado trabajo ni demasiada paga. "Estar a puros pololos" es así obtener trabajos ocasionales o labores bien puntuales, con toda la incertidumbre monetaria que eso produce.

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