Historias desopilantes, anécdotas curiosas, rarezas antiguas: bienvenidos a los siglos curiosos.
jueves, 30 de junio de 2011
Al rescate de Seutópolis.
La historia de Seutópolis es otra muestra de las complicaciones políticas y económicas contra las cuales choca la investigación arqueológica. Cuando las ruinas están en pleno desierto, excavarlas suele ser algo sencillo, más allá de la logística, como no sea el desierto de Israel por supuesto. Pero cuando la arqueología interfiere con "el progreso"...
Seutópolis es la capital que fundó en Tracia, actualmente Bulgaria, el monarca Seutes III. Los odrisios, una tribu de tracios, son otro de esos pueblos históricos más o menos poderosos de los que poco se sabe porque o no tuvieron historiadores de su partido, o si los tuvieron, sus crónicas no han sobrevivido para la posteridad. En tiempos de Alejandro Magno y sus inmediatos sucesores, Seutes III se rebeló contra los macedonios, e instaló su capital en Seutópolis. Parece ser que Seutópolis no era tanto una ciudad sino una especie de palacio gigantesco que sirviera como sede de gobierno, un poco como lo fue el Palacio de Versalles para Luis XIV (recordemos que en la época, Versalles estaba FUERA de París, y ahora está en su interior por el crecimiento urbano). En cualquier caso Seutópolis no resultó tan longevo como Versalles: los celtas atacaron y saquearon el palacio en 281 antes de Cristo, y aparentemente no fue reconstruido.
En 1948, las ruinas de Seutópolis fueron redescubiertas. El hallazgo fue incidental: el real objetivo de las excavaciones era preparar el terreno para una gigantesca represa. En esa época, recordemos, Bulgaria estaba detrás de la Cortina de Hierro y bajo la férula soviética, y como los comunistas son nuestros villanos post-nazis favoritos, decidieron seguir adelante con el proyecto. Es lo que tienen los reyes antiguos, que construían sus edificios sin prever que los valles en cuestión eran potenciales futuras áreas inundables. Las ruinas acabaron por ser inundadas en 1954, y así han permanecido hasta comienzos del siglo XXI.
En 2005 fue propuesto un proyecto monumental para rescatar Seutópolis: construir un anillo a su alrededor, y secar el pozo subsiguiente. En otros términos, la idea es crear un muro de contención de las aguas alrededor de Seutópolis. Naturalmente que no sólo la arqueología incide en el interés por el proyecto, sino que los dólares que se dejarían los turistas visitando unas ruinas que están por debajo del nivel de las aguas circundantes. Porque nadie duda que, de ser ejecutado, el proyecto de rescate de Seutópolis, más que algo tracio, sería faraónico.
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domingo, 26 de junio de 2011
Genghis Khan según Hollywood.
A pesar de que no faltan los quejumbrosos cada vez que sale una peli histórica acerca de que se apartó de la realidad histórica en tal o cual punto, acá en Siglos Curiosos entendemos que una peli histórica es eso, una peli, y no necesariamente un documental. Después de todo, la Historia Universal transcurre a su regalado amaño, y no necesariamente a la conveniencia de los guionistas, que por ende tienen que reescribir bastantes tramos para que la experiencia sea más literaria y cinematográfica. Pero esto no significa que no podamos comparar una peli con su correspondiente base histórica, como lo hicimos en su minuto en Siglos Curiosos con "Gladiador". Y en el caso de "Genghis Khan" de Irving Allen, del año 1965, las desviaciones son lo suficientemente interesantes como para que valga la pena hacer el análisis.
Irving Allen fue de esos productores siempre a la siga de un éxito clamoroso que, todo sea dicho, jamás le llegó. A mediados de los '60 se lanzó a rodar su propio epic histórico: "Genghis Khan". El problema es que después del estrepitoso fracaso de la "Cleopatra" con Elizabeth Taylor, el género iba en declive, lo que sumado a un estilo pasado de moda incluso para su tiempo, la hizo carne de rotativo de cine en la tarde. La peli se abre con Temujin niño como esclavo (un poco a lo "Conan el Bárbaro", pero no tan bestia), en donde comienza su rivalidad con el malvado Jamuka. Pero Temujin consigue fugarse siendo ya un adolescente, y liderando una horda de bandoleros, consigue construirse una nueva tribu para reemplazar a la antigua. Acosado por Jamuka, marcha a China y cruza la Gran Muralla, aunque de manera amistosa. Pero el Emperador de China, un tipo estirado y pedante, es también lo suficientemente hábil como para mantenerlo prisionero. Temujin, que en el intertanto ha devenido en Genghis Khan debe recurrir a su astucia para fugarse, y en la trifulca subsiguiente, el Emperador de China muere. Genghis Khan emprende muchas conquistas, pero el malvado Jamuka ahora está con los persas, y los incita a una batalla que será por supuesto la gran batalla final con que acabe la peli.
Conociéndose a rasgos generales la biografía de Genghis Khan, son bastante evidentes las desviaciones producto de las necesidades de ofrecer un producto comercial, hollywoodense en definitiva. De partida, Genghis Khan no fue hecho nunca esclavo (salvo por un breve período que pasó como prisionero de guerra). El personaje de Jamuka está bastante falseado, aunque parece ser que por economía narrativa, subsumieron en él dos personajes históricos distintos: el Jamuka real, y un tal Kuchlug. Jamuka partió siendo hermano de sangre de Genghis Khan, pero cuando ambos desarrollaron ambiciones de señorío supremo, se pelearon. Jamuka fue traicionado por los suyos y entregado a Genghis Khan, quien le ejecutó en 1206 (el rol posterior del Jamuka fílmico, más o menos calza con el de Kuchlug histórico). Genghis Khan fue proclamado Genghis Khan por los mongoles, y no por el Emperador de China como aparece en la peli (además su título significa "monarca universal", no "príncipe de los conquistadores"). Y en la época no había un único monarca de China (aunque se puede justificar para simplificar la trama, que de otra manera hubiera sido muy enredada), pero el monarca chino derrotado por Genghis, Xiangzong, no fue muerto por éste, sino que fue víctima de un golpe de estado interno en 1211. Pasemos por alto que la guerra con Persia está falseada (algún rol tenían que darle a Jamuka en la batalla final), pero lo que sí no tiene nombre, es hacer que Genghis Khan muera inmediatamente después de esa batalla, cuando en la realidad sobrevivió siete años a la conquista de Persia, y murió luego de atacar... Rusia.
A pesar de todas estas desviaciones de la historia, en lo personal el General Gato quien esto escribe, las justifica en buena medida, porque la historia del Genghis Khan histórico es demasiado anticlimática como para sacar un biopic en forma. De este modo, ¿en dónde la terminamos? ¿Cuando unifica a las tribus mongolas y es proclamado Genghis Khan en 1206? Eso dejaría fuera toda la aventura de la guerra con China y con Persia. Rematarla con la conquista de China tampoco tiene sentido, y con su última gran conquista que es Persia, deja también sus últimos años fuera, además de que la conquista de Persia no fue más brillante que el resto, y de hecho, las campañas militares en las que Genghis hizo mayor despliegue de inteligencia táctica fueron las que emprendió contra mongoles y chinos, mientras que con los persas usó más los métodos del ataque sangriento a gran escala. En ese sentido, muchas inexactitudes de la peli (no todas, claro) no se deben tanto a la imaginación o a lo simplón de los guionistas (aunque quién sabe si eso no habrá ayudado lo suyo), sino a que de verdad la biografía del más grande de los conquistadores mongoles es un material algo complicado de reducir a un biopic estándar hollywoodense de dos horas de duración.
jueves, 23 de junio de 2011
¿De dónde vienen los turcos?
¡De Turquía, por supuesto! ¿Por supuesto? Miren ustedes de nuevo. En realidad la relación es exactamente al revés: no es que los turcos se llamen así porque sean nativos de Turquía, sino que Turquía se llama así debido a que el territorio que ocupa dicho país fue invadido en tiempos históricos por los turcos (así como Francia se llama así porque en la Edad Media fue invadido por los francos). Por eso, acá en Siglos Curiosos trataremos de repasar la historia de cómo los turcos llegaron hasta Turquía. Porque los orígenes de los turcos son otro de esos grandes desconocidos de la Historia Universal. Como buena horda nómada, sus orígenes más remotos sólo podemos rastrearlos a través de la evidencia de la dispersión lingüística, algo de arqueología, y de los siempre salvadores registros de las potencias sedentarias que ocasionalmente se refieren a ellos al tiempo de sufrir sus golpes y azotes. Pero...
Aparentemente los turcos están relacionados con los hunos (los mismos famosos por Atila), y parece ser que los turcos en realidad eran una rama o tribu dentro del más grande grupo de los hunos. Con el resto de los hunos, los turcos (köktürks en esa época) fueron un gran incordio para los chinos (que llamaban "hiung-nu" a los hunos). Hasta que los hunos emigraron al oeste, cayendo sobre la India por un lado, y sobre Europa por el otro. En cuanto a los turcos, prefirieron quedarse.
Hacia el siglo VI, los turcos formaron su propio imperio en Asia Central, que prefiguró en cierta medida las empresas posteriores de los mongoles. El imperio se derrumbó por la guerra civil, y por los golpes que le asestaba China por el este, pero hacia el oeste, los turcos se expandieron por toda Asia Central. La actual república de Turquestán les debe su nombre a una rama de los turcos (que entretanto, por supuesto, ya no eran una simple rama de los hunos, sino un pueblo por derecho propio), en concreto los turcomanos. Algunos turcos llegaron tan lejos hacia el oeste, que cruzaron toda Rusia y se instalaron en Bulgaria: allí, los búlgaros abandonaron su lengua nativa turca y adoptaron el idioma indoeuropeo eslavo llamado búlgaro. Pero el grueso de los turcos en Asia Central fueron batidos después por los mongoles, y su predominio político y demográfico acabó, por más que quedaron repartidos en regiones desde Siberia y China hasta Irán.
Hacia el siglo X, en el Asia Occidental comenzó el declive del Califato Abasida, la gran superpotencia musulmana del Medio Oriente. Los abasidas llamaron a una rama de los turcos, los selyúcidas, para ser sus guardaespaldas, y estos turcos selyúcidas contratados como pretorianos acabaron por secuestrar el gobierno y convirtieron el Califato en un Khanato turco de facto. Lo selyúcidas decayeron y de hecho fueron destruidos por los mongoles, pero en medio de todas estas debacles, una rama de turcos, los otomanos, consiguieron hacerse de un principado en Anatolia. Este principado creció hasta transformarse en el Imperio Otomano, reemplazando las antiguas etnias griegas por turcas en Anatolia, y transformando así a dicha península en lo que actualmente es Turquía, la región turca más famosa de todas.
Aparentemente los turcos están relacionados con los hunos (los mismos famosos por Atila), y parece ser que los turcos en realidad eran una rama o tribu dentro del más grande grupo de los hunos. Con el resto de los hunos, los turcos (köktürks en esa época) fueron un gran incordio para los chinos (que llamaban "hiung-nu" a los hunos). Hasta que los hunos emigraron al oeste, cayendo sobre la India por un lado, y sobre Europa por el otro. En cuanto a los turcos, prefirieron quedarse.
Hacia el siglo VI, los turcos formaron su propio imperio en Asia Central, que prefiguró en cierta medida las empresas posteriores de los mongoles. El imperio se derrumbó por la guerra civil, y por los golpes que le asestaba China por el este, pero hacia el oeste, los turcos se expandieron por toda Asia Central. La actual república de Turquestán les debe su nombre a una rama de los turcos (que entretanto, por supuesto, ya no eran una simple rama de los hunos, sino un pueblo por derecho propio), en concreto los turcomanos. Algunos turcos llegaron tan lejos hacia el oeste, que cruzaron toda Rusia y se instalaron en Bulgaria: allí, los búlgaros abandonaron su lengua nativa turca y adoptaron el idioma indoeuropeo eslavo llamado búlgaro. Pero el grueso de los turcos en Asia Central fueron batidos después por los mongoles, y su predominio político y demográfico acabó, por más que quedaron repartidos en regiones desde Siberia y China hasta Irán.
Hacia el siglo X, en el Asia Occidental comenzó el declive del Califato Abasida, la gran superpotencia musulmana del Medio Oriente. Los abasidas llamaron a una rama de los turcos, los selyúcidas, para ser sus guardaespaldas, y estos turcos selyúcidas contratados como pretorianos acabaron por secuestrar el gobierno y convirtieron el Califato en un Khanato turco de facto. Lo selyúcidas decayeron y de hecho fueron destruidos por los mongoles, pero en medio de todas estas debacles, una rama de turcos, los otomanos, consiguieron hacerse de un principado en Anatolia. Este principado creció hasta transformarse en el Imperio Otomano, reemplazando las antiguas etnias griegas por turcas en Anatolia, y transformando así a dicha península en lo que actualmente es Turquía, la región turca más famosa de todas.
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Pueblos y Tribus
domingo, 19 de junio de 2011
El tamaño de la Vía Láctea y la Humanidad.
Salvo que sobrevenga una nueva Edad de las Tinieblas o algo así, parece que la antigua visión de una Tierra más o menos desconectada de lo que ocurre en los cielos inmutables se ha ido para nunca más volver. Los avances científicos siguen revelando un montón de información acerca de que la vida en la Tierra y la civilización humana está más intrincadamente relacionada con el espacio exterior de lo que suponíamos. En realidad, una biosfera como la de la Tierra no puede surgir en cualquier parte del universo, y menos aún la civilización humana. Incluso nuestro gran hogar, la Vía Láctea, tiene unas dimensiones precisas como para permitir el surgimiento de la vida, y ya no digamos de la cultura humana.
Repasemos algunos antiguos hábitos mentales. Durante mucho tiempo, la Vía Láctea no era más que esa mancha blanquecina en el cielo nocturno: no en balde, su nombre viene del chorro de leche que, según la mitología griega, una diosa habría soltado cuando un bebé demasiado hambriento le mordió las mamas. Recién en el Renacimiento, con el surgimiento de los primeros telescopios, se lanzó el pitazo de alerta: ¡en realidad esa franja de nubes en el cielo nocturno al ser mirada con más detalle a través de los lentes telescópicos, se disolvía en una estantería completa de estrellas! Gradualmente fue surgiendo la convicción de que la Vía Láctea no sólo era una colección de estrellas, sino de que nosotros mismos estábamos inmersos en ella. A finales del siglo XVIII, el astrónomo William Herschel diseñó los que podrían pasar como los primeros planos de la Vía Láctea, sumamente inexactos para lo que sabemos hoy día, pero valientes en su empeño por cartografiar lo que se pensaba era el universo entero. Recién a comienzos del siglo XX, el astrónomo Erwin Hubble confirmó que la Nebulosa de Andrómeda estaba a dos millones de años luz de la Vía Láctea, y que por lo tanto no era una simple nube sino una galaxia como la nuestra por derecho propio: ¡de pronto había MÁS DE UNA GALAXIA en todo el universo!
En la actualidad sabemos que en el universo hay miles de millones de galaxias, y lo más asombroso: sospechamos que para el surgimiento de la vida, es necesario que ésta tenga un tamaño similar o mayor al de la Vía Láctea. La química estelar y la biológica son muy distintas. En el universo, lo que más abunda es hidrógeno (75%) y helio (25%): el resto de los 88 elementos naturales conocidos suponen menos del 1% de la materia cósmica total. Pero sucede que ésos son los elementos indispensables para la vida: carbono, oxígeno, hierro... Estos no se formaron en los inicios del universo como tal, sino que fueron fabricados en las estrellas más gigantescas bajo condiciones de presión inconcebibles, y diseminados cuando éstas reventaron como supernovas (el proceso real es más complejo, pero para estos efectos sirve esta simplificación). Y éste es el punto clave: en un estallido de supernova, todos esos elementos pesados deberían diseminarse sin remedio y salir al espacio intergaláctico, en donde acabarán irremisiblemente perdidos. Una explosión de supernova puede ser tan potente que un destello suyo puede ser visto incluso de una galaxia a otra: el gran estallido de la supernova 1987-A, por ejemplo, no ocurrió en la Vía Láctea sino en la vecina Gran Nube de Magallanes. Pero si la galaxia tiene un gran tamaño, como la Vía Láctea por ejemplo, la atracción gravitacional de la misma, y también las nubes de gas interestelar atrapadas en ellas, atajarán dichos elementos y pasarán a formar parte de las nuevas estrellas que nazcan... como a la nuestra debió pasarle hace 4.600 millones de años atrás.
Más aún: el Sol está a una distancia justa para producir planetas con elementos pesados. Más en la periferia de la Vía Láctea, la densidad de gas interestelar bajaría demasiado, y por lo tanto, los discos protoplanetarios (los que se generan alrededor de las estrellas recién nacidas) se diseminarían demasiado rápido, antes de alcanzar a formar planetas. En tanto, si estuviéramos en el centro galáctico, afrontaríamos otro problema: el gigantesco tragaldabas Sagitario-A, el agujero negro supermasivo que está en el centro mismo de la Vía Láctea. Uno de los problemas de Sagitario-A podría ser que se tragara al Sol, pero por las leyes de la conservación de la energía, puede ser que si caen dos o más estrellas de manera conjunta, alguna de ellas reciba energía cinética de las otras que están siendo tironeadas, y en consecuencia no sea tragada sino que se escape. El destino de estas estrellas hiperveloces es triste: después de unos cuantos miles de años atraviesan toda la Vía Láctea desde adentro hacia afuera, y acaban expulsadas de la misma, condenadas a vagar por el espacio intergaláctico para siempre. Ni qué decir que en ese complejo baile de estrellas, alejarse o aproximarse demasiado a una de ellas en ese superpoblado núcleo galáctico podría causar drásticos cambios climáticos, e incluso la extinción de la vida, tal y como la conocemos.
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Astronomía
jueves, 16 de junio de 2011
El trío por debajo del Trópico de Capricornio.
Cuando los geógrafos dicen que el Hemisferio Norte es más terrestre que oceánico, y el Hemisferio Sur es a la inversa, no es apenas una sutileza de geógrafo. Echarle un vistazo a los trópicos puede dar una idea. Como se sabe, los trópicos son las líneas imaginarias que marcan el punto en que el Sol llega a lo alto del cénit sólo en el solsticio de verano: diciembre en el Trópico de Capricornio (Hemisferio Sur), y junio en el Trópico de Cáncer (Hemisferio Norte). Están ubicados ambos más o menos a 23º de latitud, en su hemisferio respectivo. Más al sur del Trópico de Capricornio y más al norte del Trópico de Cáncer, el sol no alcanza el cénit en ninguna época del año. Una comparación sencilla: el Trópico de Cáncer cruza 16 países (sin contar al Sahara Occidental), mientras que el Trópico de Capricornio cruza apenas 10. Y esto no es nada. La lista de países que están ubicados COMPLETAMENTE AL NORTE del Trópico de Cáncer (o sea, que ni tocan el Trópico de Cáncer, ni que lo rebasan hacia el sur) es de 74 países. Pero, ¿saben cuántos países están ubicados COMPLETAMENTE AL SUR del Trópico de Capricornio, sin cruzarlo ni rebasarlo hacia el norte? Apenas tres. Y Siglos Curiosos trae un poco de su historia.
De los tres mencionados cuyo territorio íntegro está al sur del Trópico de Capricornio, el que más cerca llega a esta latitud es Swazilandia, en Africa (su punto más al norte está casi en el paralelo 26, o sea, entre dos y tres grados más al sur que el Trópico de Capricornio). Esta nación fue fundada por los swazis, una tribu bantú que llegó desde el norte. Los límites geográficos de Swazilandia antes de la época colonial europea eran bastante imprecisos, de manera que se puede discutir si sus dominios atravesaron alguna vez el Trópico de Capricornio o no. En general, al momento de aparecer los británicos en el horizonte, su rol fue más bien el de defenderse como gatos de espalda, antes que intentar una verdadera expansión imperial. Obtuvo su independencia de Inglaterra en 1968, y no ha experimentado cambios geográficos desde ese entonces.
Más distante del Trópico de Capricornio, con su punto más boreal más allá del paralelo 28, está Lesotho. Este pequeño enclave sudafricano en realidad comparte una historia similar a Swazilandia, lo que quiere decir que vivió más tiempo defendiéndose, que emprendiendo aventuras militaristas. Actualmente está enteramente rodeado por Sudáfrica.
Y el tercero y final de la lista, cuyo punto más al norte está más lejos del Trópico de Capricornio... ¡es latinoamericano! Concretamente es Uruguay, la única nación latinoamericana o hispanohablante cuyo entero territorio está más al sur del Trópico de Capricornio. La nación estuvo a punto de no existir, debido a que debió librar guerras de independencia no sólo contra el Imperio Español, sino también contra Argentina y Brasil (y por lo tanto, no hubiera integrado este listado). Entre 1864 y 1870 fue parte de la Triple Alianza que guerreó contra Paraguay (nación que sí está instalada a horcajadas sobre el Trópico de Capricornio), pero aunque la Triple Alianza reclamó cesión de territorios de Paraguay, era impensable que Uruguay pudiera llevarse una tajada territorial, siendo el más débil de la Triple Alianza, y además siendo el único que no compartía frontera común con el apestado del curso.
Y una nota adicional. Antes de publicar este posteo, comentando el contenido de esta nota por ahí, alguien me hizo notar el caso de Nueva Zelanda y por qué no estaba integrado en el listado. En realidad, Nueva Zelanda no entra por un tecnicismo: si bien el cuerpo principal de su territorio (las dos grandes islas que lo componen) están íntegramente al sur del Trópico de Capricornio, su punto más al norte es un atolón perdido llamado Atafu, que está ubicado tan al norte como 8º Sur, o sea, más que a mitad de camino hacia el Ecuador.
De los tres mencionados cuyo territorio íntegro está al sur del Trópico de Capricornio, el que más cerca llega a esta latitud es Swazilandia, en Africa (su punto más al norte está casi en el paralelo 26, o sea, entre dos y tres grados más al sur que el Trópico de Capricornio). Esta nación fue fundada por los swazis, una tribu bantú que llegó desde el norte. Los límites geográficos de Swazilandia antes de la época colonial europea eran bastante imprecisos, de manera que se puede discutir si sus dominios atravesaron alguna vez el Trópico de Capricornio o no. En general, al momento de aparecer los británicos en el horizonte, su rol fue más bien el de defenderse como gatos de espalda, antes que intentar una verdadera expansión imperial. Obtuvo su independencia de Inglaterra en 1968, y no ha experimentado cambios geográficos desde ese entonces.
Más distante del Trópico de Capricornio, con su punto más boreal más allá del paralelo 28, está Lesotho. Este pequeño enclave sudafricano en realidad comparte una historia similar a Swazilandia, lo que quiere decir que vivió más tiempo defendiéndose, que emprendiendo aventuras militaristas. Actualmente está enteramente rodeado por Sudáfrica.
Y el tercero y final de la lista, cuyo punto más al norte está más lejos del Trópico de Capricornio... ¡es latinoamericano! Concretamente es Uruguay, la única nación latinoamericana o hispanohablante cuyo entero territorio está más al sur del Trópico de Capricornio. La nación estuvo a punto de no existir, debido a que debió librar guerras de independencia no sólo contra el Imperio Español, sino también contra Argentina y Brasil (y por lo tanto, no hubiera integrado este listado). Entre 1864 y 1870 fue parte de la Triple Alianza que guerreó contra Paraguay (nación que sí está instalada a horcajadas sobre el Trópico de Capricornio), pero aunque la Triple Alianza reclamó cesión de territorios de Paraguay, era impensable que Uruguay pudiera llevarse una tajada territorial, siendo el más débil de la Triple Alianza, y además siendo el único que no compartía frontera común con el apestado del curso.
Y una nota adicional. Antes de publicar este posteo, comentando el contenido de esta nota por ahí, alguien me hizo notar el caso de Nueva Zelanda y por qué no estaba integrado en el listado. En realidad, Nueva Zelanda no entra por un tecnicismo: si bien el cuerpo principal de su territorio (las dos grandes islas que lo componen) están íntegramente al sur del Trópico de Capricornio, su punto más al norte es un atolón perdido llamado Atafu, que está ubicado tan al norte como 8º Sur, o sea, más que a mitad de camino hacia el Ecuador.
domingo, 12 de junio de 2011
Dios quiere reformar el sistema fiscal.
Ernest Thirouin fue un mesías bastante particular. Nació el 11 de noviembre de 1863, en el pueblo francés de Falaise (el mismo en donde, dato de trivia aquí, nació Guillermo el Conquistador). Durante años fue lo que podría ser considerado como un ciudadano modelo. En el año 1932, se celebraron elecciones legislativas en Francia, a las que Thirouin se presentó... y mordió el polvo.
¿Fue entonces que algo se descompuso en el reloj muelle del cerebro de Thirouin, o los pajaritos venían sonando de antes? El caso es que abandonó los cauces tradicionales de la política, y empezó a realizarla por medios, dijéramos... más mesiánicos. Partió por declararse el Reformador del Mundo, porque si tienes un programa político güeno, para que te vas a andar con falsas modestias. Editó un montón de folletos, y propició la "reforma revolucionaria", sea lo que sea eso.
En 1936, parece que el título de Reformador del Mundo empezó a quedarle pequeño, y pasó a ser "representante de Dios". Duró cerca de un año en este grado, y luego ascendió a... allá vamos... ¡¡¡DIOS!!! Thirouin explicó entonces que la Biblia miente, algo que debía saber de primera mano siendo Dios, y que la Tierra volverá a ser un Jardín del Edén si se aplica la reforma fiscal y de los seguros sociales que él proponía.
Falleció en 1944 (ignoro si antes, durante o después de que los Aliados en la Segunda Guerra Mundial redujeran el pueblo a escombros a punta de bombardeos, porque Falaise estaba dentro de la zona directa de ocupación nazi). Por increíble que parezca, Thirouin alcanzó a tener seguidores. Una treintena, más o menos, que son incluso menos que los seguidores que tiene este blog Siglos Curiosos, lo que bien pensado es algo penoso para alguien que es nada menos que... ¡Dios! Y todos esos seguidores estaban en la zona de Falaise, por supuesto, que nadie le hizo mucho más caso afuera... y por la falta de referencias sobre el personaje en Google, es poco probable que dicha, er... confesión religiosa... haya sobrevivido hasta nuestros días.
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jueves, 9 de junio de 2011
El árbol de Lyautey.
El militar francés Louis Hubert Lyautey tuvo una destacada carrera bélica aporreando razas inferiores en nombre del colonialismo, a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Luego de que se estableciera el protectorado francés sobre Marruecos en 1912, fue nombrado Residente General, el primero en su cargo, puesto que ejerció hasta su retiro de la vida militar activa en 1925; en 1921 había alcanzado el grado de mariscal de Francia. No se puede decir que Lyautey (que, dicho sea de paso, llegó incluso a ocupar un sillón en la Academia Francesa) fuera un burócrata flojonazo y de mente simple: de hecho le gustaba visitar e inspeccionar personalmente hasta los más lejanos puestos militares de su protectorado para cerciorarse de que todo marchaba en orden. Y en uno de estos puestos transcurre la anécdota que reproducimos en Siglos Curiosos, puesto al que Lyautey había llegado y se había quedado impresionado de que no hubiera un solo árbol. El mariscal exigió entonces que se plantara algún árbol. Al tiempo regresó, y se encontró con el mismo panorama desolado y desolador.
-- ¿Por qué no han iniciado ninguna siembra? -- le espetó entonces al comandante del puesto militar.
-- ¡Mariscal! Envié muestras de la tierra al laboratorio agronómico de Casablanca, para averiguar qué especies convendría plantar aquí, y me respondieron que era inútil, porque cualquier cosa sembrada en este lugar tardaría cien años en dar fruto.
La respuesta de Lyautey no puede ser más directa y lógica:
-- ¿Cien años? ¡Con mayor razón todavía! No hay tiempo que perder.
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domingo, 5 de junio de 2011
La belleza de Merle Oberon.
Hoy en día, el nombre de Merle Oberon probablemente no le diga nada a casi nadie, con la excepción de algunos cinéfilos recalcitrantes. Y sin embargo, esta dama fue parte del panorama de la belleza cinematográfica en los '30s y '40s, o sea, en los tiempos tempranos del cine sonoro. En el año milagroso de 1939, donde coincidieron varias pelis consideradas ultraclásicas del cine ("Lo que el viento se llevó", "El Mago de Oz", etcétera), Merle Oberon fue la protagonista de uno de esos ultraclásicos precisamente, en concreto la peli "Cumbres borrascosas". Y sin embargo, dejando el talento actoral aparte, la belleza de Merle Oberon esconde una historia de tragedia que algo dice sobre Hollywood como la ciudad de las ilusiones...
Partamos diciendo que Merle Oberon, al igual que otras muchas estrellas femeninas de la primera mitad del siglo XX, escondió o falseó deliberadamente su pasado. Tales cosas se hacían para evitar prejuicios contra las actrices (prejuicios racistas, muchas veces) y envolver su belleza exótica (muchas veces multirracial) en un halo de misterio que atrajera a la audiencia. Durante años se dijo que había nacido en Tasmania, aunque parece que Merle Oberon era al final la hija de una relación interracial en la India (galesa-indostánica, más precisamente), nacida en 1911. El caso es que en los '30s consiguió abrirse paso en Hollywood, con "La vida privada de Enrique VIII" y sobre todo "Pimpinela Escarlata". Parecía destinada a grandes cosas, y de hecho llegó hasta el set de "Cumbres borrascosas" al final de la década, como dijimos, pero antes la tragedia se cebó en ella.
En el año 1937, en Londres, Merle Oberon sufrió un accidente automovilístico. Del mismo salió con cicatrices bastante complicadas en la cara. Aunque suene machista, puede que el talento en Hollywood abra puertas, pero es la belleza la que las mantiene abiertas para la generalidad de las mujeres, de manera que debía disimularse en cuanto fuera posible las cicatrices. El técnico Lucien Ballard, que trabajaba en iluminación, diseñó entonces un dispositivo que se pegaba al lado de la cámara, y que arrojaba luz directamente sobre el rostro de la persona enfocada, eliminando así la mayor parte de las sombras sobre el rostro... incluyendo las causadas por las cicatrices. El aparatito de marras incluso recibió el nombre de "Obie", que era también el sobrenombre de Merle Oberon. Por cierto, tanto profesionalismo tendría su recompensa: años después la Oberon se divorciaría del director Alexander Korda (uno de los grandes de la fase temprana de la Golden Age en Hollywood), y contraería matrimonio con Ballard, precisamente...
Pero no acabó ahí el asunto. Merle Oberon no es la primera ni última actriz en sufrir un accidente automovilístico, pero resulta que además, su piel era extraordinariamente delicada. Como resultado, en un par de ocasiones el maquillaje le jugó una broma pesada: reaccionó con las sulfamidas que Merle Oberon estaba consumiendo, y le dejó algunas muy feas cicatrices, que fueron a añadirse a las otras. Las cicatrices acabaron por curar, es cierto, pero aún así, dicen los testigos, eran notorias cuando la actriz estaba sin maquillaje...
jueves, 2 de junio de 2011
Cukor perseguido por Fleming.
Pocos años en la historia del cine han sido tan remarcables como 1939, en que se estrenaron pelis como "Caballero sin espada", "Ninotchka" o "Cumbres borrascosas". Sin embargo, la cúspide son esos dos leviatanes del cine de entretenimiento que son "El Mago de Oz" por un lado, y "Lo que el viento se llevó" por la otra. Ambas pelis suelen ser consideradas parte del catálogo de Metro-Goldwyn-Meyer, a pesar de que en estricto rigor sólo la primera lo es (la segunda es de Selznick International Pictures, aunque distribuida por MGM... David Selznick era yerno de Louis B. Mayer, por más señas). La primera resultó un fracaso de taquilla (aunque reestrenada una década después se transformó en una peli de culto), mientras que la segunda batió todos los récords: peli más taquillera en su tiempo (batiendo el récord sostenido en ese entonces por "Blancanieves y los siete enanitos"), peli más taquillera de todos los tiempos con ingresos ajustados por inflación (probablemente, que todo depende de quien hace el cálculo, claro), y peli más larga en haber obtenido el Oscar a la Mejor Peli. Pero ambas pelis tienen en común un interesante detalle: en las dos pelis el director Victor Fleming le fue persiguiendo los talones a George Cukor.
George Cukor era un director de cierto renombre en los '30s. Había dirigido "Cena a las ocho", una versión de "Mujercitas", y "David Copperfield", además de colaborar sin créditos en "El enemigo público número 1". Con una larga y próspera relación de trabajo con David O. Selznick, Cukor había comenzado en 1937 a trabajar en "Lo que el viento se llevó". En paralelo, MGM se embarcó en "El Mago de Oz", y puso a Richard Thorpe a dirigir. Con el tiempo, Thorpe legaría al cine algún que otro clásico menor ("Ivanhoe" de 1952, alguna de Elvis...), pero por el minuto era un director más, y de hecho a las dos semanas de rodaje fue despedido. Por lo que George Cukor fue sacado de Atlanta para ser llevado a Oz.
George Cukor preparó algunos cambios en la peli antes de rodar, el más significativo de los cuales fue darle a Dorothy su famoso look definitivo actual. Pero Cukor no llegó a rodar nada. Victor Fleming fue llamado para rematar la faena, y de hecho rodó casi todo el grueso de la peli (prácticamente todo el material que transcurre en Oz). Para hacerlo, Fleming descartó varios cambios introducidos por Cukor (un caos, ¿verdad?). ¿Y Cukor? De regreso en Atlanta, por supuesto, afinando los detalles para iniciar de una vez el bendito rodaje de las peripecias de Scarlett y Rhett.
Pero resultó que a las tres semanas de rodaje de "Lo que el viento se llevó", el preciosista trabajo de Cukor no agradó a Selznick, quien lo echó escopetado para afuera. Y Selznick no encontró mejor idea que traerse a Victor Fleming a terminar el rodaje. De hecho, así como Fleming rodó casi todo "El Mago de Oz", a su vez rodó prácticamente todo "Lo que el viento se llevó" (algunas escenas fueron rodadas por otros directores más, sólo para que los historiadores del cine y los sufridos lectores de Cine 9009 y Siglos Curiosos tengan un poco más de jaqueca leyendo estos blogs). En general, casi nada de lo que rodó Cukor sobrevivió (se salvó la escena en que Melanie da a luz). Por supuesto que mientras Victor Fleming venía a defenestrar por segunda vez al bueno de Cukor en "Lo que el viento se llevó", "El Mago de Oz" se quedaba sin director, por lo que llegó King Vidor (otro destacado director de la época) a hacerse cargo. Vidor rodó principalmente el material en color sepia que transcurre en Kansas, aunque se negó a tomar crédito hasta 1943, año en que su amigo Victor Fleming falleció (de manera algo prematura: tenía sólo 59 años). Para complicar aún más las cosas, al menos tres directores más intervinieron en lo del Mago de Oz. A pesar de lo cual, tanto "El Mago de Oz" como "Lo que el viento se llevó" aparecen con sólo Victor Fleming acreditado como director en pantalla... Y si no entendieron un pepino de todo el complicado bailoteo anterior... les confieso que a ratos su seguro servidor el General Gato tampoco.
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