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domingo, 27 de septiembre de 2009

Santiago Pulgar contra Pedro Montt.


Una de las más sangrantes caricaturas políticas publicadas en Chile, fue obra del dibujante Santiago Pulgar. La víctima era nada menos que Pedro Montt, Presidente de Chile entre 1906 y 1910. Y para colmo, salió en la revista "La comedia humana"... ¡en primera página!

Ya hemos aludido a Pedro Montt en Siglos Curiosos, cuando hablamos de la leyenda del origen del colemono. Ahora conviene señalar que Pedro Montt era un político muy criticado y tachado de demasiado austero y mañoso. Además, era de temperamento tímido y huraño. Un hombre gris, en definitiva, por más que se destacara su inteligencia (hablaba correctamente inglés y francés). Su esposa era Sara del Campo, una mujer alta e imponente, que se atrevía a ser activa en materias políticas (recordemos que era la primera década del siglo XX, y se esperaba que las damas chilenas fueran recatadas y dejaran las cosas políticas a los hombres). En los cenáculos políticos, doña Sara del Campo había conocido a un político joven llamado Guillermo Rivera, a la vez liberal y hombre de mundo. Es decir, todo lo contrario que su apagado marido. Guillermo Rivera tenía una residencia en Valparaíso que estaba adornada con pisos de mármol, cuyo origen estaba en la cantera de una isla que era de propiedad suya. El "correo de las brujas" veía con malicia esta relación, y tachaban (de espaldas al aludido, claro está) al Presidente Montt de cornudo.

Lo que hasta el minuto era un mero chismorreo, Santiago Pulgar lo recogió en una incendiaria caricatura. En ella, mostraba a Pedro Montt sentado y tocando el piano, con su pelo blanco y su tez intensamente morena, mientras a su lado Sara del Campo bailaba con Guillermo Rivera. El diálogo acompañante decía: "PEDRO MONTT.- Yo... Yo te pago la piezaaaa, y tú, tú la gozas...". (Es la imagen superior, la que ilustra este posteo).

La respuesta fue inmediata y fulminante. La edición de "La comedia humana" fue requisada y la revista misma terminó clausurada después de apenas 56 números (entre 1904 y 1906). En cuanto a Santiago Pulgar, recibió una paliza lo suficientemente contundente como para que, cuando fue puesto en la frontera de Chile con Perú para expulsarlo del país, tuvieran que llevarlo en camilla. Años después, terminaría radicándose en Nueva York...

jueves, 24 de septiembre de 2009

¿No es tan bravo el león como lo pintan...?


Uno de los incidentes más sonados en la historia periodística de Chile, se produjo con la publicación del número 285 de la revista "Topaze". Esta revista, que se rotuló a sí misma como "el barómetro de la política chilena", nació en el año 1931, fue publicada hasta 1970, y se transformó en la más importante publicación de su ramo en Chile. Tuvo un revival entre 1989 y 1996, ahora vinculado al diario La Tercera, pero en su segunda vida, ya sin la dirección del gran dibujante chileno Coke (Jorge Délano), y perdida la imparcialidad política que la había hecho tan respetable en primer lugar, pasó con más pena que gloria.

Debido a que la revista Topaze las emprendía sin distinciones contra el Gobierno o contra la oposición, no pocas veces debió pasar algunos tragos amargos con la censura. Sin embargo, el momento más complicado de su historia se dio en la segunda semana de Enero de 1938. En aquellos años, la política chilena estaba algo complicada. Arturo Alessandri Palma había sido Presidente de Chile desde 1932, tocaban elecciones en 1938, y era el primero que estaba casi por acabar su período presidencial desde... él mismo, porque entre 1925 (en que el mismo Alessandri había abandonado el mando supremo) y 1932, Chile había estado sumido en una fuerte anarquía y un estado cercano a la falta de Constitución, si no en la teoría, sí en la práctica. Para esa elección, uno de los favoritos era el General Carlos Ibáñez del Campo, quién había sido Presidente de Chile por la vía del golpe de estado, entre 1927 y 1931, hasta que los efectos económicos de la Gran Depresión habían terminado por obligarle a renunciar. Ahora, Ibáñez del Campo aspiraba a llegar otra vez a Presidente por la vía electoral, apoyado por grupos de derecha, incluyendo a grupos simpatizantes nazis (en la época no estallaba aún la Segunda Guerra Mundial, y los nazis no estaban tan desprestigiados como después de ésta).

Aunque Alessandri en su segundo período había gobernado con la derecha, no simpatizaba con Ibáñez del Campo, y de hecho, le había atacado con un duro discurso. En respuesta, Ibáñez del Campo no se achicó, y lanzó una carta pública de desafío al mandatario. Todo el mundo esperaba que el Presidente de la República salvara la dignidad del sillón presidencial y pusiera en su lugar a Ibáñez del Campo, pero esto no sucedió. Coke entonces dibujó una caricatura (y "Topaze" la publicó, claro) titulada "se chupó", en que un pintor dibujaba a un león rugiendo, mientras que delante suyo tenía el modelo de un león en el suelo, con el pie encima de un domador, que tenía la cara de Carlos Ibáñez del Campo (es la imagen que ilustra este posteo, por más señas). El Profesor Topaze, protagonista de la revista, le decía al pintor: "¿Sabe, mi general, que no es tan bravo el león como lo pintan?". El puñetazo era bien visible, porque Arturo Alessandri Palma no en vano era conocido como "el León de Tarapacá" (sobre "el León de Tarapacá" ya posteamos en Siglos Curiosos)... Con todo, Coke le había encargado la caricatura a Pekén, otro dibujante, con la prevención de que no lo fisonomizara con los rasgos del Presidente.

Antes de que la revista fuera lanzada, de alguna manera, Alessandri se enteró. Coke fue inmediatamente puesto bajo arresto. El ministro instructor preguntó:

-¿Ha sido su intención personificar al Presidente de la República en la figura de este león?

-Me sorprende que S.S. suponga que S.E. pueda ser representado por un animal- fue la respuesta maliciosamente "ingenua" de Coke, quien ganó así la batalla legal.

Con todo, cuando volvieron a la editorial, Coke se encontró con la noticia de que la Policía de Investigaciones había entrado al edificio y retirado en camiones la tirada completa. Después de investigar varias horas, descubrieron finalmente el lugar en el cual la tirada completa había sido incinerada. De inmediato buscaron al juez, el cual acudió al lugar denunciado junto a un actuario. Obtuvieron las pruebas entre los restos calcinados, y con ello hubo un nuevo proceso, ahora contra la Policía de Investigaciones. En unas cuantas horas, el prefecto Peluchonneau estaba renunciado, y el propio Presidente Alessandri debía confesarse por radio como responsable de dar la orden...

Ni qué decir de cómo Topaze se festinó por semanas a costa de Alessandri, quien tuvo que mantenerse callado. En una de las tantas, lo dibujó amenazando al Profesor Topaze, diciéndole "Amigo Topaze, hay que odiarme menos y quererme más"... Muchos años después, Alessandri diría de su acerba relación con Topaze: "No le guardo rencor a Topaze. Es cierto que ha sido injusto y violento conmigo, pero no me quejo. Siempre he pensado que los hombres tienen su sino, y el mío ha sido que, como a las pelotas de fútbol, mis adversarios me han levantado a puntapiés"...

domingo, 20 de septiembre de 2009

Liándose con la numeración de las regiones de Chile.


La historia de la regionalización de Chile tiene sus estos y sus aquellos. Porque el intento por perfeccionar el sistema ha generado algunas situaciones que, bien miradas, pueden ser calificadas de bochornosas en términos de imagen. Hagamos un breve resumen para explicarnos. Desde que Chile empezó el proceso de autonomía (1810) que remataría en la independencia plena (1818), que surgieron tres grandes regiones: La Serena al norte, Santiago al centro y Concepción al sur. Los dos últimos fueron más importantes porque entre ambas ciudades estaba el grueso de la actividad económica chilena. Hubo varios intentos por organizar el país en más o menos territorios, hasta que se montó una organización por provincias. Esta resultó bastante eficaz porque Chile inició una fuerte expansión territorial (anexión de Magallanes en 1843, de la Araucanía en 1881, del Desierto de Atacama en 1884, de la Isla de Pascua en 1888), y bajo este sistema, era simplemente cuestión de ir creando sucesivas provincias a medida que nuevos territorios debían ser organizados. Las provincias, destaco esto para lo que viene a continuación, tenían nombres, pero no se les había asignado ninguna numeración.

Pero como el sistema fue complicándose (llegaron a existir 25 provincias), durante el gobierno militar de Augusto Pinochet se decidió reformular el sistema entero desde cero. Aprovechando que desde la fijación de sus fronteras definitivas, a caballo entre los siglos XIX y XX, Chile tiene una estructura alargada de norte a sur, segmentaron el país en trece regiones. Y aunque les designaron nombres, con mentalidad típicamente militar les asignaron también un número romano del 1 al 12 (o del I al XII, mejor dicho). Y para hacer más interesante el berenjenal, la Región Metropolitana de Santiago quedó sin número, aunque coloquialmente (no en forma oficial) se la llama la "Región número 13". (Se hizo lugar común llamar "Región XIV" a los chilenos residentes en el extranjero, bastante abundantes desde 1973 por razones de dominio público).

El asunto es que los redactores de la Constitución de 1980 decidieron no hacer alusión a la regionalización, y así darle flexibilidad al sistema, permitiendo que fuera cambiado por ley, en vez de introducir una reforma constitucional. Pero se les fue un detalle. Porque en la primitiva Constitución se creó un sistema que vinculaba los cupos en el Senado a las regiones, y anotaron explícitamente que habrían senadores "en atención a las trece regiones del país". Y listo: ahora, si querían crear o suprimir una región, había que intentar nada menos que una reforma constitucional...

La Constitución se cambió finalmente en el año 2005, suprimiendo la alusión a las "trece regiones", y al año siguiente, en 2006, se crearon dos nuevas regiones: las regiones XIV (Arica y Parinacota) y XV (de los Ríos). Y como hubiera sido un lío cambiar la numeración, el esquema correlativo de numeración de norte a sur se rompió. Porque ahora Chile, de norte a sur, parte con la Región XIV (¡¡!!), y LUEGO viene la Región I (de Tarapacá). Luego vienen todas las regiones en orden, salvo la Región Metropolitana, que sigue sin número (¡aunque debería ser llamada la Región XIII! ¡Ni que quisieran evitar ponerle número por superstición contra el 13!), hasta la Región IX (Araucanía), que da paso a la región XIV (de los Ríos), y luego a la X (de los Lagos), para rematar con las Regiones XI y XII.

Déjenme ser más claro con un ejemplo. ¿Qué opinarían ustedes si leyeran una novela de quince capítulos cuyo primer capítulo se numera 14, sigue con el capítulo 1 (que es el segundo, en realidad), sigue con todos los capítulos desde el 2 hasta el 5, luego viene uno intermedio sin número, siguen los capítulos en numeración correlativa desde el 6 hasta el 9, el siguiente se numera 15, y después siguen los capítulos 10, 11 y 12, y por ninguna parte hay un capítulo numerado como 13...? ¿Acaso no pensarían que ese novelista es en realidad un chapucero...?

jueves, 17 de septiembre de 2009

El baile del período presidencial chileno.


Una de las vergüenzas en la aplicación de la Constitución de 1980, en Chile, es el baile desvergonzado de períodos presidenciales. Sin acercanos a breves períodos de inestabilidad política (1826 a 1831, la Guerra Civil de 1891, y el período semiestable de 1924-1932), y salvando la tan estable como, ejem, poco constitucional dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), en Chile casi todos los Presidentes de la República han conseguido completar sus respectivos períodos. Bajo la vigencia de la Constitución de 1833, el período presidencial era de cinco años, y así fue entre 1831 y 1925. A la vez, este período era reelegible hasta 1871, lo que dio origen a los llamados "decenios" (José Joaquín Prieto en 1831-1841, Manuel Bulnes en 1841-1851, Manuel Montt en 1851-1861, José Joaquín Pérez en 1861-1871). Todos los años en que cambiaba un período presidencial, terminaban en consecuencia en "1" o "6". Esto cambió en 1910 porque Pedro Montt, quien estaba en su cuarto año de Presidencia, falleció en su mandato (según algunos, por un insigne yetador argentino... ya lo referimos en Siglos Curiosos), y a partir de entonces los años de cambio de período presidencial pasaron a estar terminados en "0" o "5"...

La Constitución de 1925, por su parte (que no llegó a ser realmente operante sino hasta 1932, en lo que a institucionalidad política se refiere al menos), fijó un período presidencial de seis años. Arturo Alessandri Palma lo completó (era su segundo período presidencial, y lo cubrió desde 1932 a 1938). Sus dos sucesores, por el contrario, fallecieron de causas naturales ejerciendo el mando supremo. A partir de 1946 los sexenios se sucedieron sin interrupción (Gabriel González Videla, el segundo período de Carlos Ibáñez del Campo, Jorge Alessandri y Eduardo Frei), hasta que Salvador Allende fue derrocado en 1973, a mitad de su período.

Una de las primeras labores a que se abocó la Junta de Gobierno fue la creación de una nueva Constitución Política. La Comisión Ortúzar se decantó por un período de ocho años, pero el Consejo de Estado recomendó, por 15 votos y una abstención, seguir con el período presidencial de seis años. A su vez la Junta de Gobierno (o sea, Pinochet y los suyos) desestimaron esto, y el período quedó fijo en ocho años. El primer período iba a ser cubierto por Pinochet mismo, por supuesto, y en vez de haber elecciones en 1988, habría un plebiscito. El plebiscito fue rotundamente negativo para Pinochet (la historia del plebiscito también la referimos en Siglos Curiosos), y se fijó un cronograma para entregar el mando en 1990, no sin antes (primera reforma), rebajar el período presidencial a seis años sin reelección, más un primer período (segundo en realidad) que sería de cuatro años sin reelección. Así, Patricio Aylwin fue Presidente de Chile entre 1990 y 1994.

El cambio creó un enorme desajuste electoral, porque el período de los diputados era (y sigue siendo) de cuatro años, y el de los senadores de ocho, de manera que las elecciones presidenciales y parlamentarias en el sistema antiguo coincidían. Pero cambiando el período presidencial, el cronograma de elecciones se desbarajustó, sometiendo al sistema político chileno desde 1990 a una alta rotativa de elecciones. Para complicar más el panorama, sólo dos Presidentes gobernaron seis años (Eduardo Frei Ruiz-Tagle desde 1994 a 2000, y Ricardo Lagos Escobar desde 2000 a 2006), porque para cuando Michelle Bachelet asumió la Presidencia, otra vez se había rebajado el período a cuatro años... y una vez más sin elección. Por lo que constitucionalmente un Presidente ha gobernado ocho años (Pinochet, desde 1981 a 1988, aunque no entregó el mando en 1989 sino en 1990... y sus siete años anteriores fueron con la Constitución de 1925 suspendida), dos gobernaron seis años (Frei Ruiz-Tagle y Lagos) y dos cuatro años (Aylwin y Bachelet, si completa su período en 2010). ¡Y todo eso en apenas treinta años de Historia Constitucional! Cierto es que Chile es más estable políticamente que muchos países de la región, pero podemos suponer que en democracias más perfeccionadas, no hay tanto baile con la duración del período presidencial. En Estados Unidos, por ejemplo, desde 1800 todos los períodos presidenciales han sido de cuatro años sin excepción...

domingo, 13 de septiembre de 2009

La historia del Señor de Mayo.


Uno de los peores terremotos que ha padecido la ciudad de Santiago de Chile, fue el que se produjo a las diez y media de la noche del 13 de Mayo de 1647. Muchos de los templos y edificios públicos, así como numerosas casas en la ciudad, terminaron en el suelo. La población de Santiago, obviamente atemorizada, se reunió en la Plaza de Armas, y los sacerdotes tomaron la situación en sus manos. Después de todo, para aquella muchedumbre católica, el terremoto era una manifestación de la ira de Dios, por vaya uno a saber qué razones... De esta manera se sacaron a procesión varias imágenes, incluyendo el Crucifijo de los Agustinos, y la imagen de la Virgen del Socorro, traída por Pedro de Valdivia mismo, y que se conservaba en la Iglesia de San Francisco. Como era el uso, los sacerdotes oficiaban también de médicos, y por lo tanto, tuvieron que atender a religiosos y heridos.

En medio de todo esto, los frailes agustinos se congregaron alrededor de la imagen del Señor de la Agonía. Este es un Cristo crucificado, tallado por el agustino Fray Pedro de Figueroa, en algún minuto a comienzos del siglo XVII. La nave en que dicha escultura se encontraba, se desplomó entera, pero de alguna manera, la estatua sobrevivió intacta... y también permanecieron las dos antorchas que lo iluminaban de día y de noche.

Pero, y he aquí el detalle extraño, la corona de espinas, hasta el minuto bien ajustada en su cabeza, se le había metido hasta el cuello. Los sacerdotes, obviamente, trataron de restaurar la corona de espinas en su sitio, pero no hubo manera humana de lograrlo. Interpretaron esto entonces como un milagro, y el Señor de la Agonía pasó a ser conocido como el Señor de Mayo.

Al año siguiente, o sea, en Mayo de 1648, el Cabildo de Santiago ordenó que la imagen fuera sacada en procesión. De manera que desde entonces, cada 13 de Mayo, la efeméride del terremoto en cuestión, la imagen es sacada en procesión desde la Iglesia de los Agustinos, hasta la Plaza de Armas. Y esta procesión es la más antigua de cuantas efectúa la Iglesia Católica en Chile.

jueves, 10 de septiembre de 2009

El volantín en la Colonia de Chile.


Para los distinguidos lectores de Siglos Curiosos que no sean chilenos, una explicación previa: "volantín" es como se llama en Chile (y bueno, en otros países también, pero este posteo es sobre Chile) a lo que en otros países hispanohablantes se llama castizamente "cometa". O sea, la lámina de papel pegada a un armazón de cañas (actualmente de maderas finas, claro), que se eleva en el aire por medio de un cordel. El volantín o cometa no es, por supuesto, exclusivo de Chile, ni siquiera de los dominios hispánicos, pero eso no viene al caso ahora. Digamos, para entrar en materia, que en la Colonia (1558-1810), cuando por supuesto no existía ni televisión ni demasiada gente que supiera leer, el volantín era una de las múltiples entretenciones populares en que los niños y jóvenes (y a veces no tan jóvenes) mataban el tiempo.

Se supone que el volantín fue introducido en Chile por los padres benedictinos, ya en el siglo XVIII, y se hicieron muy populares. Por alguna clase de ironía, resultó que los padres franciscanos, no los benedictinos, resultaron con la mejor fama de volantineros... Aunque entre los dominicos destacó como volantinero, según se dice, nada menos que Monseñor Crescente Errázuriz Valdivieso, Arzobispo de Santiago desde 1919 hasta su muerte en 1931 (este Crescente Erráruriz fue, por más señas, además de un importantísimo historiador de la Iglesia Católica en Chile, el hombre que condujo a la misma durante la separación de la Iglesia y el Estado en 1925).

Pero volviendo a la Colonia: el juego se tornó popular, decíamos, con una temporada para niños entre Agosto y Septiembre, y una para adultos e incluso más o menos profesionales en Octubre (meses de primavera en Chile). Pero a veces esta diversión resultó ser no demasiado sana, socialmente hablando. Así, el juego del volantín produjo apuestas, y el ocupar espacios para elevar volantines fue objeto de continuas reyertas. Con fecha 05 de Septiembre de 1796, se dictó un bando de buen gobierno, que ordenaba "que ninguna persona de mayor o menor de edad se atreva a encumbrar un volantín grande ni chico dentro de la traza general de esta capital [Santiago de Chile, se entiende], so pena de seis días de prisión y las demás que el caso y las circunstancias exigieran, sin que esta prohibición se extienda a las cañadas y orillas del río donde la espaciosidad permite el libre uso sin el menor riesgo de esta diversión". A la larga, encumbrar volantines fue una actividad que se practicó en canchas.

Hoy en día, el encumbrar volantines suele asociarse con las Fiestas Patrias, que en Chile se celebran el 18 de Septiembre, y que por tanto, coinciden con la temporada de primavera en que se elevaban de antaño los volantines. Con todo, y así como muchas antiguas tradiciones chilenas, la del volantín parece también ir en franca retirada, desplazada por las diversiones más modernas al alcance de los niños de hoy en día...

domingo, 6 de septiembre de 2009

La fraseología del charqui.


Una de las más típicas frases chilenas es "¡Ojo al charqui!", que se usa tradicionalmente (y por "tradicionalmente" queremos decir cada vez más en desuso, como otras expresiones antiguas) como un reclamo de atención. Así, decirle a alguien "¡Ojo al charqui!" equivale a un "¡Presta atención", y "estar con el ojo al charqui" significa estar pendiente y alerta de las situaciones.

Partamos diciendo que el charqui es la carne que corta en lonjas, se sala y luego se seca al Sol, práctica inmemorial para conservarla en una época en la que, por supuesto, la tecnología de los frigoríficos no pensaba en inventarse todavía. El término es propio de Argentina, Chile, Perú y Bolivia, lo que no es casualidad: la raíz de la palabra es quechua, y por lo tanto, se expandió por todos los antiguos dominios del Imperio Inca. Cuando se va a comer, el charqui se desmenuza y se prepara usualmente en guiso con verduras: es el célebre charquicán (aunque en la actualidad el charquicán, por razones lógicas, suele prepararse con carne molida directamente comprada en la carnicería o supermercado).

Como en los antiguos solares y haciendas el charqui era la gran y única manera que se tenía para conservar la carne, su conservación era vital, y claro está, también su vigilancia. En una hacienda típica, tanto las bodegas como los establos de los animales solían estar alrededor de la casa principal, y el patrón debía estar, por supuesto, vigilando que ninguno de sus empleados o peones tratara de "hacerlo leso", engañándole y hurtando el charqui a escondidas. De ahí que, según se decía, había que estar "ojo al charqui".

La condición de carne molida que tiene el charqui ya cocinado, dio también origen a otras frases, las cuales, así como el propio charqui, también se baten en retirada del lenguaje popular chileno. "Estar hecho charqui" venía a significar estar completamente molido, bien sea por haber estado trabajando duro una gran cantidad de horas, o simplemente por haber recibido una buena paliza. "Estar con el charqui largo" tiene su sentido de ironía, reemplazando la cara por el charqui, lo que viene a significar estar cariacontecido, aburrido o amurrado.

Una anécdota relacionada tiene que ver con piratas ingleses. Como sucedió sus tantas veces en la Colonia, el pirata británico Bartolomé Sharp asoló las costas de Chile, sucediendo tal cosa en 1680. Su blanco fue la ciudad de Coquimbo, en cuyo saqueo se regodeó por todo lo alto. De ahí salió la expresión de terror "¡Llegó Sharp a Coquimbo!", que con el paso del tiempo terminaría transformada en "¡Llegó charqui a Coquimbo!", que se usó durante mucho tiempo para referirse a las personas bullangueras que se dejaban caer atolondradamente en un lugar y terminaban por revolverlo todo...

jueves, 3 de septiembre de 2009

Chirimoyas y chirimoyos.


Clásica fruta chilena es la chirimoya, que se cría en el árbol del chirimoyo. La "chirimoya alegre" (chirimoya cortada en pedazos, y bañada en abundante jugo de naranja) es uno de los más clásicos postres de la Gastronomía chilena. La zona clásica de las chirimoyas es el Valle de Quillota, aunque con el crecimiento de la competencia en el sector agrario, vamos a ver si aún quedan chirimoyos por ahí... Su nombre científico es Anona Cherimolia, pero su nombre común viene no del Latín, sino del Quechua. "Chiri" significa "frío", y "moyu" se refiere al círculo, circunferencia o rueda. La interpretación más obvia es que la chirimoya en efecto es una fruta redonda y de carne blanca (aunque de cáscara verde), aunque la picaresca chilena ha querido asociarla, a la fruta y al nombre, con los pechos de la mujer...

Pero la chirimoya tuvo también una proyección económica. Como fruta, la chirimoya debe cortarse muy temprano del árbol, cuando aún está verde. Luego, debe envolverse en papel, para que ahí madure. El ingenio popular chileno comenzó a llamar entonces "chirimoyos" a los cheques que no tienen fondos al ser extendidos, pero que eventualmente pueden llegar a tenerlos para el día del cobro: la idea, obviamente, es que el cheque se emite verde, por así decirlo, y va a madurar cuando se cobre. (Por otra parte, aunque en Chile cotidianamente se extienden "cheques a fecha", la ley es clara: todo cheque puede ser cobrado legalmente desde el día de su emisión). Claro está que si el firmante del cheque no tenía fondos en el día de emitirlo, bien puede ser que le guste arriesgarse y se despreocupe de enterar los fondos después en la cuenta corriente, o simplemente se haga el desentendido y desaparezca con lo pagado con el cheque, entonces el chirimoyo nunca va a madurar. Por lo tanto, la expresión "chirimoyo" pasó a designar, del cheque a fecha y probablemente sin fondos, a toda clase de cheques sin fondos, y aún a los cheques falsos... Y siguiendo con la extensión, pasó a llamarse "chirimoyero" al estafador que usa cheques falsos o "chirimoyos" como medio de comisión del delito ("chirimoyero" es inicialmente, el vendedor de chirimoyas).

Hay quienes afirman, quién sabe si con base o no, que la relación fue hecha en Quillota, en donde alguna vez se habría hecho tal estafa comprando chirimoyas. Tales historias, por supuesto, pertenecen a la rumorología popular.

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