Historias desopilantes, anécdotas curiosas, rarezas antiguas: bienvenidos a los siglos curiosos.
domingo, 30 de septiembre de 2012
Leyendas de los Payachatas.
Los Payachatas, o más técnicamente los Nevados de Payachata son dos montañas volcánicas en la Cordillera de los Andes en el norte de Chile. El volcán norte es el Pomerape, y el sur es el Parinacota. Ambos superan los 6000 metros de altura, y de hecho el Parinacota es el número 30, y el Pomerape el número 35, en el listado de volcanes más altos de la cordillera de los Andes. Actualmente ambos forman parte del territorio de Chile y Bolivia, más o menos por mitades cada uno. Son las cumbres más altas compartidas por ambos países, aunque no las más altas de cada uno de ellos en particular (Bolivia posee algunos nevados más altos íntegramente en su territorio, y Chile por su parte posee montañas más altas, aunque compartidas con Argentina, siendo la montaña andina íntegramente chilena más alta, el Pular en la Puna de Atacama, que es menor a los dos que nos ocupan). Pero dejándonos de tanto Trivial Pursuit, vamos a lo verdaderamente interesante, a la leyenda de los Payachatas.
Se dice que hace mucho tiempo, en la época anterior a los españoles, dos príncipes se enamoraron (un príncipe y una princesa, se entiende, que esta historia es heterosexual, ¿vale?). El problema es que sus tribus respectivas estaban enemistadas entre sí, y decidieron antes muertos que casados, y los mataron (para lo que se ponen de acuerdo los infelices...). Para que hablen de buenos salvajes aquí. Pero como esto es una leyenda prehispánica, entonces la cosa no iba a quedar así. Los espíritus de la naturaleza decidieron vengar a los muertitos enamorados, e hicieron llover torrencialmente hasta sepultar a los dos pueblos bajo dos sendos lagos: los actuales lagos Chungará y Cotacotani. Y además, para dejar bien en claro por qué iba el castigo, hicieron surgir dos sendos volcanes en cada una de las tumbas de los enamorados: los actuales Pomerape y Parinacota, por supuesto. Señores, William Shakespeare era una alpargata al lado de estos precolombinos.
Otra leyenda asociada a los Payachatas es que cuando se produjo la invasión española, los incas diligentemente sacaron sus tesoros de Cuzco y se los llevaron para que los españoles no se los rapiñaran. Y claro, cuando quieres esconder tesoros incaicos, te buscas la montaña más alta posible para que estén seguros y ningún extraño les eche mano. Tan seguros están ahí, que nadie de hecho ha conseguido echarle mano (supuesto de que la leyenda tenga algún punto de realidad, claro). Se supone que cuando la nieve se derrite, se pueden ver los escalones fabricados por los sirvientes incas para ascender a la cumbre. Calentamiento global mediante, pronto lo sabremos.
Y aunque quizás sea algo triste arrojar un baño de realidad después de leyendas tan bonitas, a nadie le hace mal saber un poco más. Hoy en día tenemos una explicación diferente para el origen del lago Chungará: la investigación geológica ha probado que hace miles de años, el volcán Parinacota colapsó. La razón la ignoramos: pudo haber sido un terremoto, una erupción volcánica, o ambos. La fecha es discutida, y algunos remontan el suceso hacia 18.000 años atrás, aunque la fecha más probable es unos 8.000 añitos nada más. El caso es que una buena porción del cono volcánico se dejó caer en un aluvión de proporciones cataclísmicas, creando así el tapón en donde se acumularía después el agua que iba a formar el actual lago Chungará. Menos poético que la leyenda de los dos amantes asesinados, claro, pero por otra parte, lo comido y lo mitologizado no nos lo quita nadie...
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jueves, 27 de septiembre de 2012
Leyenda de las termas de Jurasi.
Desde el puerto de Arica hacia el interior, cerca de una localidad llamada Putre, hay un lugar llamado las termas del Jurasi. En dichas termas, las aguas alcanzan hasta los 40 grados centígrados. Y como las aguas tan calientes no son tan habituales en la naturaleza, los habitantes de la región inventaron su propia leyenda que explica esto. Reza dicha leyenda que hace muchos años, probablemente en tiempos prehispánicos claro está, gobernaba la región una ñusta (una princesa, en romance). La ñusta en cuestión se las arregló para aprender el secreto de unas fuentes de aguas temperadas, bañándose en las cuales era posible obtener la eterna juventud, y como consecuencia lógica, prácticamente la inmortalidad. La ñusta contrajo entonces varios matrimonios sucesivos, conservándose joven mientras cada marido se hacía viejo y era enterrado (y sustituido por el siguiente, claro). Los maridos parece que eran tontos, porque ninguno llegó a descubrir que algo raro pasaba con su mujercita, pero así es como está la leyenda, y así es como en Siglos Curiosos la transmitimos.
El caso es que la ñusta se encariñó con un chico que no tenía padres, y lo crió como propio. Parece que la crianza fue con buen pecho, porque el mozalbete salió gallardo, robusto, todos los atributos que suelen considerarse admirables en un mocetón indígena. La ñusta decidió entonces que estaba bueno, y se casó con él. Pero él, lo que tenía de apostura lo tenía también de cerebro, y reparó en que mientras él se hacía cada vez mayor, la ñusta parecía aviso de Revlon, congelada en el tiempo. De manera que se dedicó a espiarla, hasta descubrir el secreto misterioso de la eterna juventud de su cónyuge.
Al poco tiempo, se hizo evidente para la ñusta que el chico tampoco envejecía, y empezó a preguntarse por el motivo de ello, sea porque le gustaba el rol de viuda negra, sea porque no era cosa de que el secreto se divulgara... el caso es que descubrió que su hijo adoptivo devenido en marido también se bañaba en las aguas. Su indignación fue tan grande, que comenzó a gritar "¡Jurasi, jurasi!", que en idioma nativo significa "¡Hirviente, hirviente!". El chico no alcanzó a salirse, y acabó hervido como un langostino en la olla...
...sólo que las aguas quedaron a temperatura tal, que la ñusta ya no podía bañarse en ellas, por lo que su remedio de la eterna juventud se terminó, y con él, sus chances de inmortalidad, o al menos de longevidad. Suponemos que las aguas de las termas se han enfriado un poco desde aquellos eventos de crónica roja precolombina, porque en la actualidad la gente sí puede visitar esas termas. Pero sobre si están a temperatura de bañarse o no, no lo puedo asegurar, porque como buen gato, el agua de baño no es de mi gusto.
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domingo, 23 de septiembre de 2012
Una escuadra para Marcó del Pont.
Casimiro Marcó del Pont fue gobernador de Chile nombrado desde el Imperio Español entre 1815 y 1817, y ha sido quizás uno de los más odiados y detestados cabeza de Ejecutivo en toda la Historia de Chile. Aunque antipático por su convicción de que las medidas represivas terminarían por apagar el espíritu chileno (en realidad sucedió lo contrario, que convenció a los indecisos de volcarse en masa a la causa patriota, hasta entonces popular sólo a medias), hay que tenerle alguna simpatía por lo difícil de su misión, que era no sólo administrar a Chile, sino que defenderlo contra la inminente amenaza que representaba el ejército armándose en Cuyo, al otro lado de la cordillera de Los Andes, y que podía pasar por cualquier punto entre Copiapó y Concepción. A lo cual debe sumársele la escasez de recursos que le afligían, no tanto por las devastaciones de una guerra que había sido más o menos breve, apenas el período de 1813 a 1814, como el sangramiento demográfico que suponía reclutar campesinos para alimentar tropas siempre insuficientes para contener a la creciente marea de guerrilleros.
En este clima, en diciembre arribaron las noticias de que San Martín había arreglado que una expedición pirata zarpara desde Buenos Aires para cruzar el Estrecho de Magallanes e invadir Chile. Marcó del Pont estaba alarmado: carecía por completo de naves para defenderse. Había alistado dos naves decomisadas a unos contrabandistas, el Aguila y el Justiniano, las que se sumaban a una nave de guerra llamada Sebastiana, pero este trío de naves no era ni de lejos suficiente para detener una escuadra invasora compuesta por una fragata, tres corbetas, una goleta, dos bergantines armados, y cuatro transportes con cuatrocientos hombres para desembarcar, además de fusiles para armar a los patriotas que estuvieran esperando con qué meterle balas a los realistas. Si a eso se le sumaba una eventual invasión a través de la cordillera, Marcó del Pont estaba perdido: su única esperanza era parar a la flota en alta mar, antes de que sus efectivos pudieran desembarcar en algún punto sensible del territorio (léase Concepción, porque más hacia el sur, salvo por los enclaves de Valdivia y Chiloé, todavía era territorio mapuche).
El 12 de Diciembre de 1816 entró en el puerto de Valparaíso una fragata española armada con 44 cañones, llamada la Venganza. La acompañaba el Potrillo, un bergantín armado por el gobierno patriota en 1813, y que había sido capturada para los españoles después, y armada para guerra por el mismísimo virrey Abascal en Perú. La expedición había salido de Cádiz el 6 de Mayo de 1816, había arribado a Arica el 8 de Septiembre, había desembarcado tropas que iban a la defensa del Virreinato, y luego había sido enviada para patrullar las costas chilenas en busca de naves enemigas y regresar al Perú si es que no encontraba ninguna (lo que efectivamente había sucedido). En esta expedición de regreso fue interceptada por Marcó del Pont, quien le pidió que se quedara en Valparaíso. El capitán de la Venganza, Tomás Blanco Cabrera, al no haber encontrado rastros de ninguna expedición enemiga, vaciló porque quedarse implicaba desobedecer las órdenes directas del virrey del Perú, pero Marcó del Pont le dijo que las noticias de la expedición enemiga eran ciertas, que Blanco Cabrera tenía sus órdenes al respecto, y al último se hizo responsable el Gobernador mismo de la orden, lo que terminó de convencer al escrupuloso capitán.
Comenzó entonces la preparación de la escuadra de Marcó del Pont. Lo que no estuvo exento de problemas: hubo incluso boches entre oficiales por quedarse a cargo de la Sebastiana. Frente a esto, Marcó del Pont le dio a Blanco Cabrera y a su nave la Venganza la supremacía de la expedición, además de carta blanca para obrar. Financiar la expedición fue otro dolor de cabeza, y Marcó del Pont sangró aún más el tesoro para ello. Trató de reclutar a Francisco Parga, el capitán de una nave mercantil llamada la Bretaña, pero éste, quizás advertido de cómo andaban las cosas, pidió condiciones exorbitantes, las que Marcó del Pont declinó, en conjunto con lamentarse acerca de cuán ingratos son los súbditos del Rey que se niegan a servir a Su Majestad en la hora de necesidad, etcétera. Después de todos estos trances, la flotilla finalmente zarpó hacia el sur a mediados de enero de 1817. En mala hora. Un mes después, el ejército patriota que había cruzado la cordillera de los Andes derrotó a los realistas en Chacabuco, y puso a Marcó del Pont en fuga: para esas fechas, las naves realistas estaban bastante al sur, e imposibilitadas de hacer nada útil. ¿Y la escuadra pirata que había zarpado en el Octubre anterior desde Buenos Aires? Nunca había existido: todo no había sido más que una inteligente maniobra de desinformación promovida por San Martín y su diligentísima red de espionaje, y Marcó del Pont se había tragado la carnada con anzuelo, sedal y caña completos...
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jueves, 20 de septiembre de 2012
Códigos de los patriotas de Chile.
Entre 1814 en que la expedición del general español Mariano Osorio derrotó a los patriotas chilenos, y 1817 en que el Ejército de Los Andes derrotó al gobierno realista en la Batalla de Chacabuco, un rol esencial en la lucha por la independencia fue jugado por los guerrilleros. Estos fueron la resistencia contra las exacciones de los realistas en contra de los patriotas, y ayudaron a voltear los ánimos de los indecisos hacia la causa patriota, la que durante la llamada Patria Vieja (1810-1814) nunca había sido excesivamente popular más allá de los círculos santiaguinos. El más popular de estos guerrilleros e insurgentes fue Manuel Rodríguez, pero no fue de ninguna manera el único, aunque el más legendario debido a sus métodos.
Pero no hablaremos de éste ahora, sino de los peculiares códigos empleados por los guerrilleros. Parte importante de los guerrilleros era dar golpes selectos en contra de las fuerzas realistas para demostrar que eran gigantes con pies de barro, pero otra parte era propagar noticias favorables a los patriotas, para saltarse los medios de comunicación oficiales del gobierno, en particular un diario santiaguino llamado la Gaceta del Gobierno, fundado por Mariano Osorio durante su período como gobernador (1814-1815). Para esto, los guerrilleros debieron construirse una red de comunicaciones a prueba de realistas. Y eso implicaba, por supuesto, encriptar las comunicaciones. Algo que no podía hacerse de manera demasiado compleja debido a que muchos guerrilleros eran bandidos reclutados para la causa, y por lo tanto apenas manejaban las primeras letras, menos iba a pedírseles que retuvieran códigos criptográficos en la cabeza. Los códigos a utilizar debían ser entonces sencillos.
La solución a la que recurrieron estos guerrilleros fue sencilla. Simplemente, utilizaron palabras claves. De esta manera, quien leyera el mensaje y no estuviera en el secreto, vería solo un texto de interpretación algo rara, pero por otra parte nada que pudiera resultar incriminatorio para el portador. Así, "lluvias" significaba expedición, mientras que "nueces" se refería a soldados de infantería, "pasas" a soldados de caballería, y "uvas", soldados de artillería. "Higos" y "papas" eran victorias peruanas y derrotas españolas, respectivamente. Mientras que "tabaco" significaba eventual protección de ingleses. Sólo cabe preguntarse el cacao que sería cada mensaje al mezclar todos estos elementos... Los códigos parecen haber funcionado bien, empero, y de hecho sólo llegaron a ser descubiertos en años bastante posteriores a la Independencia, gracias al rescate de la correspondencia de gentes involucradas en el ajo, tanto en Cuyo desde donde el general San Martín aprestaba el ejército patriota para el cruce de Los Andes, como en las haciendas mismas de Chile.
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domingo, 16 de septiembre de 2012
Valer una chaucha.
La chaucha era una papa pequeña y de maduración rápida. Era conocida en el Imperio Inca, y los españoles la cultivaron también. Por supuesto que, si es una temporada con abundancia de papas, se comen las más grandes, y las más pequeñas o chauchas se tiran a un lado para semilla. Muchos años después, ya en la vida republicana de Chile, apareció la moneda de veinte centavos, valor éste ínfimo entonces y ahora (bueno, hoy en día en Chile no existen los centavos, y hay que ser muy tacaño para levantarse a recoger incluso una moneda de DIEZ PESOS en la calle). Por su ínfimo valor se la llamó chaucha, y así la papa se abrió paso al lenguaje monetario nacional.
Así, en Chile el monedero pasó a ser la chauchera, mientras que estar en el colmo de la pobreza era no tener una chaucha para hacer cantar a un ciego. Ya en desuso está el ganarse las chauchas, que equivale al todavía actual ganarse los porotos, o sea, trabajar para obtener un sueldo. En desuso también está la compra al chaucheo, o sea, la compra al por menor, o los chauchudos, que son la gente que anda con mucho dinero encima. Hoy en día, la gente con dinero no sólo no tiene monedas, sino que incluso ni siquiera tienen billetes, lo pagan todo con tarjeta...
Por supuesto que la pobre y menospreciada chaucha dio lugar a otros usos. Decir de algo que no vale una chaucha significaba algo similar a no valer o no importar un comino (el comino, como saben los que cocinan, es una semilla ínfima). Aunque este dicho haya sido reemplazado por el más procaz "vale callampa" y sus sinónimos ("vale hongo", "vale seta", "vale champiñón"... y no se refiere a las especies del Reino Fungi, sino a cierta prominencia exclusivamente masculina cuya forma podría vagamente recordar la de una seta, valga la aclaración para los extranjeros). Un derivado un tanto cruel era "faltarle la chaucha para el peso". Si recordamos que la chaucha valía veinte centavos, o sea un quinto de peso, entenderemos que esta situación se refiere a la persona que carece de uno de los cinco sentidos (un ciego, un sordo...). Aunque este dicho también está en desuso, hay uno similar en Chile que se utiliza para la gente de pocas luces: faltarle tablas para el puente...
Pero volvamos a lo histórico. Las chauchas eran utilizadas entre otras cosas para hacer funcionar unos pianos mecánicos que existían hace muchísimo tiempo atrás, incluso antes que los famosos Wurlitzer. A veces la chaucha se atascaba y el aparato no sonaba, por lo que había que golpear un poco el cacharro, para que cayera con un sonoro "click" al fondo del aparato, y comenzara la música. Entonces "sonaba la chaucha", lo que por derivación pasó a referirse también al momento en que una persona entiende o le cuadran cosas sobre las cuales anteriormente estaban en la nebulosa.
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jueves, 13 de septiembre de 2012
La máquina Mardones.
Otro de esos giros idiomáticos típicos chilenos que hoy en día han caído en desuso, se refiere a la "máquina de Mardones". La misma tenía fama de extraordinaria dificultad, de manera que decir que algo era como la máquina de Mardones (o la "máquina Mardones" a secas), era considerarlo el colmo de lo difícil. Lo divertido del caso es que la máquina de Mardones ni siquiera era una máquina... o al menos, no una que tuviera un uso razonable y decente para una máquina que no se avergüence de tal. Veamos la historia para que se entienda este enredo.
Octubre de 1915. En otra de esas tradiciones perdidas en el pasado de Chile, se celebraban las fiestas de la primavera. Con carros alegóricos. Los estudiantes de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile confeccionaron un carro alegórico. Que simulaba ser una máquina, justamente. Tenía toda clase de tubos metálicos, fierros, ruedas, poleas, y no producía otra cosa sino viento. Lo importante, claro, no era que la máquina funcionara sino que quedara imponente. Y por homenaje o por guasa, los chicos la llamaron máquina Mardones, aludiendo a don Francisco Mardones, profesor de la mencionada Escuela de Ingeniería. Impresión debe haber causado el carro, toda vez que el dicho quedó después durante unas cuantas décadas.
Como la referencia se fue perdiendo con el tiempo, las nuevas generaciones por supuesto que se quedaron en el aire, y empezaron a preguntar acerca de la dichosa máquina. Lo que originó otro coloquialismo. Ante la pregunta "¿Y qué es la máquina Mardones?", se respondía un "una que sirve para enderezar..." y complete aquí ud. la rima.
El dicho por su parte evolucionó a otro que sí todavía tiene vigencia en el léxico nacional. Cuando uno está apremiado por muchas tareas y un plazo de terminación que resulta fatal, la expresión que cae de cajón es... "me pilló la máquina".
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domingo, 9 de septiembre de 2012
El juicio de residencia de Barrabás.
Ya hemos mencionado anteriormente en Siglos Curiosos que Chile tuvo el privilegio increíble de ser gobernado por... Barrabás. Bueno, no el Barrabás bíblico, por supuesto, sino por el ínclito Francisco de Meneses, cuyas tropelías y desmanes en su breve período como gobernador (1664 a 1668, aunque destituido de derecho a fines de 1667) hicieron bueno su sobrenombre. Ya hemos referido la trifulca que armó el susodicho nada más en su llegada a Chile, y para no desteñir, con trifulca también salió del cargo (cuando llegó el nuevo gobernador, Meneses básicamente intentó fugarse de Santiago a Concepción para usar el ejército de Arauco en un autogolpe de estado). Meneses fue apresado, y entonces comenzó el tema del juicio de residencia. Por si el amable lector no conoce o no recuerda el dato, el juicio de residencia era el procedimiento por el cual los altos funcionarios hispánicos debían entregar cuentas de su administración, y en donde por supuesto se exponían a que los perjudicados con la misma le demandaran, incluyendo la posibilidad de recobrar bienes que el gobernador hubiere confiscado para sí. Figúrense lo que significó el juicio de residencia para Barrabás... bueno, no se lo figuren, acá lo escribiremos con algún detalle.
En realidad, el juicio se complicó debido a que Meneses había creado un buen grupo de parciales durante sus tres años, con los consabidos métodos del que defrauda a tutiplén la hacienda pública, claro está. Y estos partidarios estaban muy interesados en que Meneses saliera bien librado, porque de lo contrario ellos mismos deberían restituir lo mal habido. Pero los perjudicados por Meneses eran tantos, que durante los siguientes tres años el caso Meneses ocupó toda la atención de los notables chilenos. Para evitar males mayores, el visitador Lope Antonio de Munive dispuso que Meneses fuera trasladado a Córdoba, en la región de Tucumán (entonces, recordemos, dependiente de la gobernación de Chile). Un fraile de la época nos deja esta perla sobre el alcance de la corrupción de Meneses y sus acólitos: "Hallábase con un millón de hacienda: no había en todo el reino de Chile, oro, plata, alhajas ni cosa preciosa que ya no parase en su poder. Su caballeriza se valoraba en cincuenta mil ducados: los frenos y estribos de plata los despreciaba por comunes y los mandaba labrar de oro: sus vajillas eran inestimables por lo rico y abundante". Exagerado, sin duda, pero da una buena idea de la impresión que el pillaje de Meneses dejó en sus sufridos gobernados.
En paralelo al juicio de residencia de Meneses, se le siguió otro a don Angel de Peredo, quien había desempeñado la gobernación de Chile de manera interina ANTES que Meneses, pero que aún no había sido sometido a residencia porque Meneses se había ensañado persiguiéndole con desprecio de toda legalidad. Peredo había sido un gobernador intachable y su juicio de residencia, que duró un año, terminó también ANTES que el de Meneses: fue recompensado con la gobernación de Tucumán, en donde fallecería algunos años más tarde, muy querido de sus gobernados. Camino a Tucumán, la expedición de Peredo debía cruzarse con la de Meneses, que el intertanto era llevado desde Córdoba a Santiago: consiguió Meneses a última hora que su ruta se desviara, para no sufrir la humillación de pasar en cadenas frente a su antiguo perseguido. Mientras tanto, Munive hacía lo imposible por embargar cuanto bien mal habido estuviera en poder de los partidarios de Meneses: se afirma que a tanto llegaban las exacciones, que el monto de estos embargos casi paralizó la vida económica nacional de Chile. El rigor de la persecusión fue morigerado por las influencias de los amigos de Meneses, y en particular de la familia de su esposa, doña Catalina Bravo de Saravia, que podía mover muchas influencias en Santiago. Meneses por su parte fue enviado a Arica primero, a Lima después, y a Trujillo al último, lugar en donde se le permitió a su esposa reunirse con él. Meneses falleció en esta última ciudad en 1672, el mismo año en que su causa judicial llegó al Consejo de Indias: pasaría aún otra década antes de que el Consejo de Indias terminara de procesar el expediente de Meneses (que estuviera muerto y por lo tanto fuera un tanto inoficioso aplicarle pena de cárcel, no significa que no debiera seguirse el juicio en atención al destino de los bienes e indemnizaciones que correspondieran al respecto).
Digamos para terminar algunas palabras sobre la familia de Meneses. Doña Catalina Bravo de Saravia era mucho más joven que Meneses, y le sobrevivió incluso hasta ver el cambio de siglo, viviendo con sus hijos de manera bastante desahogada en Lima. Uno de sus hijos salió astilla del mismo palo: Francisco de Meneses y Saravia. Nacido en Chile en 1666 o 1667, fue nombrado corregidor de Riobamba en la provincia de Quito. Para tapar sus exacciones y defraudaciones huyó a España, en donde valiéndose de sus relaciones y encanto personal obtuvo el cargo de Presidente de la Real Audiencia en Bogotá, lo que motivó nuevas acusaciones de corrupción. Sus dos hermanos, Fernando de Meneses y Bravo de Saravia y Alonso de Meneses y Bravo de Saravia, por su parte, ya bajo la administración de los Borbones, llegaron a ser gobernadores de Yucatán...
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jueves, 6 de septiembre de 2012
¡Barrabás Gobernador de Chile!
Muy despreciado y despreciable tiene que ser una persona para que en un medio tan profundamente católico como el Chile colonial, y aún el resto del Imperio Español, el mote que le acompañe desde joven sea "Barrabás". Y éste era el apodo que se había ganado con sus... er... barrabasadas, don Francisco de Meneses. Este hombre había hecho carrera en el ejército español, y combatido en Italia y Flandes, ganándose en este último lugar el aprecio de don Juan José de Austria. En 1663 recibió el nombramiento como Gobernador de Chile. En mala hora para Chile. La pura crónica de su llegada ya es una historia de ésas que solemos postear por acá en Siglos Curiosos.
Los mayores avatares de la peripecia fueron causados, era que no, principalmente por el carácter arrogante e impetuoso del personaje de marras. Meneses estaba obsesionado con que el capitán y el armador de la nave querían hacer contrabando, cosa que podría ser verdad o podría ser que no, habida cuenta de las condiciones del, ehm, "comercio" "legal" marítimo de la época. Partieron el 12 de Abril a Buenos Aires, y por el camino, Meneses se las arregló para hacer del crucero un infierno para todos, refregándole a todo el mundo que no le hacían suficientes honores como su rango exigía.
El 27 de Julio arribaron a Buenos Aires. Entonces, Meneses se emperró en quedarse a bordo de la nave, dispuesto a llegar a Chile vía Estrecho de Magallanes. La idea era muy mala, porque en la época Cuyo era todavía parte de Chile, y por lo tanto arribar a Santiago por la pampa argentina era una buena manera de conocer tales tierras que después eran un tanto descuidadas por los gobernadores de Santiago, y además porque el Estrecho de Magallanes tenía y tiene reputación de navegación difícil. Ni la acción combinada del Obispo de Buenos Aires y del Gobernador de Tucumán consiguieron convencer a Meneses. La situación adquirió ribetes dramáticos cuando Meneses se puso tan pesado, que la nave no tuvo otro remedio sino que zarpar con él, a lo que la artillería de tierra replicó disparando sobre la misma. Para insistir en lo obvio: los cañones de costa le disparaban a la nave que llevaba al futuro gobernador de Chile... por desobediente. La nave acabó varada en un banco de arena, y Meneses debió desembarcar con la cola entre las piernas. Por el momento.
Una vez en tierra, Meneses resultó tan complicado y pendenciero, que las autoridades de Buenos Aires le pusieron una guardia a su alrededor, supuestamente por protección, pero en realidad por arresto domiciliario. Después de su partida, ahora sí que por tierra, el 1 de Diciembre llegó a San Luis de Tucumán, ciudad argentina en la actualidad pero que en esa época era la ciudad (o poblacho más bien, hablamos de 1663 después de todo) más oriental del territorio chileno. Allí, aunque estaba prácticamente en un caserío, se hizo recibir de inmediato como Gobernador de Chile, aunque por supuesto aún no había jurado según protocolo. El 13 de Diciembre alcanzaba Mendoza, y allí dictó sus primeros actos de gobierno, dando patente del atolondramiento que iba a ser el resto de su gobernación. Finalmente, el 23 de Enero de 1664 entró en Santiago de Chile, pero gracias a una triquiñuela administrativa, consiguió obrar como gobernador en pleno sin pasar por lo que él parecía considerar la humillación de tener que prestar juramento de su cargo ante el Cabildo de Santiago, como correspondía por procedimiento. Se inició así una gobernación cargada de anécdotas muy sabrosas para la posteridad, pero muy desafortunadas para la pobre Gobernación de Chile, que debió soportar a semejante personaje con santa paciencia (y a veces no tan santa y no tan paciencia) hasta 1667. Baste decir por ahora que la cantidad de cargos que le levantaron con ocasión de su juicio de residencia fue tal, que al fallecimiento del susodicho en 1672 todavía no había recibido sentencia.
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domingo, 2 de septiembre de 2012
La absurda muerte de Cano y Aponte.
Después de la marejada de gobernadores ineptos, corruptos o desastrosos que fueron la plaga de Chile durante el siglo XVII, el nivel mejoró notablemente durante la siguiente centuria, gracias a las reformas administrativas promovidas por los Borbones en España. Bueno, los Borbones del siglo XVIII al menos, época en la cual la endogamia genética todavía no había obrado la totalidad de sus efectos, y por lo tanto España podía sacarse lustre al respecto. Entre los buenos gobernadores que conoció Chile estuvo don Gabriel Cano y Aponte, que perfecto no era (hubo acusaciones de corrupción en contra suya, en el juicio de residencia que se le siguió a sus herederos, porque como veremos, Cano y Aponte falleció en la gobernación), pero que ciertamente fue capaz de mantener al país luchando contra sus pestes endémicas (la constante piratería y contrabando de las costas, el devastador terremoto de 1730, una epidemia de viruela al año siguiente...), además de meter en cintura y para bien a los siempre interesados oidores de la Real Audiencia. Su período fue inusualmente largo, ya que asumió su cargo en 1717, y en 1733 todavía estaba en él.
El 25 de Julio de 1733 se celebró la festividad de Santiago Apóstol, como era de rigor en una sociedad católica como la de... Santiago de Chile, precisamente. Como era el estilo de la época, la fiesta se celebró con toda clase de tradiciones propias de lo que llamaríamos la "chilenidad", y que hoy en día están cada vez más constreñidas a las Fiestas Patrias, si es que. Entre estas fiestas se contaban por supuesto las pruebas de equitación. Eran también probablemente las últimas fiestas de Santiago Apóstol que celebraría el gobernador, ya que en Marzo pasado había llegado una real cédula en la que debía rendir la gobernación a un nuevo enviado de España, aunque conservaba la misma mientras el nuevo gobernador llegara. Las fiestas duraron por supuesto más de un día, y el día 26...
El gobernador Cano y Aponte tenía ya 68 años, pero no se le despintaba un carácter "alegre, dicharachero, siempre envuelto en aventuras galantes, valeroso y desprendido, de modales pulcros y trato seductor" según lo describe don Leopoldo Castedo. Era por tanto muy popular entre la gente, así como más que un poco confiado. Cabalgaba un hermoso caballo, y se empeñó en que dicho caballo pusiera las patas delanteras sobre el muro. El historiador Vicente Carvallo y Goyeneche describe así lo que sucedió a continuación: "Se interesaron todos en apartarlo de tan peligrosa evolución; pero su capricho hizo vano los esfuerzos de aquellos caballeros; y castigando al bruto con la espuela, le obligó a tocar con las manos la pared; (el caballo) cayó de espaldas y tomó debajo de la silla al gobernador".
A cualquier persona, más aún un casi setentón, terminar aplastado bajo el caballo significaría muerte segura, y de hecho sacaron a Cano y Aponte casi moribundo del accidente. Pero sobrevivió durante MESES con la columna vertebral quebrada, y gran entereza de ánimo. El gobernador empleó sus últimas semanas en ajustarse con su conciencia, reparando algunos males en su opinión injustos que le había hecho a algunas personas en el pasado. El 29 de Octubre, ya superado por los dolores, rindió finalmente su puesto en manos de un gobernador interino. El 11 de Noviembre falleció. Sus funerales fueron discretos, según sus disposiciones, pero a los pocos días se celebraron nuevas exequias, esta vez con el dispendio propio de la figura que había sido, y fue muy llorado por el pueblo. En cuanto al destino del caballo en cuestión, en las crónicas que ha estado ojeando don General Gato vuestro servidor quien esto escribe, nada ha podido encontrar...
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