Contrariamente a lo que la creencia popular pareciera indicar, el pueblo de los mapuches, conocidos también como araucanos, ubicado en la Zona Central de Chile, sí manifestaba el rasgo ritual prototípico de muchas culturas aborígenes del mundo, desde Hawaii hasta los antiguos hebreos y germanos, de solucionar crisis urgentes con sacrificios humanos. En 1960, después del gran terremoto que sacudió a Valdivia, los mapuches hicieron noticia, y de paso desagradaron a todo Chile, cuando en cumplimiento de sus rituales religiosos, celebraron un sacrificio humano para contentar a los pillanes (los espíritus que representan las fuerzas naturales).
Dentro de la Mitología Mapuche hay al menos una referencia mítica a los sacrificios humanos. Se refiere a la historia de Licarayén. La leyenda refiere que el malvado Pillán (espíritu) del volcán Osorno, odiaba la virtud y la laboriosidad, y amaba el vicio y la depravación. De manera que reventaba el volcán cada vez que los indios abandonaban la bebida y la vagancia y se ponían a cultivar la tierra. Para terminar este estado de cosas, por consejo de un anciano, se resolvió sacrificar a la doncella más pura y virtuosa de la tribu, la que resultó ser Licarayén, quien era la hija del cacique (líder de la comunidad).
Aunque el cacique no se resignaba a tener que entregar a su hija en sacrificio, ella misma decidió, con enorme entereza de espíritu, sacrificarse para salvación de la comunidad entera. Sólo pidió a cambio el morir de una manera agradable, de manera que fue encerrada con una enorme cantidad de flores, que la adormecieron. Luego, por la intervención mágica de un ave, el corazón de Licarayén fue llevado hacia el cono del volcán Osorno y dejado caer ahí, después de lo cual una intensa nevazón selló el cráter de los volcanes Osorno y Calbuco para siempre, al tiempo que la primera nieve, derretida al contacto de la lava, formó cuatro lagos en la región.
Por supuesto que la leyenda termina con moraleja. El hechizo que mantiene al Pillán del volcán Osorno en su prisión cesará el día en que los mapuches dejen la virtud y el trabajo para entregarse de nuevo a los vicios. Ojalá que eso nunca suceda, por supuesto.
Dentro de la Mitología Mapuche hay al menos una referencia mítica a los sacrificios humanos. Se refiere a la historia de Licarayén. La leyenda refiere que el malvado Pillán (espíritu) del volcán Osorno, odiaba la virtud y la laboriosidad, y amaba el vicio y la depravación. De manera que reventaba el volcán cada vez que los indios abandonaban la bebida y la vagancia y se ponían a cultivar la tierra. Para terminar este estado de cosas, por consejo de un anciano, se resolvió sacrificar a la doncella más pura y virtuosa de la tribu, la que resultó ser Licarayén, quien era la hija del cacique (líder de la comunidad).
Aunque el cacique no se resignaba a tener que entregar a su hija en sacrificio, ella misma decidió, con enorme entereza de espíritu, sacrificarse para salvación de la comunidad entera. Sólo pidió a cambio el morir de una manera agradable, de manera que fue encerrada con una enorme cantidad de flores, que la adormecieron. Luego, por la intervención mágica de un ave, el corazón de Licarayén fue llevado hacia el cono del volcán Osorno y dejado caer ahí, después de lo cual una intensa nevazón selló el cráter de los volcanes Osorno y Calbuco para siempre, al tiempo que la primera nieve, derretida al contacto de la lava, formó cuatro lagos en la región.
Por supuesto que la leyenda termina con moraleja. El hechizo que mantiene al Pillán del volcán Osorno en su prisión cesará el día en que los mapuches dejen la virtud y el trabajo para entregarse de nuevo a los vicios. Ojalá que eso nunca suceda, por supuesto.