Isaiah Berlin, filósofo inglés nacido en Rusia, en el seno de una familia judía, fue uno de los más prominentes intelectuales liberales del mundo académico europeo en el siglo XX. Sus reflexiones sobre la idea de la libertad, diferenciando entre libertad negativa (ausencia de presiones) y libertad positiva (libertad para transformarse en el amo del propio destino) han sido ampliamente discutidas en el mundillo universitario. Pero como filósofo, Berlin tenía los pies de barro. Y sus momentos de chochera y ridículo. Quizás el más insigne, sea el de las tres canastas de Isaiah Berlin.
Como muchos otros filósofos, Isaiah Berlin llegó al punto en que no podía seguir adelante con la dogmática, sin acaramelarla con una teoría del conocimiento. Y diseñó la suya propia. Según Berlin, hay tres canastas (metafóricamente hablando, por supuesto). En la primera canasta echamos las preguntas que requieren de métodos científicos o empíricos para ser contestadas (por ejemplo: "¿cuántas lunas tiene Saturno", "¿en qué año Isaiah Berlin chocheaba con las tres canastas?"). En la segunda canasta echamos las preguntas que requieren de métodos lógicos o matemáticos para ser contestadas (por ejemplo: "¿cuánto son 2 + 2?", "¿la palabra empollón se escribe con o sin acento?"). En la tercera echamos las preguntas residuales, que no podemos contestar de las otras maneras, y que por lo tanto, son preguntas filosóficas propiamente tales (por ejemplo: "¿cómo ser ecuánime con quienes no están de acuerdo conmigo?", "¿es justo para los árboles el talarlos para imprimir libros de Isaiah Berlin en papel?").
Suena bonito, pero es una perogrullada. Lo que Berlin trata de decir de manera elegante, es que hay preguntas que pueden ser contestadas objetivamente, y otras que no. Hasta ahí el magnífico asunto.
Como eso dejaría al filósofo Isaiah Berlin y a su pandilla de colegas sin trabajo (a la larga, todas las preguntas deberían pasar de la tercera canasta, la canasta del misterio, a las otras dos), Berlin se pregunta sobre si hay preguntas que sean inherentes a la tercera canasta, si hay preguntas que siempre van a ser filosóficas. Sorprendemente, concluye que sí. Digo sorprendentemente, porque esto es un acto de fe, ya que se supone que no hay método alguno para contestar las preguntas de la tercera canasta, por tanto su respuesta nos es desconocida, y por tanto, ignoramos de momento si podemos pasarla a las otras dos canastas. A la larga, descubrimos que Isaiah Berlin ha creado la teoría de las tres canastas para justificar su paga como filósofo universitario a sueldo, y que creer en la tercera canasta no es un acto racional, sino puro misticismo. Y después dicen que la filosofía ha hecho avances desde Platón hasta nuestros días...
Suena bonito, pero es una perogrullada. Lo que Berlin trata de decir de manera elegante, es que hay preguntas que pueden ser contestadas objetivamente, y otras que no. Hasta ahí el magnífico asunto.
Como eso dejaría al filósofo Isaiah Berlin y a su pandilla de colegas sin trabajo (a la larga, todas las preguntas deberían pasar de la tercera canasta, la canasta del misterio, a las otras dos), Berlin se pregunta sobre si hay preguntas que sean inherentes a la tercera canasta, si hay preguntas que siempre van a ser filosóficas. Sorprendemente, concluye que sí. Digo sorprendentemente, porque esto es un acto de fe, ya que se supone que no hay método alguno para contestar las preguntas de la tercera canasta, por tanto su respuesta nos es desconocida, y por tanto, ignoramos de momento si podemos pasarla a las otras dos canastas. A la larga, descubrimos que Isaiah Berlin ha creado la teoría de las tres canastas para justificar su paga como filósofo universitario a sueldo, y que creer en la tercera canasta no es un acto racional, sino puro misticismo. Y después dicen que la filosofía ha hecho avances desde Platón hasta nuestros días...
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