Aunque hoy en día algo pasada de moda (aunque con el auge del feminismo, quizás algún día más temprano que tarde regrese desde el averno), el personaje de Ayesha marcó fuertemente a la generación de lectores que vivió a finales del siglo XIX y comienzos del XX.
El novelista inglés H. Rider Haggard es conocido especialmente por "Las minas del rey Salomón", un clásico de aventuras africano publicado en 1885, y en donde introdujo al personaje de Allan Quatermain, que siguió en otras novelas, pero además publicó un ciclo novelístico dedicado a Ayesha, Aquella Quien Debe Ser Obedecida. La primera novela fue "Ella", seguida de "Ayesha: El regreso de Ella", el cross-over "Ella y Allan" (con Allan Quatermain, obviamente), y la precuela "La hija del Destino". En ellas, configura la biografía de un personaje literario decimonónico fascinante, e injustamente olvidado.
Ayesha es una antigua egipcia que, adentrándose en Africa, descubre la manera de hacerse inmortal y conservarse eternamente joven. Se instaura así como una fiera reina guerrera, en dominios fuera del alcance de toda civilización, hasta el siglo XIX. Ayesha es un personaje femenino todopoderoso, cargado de magnetismo sexual, y profundamente amoral (tópicos todos con bastante morbo para el lector de la Inglaterra victoriana, claro está). Cuando un grupo de exploradores británicos en apariencia la ha destruido, ella se rearma creando una nueva base de operaciones en el Tibet, en donde complota otra vez contra el mundo occidental que invade sus dominios. Ayesha es otra vez detenida y en apariencia muere, pero ¿quién puede asegurarlo con una criatura que ha conseguido sobrevivir la friolera de 5000 años...?
Aparte de transformarse en una especie de sex-symbol literario victoriano, Ayesha impresionó incluso a los próceres del psicoanálisis, Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, quienes la utilizaron como ejemplo del "eterno femenino", la esencia femenina universal detrás de las mujeres particulares.
Ayesha es una antigua egipcia que, adentrándose en Africa, descubre la manera de hacerse inmortal y conservarse eternamente joven. Se instaura así como una fiera reina guerrera, en dominios fuera del alcance de toda civilización, hasta el siglo XIX. Ayesha es un personaje femenino todopoderoso, cargado de magnetismo sexual, y profundamente amoral (tópicos todos con bastante morbo para el lector de la Inglaterra victoriana, claro está). Cuando un grupo de exploradores británicos en apariencia la ha destruido, ella se rearma creando una nueva base de operaciones en el Tibet, en donde complota otra vez contra el mundo occidental que invade sus dominios. Ayesha es otra vez detenida y en apariencia muere, pero ¿quién puede asegurarlo con una criatura que ha conseguido sobrevivir la friolera de 5000 años...?
Aparte de transformarse en una especie de sex-symbol literario victoriano, Ayesha impresionó incluso a los próceres del psicoanálisis, Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, quienes la utilizaron como ejemplo del "eterno femenino", la esencia femenina universal detrás de las mujeres particulares.
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