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jueves, 10 de diciembre de 2015

Nerón tiene un gusto grotesco.


Nerón. Un emperador tan fuera de serie, que fue necesario todo el poderío de Peter Ustinov para que lo interpretara en la pantalla grande, en la memorable "Quo Vadis" de 1952. Y en conjunto con Calígula, el que más leyenda negra ha generado a su alrededor. Ha pasado a la historia como un loco destructivo, etcétera, pero hizo al menos un aporte. O mejor dicho, no lo hizo él, pero sin su concurso, éste hubiera sido imposible. Me refiero a introducir la palabra "grotesco" en nuestro idioma. ¿Y cómo fue que lo hizo? Pues a través de una historia que se extiende nada más y nada menos que por un milenio y medio, desde los tiempos de Nerón hasta el Renacimiento.

Roma, año 64. Un día cualquiera, estalla el fuego. Roma en la época era una especie de gigantesco monobloque al cual de repente se le introducían tajos, porque había que meter unas cosas llamadas calle por donde la gente circule y raye las paredes (sí, leñe, los romanos eran tan modernos, que inventaron la costumbre del graffiti. De hecho, escribieron varios contra el mismo Nerón). El caso es que Roma ardió y Nerón y su lira... no, mentira, lo de la lira es una leyenda. Según el historiador Tácito, Nerón estaba lejos de Roma, y cuando supo del incendio, regresó a toda pastilla y organizó una completa red de ayuda asistencial para los damnificados. Luego le echó la culpa a los cristianos y mandó a unos cuantos a ser bufete de león, pero eso es otra historia.

El caso es que después del incendio, Nerón se encontró con harto terreno libre, y dijo: me voy a hacer una casuchita así como una cosita de ná. Y dicho y hecho, se puso a construir su rancho, un palacio que abarcaba tres cerros de Roma (no, no lo he escrito mal. La ruca en cuestión se extendía por tres de las siete colinas de Roma, chúpense ésa), al que llamó la domus áurea (la "mansión dorada"). Arreciaron los graffitis en los mismísimos muros del nuevo palacio, de tipo: Romanos, vayámonos a Veyes, a no ser que esta casa también llegue hasta Veyes). El caso es que ésta y otras exacciones del bueno de Nerón llevaron a la rebelión de las provincias, y Nerón acabó suicidándose el año 68, profiriendo unas inmortales últimas palabras: "¡Qué gran artista pierde el mundo!". A su muerte, las labores en la domus áurea quedaron detenidas, la mansión nunca se completó, y de hecho, andando los siglos, con las invasiones bárbaras, las invasiones eclesiásticas, y otras plagas semejantes, acabó semienterrada.

Hasta llegar al Renacimiento. El Papado renacentista se vio invadido por la fiebre arquitectónica, y se puso a construir a lo bestia. En una de tantas, descubrieron unas cavernas a las que ingresaron para explorar, y descubrieron... frescos romanos en las paredes. Poco a poco, los investigadores renacentistas (porque no eran un montón de artistas viviendo en la nube, sino que eran eruditos de tomo y lomo a los que no les temblaba la mano ir a ver de primera fuente esas ruinas tan majas) descubrieron que habían dado por accidente con las ruinas de la domus áurea, que con el paso de los siglos había quedado enterrada, como ya hemos dicho. Pero, renacentistas como eran, lo que más les llamó la atención fueron los frescos en las paredes, que, fieles al gusto de Nerón, representaban sátiros y monstruos de toda clase, posiblemente para acompañar con picaresca zoofílica a las orgías que se daba Nerón con su señora Popea la de la leche de burra. Los que bajaron a las cavernas para estudiar ese arte, quedaron impactados porque se alejaba al ciento por ciento de la formalidad, sobriedad y elegancia que ellos consideraban propio del arte griego y romano, y pronto, empezaron a referirse a esos frescos como las pinturas de las grutas, o sea, grutescas. Y por supuesto, la palabra sirvió para bautizar a ese despropósito de arte, que pasó a ser el grotesque en francés, y lo grotesco en español, palabra que ahora sirve para hablar de los reality shows, los tatuajes, y los políticos.

1 comentario:

  1. excelente blog. este tipo de publicaciones no debería jubilar jamás
    y si, soy de los que llegó tarde...

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