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domingo, 23 de septiembre de 2012

Una escuadra para Marcó del Pont.


Casimiro Marcó del Pont fue gobernador de Chile nombrado desde el Imperio Español entre 1815 y 1817, y ha sido quizás uno de los más odiados y detestados cabeza de Ejecutivo en toda la Historia de Chile. Aunque antipático por su convicción de que las medidas represivas terminarían por apagar el espíritu chileno (en realidad sucedió lo contrario, que convenció a los indecisos de volcarse en masa a la causa patriota, hasta entonces popular sólo a medias), hay que tenerle alguna simpatía por lo difícil de su misión, que era no sólo administrar a Chile, sino que defenderlo contra la inminente amenaza que representaba el ejército armándose en Cuyo, al otro lado de la cordillera de Los Andes, y que podía pasar por cualquier punto entre Copiapó y Concepción. A lo cual debe sumársele la escasez de recursos que le afligían, no tanto por las devastaciones de una guerra que había sido más o menos breve, apenas el período de 1813 a 1814, como el sangramiento demográfico que suponía reclutar campesinos para alimentar tropas siempre insuficientes para contener a la creciente marea de guerrilleros.

En este clima, en diciembre arribaron las noticias de que San Martín había arreglado que una expedición pirata zarpara desde Buenos Aires para cruzar el Estrecho de Magallanes e invadir Chile. Marcó del Pont estaba alarmado: carecía por completo de naves para defenderse. Había alistado dos naves decomisadas a unos contrabandistas, el Aguila y el Justiniano, las que se sumaban a una nave de guerra llamada Sebastiana, pero este trío de naves no era ni de lejos suficiente para detener una escuadra invasora compuesta por una fragata, tres corbetas, una goleta, dos bergantines armados, y cuatro transportes con cuatrocientos hombres para desembarcar, además de fusiles para armar a los patriotas que estuvieran esperando con qué meterle balas a los realistas. Si a eso se le sumaba una eventual invasión a través de la cordillera, Marcó del Pont estaba perdido: su única esperanza era parar a la flota en alta mar, antes de que sus efectivos pudieran desembarcar en algún punto sensible del territorio (léase Concepción, porque más hacia el sur, salvo por los enclaves de Valdivia y Chiloé, todavía era territorio mapuche).

El 12 de Diciembre de 1816 entró en el puerto de Valparaíso una fragata española armada con 44 cañones, llamada la Venganza. La acompañaba el Potrillo, un bergantín armado por el gobierno patriota en 1813, y que había sido capturada para los españoles después, y armada para guerra por el mismísimo virrey Abascal en Perú. La expedición había salido de Cádiz el 6 de Mayo de 1816, había arribado a Arica el 8 de Septiembre, había desembarcado tropas que iban a la defensa del Virreinato, y luego había sido enviada para patrullar las costas chilenas en busca de naves enemigas y regresar al Perú si es que no encontraba ninguna (lo que efectivamente había sucedido). En esta expedición de regreso fue interceptada por Marcó del Pont, quien le pidió que se quedara en Valparaíso. El capitán de la Venganza, Tomás Blanco Cabrera, al no haber encontrado rastros de ninguna expedición enemiga, vaciló porque quedarse implicaba desobedecer las órdenes directas del virrey del Perú, pero Marcó del Pont le dijo que las noticias de la expedición enemiga eran ciertas, que Blanco Cabrera tenía sus órdenes al respecto, y al último se hizo responsable el Gobernador mismo de la orden, lo que terminó de convencer al escrupuloso capitán.

Comenzó entonces la preparación de la escuadra de Marcó del Pont. Lo que no estuvo exento de problemas: hubo incluso boches entre oficiales por quedarse a cargo de la Sebastiana. Frente a esto, Marcó del Pont le dio a Blanco Cabrera y a su nave la Venganza la supremacía de la expedición, además de carta blanca para obrar. Financiar la expedición fue otro dolor de cabeza, y Marcó del Pont sangró aún más el tesoro para ello. Trató de reclutar a Francisco Parga, el capitán de una nave mercantil llamada la Bretaña, pero éste, quizás advertido de cómo andaban las cosas, pidió condiciones exorbitantes, las que Marcó del Pont declinó, en conjunto con lamentarse acerca de cuán ingratos son los súbditos del Rey que se niegan a servir a Su Majestad en la hora de necesidad, etcétera. Después de todos estos trances, la flotilla finalmente zarpó hacia el sur a mediados de enero de 1817. En mala hora. Un mes después, el ejército patriota que había cruzado la cordillera de los Andes derrotó a los realistas en Chacabuco, y puso a Marcó del Pont en fuga: para esas fechas, las naves realistas estaban bastante al sur, e imposibilitadas de hacer nada útil. ¿Y la escuadra pirata que había zarpado en el Octubre anterior desde Buenos Aires? Nunca había existido: todo no había sido más que una inteligente maniobra de desinformación promovida por San Martín y su diligentísima red de espionaje, y Marcó del Pont se había tragado la carnada con anzuelo, sedal y caña completos...

2 comentarios:

  1. Esto no tiene que ver con el post, pero es una duda que me da vueltas hace rato.

    ¿Que se esa cosa que tiene la chica del fondo de la pagina en la mano derecha?

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  2. Mis disculpas por el retraso en contestar, pero la conexión a internet ha sido algo parecido a desenredar una pelea de pulpos por estos días. Pero aquí estamos. Incluso hasta publiqué un posteo sobre el particular del comentario. Saludos, y seguimos en la brecha (o eso espero, así como va...).

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