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domingo, 19 de agosto de 2012

La mujer de César...

Todos conocen el famoso dicho que encabeza el presente posteo de Siglos Curiosos, pero si por ventura el amable lector llegase a ignorarlo, no lo completaré sino hasta el final lleno de suspenso y emoción culebronesca que tiene esta historia (en realidad no es tanto, pero si Julio César era maestro del autobombo, ¿por qué no puedo serlo yo...?). El caso es que el dicho de "La mujer de César..." se basa en una anécdota histórica real. Bueno, tan real como suelen ser estas anécdotas, que ya conocemos la tendencia de los historiadores antiguos a seguir el adagio de que nunca dejes que la realidad te arruine un buen cuento. Pero volviendo a Julio César. Este se casó tres veces. Viudo de su primera esposa, contrajo matrimonio algo más de un año después con Pompeya. En la época, a resultas de las prolijas intrigas políticas de la decadente República Romana, Julio César consiguió ser nombrado Pontífice Máximo, el más importante cargo religioso romano (en la época y dentro de la religión y política romanas, el Pontífice Máximo no necesitaba ser un hombre consagrado expresamente a la religión, aunque sí existiera sacerdocio profesional, como en todas las civilizaciones más o menos desarrolladas).

El caso es que a Pompeya, como esposa del Pontífice Máximo, le correspondía celebrar en calidad de anfitriona la fiesta de la Bona Dea ("Diosa Bondadosa"). Dicha fiesta era sólo para mujeres: los hombres tenían prohibida la entrada bajo pena de sacrilegio. Pero resulta que la joven Pompeya tenía un pretendiente llamado Clodio, y parece que a ella los halagos del jovenzuelo patricio de marras no le eran indiferentes. El caso es que Clodio se las arregló para pasar como imberbe, se disfrazó de mujer, y ayudado por una sirvienta que estaba en el ajo, se metió a la casa. Disfrazado de mujer, obviamente. La sirvienta fue a buscar a Pompeya, pero por alguna razón se tardó demasiado, y Clodio, con la impaciencia de la juventud, decidió aventurarse por la casa él mismo. Craso error.

Obviamente Clodio se topó entonces con el resto de las chicas, y obviamente Clodio siendo hombre y desconociendo el ritual, cometió la torpeza de rechazar la invitación de una de ellas a participar en el mismo. Cuando le preguntaron entonces quién era y qué hacía allí, Clodio replicó que esperaba a Pompeya. Famosas últimas palabras, porque la voz masculina lo traicionó. La turba de mujeres comenzó a buscarlo, y Clodio consiguió apenas salir con vida del bacalao. Sin embargo, fue reportado, arrestado, y se le siguió juicio por sacrilegio. La aventura podía haberle significado la muerte, pero Clodio era un personaje querido por el pueblo de Roma, y los jueces, temiendo acabar linchados, acabaron por absolverle de los cargos, aunque se esmeraron en escribir el fallo de la manera más ilegible posible, para que la gente al leerlo lo interpretara como mejor se le diera la gana.

Por su parte, Julio César se divorció de Pompeya. Sin embargo, cuando se le preguntó por el incidente, respondió que él nada sabía. Lo que era razonable, considerando que no estaba en el lugar de los hechos. Los jueces, extrañados, le preguntaron entonces por qué se divorciaba, si no le constaba que su esposa le hubiera hecho crecer cornamenta, a lo que Julio César dio su inmortal respuesta: "Porque pienso que mi esposa debe estar por encima de toda sospecha". De ahí entonces que viene el célebre dicho de que "la mujer de César no sólo debe ser honesta, sino también parecerlo". Claro, con sus bemoles y todo, Julio César era un político de alturas. Otros, en cambio...

2 comentarios:

  1. En realidad la historia tiene un trasfondo curioso, que demuestra el gran talento de César como estratega, no sólo militar sino también político. Julio César no sólo no acusó a Clodio, sino que declaró en su favor, diciendo que lo creía totalmente inocente. Y cuando Cicerón intervino en el juicio pidiendo la condena de Clodio, César hizo que Craso (su socio en el famoso primer triunvirato) sobornara al tribunal para declararlo inocente. El porqué intervino en favor del amante de su mujer se vió después, cuando Clodio se presentó candidato a tribuno y fué elegido con el apoyo del propio César. Además, el incidente le había dado la excusa para divorciarse de Pompeya y enseguida se volvió a casar, con Calpurnia, la hija del influyente Lucio Calpurnio Pisón, que acababa de ser elegido cónsul, en sustitución del propio César ("casualmente" el otro cónsul electo fué Aulo Gabinio, apoyado por Pompeyo, la tercera pata del triunvirato). Así César aprovechó un sainete de cuernos y travestismo que parecía propio de una obra de Plauto y salió con una nueva esposa de una familia con influencias y contactos, a su suegro y a un socio como cónsules, y a un tipo que le debía una y bien gorda, como tribuno. ¡Sencillamente, magistral!

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  2. Y aún más magistral si se piensa la tunda de años que se la pasó César tratando de medrar. Es conocida la anécdota ésa de que estando en España se puso a llorar porque a la edad que tenía, Alejandro Magno había conquistado el mundo...

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