Páginas

jueves, 16 de agosto de 2012

Claudio y la censura.

Hemos explicado en otro posteo de Siglos Curiosos lo que era la censura en la antigua Roma. Que no era la actual censura de libros o películas (bueno, esto último es anacrónico, ehm...), sino la censura de costumbres. El censor en este sentido era un funcionario encargado de hacer valer la moral. En realidad, la censura tuvo su época dorada en la República Romana, pero la depravación generalizada del Imperio, sumado a que tachar a un ciudadano por malas costumbres tenía cada vez menos consecuencias (se perdían los derechos políticos, pero éstos bajo la férula de los Emperadores no tenían ningún valor de todos modos), hizo que la censura fuera cada vez menos aplicada. Lo que no quita que el Emperador Claudio (41 a 54 d.C.) se abocara a ejercerla. Con resultados pintorescos, como todo lo que rodea a este Emperador no especialmente brillante, pero tampoco tan malo como la triste reputación de tontorrón que se ha ganado para la posteridad.

En una ocasión, se le expuso el caso de un joven al que se le conocían montones de oprobios. Sin embargo, su padre lo declaraba intachable. Claudio, suspirando, despidió entonces al joven sin proclamar tacha. Cuando se le preguntó por qué había hecho eso, considerando que lo del joven era de escándalo público, replicó: "Tiene su censor".

En otra ocasión le pusieron por delante un joven famoso por sus adulterios y sus orgías, actividades que por supuesto no son excluyentes entre sí. Claudio le dio como admonición que se entregara "a los placeres propios de su edad, o al menos con más cautela", y luego añadió: "¿Qué necesidad hay que de que conozca yo el nombre de tu amante...?".

En otra ocasión, los amigos de un caballero tachado de infamia le urgieron a que eliminara la nota de infamia sobre el ciudadano (debido al carácter un tanto lábil de Claudio, era frecuente que la gente "se le subiera arriba del piano", por decirlo en buen chileno, faltándole el respeto a la dignidad imperial). Claudio, seguramente para librarse de esas pestes, ordenó que en efecto se suprimiera la nota de infamia, pero... "Quiero, sin embargo, que subsista la tacha". Chan-chán.

Parece ser que, con todo, Claudio tenía un entusiasmo supremo en tachar ciudadanos. Para efectos, ordenó que los ciudadanos llamados a rendir cuentas lo hicieran por sí mismos, o sea, sin abogados, seguramente para evitar los trucos habituales de la práctica forense. Con todo, los comisarios que tenía a cargo de buscar ciudadanos para tachar no parecieron demasiado eficientes, ya que muchos caballeros a quienes se llamó a comparecer ante el Emperador por celibato se presentaron con pruebas de ser casados, a quienes se llamó por falta de hijos se presentaron como padres, y los llamados por falta de caudal aparecieron después con riquezas. El caso más extremo fue el de una persona a la que se quiso censurar porque se le acusaba de haberse atravesado con una espada para quitarse la vida: el acusado, por toda defensa, se abrió la ropa para demostrar que no tenía ninguna herida...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario