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jueves, 29 de septiembre de 2011

El Loco Eustaquio versus el Loco Eustaquio.


Una de las personalidades más coloridas de Quillota es probablemente el Loco Eustaquio, un personaje que merodeó la ciudad chilena a mediados del siglo XIX. En esa época Quillota no era todavía una ciudad extendida hacia La Calera y Nogales como en la actualidad, sino casi un caserío cuya importancia devenía de centralizar la actividad comercial en torno a la agricultura del Valle de Aconcagua, río que cruza la ciudad. En ese tiempo, para viajar entre Santiago y Valparaíso era prácticamente obligatorio pasar por Quillota, y cuando se inauguró la línea férrea que conectaba ambas ciudades, el derrotero pasaba por la ciudad.

Pero volviendo al Loco Eustaquio que en este posteo nos ocupa. Este es mencionado por el periodista Benjamín Vicuña Mackenna en su libro "De Valparaíso a Santiago", de 1877 (así lo cita el investigador don Augusto Poblete Solar). Según refiere, dicho loco se aposentó en una de las bocaminas abandonadas del Cerro Mayaca (en cuyo lugar, dicho sea de paso, los incas edificaron un pucará), bocamina que aparentemente daba a un faldeo que caía hacia el río Aconcagua. Dice Vicuña Mackenna: "Habiendo muerto de calentura (tisis) un clérigo Cuestas, arrojaron sus hábitos en el cerro de la Moyaca (sic) y el loco Eustaquio pasó muchos años vestido con ellos". El fin de este pobre individuo fue triste: "Le arrastró con su lazo un huaso brutal, en una chanza de ebrio, de lo cual murió".

Sólo que no murió. En la literatura, al menos. Porque el intelectual y político chileno Zorobabel Rodríguez, quillotano él, escribió una novela titulada nada menos que "La cueva del Loco Eustaquio". En esta obra costumbrista acerca de la vida en la Quillota del siglo XIX, el autor se inventa toda una historieta romántica para darle relleno a su personaje, hasta hacerlo quizás casi irreconocible respecto del original. El personaje, siempre dentro de la ficción, cuando estaba cuerdo era requerido de amores por dos damas, una de las cuales (una "celosa harpía") le metió una bala a la otra a orillas del Aconcagua, perdiendo de ello el pobre hombre la razón. La ficción también le cambió el final: acaba ahogado en el río...

2 comentarios:

  1. Las leyendas del "loco del pueblo" son comunes en el mundo occidental. En Grecia cada polis tenía un personaje de este tipo. Al sujeto lo alimentaban, lo vestían y le daban una casa; y una vez al año, durante las fiestas, lo agarraban a pedradas hasta expulsarlo de la ciudad, como forma de ahuyentar los males acumulados durante doce meses. Al caer la noche lo regresaban a la urbe y vuelta a la rutina hasta el año siguiente. En cualquier caso, un mal menor frente a nuestro mundo "objetivo" y "científico", donde oscuros agentes llamados sicólogos, secuestran a quien piensa distinto, lo recluyen por tiempo indefinido en un manicomio, donde lo torturan, lo alimentan mal -casi exclusivamente con drogas- y lo visten de harapos.

    Dato aparte: tenía entendido que los atacameños también construían pucarás.

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  2. Supongo que esos pobres lunáticos griegos eran los "locos expiatorios"...

    Tengo entendido lo mismo. Pero por otra parte, la cultura de los atacameños está más relacionada con la órbita cultural de los pueblos andinos del Perú, que con los pueblos indígenas típicamente "chilenos" terminados en "che" (mapuches, picunches, huilliches, etcétera). Por lo que no es de extrañar. Hoy en día esa relación es más difícil de concebir, porque entendemos la historia indígena fraccionada geográficamente según las fronteras actuales, en que parte del área cultural incaica y preincaica cae en Perú, parte en Ecuador, parte en Chile, parte en Bolivia, parte en Argentina...

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