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domingo, 20 de marzo de 2011

Los más pequeños filos de la naturaleza.


Aparte del significado más obvio, "filo" ("philum") es una unidad taxonómica. El filo está entre el Reino (Reino Animal en este caso, porque en el Reino Vegetal se habla de "división") y las distintas clases que existen (mamíferos, reptiles...). El filo más grande es el de los artrópodos, que se empina por sobre el millón de especies, seguido por el filo de los nematodos (los gusanos redondos), también con su buen millón. Los cordados (al que pertenecen los vertebrados) son mucho más modestos, apenas unas 100.000 especies en total. Pero... ¿y cuáles son los filos más pequeños de todos? Referir su historia en Siglos Curiosos tiene su chiste, porque teniendo tan pocas especies, estos filos son difíciles de estudiar, y en algún caso, incluso difícil de percibir. Así es que, a pesar de que en estricto rigor éste es un posteo biológico, merece una palabrita también en dedicación a los investigadores que han dejado de lado a los animales más taquilleros y populares de la naturaleza, para dedicarse al estudio de... bueno... esteeeemmmm...

-- MICROGNATHOZOA. Este nombre griego significa literalmente "animal de mandíbula diminuta". Este filum está conformado por una sola especie, llamada "Limnognathia maerski", que de hecho fue creado para albergarlo (por cierto, hay algunos que lo consideran un subfilum, y otros un filum dentro de un superfilum... allá los científicos con estas cosas). Fue descubierto en 1994 en aguas termales de Groenlandia, así de difícil fue echarles mano (para colmo es microscópico: más difícil aún). A pesar de su diminuto tamaño, poseen una mandíbula retráctil que incluso puede salirse al exterior, un poco en plan de la peli Alien. Además, también cosa rara para ser tan pequeños, tiene un ganglio nervioso que opera de una manera similar a un minicerebro. Casi todo lo que se sabe de ellos son especulaciones.

-- PLACOZOA. Este es el otro filo con apenas una especie: Trichoplax adhaerens. Fueron reconocidos por primera vez en un acuario en 1883, pero debido a sus características tan simples como organismo, se creyó que era la larva de otro organismo diferente: recién unos ochenta años después se entendió que Trichoplax adhaerens es una especie por derecho propio. Esta especie mide cerca de medio milímetro, y obtuvo su nombre por la costumbre que tenía de adherirse a cualquier superficie, incluyendo las pipetas y matraces en que eran almacenados por los investigadores. Su biología es lo más simple que hay: tienen una capa superior protectora, una capa inferior con cilios sobre los que se moviliza (y con la cual come, envolviendo literalmente a su comida, encapsulándola y deshaciéndola con enzimas para meterla entre sus huecos celulares para que las células coman, porque carece de sistema digestivo), y un espacio intermedio con líquido. Huelga decir que no tiene órganos. Las células del animal tienden a unirse unas con otras, pero no se mueren si se las separa: en vez de eso, tienden a reunirse de nuevo. Y son buenas amigas: si un grupito de células separadas se topa con una compañera a la que le faltan células para su tamaño ideal, se suman como si siempre hubieran sido hermanas.

Estos son animalitos tan peculiares, que los científicos les han concedido un filo entero a cada uno. Sin embargo, como de costumbre, estas conclusiones deben ser provisionales: quizás se descubran nuevas especies dentro de estos filos, o alguna característica que permita sumarlos a un filo mayor, porque no sería la primera vez que los biólogos, a la luz de nuevos descubrimientos venideros, tuvieran que enmendar sus esquemas de clasificación. La cuestión, como siempre, permanece abierta.

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