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domingo, 9 de mayo de 2010

Alicia y la paradojas de las seis de la tarde.

En el célebre episodio de la merienda de los locos, en "Alicia en el País de las Maravillas", Lewis Carroll aprovecha de darle rienda suelta a sus descacharrantes juegos lógicos. Debe recordarse que Carroll era matemático, y escribió una serie de tratados sobre Geometría y Lógica, y hubiera sido raro que Alicia en el País de las Maravillas no contuviera algunos juegos y paradojas lógicas. El lector de Siglos Curiosos quizás ya haya leído sobre el tema en el posteo ya publicado "Alicia y la Relatividad". Pero ahora nos abocaremos a la delirante manera en que Lewis Carroll trata el tiempo en la obra.

En el capítulo 7 de la novela, Alicia arriba a una mesa repleta de servicios de té, en la que tres personajes están tomando, precisamente, el té: el Lirón (que casi no participa, porque se la pasa durmiendo), el Sombrerero Loco, y la Liebre de Marzo (ambos locos de atar, como detallamos en "La merienda de locos de Alicia"). Después de una adivinanza completamente sin patas ni cabeza, Alicia los reprende por matar el tiempo malgastándolo en tonterías. A lo que el Sombrerero replica: "Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo no hablarías del malgastarlo, y mucho menos de matarlo". El Sombrerero explica entonces que si te llevas bien con el Tiempo, entonces podrías hacer tu completo antojo con el reloj: puedes pedir que avance rápido por las horas de las lecciones hasta la hora de almuerzo, y si aún no tienes apetito, entonces ¡no hay problema!, simplemente lo detienes en la hora de almuerzo hasta que tengas apetito. Pero en marzo... (antes de que se volviera loca la Liebre de Marzo, ejem...).

La Reina de Corazones dio un gran concierto, y en él, al Sombrerero le toca cantar una canción. La canción resulta mal, y la Reina acaba tan fastidiada que grita: "¡Se está cargando al Tiempo! ¡Que le corten la cabeza!". Y sigue refiriendo el Sombrerero: "El Tiempo no quiere saber nada conmigo y ¡para mí son siempre las seis de la tarde!". Lo que tiene consecuencias catastróficas, porque como para el Sombrerero es siempre la hora del té, tiene una mesa entera dispuesta con vajilla, y apenas acaba de tomar el té, no tiene tiempo para lavar, así es que pasan a la siguiente vajilla limpia. Y cuando dan vuelta la mesa y ya no queda vajilla limpia...

Otra consecuencia es que el reloj de la Liebre de Marzo no marca las horas del día, sino los días del mes. Y cuando pregunta, el Sombrerero masculla malhumorado: "¡Y por qué no había de hacerlo! ¿Acaso tu reloj señala los años?". Alicia responde: "¡Claro que no! Pero eso es porque se está tanto tiempo dentro del mismo año". Y el Sombrerero, atrapado siempre en las seis de la tarde, responde: "Que es precisamente lo que le pasa al mío"...

Lewis Carroll estaba bien consciente de que, según la Física de su tiempo (inspirada en la Mecánica Newtoniana), el espacio y el tiempo eran absolutos. En la actualidad y desde los tiempos de Albert Einstein sabemos que no es así, porque tanto el espacio como el tiempo dependen del punto de vista del observador, son relativos a éste (de ahí que a la Mecánica Einsteniana se la llame "Teoría de la Relatividad"). Pero eso era para Carroll el futuro. Aún así, se las arregló brillantemente para descojonar al personal con las paradojas mostradas...

3 comentarios:

  1. jeje pues menuda historia, al señor le gustaba jugar con la lógica de sus lectores, y como bien dices desde la teoría de la relatividad, y de tantos otras teorías, como la ultima de Hawking de los agujeros gusanos, creo que comprendemos mejor las dimensiones en que vivimos, saludos :D

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  2. En realidad las ideas primarias están allá afuera, porque las hipótesis básicas son siempre las mismas, y sólo cambia el lenguaje y las referencias. Por ejemplo, claramente las historietas de Superman son una versión adecuada a los gustos del siglo XX, de las historias clásicas de forzudos clásicos como Hércules, o las historias de viajes en el espacio con naves espaciales son una continuación de las historias de navegantes marítimos en sus barquichuelas. Lo que no quita, por supuesto, la genialidad de Carroll de haberse hecho (y respondiendo de manera tan brillante, también) estas preguntas sobre lógica, causalidad, etcétera.

    Saludos.

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