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jueves, 12 de noviembre de 2009

El misterio del mammotowakost.

A comienzos del siglo XVIII, era casi un dogma de fe que la naturaleza no podía cambiar. Y todo lo que en el registro geológico pudiera aparecer fuera de lugar, solía explicarse con el Diluvio Universal, ya que el único texto sobre la Historia de la Tierra que existía como digno de crédito, era la Biblia. Por eso, el descubrimiento de una nueva bestia debía tomar a los nativos de la época, como mínimo, por sorpresa. Pero esta historia principia en otro punto muy diferente: en la Batalla de Poltava, librada en 1709, y que significó el fracaso del último intento de Suecia por invadir Rusia (¡así, como suena, hubo una época en ser sueco la llevaba en el mapa europeo!). Los rusos tomaron numerosos prisioneros suecos, y los enviaron desterrados a Siberia y Tartaria. De tales regiones, los que consiguieron sobrevivir regresaron con toda clase de noticias sobre dichas regiones y sus habitantes. Y entre esas noticias, venían los relatos sobre una extraña nueva bestia: el "mammotowakost"...

La primera noticia que se dio sobre el dichoso mammotowakost fue dada por un capitán de caballería de apellido Kagg, en 1722. Posteriormente un agrimensor llamado Tabbert von Strahlenberg dio nuevas referencias. Este, reuniendo declaraciones de científicos de San Petersburgo, además de traficantes de pieles cosacos, declaró que todo el marfil ruso y chino procedía del mammotowakost. Eso hoy en día nos parece una obviedad (se sabe que el elefante sólo vive en Africa y la India, o en los zoológicos, en la actualidad), pero en ese tiempo de extensas áreas mundiales inexploradas, era toda una noticia. Lo curioso es que nadie había visto a ningún mammotowakost vivo: sólo aparecían sus esqueletos... a veces, detalle gore éste, con pedazos de carne podrida y huesos ensangrentados. Un médico y botánico alemán de apellido Messerschmidt había testimoniado que la bestia "tenía pelos largos como una cabra y que, posiblemente, era el behemoth bíblico", idea lógica en un mundo dominado por las concepciones cosmológicas de la Biblia. El tal Messerschmidt había hecho su hallazgo enterrado en la nieve, recorriendo el río Indigirka en 1724, en una expedición de exploración natural auspiciada por el Zar Pedro el Grande (el mismo que occidentalizó Rusia y prohibió las barbas).

Los científicos se tomaron las noticias con sorna. Linneo, el más grande naturalista de su tiempo, autor de la clasificación de las especies que sirve de base a la actual, los descartó como simples piedras fosilizadas que por pura coincidencia guardaban resemblanza con huesos de algún tipo. En cuanto a los huesos ensangrentados y etcétera, esos debían ser chismes y exageraciones de nativos supersticiosos. Además, la investigación paleontológica no podía ser apoyada por nativos supersticiosos que, al no ver ningún mammotowakost vivo, habían llegado a la conclusión de que eran criaturas del inframundo, que acarreaban la enfermedad y la muerte sobre todos aquellos quienes tuvieran la desgracia de toparse con un esqueleto entero en su camino. Finalmente, en 1803, empezó a circular en Europa el dibujo de un cadáver encontrado en un bloque de hielo, en 1779, en el Río Lena, y que en 1801 había empezado a deshielarse. La existencia del mammotowakost ahora era incontrovertible, aunque por motivos comprensibles, los investigadores se referían a él simplemente con la abreviación "mamut"...

El famoso mamut, en efecto, era un gigantesco elefante prehistórico con pelo, que pobló Siberia durante la Era Glaciar. Los restos habían quedado congelados en la nieve, y los relatos de huesos carcomidos y ensangrentados tienen su lógica, si se considera que al deshielarse algunos cadáveres congelados de mamuts por accidente, sirvieron de opípara comida a los siempre hambrientos lobos de la estepa. Hay quien calcula que la tercera parte del marfil que circula en los mercados mundiales viene del mamut siberiano. Todas las tallas de marfil chinas, son de mamut siberiano. Y de marfil de mamut siberiano fue confeccionado el gran trono de marfil del Khan de la Horda de Oro, que rigió a Rusia durante la Edad Media. Y ni los artesanos chinos ni los talladores mongoles parecían pensar que se las estaban viendo nada menos que con restos fósiles de miles de años de antigüedad...

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