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jueves, 19 de febrero de 2009

El primer juicio por derechos de autor en el cine.


El Cine podrá ser un arte reciente, nacido apenas en 1895 (la Literatura, en cambio, data de la Antigüedad, y la Pintura del Paleolítico), pero aún así se las arregló para evolucionar con rapidez. Apenas una docena de años después de su nacimiento, ya el cine veía su primer litigio por derechos de autor. Para entender esto, debemos retroceder hasta el siglo XIX. En el mundo anglosajón, y especialmente en América, los productores teatrales habían descubierto el extraordinario filón que representaban las novelas para adaptarlas como obras escenográficas. El asunto era: si se adaptaba una novela de éxito, o muy bien recomendada, pero a menudo gruesa y por lo tanto larga de leer, el público iría a verla porque siempre era mejor perder una noche en una velada teatral, que varias bajando gruesos novelones victorianos. Particular éxito tuvieron los toga plays, que podríamos definir como "obras teatrales de romanos", porque permitían a las compañías más exitosas y adineradas, ciertos alardes escenográficos que aumentaban la espectacularidad.

En 1907, la productora cinematográfica Kalem Studios (una de las tantas que existió en la época del cine mudo, y que cerca de una década después fue absorbida por otro estudio mayor) intentó adaptar la novela "Ben Hur", de Lew Wallace, en un filme de aproximadamente 15 minutos. Quienes hayan leído la novela, o visto el "Ben Hur" de 1959 con Charlton Heston, saben que la obra se ambienta en la época de Cristo, y se trata de un judío injustamente condenado a galeras, que años después regresa a vengarse de su antiguo amigo Mesala, quien lo ha arruinado a él y a su familia. Kalem Studios hizo su adaptación no sobre la novela misma (publicada por Lew Wallace en 1880, y desde entonces y por varias décadas un gran éxito editorial como literatura "juvenil" y "edificante"), sino sobre un toga play de 1899. Ya el toga play en cuestión había sido un exitazo, por varios alardes técnicos, incluyendo el montar la carrera de cuadrigas en escena con caballos de verdad.

De inmediato, sobre Kalem Studios cayeron sendas demandas, de parte de los herederos de Lew Wallace, así como de los productores Klaw & Erlanger (los de la obra teatral de 1899), por infracción a los derechos de autor. En la época se consideraba que el cine era poco menos que una atracción de feria, o una especie de "teatro filmado", y por lo tanto, Klaw & Erlanger alegaron que sus derechos para adaptar "Ben Hur" al teatro, comprendían también los derechos para hacer adaptaciones cinematográficas. Es de considerar que Marcus Klaw y Abraham L. Erlanger no eran precisamente mansos corderos: eran conocidos por sus despiadadas tácticas de mercado, habían formado un verdadero holding de productores teatrales, y dominaron el mercado entre 1890 y 1910 aproximadamente construyendo un verdadero monopolio de salas de teatro (en la época primigenia del cine, el teatro era todavía un negocio substancioso). Kalen Studios se defendió alegando que el copyright sobre la novela alcanzaba sólo a las palabras escritas, y la descripción visual escapaba de su protección, que la pantomima de la película (era cine mudo aún, recordemos) no alcanzaba al discurso escrito ni los diálogos de los personajes en la novela, y que la exhibición de películas no podía considerarse como "pública difusión", al requerir de medios técnicos mucho más complejos que el teatro.

En 1911, los tribunales fallaron que Klaw & Erlanger tenían razón, y que Kalem Studios habían infringido los derechos autorales al hacer su película. En consecuencia, se ordenó su destrucción. Lo único que sobrevive hoy en día del "Ben Hur" de 1907, son algunos fragmentos con la famosa carrera de cuadrigas. En 1922, algo más de cuarenta años después de publicada la novela, cuando MGM decidió realizar una nueva adaptación, prefirió llegar a un acuerdo con Klaw & Erlanger antes de hacer cualquier otra cosa. Se rodó entonces la versión de 1922, y luego una nueva versión (la famosa con Charlton Heston en 1959) que marcó un récord al llevarse 11 Premios Oscar, marca imbatida hasta el "Titanic" de James Cameron en 1997.

Pero volviendo al "Ben Hur" de 1907, después de dicho juicio, los productores cinematográficos se anduvieron con más cuidado a la hora de hacer adaptaciones libremente. Con todo, las adaptaciones de obras teatrales al cine no desaparecieron. El celebérrimo "Drácula" de 1931 (el con Bela Lugosi), por ejemplo, no intentaba adaptar la novela original de Bram Stoker, sino la adaptación teatral de John Balderston y Hamilton Deane (pagando los correspondientes derechos de autor, claro está), que a su vez sí estaba basada en la novela original. Por cierto, dicha novela ya había sido adaptada en Alemania, no siendo otra sino la famosa "Nosferatu" de Murnau de 1922, con el nombre del vampiro cambiado para no pagarle derechos de autor a la viuda de Bram Stoker...

2 comentarios:

  1. Es curioso recordar cosas de este estilo, más ahora que la industria del cine demoniza a internet igual que el teatro demonizó el cine tiempo ha.

    Un gran artículo, enhorabuena. Agregado a los feeds como cadena perpetua.

    Salud y suerte

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  2. Gracias por las felicitaciones, y bueno, es lo que tienen las nuevas tecnologías, que la gente no sabe aún qué hacer con ellas cuando puede usarlas. Saludos.

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