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domingo, 14 de diciembre de 2008

Las anacrónicas defensas de París.


Que la mentalidad militar es proclive al conservadurismo, no es un secreto para nadie. Esto es lógico si se considera que en la inmensa mayoría de los ejércitos, los ascensos y promociones son por edad, y por lo tanto, cuando se llega hasta el alto mando, ya se es un viejo mañoso acostumbrado a "los buenos y viejos tiempos". Los franceses tuvieron algo de eso cuando fortificaron media línea fronteriza con la Línea Marginot, pero se negaron obstinadamente a defender las Ardenas, con las consecuencias que son bien conocidas. Pero en fin, eso es otra historia.

En la pasada anterior de los alemanes por París, en 1870 (en la guerra de 1914-18 no llegaron a tomarla), las tropas prusianas se enfrentaron a otro falible infalible sistema de defensa francés. Gobernaba Luis Felipe de Orléans (1830-48), y en aquellos años en que se debilitaba el Imperio Otomano, Francia (al igual que las restantes potencias europeas) barajaban muy seriamente la posibilidad de una guerra para marcar las respectivas esferas de influencia europeas. Por ende, entre 1840 y 1844, Luis Felipe ordenó fortificar París, en prevención de que Prusia o Austria fuera a tentar una invasión armada contra suelo francés. Siguiendo la doctrina clásica del bastión, que para ese entonces tenía unos venerables 200 a 250 años de antigüedad, París fue rodeado con una serie de terraplenes que deberían impedir o al menos retrasar todo lo posible el acceso del enemigo.

Los dichosos terraplenes tuvieron sólo una ocasión de probar cuánto valían. Cuando las tropas prusianas pusieron sitio a París, en 1871, éstos contribuyeron notoriamente a la defensa... Pero por otra parte, dentro de París (en el radio de los terraplenes) no había alimento suficiente para abastecer a toda la ciudad, y pronto ella debió capitular por el hambre, por lo que los bastiones, si bien militarmente cumplieron con su finalidad, terminaron siendo inefectivos. En los siguientes años, en que el París de la Belle Epoque experimentó un crecimiento urbanístico brutal, los famosos terraplenes, inútiles en tiempos de paz, allí se quedaron porfiadamente, impidiendo que ésta creciera, casi como una muralla medieval. Finalmente, para hacerle espacio a la ciudad, no quedó más remedio que echar abajo éstos, cosa que ocurrió ya bien empezado el siglo XX, después de la Primera Guerra Mundial. Era una buena idea, quizás, pero un tanto anacrónica ya en pleno siglo XIX...

4 comentarios:

  1. Muy interesante. Un encierro que sirvió de defensa, pero de encierro y falta de alimentos. Con las remodelaciones de las ciudades se destruyeron murallas por todos lados, aunque algunos tramos han quedado para la posteridad ¡Un saludo!

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  2. Resulta interesante observar cómo muchas "capitales" de su tiempo apenas hubieran pasado por poblachos en nuestro tiempo, y cómo estaban rodeados de poblados agrarios que terminaron tragados por la voracidad de las megalópolis... Tengo entendido que el crecimiento de Ciudad de México está tragándose a Teotihuacán, y eso que en tiempos antiguos Tenochtitlán estaba casi al otro lado del mundo respecto de Teotihuacán, en la geografía de los mexicas, por no hablar de París y Versalles y... mmmmmm... Mejor me callo, ahí tengo material para otro posteo.

    Saludos.

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  3. Gracias por el material publicado.Me llama la atenciòn los cascos de los atacantes en el dibujo. Tengo entendido que , como otra muestra de la actitud conservadora de los generales, el cambio de quepis (decorativo pero inutil ante la metralla ) por un casco fue desechado por signo de debilidad por el general (frances o prusiano) . Pagò en vidas su error .
    No recupero la fuente de esta informacion ni coincide con los datos que veo en general pero es evidente que los atacantes ya tienen casco, antes de 1914 en que oficialmente se incorporò al uniforme europeo.

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  4. Ni que fuera usted telépata, mi amigo, que viene un posteo de Siglos Curiosos en camino respecto del tema. No adelantaré nada para no mandarme un auto-spoiler, pero la anécdota es cierta.

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