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domingo, 26 de octubre de 2008

La exuberancia irracional de Alan Greenspan.

Una frase común en el mundo económico habla de la "exuberancia irracional", para referirse a la tendencia de los mercados a crear burbujas bursátiles que después revientan de la manera en que revientan, como la Burbuja Punto Com de 2001-2002 o la Crisis Subprime de 2007-2008. Esta frase, la "exuberancia irracional", fue inventada por Alan Greenspan en 1996, en un discurso que dio mientras era el Presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Alan Greenspan, habiendo sido Presidente de la Reserva Federal durante casi 20 años (1987-2006), se transformó en una leyenda viviente dentro del mundo económico, para bien o para mal. Greenspan asentó parte de su prestigio ubicándose en una posición inalcanzable, casi oracular, desarrollando lo que se ha llamado en inglés la "fedspeak", traducible como "la jerga de la Reserva". En 1996, el Indice Dow Jones, que mide el valor de las acciones en la Bolsa de Nueva York, se había empinado espectacularmente desde cerca de 5000 a cerca de 6000 puntos en sólo un año, síntoma claro de que el mundo bursátil estaba jugando a la Bolsa a lo loco. Se estaba incubando una burbuja financiera (que de hecho decantó después en la Burbuja Punto Com que reventó en 2002), y a sabiendas como buen economista que es Greenspan de que dichos reventones tienen dramáticas consecuencias, trató de desinflarla poco a poco.

El medio elegido fue hablar abiertamente del tema. En un discurso pronunciado en Diciembre de 1996 ante una organización económica de talante conservador, dio un largo discurso analizando la por entonces reciente crisis en el sector inmobiliario de Japón, y lanzó las siguientes sibilinas palabras: "¿Cómo descubrir cuando la exuberancia irracional ha dilatado el valor de los activos de manera inapropiada?". Se refería a Japón, pero tenía la esperanza de que su estatus como Presidente de la Reserva Federal hiciera ver que en realidad se refería oblicuamente a los propios Estados Unidos. En los siguientes días el mercado bajó, y se atribuyó (quién sabe si con razón o no) dicha baja a que los agentes de Wall Street interpretaron sus palabras como una predicción casi oracular sobre un mercado accionario claramente sobrevalorizado... y que por ende era bueno ir vendiendo. El Indice Dow Jones, por algunos días, estuvo entonces a la baja... Hasta que las palabras se olvidaron y Wall Street se arrojó otra vez a la orgía de seguir especulando con las acciones y alimentando la burbuja (que finalmente fue a reventar con el quiebre de las empresas Punto Com, en 2001-2002).

Probablemente el problema de fondo es el talante quizás excesivamente liberal de Alan Greenspan, no demasiado amigo de intervenir la economía debido a su confianza quizás excesiva en la capacidad de los mercados para regularse solos, y que por eso fue más bien tímido en desacelerar el mercado, sobrevalorando su propia posición como Presidente de la Reserva Federal para influir en la marcha de los mercados sólo con palabras. Por supuesto que en Wall Street, en donde se vive el día a día, las palabras son datos que duran un instante, y después son barridas por nuevos datos que llegan a continuación. ¿Qué quedó entonces del discurso de Alan Greenspan para la posteridad...? Una bonita frase, que describe de manera muy poética lo que en verdad es la negra realidad de las burbujas financieras.

2 comentarios:

  1. Como le preguntaron a Berlusconi el otro día .. ¿ Es esta crisis el último regalo del capitalismo a Fidel Castro ? ; lo cierto es que este sistema sigue funcionando para quien tiene que funcionar ( no se si has visto las indemnizaciones recibidas -encima- por los que han provocado esto ). En mi opinión es necesario el intervencionismo, y que ciertos sectores estén siempre en manos del estado ( educación, sanidad ... ), aquellos a los que se supone tenemos derecho todos. Un saludo

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  2. Saqué esta anécdota de un libro llamado "Los felices 90", de Joseph Stiglitz (complementado en parte con Wikipedia, todo hay que decirlo). El libro ése, en su análisis de las desregulaciones en Estados Unidos, es para ponerse a llorar. El capitalismo no tiene por qué ser una mala cosa en sí, pero para que opere como corresponde es necesario que existan mercados perfectos, y en más de algún rubro (educación, salud, defensa militar, vivienda, electricidad, etcétera), los mercados están muy lejos de serlo. Una cosa es afirmar que el mercado asigna recursos mejor que el Estado por regla general después de un acucioso estudio científico, y otra muy distinta afirmar que SIEMPRE ocurre así como dogma de fe.

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