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jueves, 9 de octubre de 2008

Calímaco contra Apolonio.


Siendo la Literatura un Arte, y el Arte una cuestión de apreciaciones en buena medida, es natural que hayan ciertas polémicas literarias sobre cómo debe ser la Literatura, que están condenadas a no ser resueltas jamás. Bien conocidas en lengua castellana son las guerras entre Luis de Góngora y Francisco de Quevedo, o entre Vicente Huidobro y Pablo Neruda, que si bien tuvieron su buena proporción de egotismo y vanidad, eran también concepciones diferentes sobre cómo debe hacerse la buena Literatura. Una de las polémicas más antiguas de esta naturaleza, tal y como la conocemos, es la que enfrentó a Calímaco con Apolonio de Rodas, en la Alejandría de los Tolomeos.

En el siglo III a.C., gracias a la riqueza del Egipto de los Tolomeos, Alejandría se convirtió en el centro de la cultura griega, desplazando a la ya vetusta Atenas. Es natural que los más selectos e importantes escritores fueran a dicha ciudad a hacer su arte. Mientras que la cultura ateniense había tenido un sesgo más popular y creativo, la cultura alejandrina respondía a una sociedad más rica, sí, pero también más aristocrática y orientalizante. La cuestión que enfrentaba a los escritores era entonces, ¿cómo plasmar esta nueva sociedad griega, en un nuevo estilo de arte?

Para Calímaco (hacia 310-240 a.C.), la cuestión estaba clara. La antigua cultura se había nutrido fundamentalmente de la épica homérica, pero esa cultura estaba muerta. La épica homérica era indudablemente grandiosa, claro está, pero ya no podía cultivarse en la enrarecida atmósfera cultural alejandrina. Por ende, se dedicó a la escritura de epigramas e himnos de extensión relativamente breve (las piezas más largas tendrán apenas unos centenares de versos). Su esfuerzo máximo no estaba en recrear largas historias épicas, sino en tomar episodios mitológicos para explotar la atmósfera erótica, épica o terrorífica que de ellos pudiera emerger.

El oponente de Calímaco era Apolonio de Rodas, quién sí pensaba que la épica aún estaba de moda. Para ello escribió su propio poema épico, la "Argonáutica". Para su desgracia, su obra no tenía la vida ni pasión de Homero, su modelo, y pierde el hilo mientras despliega toda su portentosa erudición, volcándola sobre el poema hasta convertirlo en pesado y pedantesco. No muy apreciado hoy en día, su pedantería simpatizó mucho entre algunos romanos (lo imitaron no sólo Varrón de Atax y Valerio Flaco, dos poetas romanos de segunda fila, sino que el propio Virgilio lo homenajeó en el Canto IV de la "Eneida"), y después entre los renacentistas, tan entregados ellos al cultivo de la erudición grecorromana (Pierre de Ronsard le imitó en el siglo XVI con un poema llamado "La Franciada").

¿Por qué Calímaco y Apolonio eran rivales tan enconados? Las diferencias de percepción sobre la Literatura y su estado actual (el de esa época, claro) son una razón fundamental, pero probablemente haya otras. Apolonio fue discípulo de Calímaco, y quizás el vasto trabajo de Apolonio (7000 versos, más o menos la mitad de "La Ilíada") despertó los celos del maestro. Calímaco, por otra parte, sabemos que era hombre de temperamento difícil, como lo revela su propia obra literaria, en la que es posible encontrar a un hombre muchas veces rencoroso y amargo. A su manera, por otra parte, Calímaco tenía razón en considerar que el espíritu épico no se avenía bien con la adocenada vida de la corte de los poltrones eruditos y aristócratas de Alejandría. Como no tenemos demasiada información sobre la vida de ambos, y los datos al respecto son contradictorios, tenemos que conformarnos con lo poco que se sabe al respecto, y especular.

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