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domingo, 8 de junio de 2008

Los accidentes de la expedición Rozhestvensky.

Ya hemos hablado del desastre anunciado que fue la expedición liderada heroicamente por el Almirante Zinovy Petrovitch Rozhestvensky (1848-1909), en su viaje desde el Mar Báltico hasta el Mar de Japón con buques completamente inútiles para el combate, durante la Guerra Ruso-Japonesa de 1904 a 1905, y de su desastroso final. Pero no hemos hablado aún de su tripulación, todos ellos bisoños incompetentes, y por ende, serios candidatos a ser masacrados en batalla (como de hecho, al final, sucedió).

Rozhestvensky era un veterano de la guerra de Rusia contra Turquía, y era bien conocido por su carácter de hierro. Pero esto no bastó para levantar la moral de sus hombres; sus vigías, por ejemplo, veían torpederos japoneses por todas partes. Sobre el famoso incidente de Dogger Bank, que casi precipitó una guerra entre Rusia e Inglaterra, nos referiremos en una próxima ocasión, así es que repasaremos algunas perlas del resto de la expedición.

Uno de los problemas logísticos más recurrentes se relacionaba con los códigos, al punto que por no repartirse los nuevos libros de códigos, un ejercicio para alinear buques en una sola línea de fondo fracasó y la escuadra terminó dispersa en todas direcciones. Peor aún eran las prácticas de artillería. Cuando joven, Rozhestvensky había ganado fama por su puntería, pero ahora sus hombres no fueron capaces de acertar a ningún blanco estacionario; al final del ejercicio, la bandera de señales marcaba un solo impacto... no en el blanco mismo, sino en el barco que lo remolcaba. En otra ocasión, los ejercicios con torpedos no sólo fueron un fracaso, sino que además, de siete, uno de ellos se atascó, sólo dos mantuvieron un rumbo estable (pero no dieron en el blanco), y el último empezó a dar vueltas en círculos, asomando la nariz y sumergiéndose alternativamente en las aguas, sembrando por supuesto de terror a la flota completa.

Frente a todo esto, desde San Petersburgo, la capital de Rusia, le enviaron refuerzos a Rozhestvensky; si los barcos de Rozhestvensky, con todos sus problemas, eran lo más granado de la flota rusa, entonces qué quedaba para aquellas naves de refuerzo que éste había calificado como "viejas bañeras" y una "colección arqueológica de arquitectura naval". De manera que en vez de esperar, Rozhestvensky ordenó acelerar el rumbo de la flota completa, escapando de sus propios refuerzos, para que las viejas bañeras no se sumaran a su escuadra... En medio de la fuga, inadvertidamente cortaron el cable de comunicaciones telegráficas entre Tánger y Europa, incomunicando a ambas regiones por cuatro días, y creando de paso un nuevo incidente internacional.

Cuando llegaron al Mar del Japón, ya Rozhestvensky estaba completamente baldado, con ataques de neuralgia que lo enviaban inmovilizado al camarote. Le llegó entonces la orden de vencer, enfilar luego a Vladivostok, y entregar el mando a un petimetre que había ganado reputación de gran guerrero más con dotes cortesanas que verdaderamente militares, porque el tal Biriloff nunca había estado en acción. Encontró a la flota japonesa en el Estrecho de Tsushima, dio dos órdenes completamente descabelladas, y luego fue puesto fuera de combate por los cascotes de una granada que impactaron en su cabeza. Capturado por los japoneses, y liberado tiempo después, debió afrontar la corte marcial. Aunque se probó que no había rendido la flota por haber estado inconsciente, Rozhestvensky consiguió sacar un último gesto de heroísmo, y se negó a excusarse de la responsabilidad que le cabía como superior al mando, pidiendo en vez de ello clemencia al Zar. Este se la concedió, y le conmutó la pena de muerte por un corto período de prisión. El pobre y esforzado Rozhestvensky, cuya última gran misión militar había terminado tan mal, falleció poco después, en 1909: había cumplido recientemente los 60 años.

6 comentarios:

  1. Uf, la historia es genial. Aquí un nuevo lector fiel.

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  2. ¿La historia en general es genial, o la del pobre Rozhestvensky en particular...? Y eso que falta todavía... Bueno, saludémosle con los sones del Himno del Octubre Rojo de Basil Poledouris para que no sea tan triste todo esto...

    Agradecido de tener un nuevo lector fiel, y seguiremos poniendo acá el mayor empeño para que no salga defraudado, ni por falto de erudición, ni por aburrido tampoco.

    Saludos.

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  3. La historia particular, claro. De ahí las minúsculas. ;o)

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  4. Bueno, pobre hombre. Y es que el planchón que debió haber pasado en el Dogger Bank, ésa es para tirarse a un pozo... Pero al menos fue hombrecito hasta el final. Eran tiempos con honor, después de todo.

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  5. Pero el remate es que Rodzhestvensky había eludido a los japoneses, pero a sus buques hospitales (que iban a la cola) no se les ocurrió apagar las luces - no me refiero a las luces de navegación, sino que a todas las luces del barco -, así que un crucero japonés los identificó y transmitió la alarma a Togo... Y además se supone que los buques rusos habrían alcanzado a llegar al puerto de Vladivostok, si no hubieran estado en tan malas condiciones. Para cuando llegaron a Tsushima, debido a varias circunstancias debidas a la pésima planificación del viaje, las naves rusas daban apenas 8 nudos, mientras que los japoneses llegaban a los 16. Esa diferencia de velocidad también tuvo repercusiones en la batalla.

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  6. Esos detalles los ignoraba. Cada vez me dan más pena esos pobres sonados que iban al matadero, y además sabiéndolo.

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