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domingo, 4 de mayo de 2008

Von Winkelried ensartado en una pica.

Una de las clásicas leyendas de guerra medieval, gira en torno a la figura de Arnold von Winkelried, que se ensartó en una pica para asegurar el triunfo de su propio ejército. La historia tiene dudosos visos de autenticidad, porque los testimonios sobre el sacrificio de von Winkelried son tardíos, y la evidencia sobre este personaje no es concluyente (parece que sobrevivió más de treinta años a la batalla en la cual supuestamente debió haber muerto), pero por ser una leyenda guerrera en toda forma, vale la pena reseñarla en Siglos Curiosos.

En el siglo XIV, el Sacro Imperio Romano Germánico ya no era lo que antaño había sido. En 1273 había llegado la Dinastía Habsburgo al trono (que duró hasta la Primera Guerra Mundial, cerca de seis siglos y medio en total). El núcleo imperial había sido el territorio de Suabia (actualmente en el sur de Alemania), durante la Dinastía Hohenstaufen, pero ahora el núcleo imperial eran los dominios hereditarios de los Habsburgo en Austria, más al este. Este cambio geopolítico llevó a muchos territorios nominalmente obedientes al Emperador, a hacerse independientes de facto. Uno de estos territorios fue la Confederación Suiza, un ramillete de ocho cantones que se hizo independiente en 1299, y que durante el siglo siguiente lidió varias guerras contra el Imperio para mantener su libertad. Leopoldo III de Austria lanzó en 1386 un nuevo ataque, y ahora parecía que la libertad de Suiza se acababa de una vez por todas.

En la época, el manual del buen estratega militar mandaba neutralizar y revertir los avances enemigos, sea de infantería o caballería, mediante el empleo sistemático de picas, de manera que la vanguardia enemiga se encontrara con un bosque de lanzas listas para estacarlos. Leopoldo III utilizó las picas, apoyadas por una buena caballería. Y aquí es donde empieza la leyenda. Porque según ésta, los piqueros habsburgueses eran impenetrables, y el suizo Arnold von Winkelried habría dicho: "Abriré un pasaje en la línea; protejan, queridos compatriotas y confederados, a mi esposa y mis hijos". Después de lo cual se arrojó directamente contra las picas, ensartándose en ellas. Con esto abrió la brecha por la cual la infantería suiza pasó a través de las lanzas y desbandó al grueso del ejército imperial.

Como decíamos, la leyenda de Arnold von Winkelried tiene visos de ser tan solo eso, una mera leyenda, pero lo cierto es que después de la Batalla de Sempach, los proyectos imperiales de Leopoldo III fracasaron definitivamente, ya que él mismo terminó pereciendo, junto con un número importante de sus caballeros. Lo que debilitó aún más al Imperio, por supuesto, a la par de asegurar la independencia suiza.

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