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jueves, 1 de mayo de 2008

El enemigo loco de Napoleón.

El general Gebhard Leberecht von Blücher es famoso en la historia militar por haber comandado las fuerzas alemanas en la Batalla de Waterloo (1815). Habiendo Napoleón tratado durante varias horas de quebrar la posición de las tropas del duque de Wellington, fue la carga de Blücher la que decidió el resultado final de la batalla. Pero Blücher, lejos de ser un gran general, luchaba contra el mismísimo enemigo interno, porque en verdad, su salud mental era cualquier cosa, menos algo sólido.

En el tiempo de las Guerras Napoleónicas, Blücher bordeaba ya la setentena, siendo en realidad un veterano de la Guerra de los Siete Años (1756-1763). El historiador militar Alfred Vagts lo describe como "un charlatán imprudente, un jugador frenético, y un psicópata". Padecía de melancolía senil, y delirios paranoicos. Creía por ejemplo que, a causa de sus pecados, estaba embarazado con un elefante. Otras veces se desplazaba en puntillas o saltaba para no quemarse los pies, porque estaba convencido de que los franceses habían sobornado a su servicio para que calentaran el suelo de su habitación.

Los verdaderos comandantes en la sombra del ejército prusiano eran Scharnhorst y Gneisenau, dos de sus hombres que sí tenían en mente la aniquilación de Napoleón Bonaparte y apuntalaban a Blücher para que su desequilibrio mental no terminara en tragedia para sus tropas. Desgraciadamente, Gneisenau estaba enemistado con el Duque de York, quien comandaba las tropas inglesas durante la campaña de 1813. En aquel año, Napoleón Bonaparte pasaba por un período crítico, batido de manera tan absoluta como había sido luego de su funesta expedición militar contra Rusia del año anterior, pero las disensiones intestinas en el alto mando angloprusiano le dieron el escaso respiro que necesitaba para rearmarse. Con lo que obtuvo uno a dos años adicionales antes de su caída definitiva, la que como dijimos y es de pública notoriedad, ocurrió en los campos de Waterloo. Después, Blücher permaneció algunos meses más en activo, en París, pero la edad y la salud mental finalmente se le impusieron, y prefirió retirarse a sus propiedades en Silesia, en donde terminaría falleciendo algunos años después, en 1819, faltándole algunos meses para cumplir los 77 años.

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