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domingo, 3 de febrero de 2008

El general que le costó la victoria a Grecia.


Pocas veces en la Historia, una guerra ha sido dirigida de manera tan incompetente como la Guerra Greco-Turca de 1919 a 1922. Grecia era independiente desde 1823, del Imperio Otomano, pero se había embarcado en la Primera Guerra Mundial para ampliar sus territorios a costa de los turcos; su ambición máxima era, por supuesto, la "reconquista" de la vieja ciudad griega de Constantinopla (actualmente Estambul), en manos turcas desde 1453. Los Aliados habían prometido a los griegos, a cambio de su apoyo contra el Imperio Otomano, una gran cantidad de territorios. El Imperio Otomano, de hecho, salió gravemente baldado de la Primera Guerra Mundial; Eleuterio Venizelos, Primer Ministro de Grecia, reclamó entonces una gran cantidad de tierras, incluyendo Tracia, la ciudad de Constantinopla, toda la costa de Jonia, y la costa turca hacia el Mar Negro. Los Aliados, reticentes, decidieron que los griegos iban a volver a sus fronteras de preguerra, lo que fastidió tanto a los griegos, que se decidieron a tomar las armas y conquistar por la fuerza aquello que no habían podido en derecho obtener por vía de tratados de paz.

Desgraciadamente, el mando supremo del ejército griego recayó en Georgios Hajianestis, general que cumplía 56 años en 1919 (había nacido en 1863), y si bien era considerado como muy competente de joven, había experimentado un grave deterioro en sus facultades mentales, y era evidente que su nombramiento se debía a puras razones políticas; David Lloyd George, el Primer Ministro de Gran Bretaña, llegó a calificarlo de "algún tipo de débil mental". Sobrepasado por la presión de la guerra, o por simple desequilibrio mental, Hajianestis se limitó a dirigir las tropas griegas desde un yate cómodamente instalado en el puerto de Esmirna, en el que se la pasó postrado por fuertes neuralgias. Creía que sus piernas eran de vidrio o de azúcar, y por ende, no se atrevía a levantarse de su cama ante el temor de romperse nada más pisar el suelo. Para desgracia de Hajianestis, el ejército turco era dirigido por el fiero Mustafá Kemal, AKA "Ataturk", cuya orden militar era de lo más simple: "¡Hacia el Mediterráneo, adelante!". Con enemigo tan resuelto y un comandante supremo tan esquivo con las funciones del mando, la moral griega se hizo añicos. En la Batalla de Dumlupinar, librada entre el 26 y el 30 de Agosto de 1922, y que fue la decisiva, la locura de Hajianestis llegó a su punto cúlmine. En vez de hacer un último esfuerzo y salvar lo insalvable, Hajianestis decidió que estaba muerto, y por lo tanto, se negó a dar órdenes porque, según una lógica impecable, ¿quién iba a obedecer a un cadáver? Los aterrados mandos medios del ejército griego hicieron lo que pudieron, pero infructuosamente.

El mando le fue retirado a Georgios Hajianestis, pero ya era demasiado tarde. La comandancia suprema recayó en el general Tricoupis... quién se enteró de la noticia siendo prisionero: había caído en manos turcas durante la mismísima decisiva Batalla de Dumlupinar que Hajianestis había perdido sin siquiera tratar de librarla. Grecia no pudo conquistar Estambul, que sigue siendo turca hasta el día de escribir estas líneas, ni menos todos los territorios asiáticos que ambicionaba. Por el lado turco, la Batalla de Dumlupinar se transformó en un Día Nacional. En cuanto a Hajianestis, fue llevado a Grecia, sumariamente juzgado, condenado como "esquizofrénico", y ejecutado. Es probable que, a partir de entonces, sus "piernas de azúcar" no le molestaran más...

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