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domingo, 2 de diciembre de 2007

El primero que regresó vivo desde Timbuctú.

El primer europeo que consiguió alcanzar Timbuctú y regresar vivo para contar la historia, fue un francés llamado René Caillié. Su viaje marcó unos cuantos precedentes, y por eso merece ser recordado.

Caillié nació en 1799, y se crió entre la escoria de la sociedad. La lectura de "Robinson Crusoe" le redimió de un posible futuro criminal, ya que le metió el bicho de la aventura. Por aquellos años Africa era en su mayor parte un continente inexplorado para los europeos, y el Desierto del Sahara era una tierra prohibida no sólo por la aridez misma, sino también porque los musulmanes mataban a cualquier infiel que se introdujera allí, temiendo que les robara sus secretos (rutas comerciales, oasis, lugares de abastecimiento, etcétera). La Société de Géographie ofrecía por esas fechas una recompensa de 10.000 francos al primer europeo que alcanzara la legendaria ciudad de Timbuctú, en el Africa Central, y volviera vivo para contar su historia.

Caillié aceptó el reto. A contrapelo de las tendencias en materia de exploración africana, no recurrió a contingentes de hombres ni soldados. Por el contrario, decidió él mismo asimilarse en la población, aprendió árabe, estudió las costumbres bereberes, se convirtió al Islam, y haciéndose pasar por egipcio, consiguió infiltrarse en el norte de Africa. Partió desde Senegal con una caravana, diciéndole a sus compañeros que buscaba regresar a su patria en Egipto, y gracias a esto, consiguió llegar hasta Timbuctú, saliendo después desde allí hacia Marruecos, en donde se embarcó hacia Europa. Había alcanzado Timbuctú en 1827, pero ignoraba que el año anterior, un tal Alexander Gordon Laing, británico, había realizado la mitad de la hazaña (llegar a Timbuctú), pero había sido asesinado a la salida de la ciudad. Por lo que Caillié cobró el premio, recibió enormes honores, e inclusive fue condecorado con la Legión de Honor.

Pero por otra parte, el resultado de su expedición fue decepcionante. En Europa se creía que Timbuctú era una ciudad grande y opulenta, algo que en la Edad Media verdaderamente había sido, pero que a comienzos del siglo XIX había degenerado en un villorrio pobre y semiabandonado. Por otra parte, como resultado de sus peripecias africanas, Caillié había contraído la malaria, que lo llevó prematuramente al sepulcro cerca de una década después de su hazaña, y faltándole poco para alcanzar la cuarentena.

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