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jueves, 8 de noviembre de 2007

La Masacre de Nanking.

Cuando uno piensa en las atrocidades de las guerras desde una perspectiva histórica, uno tiende a recordar pueblos como los aztecas o los asirios. Y sin embargo, en el mundo moderno siguen haciéndolo bastante bien. Aparte de los horrores de los campos de concentración, uno de los más espantosos episodios del siglo XX se vivió en lo que suele llamarse la Masacre de Nanking, o también la Violación de Nanking (Rape of Nanking, en inglés). La historia es la siguiente.

El 13 de Diciembre de 1937, las tropas japonesas ingresaron en la ciudad de Nanking (actual Nanjing), en el curso de la invasión que el Imperio Japonés lanzó contra China antes de la Segunda Guerra Mundial. Durante ocho semanas, 50.000 soldados japoneses masacraron a 300.000 civiles en la ciudad, con métodos de la peor brutalidad. Los niños eran lanzados al aire para que se ensartaran en las bayonetas. Algunas personas fueron enterradas en el suelo hasta la cintura, para después ser aplastadas por los tanques. Hubo prisioneros que fueron utilizados para que los soldados japoneses practicaran en ellos el uso de las bayonetas. Uno de los episodios más controvertidos (aunque hay quien pone en duda su historicidad) es un concurso organizado para determinar quién decapitaba primero a espada limpia a 100 prisioneros. Mujeres desde lactantes a abuelas, más de 80.000 en total, fueron sometidas a violaciones masivas; y les cortaban los senos, a la par que los hombres eran castrados. En el caso de las mujeres embarazadas, las desmembraban y arrancaban el feto; en algunos casos eran violadas después, y asesinadas a continuación, a bayonetazos. Los padres fueron forzados a violar a sus hijas, bajo amenaza de matar a otros miembros de la familia, y lo mismo los hijos a sus madres. Los monjes con voto de celibato fueron obligados a violar mujeres, tan solo para diversión de los japoneses. Algunos pocos "afortunados" consiguieron salvarse simulando estar muertos, algo más o menos simple entre las montañas de cadáveres.

Aunque había una gruesa colonia occidental en Nanking, al empezar los bombardeos casi todos ellos abandonaron la ciudad, excepto 22. Unidos en un improvisado Comité Internacional para la Zona de Seguridad de Nanking, la colonia occidental contribuyó a salvar las vidas de al menos 50.000 chinos que allí encontraron refugio (quizás fueron más, y hay estimaciones de hasta 250.000). Más remarcable aún, en un hito que los honra como seres humanos, es que no hubo distinción de ideologías: sacerdotes estadounidenses trabajaron mano a mano con altos jerarcas nazis en el objetivo mancomunado de combatir los horrores que se vivían en las calles de Nanking.

¿Por qué tanto ensañamiento contra la población china? La historiadora Iris Chang señala varias razones. Por un lado, apunta que Nanking habría sido un laboratorio en donde habrían preparado a los soldados japoneses para sentir odio contra los pueblos no japoneses, y así incrementar su brutalidad durante la guerra. También habría influido el trato brutal que los superiores del ejército japonés aplicaban a la tropa, y que permitieron a éstos hacer aflorar toda su rabia contenida durante años, en contra de víctimas civiles indefensas. Y también apunta al rol de la propaganda nacionalista: ésta afirmaba que los chinos eran inferiores a los japoneses, incluso subhumanos, que el destino manifiesto de Japón era controlar toda Asia, y que por lo tanto, los actos de brutalidad contra la población china estaban legitimados, porque después de todo, los chinos no eran seres humanos con los cuales hubiera una obligación moral de respeto.

Después de la guerra, el Tribunal de Tokio juzgó al general Iwane Matsui bajo el cargo de crímenes contra la Humanidad, por los hechos de la Masacre de Tokio. Fue condenado, y ahorcado en 1948. Sin embargo, revisando antiguos archivos, la historiadora Iris Chang ha destacado que Matsui estaba enfermo en aquellos días, y que probablemente fuera el Príncipe Asaka, de la Casa Imperial japonesa, quien estuviera a cargo, y por lo tanto fuera el responsable directo. Sin embargo Asaka sólo prestó testimonio ante el Tribunal, y nada más, y eso tan solo para negar los hechos; había un pacto previo entre Hirohito y Douglas McArthur, de que ningún miembro de la Familia Real iba a ser llevado a juicio. El precio de la impunidad, según Iris Chang: Japón debería entregar a Estados Unidos el resultado de todas sus investigaciones realizadas sobre la guerra biológica, efectuadas en prisioneros en los campos de concentración de China durante la guerra.

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