La masacre de Nanking había sido uno de los episodios más oscuros de la Segunda Guerra Mundial. Hubiera quedado así quizás, de no ser por la paciente labor de la historiadora Iris Chang, quien arrojó nueva luz sobre el tema. Pero el precio a pagar por ello fue el más alto posible: la investigadora sobrevivió apenas por un tiempo a su propia investigación.
Iris Chang nació en Estados Unidos en el año 1968. Sus padres eran inmigrantes taiwaneses, y sus abuelos maternos escaparon por los pelos de la masacre de Nanking. De ahí su curiosidad por el tema, encontrándose con que de dicha masacre, no parecía haber registro alguno, en comparación por ejemplo con el genocidio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. De manera que, titulada como periodista, inició su propia investigación. Lo que encontró en el transcurso de ella, fue una serie de horrores que nada tienen que envidiarle a las atrocidades perpetradas por los asirios o los nazis. La propia Chang empezó a verse afectada por la investigación.
El libro fue publicado en 1997, y desató una tormenta. Porque los chinos querían normalizar sus relaciones con los japoneses, y los japoneses olvidar sus propios crímenes de guerra. Además, Iris Chang hace la sugestión de que Estados Unidos contribuyó a crear un manto de impunidad sobre estos crímenes de guerra, a cambio de la información que Japón pudiera proporcionar sobre sus experimentos realizados en el campo de la guerra bacteriológica, con prisioneros de guerra chinos precisamente. Numerosos nacionalistas japoneses agresivos se lanzaron contra el libro de Iris Chang, negando todos aquellos eventos. Particularmente críticas resultaron las sugestiones abiertas de Iris Chang, de que Japón debía pedir públicamente perdón por sus crímenes contra la Humanidad. Iris Chang se vio envuelta en una vorágine de supervivientes y verdades oficiales que la llevó lentamente a la depresión. El 09 de Noviembre de 2004, Iris Chang salió de su casa conduciendo su automóvil, y a poca distancia se pegó un tiro de pistola en la cabeza. Tenía 36 años, y fue llamada "la última víctima de Nanking".
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