La palabra "rajá" envuelve una cierta aura de misterio y exotismo, concretamente, el asociado a la India. Los lectores más veteranos recordarán a James Brooke, el Rajá de Sarawak, el gran enemigo de Sandokán, el célebre pirata literario creado por Emilio Salgari a comienzos del siglo XX. También habrá quien recuerde al "Rajá de Calambur", uno de los villanos contra el cual debió enfrentarse el Chapulín Colorado... Poniéndonos algo más serios, señalemos que el Imperio Mogol de la India (1526-1857) es llamado también el "Raj Mogol", y cuando pasó a manos inglesas, se pasó a denominar también "Raj Británico".
En realidad, la palabra correcta es "raj" ("rajá" es, por lo tanto, una corrupción lingüística), y deriva del antiguo sánscrito. Aunque tiene cierta prestancia hablar de un "raj" o un "rajá", lo cierto es que su significado es tan plano y obvio como el de "rey".
Lo que es un poco más desconocido, es que "raj" y "rey" comparten un origen común. En el siglo XVIII, los eruditos descubrieron, para su sorpresa, que el sánscrito de la India y el latín estaban emparentados. De este modo descubrieron que la palabra latina "rex" (que derivó en el portugués "rei", el castellano "rey", el francés "roi" y el italiano "re") tiene un origen común con la palabra "raj", al igual que muchas otras.
Por su parte, la palabra "raj" dio origen al "maharajá". Esta palabra sánscrita significa simplemente "gran rey" ("maha" significa "grande"). Como pasó con los Emperadores en Occidente, el pudor de tomar el título de "maharajá" cedió con el tiempo, y por ende, pasó de denotar un dominio universal en la India, a ser simplemente un gran señor, devaluando de paso este título; es la vieja historia del señorón que aspira a más con un título en grandes letras...