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miércoles, 6 de septiembre de 2006

Endulzando la Historia.


En la actualidad existe una amplia gama de endulzantes y edulcorantes que hacen más brillante y bonita la vida. Pocos se detienen a pensar que, hasta hace relativamente pocos siglos atrás, el darle dulzor a un postre o a un pastel era algo bastante más complicado.
El endulzante mejor conocido por los pueblos antiguos era la miel, el producto de la abeja. A tanto llegaba su valor, que la Tierra Prometida que Dios reservó a los hebreos según la Biblia era llamada "la tierra en donde mana la leche y la miel", como una manera de alabar sus bondades naturales.
Los antiguos germanos, por su parte, eran ávidos devoradores de la llamada hidromiel. Esta no era sino vino normal y corriente, convenientemente mezclado con miel. Según los germanos, los propios dioses, con Odín a la cabeza, ingerían este brebaje.
Fue en el siglo XII, más o menos, cuando se esparció desde Oriente el secreto del azúcar. La propia palabra "azúcar" es de procedencia árabe, lo que es indiciario de su origen. En aquella época, el azúcar era un lujo destinado a los más nobles: el pueblo bajo y campesino debía seguir recurriendo a la miel. El método clásico de procesamiento era el prensado de las mismas (la imagen corresponde a una de estas prensas, en la Sicilia de 1600).
Pero el azúcar comenzó a ganar la partida una vez que las carabelas ampliaron los mercados mundiales, y enormes extensiones de terreno fueron destinadas en los trópicos al cultivo de la caña de azúcar. Y más modernamente, la industria química desarrolló el mercado de los edulcorantes artificiales. En medio de todo este panorama, cuesta recordar que durante aproximadamente cinco milenios y más, la miel reinó sin contrapeso posible para llevar dulzura a la vida de las personas.

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