Páginas

jueves, 15 de noviembre de 2012

Para hacer florecer Pica.


Pica es una localidad ubicada al norte de Chile, en medio de la Pampa del Tamarugal. Es un oasis famoso por los limones de Pica que se utilizan para la elaboración del pisco sour chileno. De hecho, su nombre viene del quechua y significa "flor en la arena". Y como todos los recovecos de Chile, existen leyendas asociadas a su historia. La siguiente es una que recoge el insigne folclorista chileno Oreste Plath, pero no he podido cotejarla con otras fuentes, de manera que queda a medio camino entre la historia y la leyenda. El lector que sepa algún antecedente más, se agradece el aporte.

Pero al grano. En el siglo XVI, a la llegada de los españoles, Pica era otro de esos cacicazgos sometidos al Imperio Inca. Andando el tiempo, Pica caería bajo la esfera del Virreinato del Perú (Pica, al igual que todo el resto del territorio de Tarapacá, permanecería peruano hasta su conquista militar por parte de Chile durante la Guerra del Pacífico, a finales del siglo XIX). Pero por el minuto, ante la debacle del Imperio Inca, la tribu de Pica puede decirse que alcanzaron la independencia, y la defendieron con armas en la mano contra Diego de Almagro, cuando éste regresaba al Perú después de su malograda expedición por la zona central de Chile. Pero más tarde o más temprano, piquetes de españoles vinieron a establecerse a la región: dadas las circunstancias, era inevitable. Los españoles se apostaron en el vecino oasis de Matilla, con los de Pica observando con suspicacia a los recién llegados.

Uno de esos españoles, llamado Dámaso Morales, se enamoró de la hija del cacique de Pica. A éste, maldita la gracia que le hacía darle su hija a un ezpañó, así es que se fue de negativas. Pero tanto insistió el peninsular, que para sacárselo de encima, el cacique le dijo que le cedería la mano de su hija si hacía florecer el oasis entre Pica y Matilla. Hablamos de la región norte del desierto de Atacama, el más árido del mundo, así es que ya se pueden figurar más o menos lo que significaba el mensaje.

Pero nuestro recio ezpañó, haciendo honor a los machos ibéricos, no iba a dejarse por esa nadería. Había observado que los indios juntaban aguas en unas represas que llamaban cochas. Lo que hizo fue seguir las vetas de agua, y excavarlas hasta crear socavones: la ingeniería europea se anotaba un punto sobre la prehispánica aquí. Con estos trabajos, el español consiguió encauzar una mayor cantidad de agua en el valle, y hacerlo florecer. Al cacique indígena no le quedó más que cumplir su promesa, aunque claro, ahora tenía un valle lleno de vida vegetal en vez de un pedazo de desierto, así es que no se la sacó tan mal. Y de este florecer, Pica habría obtenido su nombre.

3 comentarios:

  1. Lo que hacemos los españoles por echar un polvete...

    Ahora sí: así de buenísima estaría la hija del cacique, porque poner a un español a hacer hoyos tampoco es tarea fácil.

    ResponderBorrar
  2. Bien dice un refrán español "Tiran dos tetas más que dos carretas".

    ResponderBorrar
  3. Algo de eso se ha quedado en esa subespecie humana que es el Homo sapiens chilensis. Porque cuando una nativa chilena está buena, ahí tienen a los macabeos tirados más que por dos carretas...

    ResponderBorrar