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domingo, 11 de noviembre de 2012

La peregrina historia del yo-yo.

El yo-yo viene y va. No sólo porque se trate de un par de rodelas conectadas por un eje que sube y baja según se lo deje caer o se tire de la cuerda respectiva, sino también como moda y pasatiempo. Todos lo conocen como esto último, pero pocos saben que el yo-yo en realidad tiene un origen muy distinto a lo lúdico. Porque originalmente, varias culturas del mundo desarrollaron el concepto del yo-yo como arma de caza. La idea era arrojar el yo-yo a las patas de un animal para enredarlo: el animal se venía al suelo, y ahí era literalmente presa fácil del cazador de turno. El nombre del yo-yo, sin ir más lejos, viene del tagalo, el idioma hablado en Filipinas.

El yo-yo se popularizó en Europa a comienzos del siglo XIX. Por supuesto que, despojado de su carácter como arma de caza (quizás porque para la muy aristocrática caza del zorro se prefería un buen fusil con perdigones que dejaran como colador al pobre bicho), entró como juguete. Los británicos lo llamaron "bandalore", "quiz" y, en un giro lamebotístico, "el juguete del príncipe de Gales". Los franceses por su parte lo bautizaron como "incroyable" (increíble) o "l'emigrette".

En Estados Unidos, la penetración del yo-yo comenzó en la década de 1860. Sin embargo, el juguete voló la cabeza de los yankis recién en la década de 1920, cuando un inmigrante filipino llamado Pedro Flores comenzó a producirlos de manera industrial. Con buena mentalidad comercial, el yanki Donald Duncan convirtió el yo-yo en un producto registrado, y le introdujo una modificación importante: cambió el nudo fijo habitual hasta ese entonces, por un lazo corredizo que le permitió al yo-yo una mayor versatilidad.

En Chile, el yo-yo ha tenido popularidad por épocas. A inicios del siglo XX fue un juguete relativamente popular, pero después se desvaneció en el olvido. Por alguna razón, volvió por sus fueros a finales de la década de 1980, aunque dicha moda resultó efímera y el yo-yo volvió a perderse en los meandros de la historia. Eso, hasta que a alguien se le ocurra volver a sacarlo del desván y volverlo a poner en circulación...

5 comentarios:

  1. vaya general gato, que estamos de yo yos estos días, me han encantado este mini especial del yo yo saludos y buen domingo :D

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  2. Me parece que la leve resurrección del yoyo allá por 1988 en Chile, se debió a una marca de gaseosas que los regalaba si el interesado recolectaba unas cuantas tapas de las botellas. En todo caso fue una fiebre bastante alta: recuerdo que en ése -el año del plebiscito, además- casi todos jugábamos con uno de esos instrumentos en el patio de la escuela, proviniesen o no de la gaseosa antes mencionada.

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  3. A ALI ORRALA: Pues de nada, me alegro que haya sido de agrado. Saludos y buenos días igualmente.

    A GALO NOMEZ: No recordaba el detalle. Pero sí, todo el mundo jugaba con esos artefactos del demonio en los patios. Cuántas cabezas golpeadas por un mal lanzamiento, cuántas cabezas golpeadas...

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  4. jojo huelo como que al general gato le abrieron la cabeza con uno de esos juguetes XD

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  5. No por suerte, que para escurridizos nacimos: gato que arranca, sirve para otra ronroneada. :-D

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